La puntualidad
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - En Cuba el tiempo vale tan poco que nadie respeta el propio ni el ajeno. Perder el tiempo es aquí el oficio más propagado y divertido. La gente llega a vieja chachareando en una esquina sin advertir que se reblandecen las carnes y el seso. Hacer esperar media
hora en una cita acordada o que un tren parta con tres horas, o dos días, de atraso, es cosa tan común que exigir puntualidad puede parecer un acto delirante o una petulancia sin medida.
Acostumbrados a escuchar, pacientemente, discursos de largometraje, los cubanos han perdido el sentido de la utilidad del tiempo. Los planes de desarrollo a largo plazo les ha hecho creer que sobra tiempo para todo. Cuarenta y un años bajo la batuta de un solo gobernante les ha causado el
espejismo de que nada es mutable.
No es raro entonces que una recepcionista lo haga esperar quince minutos en el hall de una empresa mientras ella, en pleno horario laboral, brinda, por teléfono, consejos culinarios a una amiga que acaba de casarse. No es extraño que un abogado, que lo ha citado a su bufete a las
8:00 de la mañana, se aparezca a las 9 y 30 con la excusa de que su "camello" -aquí muy pocos abogados poseen automóviles- no fue puntual. Como tampoco es raro que los víveres que debían llegar en la primera semana del mes, lleguen en la última o
que la leche que los niños deben consumir a la hora del desayuno sea vendida a la hora de la cena o que el médico tarde hora y media -los pobres, tampoco tienen automóviles- en llegar al consultorio.
Sin embargo, dentro de semejante caos con el uso del tiempo, existe algo que sí mantiene una estricta puntualidad: Las funerarias. Tan acostumbrado como uno está a llegar tarde a todas partes, y total, siempre tiene que esperar, pues cree que en las funerarias es igual. Nada de
eso. Si un entierro está previsto para las cuatro de la tarde, oiga, ingénieselas como pueda porque si demora nada más que un minuto ya todo habrá acabado y no podrá ver, por última vez, al ser que se marcha de este valle de soya. El sistema funerario cubano
es lo más puntual que pueda verse aquí. Es como si la gente estuviera apurada en verle el rostro a Dios después de tantos años en el infierno.
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