El centenario de La Unica
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, agosto - Hoy, cuando se demistifican los poderes hegemónicos, las verdades absolutas se desmienten y a los valores eternos se les opone la transgresión, encabezar con un título tan rotundo como el de este trabajo parece un vano esfuerzo.
Sin embargo, dejar de acotar el centenario de la Montaner me parece una falta grave. Porque Rita Aurelia Montaner Fazenda nació un 20 de agosto, aquí mismo, junto a La Habana, en la villa de Guanabacoa.
De Rita Montaner se ha dicho mucho. En Cuba, se han publicado libros biográficos, opúsculos y monografías.
La Montaner no falleció el 17 de abril de 1958. Rita sólo entró en ese ingrávido espacio de las leyendas insulares. Ya en la fecha de su desaparición física era una leyenda viva. Era un nombre: Rita.
Ganó para sí, a fuerza de arte, la más alta reputación profesional. Mas tuvo la oportunidad de nacer en el momento preciso. Poco después de su nacimiento, se inauguró la República. Quien parecía destinada a ser una mujer destinada a la
familia y al hogar, según la tradición, escogió el camino del Arte, y como mujer -bastante adelantada a su tiempo- ser dueña de su destino.
Rita Montaner fue una mujer moderna e independiente en una Isla recién salida del coloniaje, cuyas costumbres prevalecieron en la sociedad cubana bastante tiempo.
Nació oportunamente -reafirmo- porque la Montaner estuvo a tiempo para estrenar la radio, el cine y la televisión en la Isla. Además de estrenar en la escena cubana lo mejor del cancionero lírico nacional.
Con Rita Montaner surgió la primera figura que desplegó las potencialidades de la imagen de la mestiza en una escena teatral hasta ese momento ocupada por mujeres de origen europeo: españolas, italianas, francesas. Cantó desde "El golpe de bibijagua" hasta "La
médium" de Menotti; bailó en la escena habanera un tango congo y una rumba musulmana.
Vini, vidi, vinci. Y agarró su triunfo con garras, más que manos. Cuando no pocas divas se disputaron la escena de La Habana, ella se quedó.
Rita Montaner surfeó en la cresta de una ola renovadora y potente del movimiento artístico y musical cubano, para decirlo con palabras de hoy. Pero, todo esto es historia hace rato.
Desde hace muchos años, me formulo una pregunta: de no haber fallecido antes del 59, ¿qué hubiera sido de Rita Montaner? Por mucho que trato de acomodar su figura y carácter al transcurrir de los últimos cuatro decenios cubanos no logro encajarla.
Rita Montaner añadió fama a su carrera con el legendario personaje de Lengua Lisa. Pero La Montaner no compuso un personaje. De acuerdo con los testimonios recogidos a partir de muchísimos testigos mediatos e inmediatos sobre su carácter, Rita se concedió
siempre la facultad de expresar en voz alta lo que pensaba, así fuera, en ocasiones según informantes, hasta injusta. ¿Hubiera Rita Montaner callado ante la verdad oficial absoluta en ejercicio? ¿Hubiera podido admitir la Sra. Montaner ver coartada su libertad de expresión?
Admito que lo dudo mucho, sin ir más allá de escrutar las facetas más superficiales de una personalidad tan rica.
La Montaner fue una mujer de una sola pieza. Hecha de elementos primarios: agua, tierra y fuego. Amó y odió. Puso igual dosis de pasión en todo lo que hizo. Quizás por eso y, también por qué no, por muchas otras cosas, la llamaron así: La Unica. ¡Salud,
entonces, dónde estés, Rita Montaner en tu primer centenario!
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