La picaresca del Nuevo Milenio
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, agosto - La picaresca como expresión vital surgió en un período de crisis material y espiritual. Ejemplo hasta hoy es el famoso personaje del Lazarillo de Tormes. Tiempos azarosos vivieron los españoles de aquella época. Pero la vida real supera
siempre a la ficción.
El picaruelo transplantado a las Américas Hispanas nutrióse de la savia virgen de estas tierras nuevas y aquí, quien era allá ladronzuelo, pudo acaparar fortunas. Convertirse en miembro de la apoltronada casta de inescrupulosos rastacueros. Hacer de sus costumbres
ruines, memoria. Peor aún, transmitirlas a sus descendientes.
Hijo del sin pan y sin ley, el pícaro afanoso por sobrevivir hoy no ha muerto. Ni mucho menos. Otros tiempos los de ahora. Otras crisis las de hoy. El astuto se trasvistió en gerente, dirigente, director, orientador, mentor, rector, superior. ¡Hasta el límite de los
etcs. se agota!
Esta picaresca posmoderna -para vestirme a la moda- utiliza el pastiche ideológico. Cuando copia el reverso se manifiesta vocinglera y agitadora consecuente con los valores y los principios que falsea.
Por consiguiente, utiliza un discurso repetitivo y directo, pero monótono. Porque la emergencia del caso le obliga o porque le falta la elemental sustancia que sólo la verdad aporta.
Para él, la vida es sueño y no algo más. Celajes, brumas para esconder sus fechorías. Un cuadro cuyos claroscuros se logran con astucia, audacia y atrevimiento.
La expresión del pícaro con éxito se encuentra sin dificultad en los portales de La Habana. Allí venden hoy en pesos lo que el gerente comercia en dólares. Un ojo sobre la mercancía y el otro en el acechante policía. No hay estabilidad, ni paz, ni
mucho menos comercio.
Lo informal es la categoría que define cualquier actividad de este tipo, marcada por el hierro candente de la inescrupulosidad. ¡Sálvese quién pueda! constituye la consigna que se escucha por doquier.
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