Imágenes del Purgatorio
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - Conocer el albergue para damnificados que está situado en la calle San Miguel entre Galiano y Aguila, en esta capital, es como vivir en el presente una escena dantesca.
El lugar es un sucio, maloliente y antiguo almacén de pieles y materiales diversos utilizados en la reparación de calzado y que las autoridades municipales, obligadas por las circunstancias, convirtieron en rústicos habitáculos, en cuyo interior se hacinan treinta y
seis humildes familias cubanas que perdieron sus hogares debido a derrumbes, incendios u otras calamidades.
Comprobé que los allí albergados no disponen de las mínimas condiciones de habitabilidad racional: la atmósfera está viciada por la falta de ventilación, apenas disponen de alumbrado eléctrico, no tienen servicios básicos de agua potable ni
de gas. Según declaraciones de algunos residentes de ese lugar, sólo existen dos retretes para las más de setenta personas de las que trece son menores de edad; las divisiones, provisionales (como provisional debería ser la estancia de ellos en ese lugar) son de cartón,
algunas tablillas y pedazos de polietileno que no garantizan la menor privacidad.
La impresión que se recibe, luego de analizar en su conjunto la improvisada pensión, es la de haber penetrado en el "Segundo círculo del Infierno" descrito por Dante en la "Divina Comedia". Son los pecadores carnales moviéndose lenta e
infinitamente entre aquellas penumbras.
Casi todos los afectados llevan alrededor de dos años en esas condiciones. Cuando llegué al refugio me miraron con recelo. No deseaban hablar. Se veían cansados de recibir muchas promesas y ninguna solución a sus problemas.
Algunos afirman que allí "se sufre, no se vive". Otros plantean, no sin razón: "Nuestra situación actual está fuera de lo humano".
Varias de las personas que entrevisté tenían sus hogares en Industria 314, edificación destruida por un incendio; o en San Miguel #55, que se derrumbó; o en Concordia #13, inmueble demolido por brigadas estatales a causa del peligro inminente de desplome.
Por la falta de higiene del lugar, han padecido brotes de sarna (escabiosis) y diarreas desde que están albergados.
Por último, manifestaron no sentirse atendidos por los organismos estatales de la Vivienda y el Poder Popular municipal y provincial. Muchos de ellos se consideran víctimas de los hombres y las circunstancias que los rodean.
Antes de marcharme del albergue para damnificados de la calle San Miguel, crucé una última mirada con los que se quedaban. Percibí en sus ojos la angustia y la falta de fe en la solidaridad humana, y en sus semblantes la desconfianza en la justicia de los hombres.
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