CUBANET ...INDEPENDIENTE

17 de agosto, 2000



Perece una familia cubana

Tania Díaz Castro

LA HABANA, agosto - Cuando Emilia Espinosa abandonó el pueblo de Moa, situado al norte de la provincia oriental, con su hatillo de ropa vieja y la cabeza llena de ilusiones, hace ya varios años, jamás pensó que ella y su familia perecerían carbonizados una mañana del mes de agosto del año 2000, en pleno corazón de La Habana.

Su sueño, cuentan los que la conocieron, era vivir en una ciudad donde brillaran las luces de las calles como soles y los autos corrieran como pájaros. Quería ver vidrieras con cosas bonitas y trabajar en un edificio más alto que una montaña.

Por eso un día se decidió y vino para La Habana, que a falta de vidrieras, tenía calles muy largas, aunque sin luces que brillaran como soles.

Atrás quedaba su casita, desvencijada, fea y descolorida. Dejaba su más tierna juventud. Quería prosperar, vivir en la capital, a donde llevaría a toda su familia, si Dios la ayudaba.

Los sueños de Emilia se realizaron en parte. Logró vivir en La Habana junto a su familia, pero en una casa peor que la de Moa, porque sólo contaba con una habitación de cuatro metros por cuatro, igual, vaya consuelo el suyo, que cientos de miles de habaneros que viven en cuarterías, más conocidos en Cuba por solares y compuestos de dos filas de habitaciones carentes de ventilación, de luz natural, y casi siempre de agua.

Todos vivían en la habitación de Emilia: Osmany, Maritza su esposa, Ormis, Yaneidy, Roxana, de un año de edad, Yoemny, de catorce y Odaqui, la única superviviente.

Se trataba de una familia desvinculada laboralmente. Su único medio de vida era la venta de gasolina de forma clandestina que realizaba a diario Osmany Paumier, un joven con menos de treinta años de edad. Por desconocimiento, guardaba los envases de combustible debajo de las camas e incluso los dos envases más grandes estaban siempre situados en la puerta del cuarto.

En horas muy tempranas del 3 de agosto se produjo el lamentable accidente, a consecuencia de una explosión e incendio producido por el combustible almacenado. La causa principal pudo haber sido una chispa de algún cable eléctrico, un fósforo o cualquier otra cosa.

La explosión no dio tiempo para que los bomberos salvaran a la familia. Sólo Odaqui Paumier Vázquez, quien permanece hospitalizada con quemaduras de tercer grado, pudo escapar de las llamas. Los siete restantes ya estaban carbonizados cuando llegaron los carros de auxilio.

Todo desapareció en aquel mísero hogar donde una vez, hace muchos años, Emilia soñara con traer a su familia del campo.

Accidentes como estos ocurren con frecuencia en una ciudad que se empobrece cada vez más y cuyos habitantes viven bajo la zozobra, esperando el desplome de sus casas o la del vecino.

Como esta familia cubana, hay muchas más que dejarán de soñar para siempre cualquier mañana de éstas.



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