Policía de familia
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - La prensa cubana destaca casi diariamente la importancia del sistema de salud para la sociedad. Es extraño el día en que no se hable, ya en los periódicos, ya en la radio, ya en la televisión de los médicos internacionalistas, de la escuela
latinoamericana de medicina, del médico de la familia. Es como si sólo de aspirina viviera el hombre.
Sin embargo no se habla nunca de la falta de agua en las ciudades, de los alcantarillados deficientes, del amontonamiento de desechos en las esquinas. Es como si lo anterior a la aspirina no fuera la higiene. Pero, ¿cómo lavar minuciosamente las verduras y vegetales sin suficiente
agua? ¿Cómo deshacerse de las inmundicias del hogar si el alcantarillado las devuelve por la misma esquina? ¿Cómo evitar las moscas, los ratones, las cucarachas si la basura es una montaña en cada cuadra?
Según mi abuelo -que dicho sea de paso vivió 98 años- no había mejor medicina que la comida. Decía que una panza satisfecha pocas veces tenía que acudir a la clínica. Y ése es otro problema que enfrenta el cubano y del cual se dice poco por
la prensa. No puede haber buena salud con el estómago estragado. Y si nos guiamos por aquello de que una tripa vacía, llena de malas ideas el seso, muy poco puede hacer el médico de la familia.
Y es entonces cuando hace su aparición la profilaxis de urgencia: el policía de familia. El médico de familia poco puede hacer contra el hambre. El policía de familia tampoco, pero, por lo menos, previene de que no se lo coman a uno al internarse en una calle
solitaria.
El policía de familia, aunque no es tan popular, a nivel de propaganda, como el médico de familia, surgió a raíz del inicio del "período especial". El hambre creció, las malas ideas aumentaron, en cualquier esquina te daban un trastazo hasta
por una cebolla, y se hizo necesario un tratamiento que detuviera la epidemia. Así, se llenaron las ciudades, los barrios, las esquinas de policías hasta con salario aumentado y todo.
Hoy día en los barrios, junto al consultorio del médico de la familia, puede verse también un ejército de policías al que la población ha dado en llamar "policías de la familia" por aquello de que saben más de cada casa que el
propio médico que atiende los hogares. Claro, tienen su desventaja: al médico de familia, si se porta bien con ciertas personas, no le falta su regalito de vez en vez: vaya, una bobería, un detallito: un pomo de aceite, un jaboncito de la shoping. Pero al pobre policía de
familia, a veces no quieren darle ni un vasito de agua.
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