La feria del cumpleaños
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, agosto - Una inversión de términos caracteriza a las fiestas de cumpleaños de la Cuba del picadillo de soya. La usanza tradicional establece que los invitados han de hacer un regalo al homenajeado. Pero por estos lares tan aficionados al asesinato de las
tradiciones, la moda es lo contrario. Un onomástico infantil que se respete, como para dejar a los padres del chiquillo algo así como un abismo en el bolsillo, ha de incluir en el presupuesto el presente consabido para cada uno de los chicos invitados, en gratitud por haber asistido a
la fiesta de La Lisa, después de viajar desde las lejanas tierras de Alamar. Por supuesto, algún papaíto jactancioso se va de rosca con un gasto de hasta un centenar de dólares en juguetes o materiales escolares. Menos mal que no lo mandan a la cárcel por hacer de
rey mago, como ocurrió al periodista independiente Víctor Rolando Arroyo.
Por intención propia, o por la de aduladores, lo cierto es que el onomástico 74 de Fidel Castro no escapó a los vientos huracanados de la novedosa costumbre. Cargados de bolsas, con carretillas a remolque, los capitalinos pasaron el 13 de agosto en la feria extraordinaria de
productos agropecuarios, realizada a propósito del aniversario presidencial. De modo que en agosto habrá dos oportunidades de adquirir viandas y hortalizas, frijoles y pescaditos, a un precio diz que inferior a los de los mercados agropecuarios libres. Dos ferias: la que "toca por
la libreta" y la del "regalito".
Muchedumbres en las calles parecen probar el éxito de las ferias, aunque recorrerlas mezclado entre tanto gentío brinda oportunidad de escuchar opiniones impublicables sobre ofertas y precios. A primera vista, los festivales vianderos dan la impresión de una venta orgiástica
y babilónica. Pero los números, los fríos números, avisan de mucho ruido y pocas nueces. De acuerdo con datos oficiales, en 28 ferias habidas entre 1998 y fines de este mayo, fueron vendidas 64 mil 882 toneladas de viandas, para un promedio por venduta de unos 200 - 300
gramos per cápita nacional y de más o menos un kilo, si el cálculo sólo toma por base a la población capitalina. En cuanto a los precios, algunos ejemplos: un aguacate, tres pesos; frijoles, cinco por libra; un plátano vianda, un peso; uno fruta, veinticinco
centavos; una ristra de ajos, veinte pesos; una calabaza, cinco. Salario mensual promedio: unos 230 pesos. Y un dato curioso: camiones provenientes de Santiago de Cuba, a la altura de la calle Zanja, para vender esos promedios.
Los precios apuntados se tomaron al pie de la calle, justo en la feria conmemorativa del onomástico comandanticio. Si bien es cierto que no se observaron violaciones de los importes establecidos, también lo es que ni en la feria del aniversario se abandonó una práctica
de posible engaño al consumidor, ya de rutina en esos eventos, y presente en la costumbre de asignar medidas arbitrarias para dichos precios que, con carácter oficial, se fijan sobre la base de libras o de unidades. Mucho de lo ofrecido se vende sin respetar esas normas, pues lo usual
es el empleo de medidas como "un jarro de ají, un balde de boniatos, un racimo de plátanos"... y a cobrar. A la vista de los inspectores, por cierto.
Para ser franco, no me explico cómo Castro permite semejantes prácticas, nada menos que el día de su cumpleaños, y nada menos que en su fiesta.
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