CUBANET ...INDEPENDIENTE

9 de agosto, 2000



Los caracoles de Anselmo

Rafael Contreras

PINAR DEL RIO, agosto - Aquella noche de diciembre del 58 sería inolvidable para los que estaban sentados en la barra del Bar 43. Seis de los bebedores más reconocidos fueron testigos de la primera profecía de Anselmo "El Chulo".

Cuentan los testigos que la victrola se escuchaba a medio tono, dejando salir por los intersticios metálicos de su andamiaje un bolerón dulce y lacrimoso en la voz del inquieto anacobero Daniel Santos. Anselmo entró como una sombra de advertencia. Llegó a la esquina de la barra y pidió un Bacardí doble extraseco. Zafó los primeros botones de su impecable guayabera de hilo, y dejó al descubierto el mazo de collares que colgaban de su cuello.

"¿Qué hay de nuevo Anselmo? ¿Qué dice el santero tuyo hoy?" Anselmo miró al hombre de la pregunta y sonrió. La idea era [esa, que alguien le preguntara sobre lo dicho por el santero en la consulta. Anselmo gozaba declarando las profecías de su santero. Nunca fallaban. Y por eso la gente iba respetando más a Anselmo. De vez en cuando hasta le pedían consejos.

"Señores, antes de que este año se vaya, va a pasar algo grande en Cuba. Las cosas aquí van a cambiar. El padrino me lo dijo hoy cuando hablaba con el muerto que yo cargo. ¡Habrá un cambio que le va a zumbar el mango!" Anselmo terminó de soltar la frase, clavó la mirada en el espejo frente a la barra, levantó el vaso y se echó el trago doble de un golpe. Luego se levanto de la silla y salió como había entrado: como una sombra de advertencia.

Cinco días después la gente lo buscaba para bendecirlo. No había dudas. El padrino de Anselmo, el santero, había dado en el clavo. Batista abandonaba el país derrotado por los rebeldes de Castro.

Un día del año 1962, cuatro de los del barrio -algo entrados en años y amigos de tragos de Anselmo- lo vieron entrar por la puerta del Bar 43. Habían sido testigos vivos de aquella profecía anselmiana de diciembre del 58. Ahora la Isla estaba amenazada por una guerra de cohetes nucleares contra los americanos del Norte. El juego era saber quién apretaría el botón primero.

"¿Qué hay Anselmo? ¿Te dijo algo el padrino?" Anselmo miró al que interrogaba, esta vez se dio el trago antes de hablar. Dejó que el alcohol llegara a su destino tras el recorrido abrasador por su garganta y dijo: "El negro está acuartelado pero antes de irse al campamento me consulté con él".

"¿Y qué va a pasar compadre? ¿Los yanquis nos joden por fin?"

Anselmo sonrió, siguió callado unos segundos como gozando su respuesta y luego la dejó caer suavecito como un regalo de Dios bien esperado: "No va a pasar nada caballeros, todo esto es un alarde, no habrá guerra de cohetes ni nada que se parezca. Me lo dijo el padrino mío, y ya ustedes saben c[omo es eso: ¡los caracoles nunca se equivocan!"

Metió su mano derecha por dentro del pulover que tenía puesto y acarició el mazo de collares. Salió del bar satisfecho. El ron no era el Bacardí de antes pero, "algo es algo", pensó< él seguía siendo Anselmo y su padrino seguía siendo su padrino.

Exactamente cinco días después llegaron los arreglos entre los rusos y los americanos, la cosa quedó cuadrada entre los grandes. Cuba siguió su paso de rutina, sin bombazos ni muertos. El santero de Anselmo había dado otra vez en el clavo.

Un domingo del año 1994, en la esquina del barrio donde mismo había estado el Bar 43 -convertido en vivienda familiar por obra y gracia de la escasez- dos viejos sentados en la acera beben algo de fabricación casera que han bautizado con el nombre de "chispa de tren". Anselmo llega por un lado y los saluda. Uno de los ancianos, testigo presencial y vivo de la profecía del 58 y de la acertación sensacional de la del 62 por el padrino de Anselmo, suelta la pregunta de rutina: "¿Qué hay Anselmo? ¿No te ha dicho el santero cómo vamos a salir de esto? Compadre, la cosa está jodida no avanzamos".

Anselmo extiende el brazo pidiendo la botella, se la lleva a la boca y se da un largo trago acompañado con la inevitable mueca y las lágrimas correspondientes al degustar no se sabe qué cosa. "Nos jodimos caballeros, lo que va a pasar nadie lo sabe. El padrino se me fue anoche en una balsa. Ni a jodía puedo ir yo allá a consultarme", concluyó con angustia el hombre.



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