Pedagogos cubanos independientes preparan su congreso
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, 17 de agosto - El Colegio de Pedagogos Independientes de Cuba prepara su primer congreso libre. Por rigor histórico sería el segundo. O una segunda parte.
En 1959, año del triunfo insurreccional de Castro, el entonces Colegio de Pedagogos de Cuba, presidido por el Dr. Rolando Espinosa, cubano de profunda fibra patriótica hoy en el exilio, organizó el primero cuando Cuba se creyó de veras libre de cadenas. Se quiso
enrumbar una nueva política educacional. Fue la primera asamblea libre del magisterio cubano en suelo patrio. Fue también la última. Colegio y esperanzas se esfumaron.
Nuestro Colegio no sólo se atiene a denuncias y demandas al gobierno. Queremos, sobre todo, coadyuvar a que en nuestro país podamos alcanzar un régimen de auténticas libertades individuales y públicas, de democracia plural. La sabia expresión martiana "Ser
cultos, para ser libres", de incuestionable validez, hay que adecuarla puesta al revés: Ser libres, para ser cultos. Porque no es posible ignorar ciertos logros alcanzados en cuatro décadas de gobierno comunista en materia de educación y cultura; sin embargo, el pueblo
cubano no puede asegurar que haya alcanzado plenitud ciudadana, de pluralidad democrática.
A la próxima Asamblea Magna del magisterio independiente, a fines de año en La Habana, será llevado a reflexión no sólo instrucción y educación sino su imbricación con la sociedad cubana actual. Pero hay temáticas más específicas,
que no podrán ser obviadas, como la inexcusable premisa de la exclusión, dogmatismo político que tanto daño ha desencadenado.
Como brújula política frente a la intransigencia ideológica del sistema estarán las palabras de Su Santidad Juan Pablo II, pronunciadas precisamente en la Universidad de La Habana el 23 de enero de 1998, cuando afirmó: "La cultura cubana, si está
abierta a la Verdad, afianzará su identidad nacional y la hará crecer en humanidad".
Tenemos en mente e incluso en las mesas de trabajo para presentar a debate, otras muchas cuestiones, como que los padres tengan derecho a escoger el tipo de educación doctrinal que entiendan la mejor para sus hijos, con lo que tendrían la oportunidad de complementar esa educación,
sin choques traumáticos para la prole.
Que el expediente escolar, que es sostenido desde los primeros años de vida, con su minucioso registro político deje de ser espada de Damocles, para obtener continuación en la Universidad y al concluir estos estudios en la vida laboral.
Que cesen las llamadas escuelas al campo y, peor aún, las escuelas permanentes en el campo, emporio de deformaciones, más que positivos logros, concebidas para obtener fuerza productiva agrícola muy barata y llevar al educando a la absoluta sumisión ideológica
a los postulados del Partido Comunista de las nuevas generaciones.
Que cese el fraude académico oficial manifiesto en recortes de programas docentes y supresión de evaluaciones periódicas o evaluaciones demasiado fáciles que en realidad no miden conocimientos.
Que cese el "promocionismo", otra expresión de fraude académico, en que el alumno es promovido de grado sin tener los conocimientos requeridos.
Un asunto mayúsculo a tratarlo en el Congreso bisturí en mano, será las universidades cubanas, que aquejadas de los mismos males que la enseñanza primaria y media, suma otros propios, como el de las expulsiones de profesores y estudiantes por cuestiones de opinión
y la pérdida de la autonomía, con lo que ha quedado convertida en virtual apéndice político del gobierno.
Como se aprecia, un objetivo cardinal en la cita de los educadores cubanos independientes será la despolitización de la enseñanza, en la que han llegado al extremo de proclamar, y más que proclamar llevarlo a vías de hecho, que la Universidad es para los
revolucionarios, estrecha mira dogmática, ante la que oponemos el punto de vista plural de que la universidad es para todos los cubanos.
Por supuesto, no somos ilusos con la prepotencia del régimen, aunque sí soñadores con los pies puestos sobre la tierra. Sabemos que no se trata sólo de despolitizar la enseñanza: hay que reconstruirla sobre bases nuevas; hay que cambiar los libros de texto
contaminados de política; eliminar dogmatismos; hay que emprender cambios profundos, sustituir estructuras; hay que democratizar al país. Hay que cambiar al país.
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