Soñar, soñar, soñar ... único entretenimiento de la juventud cubana
Clara Morales Martínez, Movimiento 13 de Julio
LA HABANA, agosto - En los albores del tercer milenio, gran parte de la juventud cubana se siente totalmente infeliz por no tener la distracción requerida de acuerdo a su edad ni motivaciones que estimulen el desarrollo de la creatividad, tan necesarios en la primera etapa de la vida.
Hoy en día el joven se enfrenta a un medio hostil donde las limitaciones se multiplican incidiendo negativamente en su formación y desarrollo. Durante la niñez, el menor cubano no cuenta con los juguetes necesarios para desarrollar su fantasía; el adolescente también
desprovisto de medios, centra su desarrollo en la calle entre vicios y malos hábitos; el joven camino a la edad adulta crece con limitaciones materiales y aspiraciones banales que en muchas ocasiones trasciende en su formación definitiva.
La juventud no sólo debe tener asegurada una educación elemental, medio o universitaria, sino que también debe contar con el aseguramiento de un nivel de esparcimiento suficiente que eduque, libere cargas estresantes y definitivamente conlleve al amor por la vida.
Múltiples dificultades enfrenta cotidianamente el joven de a pie de nuestra sociedad en cuestiones tan simples como, por ejemplo, en los períodos vacacionales: un transporte escaso que atropella al individuo y desestimula el viaje; pocas ofertas institucionales por lo que no hay
garantía para el disfrute de todos; una economía doméstica que centra sus esfuerzos en la alimentación familiar dejando poco o ningún remanente para diversiones; precios inflacionarios y de usura no acordes al salario promedio de 210 pesos mensuales y, finalmente,
una discriminación acentuada a partir de la expansión del turismo capitalista y de la penetración del capital foráneo, que excluye al nacional del disfrute de las instalaciones turísticas a todo lo largo y ancho de la Isla incluyendo las construidas antes de 1959,
y que a principios del triunfo revolucionario fueron confiscadas a sus propietarios y teóricamente entregadas al pueblo para su disfrute.
Para el joven de hoy se oferta el campismo popular sin comodidades, donde debe acampar en contacto con la naturaleza, pero entre vectores que ponen en peligro la salud humana; el Malecón habanero, fuente de contagio y de peligros indiscutibles; algunos tramos de la costa a los que aún
tienen acceso y, finalmente, el aburrimiento callejero, deambular por la ciudad sin objetivo determinado o contentarse con la ingestión de bebidas alcohólicas entre un grupo de amistades y soñar, soñar, soñar...
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