La otra cara del racismo
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, agosto - El racismo subyacente en la mentalidad de muchos aquí late aún con fuerza. El temor a encarar las diferencias raciales en Cuba obliga a funcionarios de la "nomenklatura" isleña a utilizar el "generoso" apelativo "de color",
para borrar el concepto de raza que sí implica diferencia.
Una cosa es la discriminación racial, erradicadas según las leyes constitucionales cubanas desde 1940, y otra es la diferencia racial.
Sin que esto último perturbe algunos sentidos, pertenecer al biotipo negro, mulato, blanco, chino, euroasiático -como deseen llamarle- o a alguna otra denominación más o menos particular a causa del mestizaje imperante, me parece no debe incomodar a alguien.
Frantz Fanon disecó hace unos cuarenta años o poco más -si no me equivoco- todo este asunto en un librito desalienador de obsesiones raciales titulado: "Piel negra, máscara blanca" (si no lo ha leído, consígalo). ¿Y tu abuelo dónde
está?
Pero, venir hoy a decirme que no hay razas, sino "color de piel", me suena a algo así como a racismo por defecto.
La realidad de hoy en Cuba arroja otros resultados.
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