Propiedad privada
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - El Comité Olímpico Cubano no autorizó a la saltadora de longitud Niurka Montalvo, radicada en España, para que participara en los Juegos Olímpicos de Sidney. Igual suerte corrió el atleta de canoa y kayak Angel Pérez, radicado
en los Estados Unidos.
Ambos atletas, por medio de los Comités Olímpicos de los países que los acogen, solicitaron permiso de participación y Cuba les negó esa posibilidad, según expresara José Ramón Fernández al periódico Granma, debido a una "posición
de principios".
Esta "posición de principios", aclara el presidente del Comité Olímpico Cubano, "no es contra España ni contra los Estados Unidos", por lo que se hace evidente es contra los cubanos. Es una clara represalia para los que abandonaron Cuba y una
transparente amenaza para quienes la abandonen en el futuro.
Con dicha "posición de principios" queda sentado que todo deportista cubano que decida apartarse del sacrosanto deber de convertir sus triunfos deportivos en triunfos políticos a favor de un sistema que los forma para que le sirvan incondicionalmente, será
castigado de igual modo.
Por otra parte la moralísima "posición de principios" pasa a ser una abierta declaración de "posesión desde el principio". Todo atleta cubano es propiedad privada del Estado. Quien se atreve a dejar de serlo deja de ser cubano, patriota,
deportista.
Quizás sin advertirlo, la "posición de principios" echa por tierra el eslogan de "El deporte un derecho del pueblo" porque si fuera cierto, el pueblo tuviera la libertad de ejercerlo en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia deportiva como el derecho a
trabajar, alimentarse, procrear.
Si el deporte se viera realmente como un acto fraternal desprovisto de toda función de propaganda ideológica, de todo chauvinismo nacionalista, de todo deber político, no importaría bajo qué bandera ganara un deportista cubano siempre que su vida personal fuera
más plena.
Si el verdadero sentido del deporte fuera alcanzar la plenitud del cuerpo y del espíritu del individuo no se calificaría de "traición" la libre elección del deportista bajo qué estandarte participa del fraternal acto de competir.
Pero ocurre que en Cuba todo, absolutamente todo, cobra una dimensión política que no permite al individuo escapar de la trampa que supone haber nacido bajo un sistema que convierte la vida en un eterno campo de batalla. Cuba no prepara médicos, escritores, arquitectos,
deportistas; crea soldados que han de servirla para siempre, so pena de ser considerados traidores a la patria por el solo hecho de no vivir en ella.
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