Transporte saludable
Leonel Belette, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - El estado del transporte en Cuba puede definirse con una sola palabra: apocalíptico. Viajar en un ómnibus urbano o en un camello (variación tropical del metro) le adentraría en una mejor comprensión del Infierno de Dante, junto a las Siete
Plagas de Egipto.
En Ciudad de La Habana circulan ómnibus que, al ser recibidos como donaciones de países fríos, no disponen de adecuada ventilación. Son verdaderos "microwaves" andantes. Además, el abarrotamiento de pasajeros le habilitará para curarse de
claustrofobia al mismo tiempo tendrá la oportunidad de apreciar la masificación de la cultura, algo así como ver el cuadro Guernica, de Pablo Picasso, sin haber estado en Madrid.
Respirar en un camello es un lujo, una aventura en la selva sin Cristian Dior. Para abordar uno de esos artefactos se puede correr cien metros y al bajar volar cien metros más con caída libre. Experimentará todo tipo de fuerzas externas hasta la intimidad y, claro, el robo
de su billetera.
Existen taxis estatales. El chofer de uno de ellos, marca Lada, me confesó que tenía el motor fundido pero si se paraba no ganaba dinero, también que la empresa no disponía de piezas de repuesto. "Hace poco trataron de cambiar estos carros, con más de 15 años
de explotación, pero la empresa no tenía los recursos y los autos, ya en el puerto de La Habana, fueron adquiridos por otras entidades que sí tenían dólares disponibles, como el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y empresas extranjeras acreditadas en
el país.
Hay otra clase de taxis, particulares, cuyo pasaje vale 10 pesos sujeto a una ruta fija. Son museos andantes, carros que datan en su mayoría de la Segunda Guerra Mundial. Lástima que el estado técnico de esas joyas sea deplorable y funcionen con un rosario de piezas
adaptadas y no originales. Así, el filtro puede ser chino, el motor de un tractor, el carburador soviético. Hace poco tuve la oportunidad de viajar en el asiento delantero de uno de esos vehículos y el chofer me dio a sujetar una botella con el combustible. La botella a manera
de reservorio, tenía conectada una manguera directa a la bomba de combustible. Yo me sentí en la cima de un volcán. Una sensación emocionadamente temeraria se producía con cada bache del pavimento.
A los propietarios de tales alternativas el Estado les hace una guerra silenciosa mediante altos impuestos y la imposibilidad de comprar un automóvil moderno para su explotación.
Otra forma común de viajar es la botella (auto stop), sólo recomendable si posee un buen cuerpo y pertenece al sexo femenino, pues de lo contrario permanecerá mucho tiempo de pie antes de llegar a su destino.
Los bicitaxis (triciclos que tiran un cochecito) le brindarán un servicio completo, al mejor de los estilos chinos, donde el conductor puede ser un médico que extralaboralmente hace de guía turístico.
Paralelamente a todo esto se encuentra el mundo del turismo, que en Cuba está bien definido y separado de la realidad del ciudadano de a pie. Las cadenas de taxis, la variedad de transportes incluido el alquiler de autos, crece cada día y están disponibles si tiene dólares
para pagarlo y es extranjero. Pero no cante victoria, que aquí no se escapa nadie: el llamar a uno de esos taxis por teléfono podría tardar más de 45 minutos.
De Cubana de Aviación no hablo, porque es como tratar de tapar los huecos en las calles y carreteras cubanas. No hay espacio para tanto...
Tal es el estado del transporte en la isla. Bueno o malo es el que hay. Para que vea que no todo es tan malo lo invito a presenciar la solución que el cubano le ha dado al problema: la bicicleta. Y al que no le guste así, doy la receta: monte en patines o camine que es el
transporte más saludable y ecológico.
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