Fronteras contra Sidney
Ricardo González Alfonso
LA HABANA, agosto - Si Cantinflas fuera el autor de este comentario hubiera dicho: "Todo es igual pero distinto. Distinto; más al revés, casi parecido; y lo parecido se ve según el color de la bandera con que se mire. Porque blanco, rojo y azul no es lo mismo que negro,
amarillo y rojo".
Y después de subirse inútilmente el pantalón, agregaría: "Sin embargo, los colores andan tranquilitos por el arcoiris; menos el negro y el blanco, que son los más diferentes por fuera, y los más parecidos por dentro".
Pero razonamiento cantinflesco a un lado, es curioso, cuando no contradictorio, lo que expresa la prensa de mi país acerca de la saltadora de longitud Niurka Montalvo, cubana nacionalizada española, si lo comparamos con el criterio que emite con orgullo sobre la labor que
quinientos entrenadores cubanos ofrecen actualmente en cuarenta y seis naciones, algunos de los cuales acudirán a la cita australiana.
El Comité Olímpico Cubano (COC) no autorizó a la saltadora de origen cubano a participar en la Olimpiada de Sidney 2000, alegando "una posición de principios frente al robo de atletas", y negó así la solicitud que en tal sentido formulara el
Comité Olímpico Español (COE).
En consecuencia, la escuadra caribeña que entrenaba en Guadalajara, Sevilla, viajó con sus colores azul, rojo y blanco al norte de Italia a proseguir su preparación.
El centro de esta lid entre el COC y el COE es Niurka Montalvo, ahora con 32 años, quien se radicó en España en el 97. Dos años más tarde obtuvo la ciudadanía española. Poco después -bajo el pabellón amarillo, rojo y negro- conquistó
la medalla de oro en salto de longitud en el Mundial de Sevilla. En el del 95 ganó para Cuba la de plata. Y su récord más reciente, 6 metros 85 centímetros, la convierte en la candidata para llevarse la dorada en la tierra de los canguros y los coalas.
Pero no se trata de saltar y ganar. "La norma 46 de la Carta Olímpica -según la versión de Trabajadores, semanario sindico-oficialista- plantea que para competir bajo la bandera de un país todo deportista debe ostentar la nacionalidad de ese Estado durante tres años
como mínimo". En esta ocasión, el Granma fue algo más preciso, al indicar que el país de origen tiene "la facultad o no de autorizar a ese deportista". El "¡No!" cubano saltó tan largo que cruzó el Atlántico.
"Muchos me conocen y se alegran de mis triunfos" -dijo Montalvo al diario El País. Pero otros, aunque no la desconocen, más bien se disgustan con las últimas victorias de la hispanocriolla. José Ramón Fernández, presidente del COC, declaró
a la prensa cubana que "nuestra posición frente al robo de atletas es legal, justa y ética".
Pero la física político deportiva, tan propia del totalitarismo, posee el prisma del internacionalismo-muscular, que tiene la virtud de transformar al nacionalismo más rancio en solidaridad. De ahí que treinta y dos técnicos estarán con las delegaciones
de dieciocho países en los XXVII Juegos Olímpicos.
Y me pregunto, ¿qué sentirá un entrenador cubano cuando forma un atleta de Argentina o Ghana, y éste le arrebata a Cuba una presea? ¿Qué línea divide la mueca de la apostasía de la sonrisa del as?
Mas en este meollo existe una tercera opción. El Comité Olímpico Internacional, basándose en la norma dos de su Carta, puede autorizar a Niurka Montalvo a competir bajo la bandera de los cinco aros.
Nadie duda de la maestría de muchos de los peloteros, de los boxeadores y de atletas de otras especialidades que decidieron residir más allá de las fronteras de la gran Antilla. Así las cosas, si tenemos en consideración el número y la calidad de esos
compatriotas, bien pudieran formar en el 2004 un equipo olímpico internacional.
Por otra parte, existen antecedentes de que por cuestiones de "principios" los unos y los otros llevan hasta el final los asuntos del poli-olimpismo. Moscú 80, Los Angeles 84 y Seúl 88 lo prueban. ¿Será posible poseer a veces el espíritu deportivo, y
otras deportarlo?
Quizás, en un acto de justicia cromática, el blanco y el negro fueron expulsados del arcoiris por ser tan extremistas. El radicalismo es una actitud agónica en esta etapa: el subdesarrollo de la postmodernidad. No perdamos la esperanza. ¡Un día, el cosmos, será
la patria!
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