Respuesta equivocada
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - Restablecer la paridad del peso cubano con el dólar estadounidense es una de las mayores preocupaciones que tienen las autoridades gubernamentales, quienes han afirmado que el desplazamiento de la economía del país por los senderos de la dolarización
podría comprometer la independencia y soberanía nacionales.
En realidad, no bastan las intenciones para que se logren buenos resultados. Hasta el momento, las Ciencias Económicas no han logrado sacar de la bancarrota a un país con una simple declaración de propósitos. Se sabe que esto se logra con un crecimiento económico
sostenido de bienes producidos y de servicios realizados, nunca inferior a un 5 - 7 por ciento anual y/o una reserva apreciable de metales preciosos que respalde nuestra moneda oficial. Sólo así se podrá elevar su poder de cambio a nivel internacional que, dicho sea de paso, es
nulo en la actualidad.
Reflexionemos un poco acerca de las dificultades que enfrentamos.
El perfeccionamiento empresarial es la última fórmula aplicada con la que se pretende alcanzar la eficiencia económica, desarrollar nuevas producciones y servicios para la exportación y el mercado interno de divisas, y sustituir con productos de fabricación
nacional las demandas de importación, con calidad y precios competitivos. De este modo se busca reducir los costos por cada dólar ingresado en la industria turística, considerada por las propias autoridades como la primera receptora de dólares en el país. Sin
embargo, los resultados obtenidos no son los esperados ni se ha podido aplicar con el ritmo deseado y se mantiene aún la pesada carga de las empresas estatales que son subsidiadas por el Estado.
Por otro lado, los inversionistas extranjeros no se muestran entusiasmados en invertir en las magnitudes que requiere el país, entre otras causas, por las bajas ganancias y altos riesgos, lo que priva a nuestra economía del acceso a capitales frescos y tecnologías de punta.
En la agricultura se mantiene una alta concentración de tierras cultivables bajo control estatal, lo que genera escasez en los productos básicos y elevados los precios. Esto se debe fundamentalmente a que la producción agraria presenta un nivel muy bajo respecto al consumo
real, que a finales de 1999 alcanzaba el 65 por ciento de los obtenidos hace diez años cuando existía una población inferior a la vigente.
Los bancos conservan, por orientación gubernamental, como grandes depósitos pasivos. No se proyectan a la gestión mercantil de bienes, capitales y préstamos y no ofrecen apoyo para que surjan, se desarrollen y fortalezcan las pequeñas y medianas empresas
privadas con capital cubano.
Nuestra economía, por su estructura y funcionabilidad, es típicamente monetarista. No se tienen en cuenta las leyes económicas y se observa además, la existencia de un férreo control fiscal que trata por todos los medios de disminuir los excesos de circulante.
A modo de resumen podemos concluir que la economía cubana marcha por un rumbo equivocado. Las medidas adoptadas por las autoridades son cosméticas y no efectivas. Como lo han hecho hasta ahora, no lograrán su despegue ni tampoco revalorizar el peso cubano. Eso no constituye
un secreto para los especialistas ni para los profanos, pero quien mejor lo conoce es la propia administración Castro. Su respuesta ha sido equivocada.
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