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Muy cerquita del cielo

Protesta LGTB en Barcelona por la visita del Papa

Protesta LGTB en Barcelona por la visita del Papa
Protesta LGTB en Barcelona por la visita del Papa

LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Era lo que faltaba. Mariela Castro se suma a lo que parece ser hoy una tarea priorizada por el régimen cubano: la captación de emigrantes y exiliados dispuestos a participar en su farsa reformista, siempre que no pidan mucho a cambio.

Ahora la hija del padre se ha bajado con la historia de que muchos cubanos (sobre todo, LGTB: lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) procedentes de Miami y de otras partes del mundo, están viniendo a La Habana para decirle “cosas preciosas” sobre su labor al frente del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX). “Me han dicho –puntualizó Mariela- ‘yo quiero verlo con mis ojos, por eso vine, yo estoy tan sorprendida, tan asombrada, qué maravilla'”.

Protesta en Mexico por la visita del Papa
Protesta en Mexico por la visita del Papa

Por cierto, también muy sorprendido quedó el Papa al enterarse de que la esposa de Fidel Castro es una persona devota y creyente de los dogmas de la Iglesia Católica. No digo yo, cualquiera se sorprende, menos los cubanos de a pie, que aunque tampoco lo sabíamos, estamos curados de espanto, muy en especial cuando se trata de las “sorpresas” que suele prodigar la sagrada familia.

Protesta LGTB frente al Vaticano
Protesta LGTB frente al Vaticano

Sorprendido Benedicto XVI con los secretos de la casa familiar del padre, sorprendidos muchos LGTB cubanos del exterior con las revelaciones de la hija, sólo queda por establecer cuál pudo ser la sorpresa del espíritu santo al comprobar que Cuba es el único país en la tierra donde el Papa, durante su visita, no tuvo el inconveniente de enfrentarse a la menor demanda de los defensores de los derechos de la mujer y de las lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, porque el Centro Nacional de Educación Sexual, que monopoliza tales reclamos, para uso y abuso exclusivo del régimen, prefirió guardar un cómplice silencio.

Protesta en Nueva York por la visita de Bendicto
Protesta en Nueva York por la visita de Bendicto

El sumo pontífice de la Iglesia Católica, enemiga confesa y jurada del derecho a la libre orientación sexual, opuesta al uso del condón -por más que éste resulte decisivo en el enfrentamiento contra el SIDA-, hostil en absoluto al matrimonio entre personas del mismo sexo, y, en general, homofóbica en su esencia y potencia, no ha visitado un solo rincón del planeta en el que no le llovieran los reclamos, las protestas y los abucheos por parte de millones de ciudadanos.

Su impavidez ante exigencias tan elementalmente humanas no sólo ha sido bochornosa, también es indignante. Y más todavía, inexplicable, si se tiene en cuenta que posiblemente la Iglesia Católica sea la institución (no LGTB) con un mayor número de homosexuales entre sus representantes formales, algo que, por supuesto, no constituye un agravante, sino un simple dato para las estadísticas.

Protesta LGTB por la visita del Papa y manifestantes con carteles en otra protesta en España
Protesta LGTB por la visita del Papa a España

Resulta fácil suponer lo incómodo que debe haberse sentido Benedicto XVI al tropezar con tanto vertical requerimiento y con tan justificada irritación en México, España, Alemania o Reino Unido, entre otros sitios visitados por él últimamente.

Sin embargo, Dios aprieta pero no ahoga. Luego de tales contratiempos, debe haberse sentido muy cerquita del cielo al recorrer las calles de La Habana, o de Santiago de Cuba, sin ver un solo cartel, sin escuchar un grito o una sutil protesta de carácter privado, donde se le pidiera, por lo menos, un menudo voto de humildad y tolerancia en su postura frente a la libre orientación sexual y la identidad de género, o una leve dosis de racionalidad ante el imperativo de prevenir el VIH.

En fin, ya lo dijo el dicho: caimán no come caimán. El totalitarismo es la institucionalización del fanatismo. Y entre fanáticos totalitarios como los del régimen cubano y los del Vaticano no queda sino esperar que la cosa termine en vaselina mutua. Aun a riesgo de que los más sutiles instrumentos de ambos poderes queden al descubierto de un tirón. Llámense visita apostólica o CENESEX.

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El decoro de muchos hombres

LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -La frase es de José Martí: Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Me vino a la mente cuando veía una y otra vez, hasta el cansancio, las imágenes del camillero de la Cruz Roja que agredía con furia animal a un disidente que era arrestado por la policía de civil, por gritar “abajo el comunismo”, durante la misa papal en Santiago de Cuba.

Este acto barbárico, registrado en audio y video por las televisoras extranjeras presentes en la ciudad, le dio la vuelta al mundo y se recordará con vergüenza por los cubanos.  Pero el triste e indignante espectáculo sirvió también para despejar dudas y marcar  la  visita del Papa con la esencia represiva del régimen, que muchos trataban de obviar y encubrir, como una realidad incómoda, entre cánticos religiosos y llamados al “perdón, el amor y la reconciliación”.

Sin embargo hay algo en el infame video que la mayoría de la gente pasó por alto.  Se trata del hombre pelado al rape, con  pulóver blanco que se abalanza sobre el camillero agresor que, en medio de la euforia, ataca nuevamente al valiente indefenso con la misma camilla de madera y hierro.  El desconocido del pulóver blanco abraca  al de la Cruz Roja y lo saca, y sin detenerse, se enfrenta a un esbirro vestido de civil, con pulóver de rayas negras y blancas, que no identifica al recién llegado.

Diez días después de los sucesos, cuando pude finalmente ver el video del incidente, que el mundo vio en tiempo real pero la dictadura mantiene censurado para los cubanos, me llamó la atención el enfrentamiento entre los dos hombres. Supuse que ambos – el del pulóver blanco y el del de rayas-  eran de la policía y que, en medio de la confusión del momento, se había producido una descoordinación entre los agentes.  Pero al mirar más detenidamente ese momento identifiqué al hombre que sacó del juego al camillero.

Guillermo Espinosa, un demócrata de amplio historial, en su natal Santiago, y que estuvo en prisión domiciliaria durante tres años por sus actividades pro democráticas, fue el hombre que se lanzó sobre el de la Cruz Roja.  Lo localicé por teléfono, gracias a la cortesía del Roberto de Jesús Guerra, director de Hablemos Press, en La Habana, y el abogado Ernesto Vera, en Santiago de Cuba.  Estaba en su casa, a un constado de la carretera vieja del Cobre.

Según narra Guillermo, estaba cerca del lugar y cuando vio lo que ocurría con Carrión trató de auxiliarlo. Sin pensarlo se abalanzó sobre él camillero y lo tiró a un lado. Inmediatamente después fue identificado por la policía política, que lo detuvo durante veinticuatro horas en la estación de policía conocida como Micro 9, bajo los  cargos de “desacato a la autoridad”.

Guillermo Espinosa (De izq. a Der.: con camisa blanca y bolso negro).
Guillermo Espinosa (De izq. a Der.: con camisa blanca y bolso negro).

Durante la conversación comprendí que Guillermo no sabía hasta ese momento que el incidente se conocía en todo el mundo y  él aparecía agarrando al camillero y enfrentándose al policía vestido con el pulóver negro de rayas.

-¿Por qué entraste en la bronca  y después no hiciste la denuncia de tu detención?, le pregunté.

-¿Qué denuncia iba a hacer?  Defender a ese hombre de los abusadores era lo que tenía que hacer, y lo hice.

-¿Estabas en combinación con Carrión?

-No, yo no sabía lo que él iba a hacer.  Entre a defenderlo por solidaridad, nagüe.

Al terminar la conversación, llame al Presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, Elizardo Sánchez, y le pregunté si se conocía la participación de Guillermo Espinosa en incidente y su posterior detención.

La respuesta de Elizardo me confirmó que Guillermo era uno de esos héroes anónimos, uno de los que llevan en sí el decoro de otros muchos hombres sin decoro.

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Secuencia de fotos extraídas por Cubanet del video donde se observa a Guillermo defendiendo al disidente
Secuencia de fotos extraídas por Cubanet del video donde se observa a Guillermo defendiendo al disidente (Pulse en la foto para ampliar).




75 horas y 15 minutos. Vivencias de un corresponsal amordazado (Parte II)

PUERTO PADRE, Cuba, abril, 173.203.82.38 -A la salida del centro de telecomunicaciones de Puerto Padre, Las Tunas, me detuvieron a las 9 de la mañana del jueves 22 de marzo. Un mayor de la policía política ordenó a dos patrulleros que me condujeran ante el jefe de la contrainteligencia de la región norte de esta provincia.

Pero antes de que me arrebataran el móvil, al menos pude decirle una palabra a mi mujer: “¡Preso!”.

Con todo fue suficiente. Antes de que pudiera conseguir informaciones de cómo estaban las cosas en Cuba en vísperas de la llegada del Papa, con la publicación fuera de la isla de mi arresto y de mi huelga de hambre, el propio régimen se encargó de confirmar al mundo que este es un país cerrado.

Esa verdad tangible calmaba el hambre, hacía ver la celda de otro modo y hasta me hizo sonreír cuando recordé la escena de mi aprehensión. Cuando los patrulleros me condujeron ante el jefe de la policía política territorial, uno me entregó mi móvil diciéndome “Hizo una llamada” y el otro preguntó “¿Qué hacemos con él?”.

“¡Al calabozo!”, exclamó su jefe, acompañándome personalmente hasta la antesala de la celda donde  apareció el instructor.

En honor a la verdad, fue una detención con todas las de la ley si…en este país las leyes fueran garantía de los derechos del hombre y no sostén de un régimen totalitario levantado por individuos muy jóvenes que hoy, ya ancianos, todavía se aferran al poder.

¿Imaginan una detención con todas las formalidades, declaración de acusado y ajustada a “derechos”? Hasta pensé solicitar un procedimiento de hábeas corpus al tribunal provincial para lograr mi libertad. No es broma, tuve que pellizcarme y decirme: “¡Despierta, estás en Cuba!”

Ahora estoy aquí en esta celda, padezco de hipertensión arterial. Ellos lo saben. Cuando la doctora insiste en su examen, cortés pero firme digo “NO”. Subí a la pesa el primer día solo para saber cuántos perderé de mis ochenta kilogramos.

El edificio del Ministerio del Interior resulta obscenamente grande. Para comprender su desmesura basta esta analogía: la estación de policía existente aquí hasta 1959, del tamaño de una casa de familia, cabe más de 10 veces dentro de sus predios.

A un calabozo de este sitio es a donde el instructor llega para preguntar si continuaré sin comer ni tomar los medicamentos.

“Por supuesto”, reitero.

El instructor trata de ser amable. Dice que afuera espera mi hijo.

Mi hijo es un chico de 17 años de casi un metro 80 centímetros que, cuando regresa por las tardes del preuniversitario, prefiere no comer antes de dejar de hacer ejercicios. Pero dentro de toda esa musculatura vive un niño.

“Muchas gracias. Dígale que regrese a casa, yo me encuentro perfectamente bien”, le respondo.

El instructor es joven, espigado, quizás inteligente. Es licenciado en Derecho. Me observa en silencio.

Le digo que todo estará relativamente bien si me acusa por infringir un precepto burbuja como el conceptuado en el artículo 91 del Código Penal -donde con tal de meter en la cárcel a alguien cualquier cosa cabe-, o si pretende enjuiciarme por lo articulado dentro de las mordazas de la ley 88.

En tanto, yo escribo sin apartarme del artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

“1. Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones.

2. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección”.

El instructor sólo me mira. Luego dice algo al carcelero y comienza a alejarse, pero se vuelve para preguntarme si me gustó el libro que me habían traído. ¿Con esto querrá decir que tengo que leerme las 905 páginas de “El peor viaje del mundo” encerrado tras estas rejas? Como siempre, van con una carta bajo la manga.

“Muy bueno, pero quizás son demasiadas páginas para tan corto tiempo. No olvide que para hacer rondar un fiscal por aquí usted solo tiene 72 horas”, le respondo.

ARTICULO RELACIONADO: https://www.cubanet.org/articulos/75-horas-y-15-minutos-vivencias-de-un-corresponsal-amordazado/




La bendición papal no está de más

LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Luego de la visita a Cuba del Papa Benedicto XVI y teniendo en cuenta su papel de Vicario de Cristo, somos muchos los cubanos que nos sentimos abandonados hasta por  Dios.  Nos pasa por andar a la espera de milagros en estos tiempos en que prima por sobre todo lo demás –también y sobre todo, en lo espiritual-el pragmatismo.

Advertidos estábamos que el régimen iba a manipular la visita papal para llevar las aguas a su molino (¿rojo?). Y que la jerarquía católica nacional, a cambio de obtener migajas y espacios de cuchitril en el muy terrenal reino castrista, iba a seguir en su politiquería, sin definir exactamente qué se propone. Aunque ya quedan pocas dudas de que se contentará con que le permitan abrir seminarios, le devuelvan algunas propiedades confiscadas y le concedan al cardenal, de vez en cuando, unos minutos en  la televisión. A cambio, hará poco más que organizar cursillos para cuentapropistas y bendecir los Lineamientos Económicos y Sociales del VI Congreso del Partido Comunista.

¿Por qué  la Iglesia Católica iba a haber cambiado mucho desde los tiempos de los concordatos con Enrique V, Napoleón o Hitler? ¿Por qué pensar que ahora está más apegada a cuestiones terrenales y temporales? ¿Por qué Benedicto XVI iba a ser muy distinto de Calixto II, Pío VII ó Pío XI?  ¿Había motivos para esperar una versión cubana de la humillación de Canosa?

Por estos días, muchos opositores cubanos  enumeran la larga letanía de viejos pecados históricos de la Iglesia Católica –como si otras iglesias estuvieran inmaculadas y listas para tirar la primera piedra- que todos conocemos, y que ahora resulta no sé si políticamente correcta, pero sí  más que oportuna, políticamente oportunista, para denunciar la alcahuetería de la jerarquía eclesiástica nacional con la dictadura.

No hay dudas de que aquello de que “la religión es el opio de los pueblos” nos hizo mucho daño. También a los opositores, que exigimos  del Papa que vive en Roma lo que los cubanos no hemos sido  capaces de hacer.

¿Por qué la soberbia de creernos, como opositores, que teníamos el derecho de vetar que  el rebaño católico fuera visitado por su pastor? Por mucho que digan, sí es numeroso el rebaño. Y no necesariamente es abiertamente opositor. La mayoría está loca porque se acabe la dictadura, pero no  se atreve a decirlo, casi ni a pensarlo, porque le han sembrado el miedo en el alma, no sólo a las represalias, a las tonfas, las brigadas de respuesta rápida,  Seguridad del Estado y las cárceles, sino también al cambio. La dictadura  consiguió eso porque, entre otras cosas,  durante décadas nos mantuvo alejados de Dios, que era quien único nos podía curar el miedo. Entonces, ¿por qué volver a darle la espalda ahora sólo porque nos decepcionen y abochornen  un cardenal y un puñadito de sacerdotes colaboracionistas y con ínfulas de alguaciles?

Por estos días han abundado los argumentos de que la mayoría de los cubanos no son  católicos, sino santeros. Si se refieren a católicos practicantes,  que son  un 10%, es posible. Pero mientras se dice que los católicos son el 60%, otros aseguran que los que practican la santería representan el 70%. O sea, que excepto por una pequeña diferencia, son casi los mismos. Sucede que en Cuba  habrá muchos santeros, pero casi todos están bautizados, van a la iglesia, y si les preguntan, dicen que son católicos “a su manera”. De esos, somos bastantes. ¿Quién tiene derecho  a privarlos por motivos políticos de la bendición papal?

Benedicto XVI vino no solo en visita apostólica, como peregrino de la Caridad, sino también como jefe de Estado del Vaticano, que tiene sus propios intereses y que, por cierto, es un estado totalitario, aunque ya no haya hogueras inquisitoriales y sus gulags y su policía política sean sólo de tipo espiritual. Por mucho reconcomio que nos diera, el Papa, por protocolo, se reuniría con el gobernante cubano. No tenía obligación de recibir a opositores, pero tampoco al Compañero Fidel, un ciudadano jubilado, materialista confeso, y por demás, excomulgado por la Iglesia Católica desde hace 50 años.

La visita del Papa Ratzinger, más allá de su bendición a los cubanos, poco aportará a la solución de nuestros problemas. Supongo que una bendición papal nunca  esté de más. Sólo es de lamentar el foso  entre la iglesia católica y los cubanos  que aspiran a vivir en libertad. Pero  ya eso ha pasado en otras etapas de nuestra historia. Y aquí seguimos, tan católicos “a nuestra manera” como siempre.

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La peregrinación del Papa Benedicto XVI merece respeto

LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -La peregrinación evangelizadora y solidaria con el pueblo del Papa Benedicto XVI se extendió del 26 al 28 de marzo a Santiago de Cuba y La Habana, pero sus palabras merecen la más profunda meditación y tendrán validez histórica, pues abordó los asuntos medulares de la sociedad, con definiciones y propuestas demostrativas de que Cuba, su iglesia católica y todos los cubanos ocupan un lugar especial.

Su visita, también con carácter oficial, ocurrió cuando el país atraviesa un período de aguda crisis política, económica y social, y las autoridades se debaten entre la necesidad de echar abajo un sistema inoperante desde todos los puntos de vista, incluso  para permanecer en el poder como pretenden, la retranca de los dirigentes a todos los niveles para no perder sus privilegios, y el terror de todos por quedarse sin el dominio absoluto del que gozan desde hace 53 años.   Sin embargo, a pesar de la “actualización” el modelo económico sigue siendo improductivo y la población continúa padeciendo las carencias, sin que crea más en las eternas promesas del partido y el gobierno, mientras los subsidios de Venezuela tienen un futuro cada día más incierto.  En ese contexto, se mantiene una represión personalizada y con cortos períodos de detención sobre las personas y grupos opositores que pretendan reunirse o manifestarse públicamente. En un futuro indeterminado, el pueblo cubano podría seguir sumiso aspirando a un permiso de salida al extranjero, o romper los muros de contención, probablemente con consecuencias difíciles para todos.

En síntesis, ese es el ambiente a donde el Santo Padre llegó con sus mensajes para gobernantes y gobernados, cubanos dondequiera que se encuentren.  Señaló la necesidad de  cambios y exhortó a la búsqueda de la verdad  para alcanzar la libertad y la justicia, con la participación de todos para construir una sociedad inclusiva, dialogante, con respeto de las libertades fundamentales, renovada y reconciliada.  Si bien sus homilías y alocuciones merecen atención, el mensaje de despedida en el aeropuerto José Martí de La Habana concentra los conceptos muy vinculados a los asuntos fundamentales para la persona, la familia y la patria.

La presencia del Papa en Cuba brindó la hermosa oportunidad de reencuentro mediante los viajes de cubanos residentes en el exterior, fundamentalmente los Estados Unidos, y las misas oficiadas por prelados de diversas nacionalidades, incluyendo cubano-americanos, y el arzobispo de Miami el 27 de marzo en la catedral de La Habana.   Monseñor Wenski se empeñó personalmente en contribuir a las actividades por el 400 aniversario del encuentro de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre y el Año Jubilar Mariano 2012, así como el traslado y la estancia de las personas visitantes.  Está ayudando al acercamiento y la colaboración que redunda en beneficio de nuestra Patria.

Otra novedad en esta ocasión fue la “humildad” con que Fidel Castro pidió ser recibido por el papa, quien le concedió una audiencia de media hora, a tenor con su cargada agenda.  No se sabe si acudió con pleno uso de sus facultades o empujado por el sequito de su esposa nunca presentada al pueblo cubano, tres de sus cinco hijos y una joven, que se esforzaron por ser retratados junto a su Santidad y aparecer en la televisión nacional.  Se supone que hayan pedido la bendición cristiana, más allá de la fase propagandística y de procurar inclusión en los “anales” de la historia cubana.

La participación de la población en las actividades del Papa fue mayoritariamente por decisión propia, con admiración, respeto, fervor cristiano y hacia la virgen de la Caridad del Cobre.  Sobre todo se destacó la asistencia sentida de los jóvenes.  Aunque el gobierno convocó en muchos lugares, como tradicionalmente hace ante la llegada de un visitante extranjero, la Iglesia Católica Cubana no pretendió una participación sin motivación espontánea y entusiasmo.  En Cuba crece la fe y la religiosidad, entre un pueblo que las tuvo vedadas hasta 1992, con severos castigos.  Incluso el Santo Padre abogó por una mayor apertura, en áreas como la educación y otras actividades.

Es de esperar que en el curso de los próximos meses se aprecien más resultados de las conversaciones sostenidas por el papa con Raúl Castro.   Benedicto XVI ha reclamado el respeto de las libertades fundamentales, abordado la situación de los presos y marginados, y sentado bases para continuar progresando en la recuperación de valores morales y cívicos, propiciar el diálogo y la inclusión, procurar el trabajo unido y la reconciliación.  Pero nuestro presente creador del futuro de la persona, la familia y la Patria depende de la responsabilidad y los esfuerzos de todos los cubanos, sin egoísmos ni ansias de protagonismo individual.




75 horas y 15 minutos. Vivencias de un corresponsal amordazado

Alberto Méndez Castelló se proponía cubrir la visita de Benedicto XVI a Santiago de Cuba. Parafraseando a Ernest Hemingway, dijo que quería “ir a dónde hay que ir, ver lo que hay que ver y hacer lo que hay que hacer”. Pero el pasado 22 de marzo agentes de la Seguridad cubana lo detuvieron por más de tres días, tiempo suficiente para impedirle que llegara a Santiago de Cuba a reportar la visita papal.

Méndez Castelló permanece ahora en su casa bajo la vigilancia de las autoridades que, como firmes centinelas de la censura, limitan los movimientos del periodista. “Aprovecho entonces este cerco para dedicarme a escribir una larga crónica de lo que pasé en esas 75 horas y 15 minutos. Tal vez vaya más atrás, tal vez escriba un libro”, dijo. Cubanet se complace hoy en publicar el primero de una serie de artículos sobre las vivencias de Méndez Castelló tras las rejas y los acontecimientos que provocaron su arresto, otro ejemplo de la persecución que sufren aquellos que no se ajustan a la línea editorial que dicta el Gobierno cubano.

PUERTO PADRE, Cuba, marzo, (Alberto Méndez Castelló, 173.203.82.38) –

Mientras abría la reja el carcelero dijo: “Recoja sus cosas y venga conmigo”.

“No tengo nada que recoger”, dije.

Llevaba poco más de tres días allí. De mis captores solo aceptaba agua por elemental instinto de conservación. Tenía la garanta infectada y una llaga purulenta me latía en la planta del pie derecho. El pie de atleta, o vaya usted a saber qué tribu de hongos, me devoraba la piel sobre el calcáneo.  Casi una hora antes de detenerme me habían recomendado consultar a un dermatólogo.

Llevaba una bolsa plástica con los medicamentos cuando me introdujeron en un patrullero de la policía nacional. Pero en el acta de los objetos ocupados solo aparecen  un teléfono móvil, una agenda y una pluma. Mis herramientas.

Puntalmente una doctora y una enfermera llegan a mi celda cada día. En un sobre amarillo traen medicamentos como los ocupados. Me muestran que son auténticos, que permanecen sellados y que no están vencidos. “Mire, compruébelo usted mismo”, dice la doctora.

Pero siempre repito lo mismo a ellas que cumplen con su trabajo hasta las cuatro de la tarde, y a los carceleros, que hasta las 10 de la noche vienen a mi celda con sus pastillas, gárgaras y pócimas: “No tengo por qué aceptar sus servicios. Ustedes sirven a mis secuestradores”.

En una de las dos mujeres descubrí humedad en los ojos, en la otra no. Escénicamente, es tan fría como una máquina de calcular. Me dicen que los jefes han autorizado que puedo usar mis espejuelos.

“No debo aceptar comida ni medicamentes por motivos de consciencia” escribí a mi mujer, pero la nota nunca llegó a sus manos. En abril cumplimos 27 años de casados.

Me sacan de la ceda para llevarme a un cuarto de interrogatorio Ella estaba ahí. “¿Por qué viniste? Siempre te pedí que no vinieras a un lugar como este”.

“Yo soy tu mujer”, me respondió.

Trae pollo y arroz y pan y leche. Trae jabón y cepillo y dentífrico. Y con qué afeitarme y toallas y con qué estar limpio. A fin de cuentas, todo está tan sucio…menos mi conciencia.

“Llévate todo eso”, le digo. Se va. Solo me quedo con un beso.

Pedí un libro al carcelero. Se encogió de hombros y hace un gesto. Parece que es un objeto raro aquí. Al poco rato el carcelero regresa. “¿Y usted se va a leer esto?”, me pregunta.

Ha traído un libro nuevo. El primer lector no pasó de la segunda página. Hasta ahí llegan sus huellas. El instructor me manda  “El peor viaje del mundo”, 905 páginas escritas por  Apsley Cherry-Garrard sobre la expedición de Robert Falcon Scott al Polo Sur.

“¡Estupendo!”, digo para mis adentros, pero pregunto “¿Tendré que leérmelo completo aquí?” El carcelero me mira y sonríe: “Pienso que no tendrá que leerlo todo aquí”.

Los carceleros son tres. Todos de origen campesino. Uno me cuenta que está perdidamente enamorado de su novia-mujer y quisiera escribirle una carta, pero no sabe cómo hacerlo.

“¿Qué grado escolar tienes?”.

“Doce”, me responde.

“No busques palabras. Cuéntale lo que sientes por ella. Sé sincero y verás qué bien te va”.

El carcelero se marcha. Tiene 22 años, muy pocos para un lugar como este. No ha leído las normas de su trabajo. Le pido: “Diga a sus jefes que le den a leer el reglamento para el control de detenidos hasta que lo aprenda”.

¡Qué detenido tan magnífico soy! …Secuestrado y enseñando a su carcelero, pienso. Pero es que lo necesita. Su cara es un libro abierto, tanto como la del mayor y la del teniente coronel de la policía política que ejecutaron mi secuestro. Solo que la del joven carcelero es un libro de cuentos para niños, mientras los otros son dos tomos de una historia de terror.

Quedo en mi celda con Cherry-Garrard. ¡Qué interesante!  A propósito de cómo, para salvarse de males hepáticos, tuvo que comer la carne del perro de su segundo de a bordo, Scott escribe: “A tal punto es cierto que la necesidad no está regida por ley alguna”.

Suspendo la lectura preguntándome: “¿Acaso no me encuentro en estado de necesidad?”. No puedo menos que sonreír al responderme: “Pues si Scott salvó la vida comiendo carne de perro, tú tendrás que hacerlo manteniendo el estómago vacío”.

Al caer la tarde el instructor penal viene a mi celda. Es un mayor de investigaciones criminales y operaciones a quien la policía política ha encargado el trabajo sucio de… “legalizar” mi secuestro mediante un supuesto delito de alteración del orden público, con el deliberado propósito de impedir que salga al ciberespacio lo que no publicará la prensa extranjera acreditada -y ni remotamente los medios oficiales- sobre el peregrinar del Papa Benedicto XVI por Santiago de Cuba.

Ya lo habían hecho antes, ¿por qué pensar que no lo harían ahora?

Pidiéndonos el imprescindible anonimato, alguien ya nos había advertido: “Mire, prefieren que se forme un alboroto por su detención al alboroto que se va a formar cuando usted empiece a escarbar en una aconteciendo como este. Si considera la realización de un sueño estar en un lugar adecuado para observar lo que debe escribir y escuchar lo que debe contar, eso para algunos personajes es una verdadera pesadilla. Le aseguro que mientras el Papa esté en Cuba, ellos quieren dormir tranquilos sin importarles dónde usted duerme.”

La suerte estaba echada: o no decretaban coto vedado y podía ir a la caza de las noticias o al ellos darme caza me transformaban en actualidad, mostrándose tal cual son.

Tanto hay que ocultar y tal es el temor a la realidad que optaron por lo segundo.




Travestis políticos

LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Si tuviese que señalar lo que en el plano político me ha resultado más llamativo de la visita a Cuba del papa Benedicto XVI, yo, junto a las detenciones de muchos disidentes y a la incomunicación telefónica en que dejaron a los que permanecimos en la calle, mencionaría las sorprendentes muestras de travestismo político dadas por el régimen comunista de La Habana.

El gobierno cubano, que aún enarbola las trasnochadas teorías marxistas-leninistas, movilizó a sus asalariados, bajo la disciplinada conducción de los militantes del partido único, hacia las misas papales. La de la capital se celebró en horas laborables, y se planteó que todo trabajador estaba obligado a asistir. Confieso que ese espectáculo me resultó exquisito.

También lo fue la cobertura dada a los eventos en la televisión nacional, lo que incluyó comentarios de personas como un vicario de la Arquidiócesis de La Habana, que brindaba explicaciones pormenorizadas sobre el simbolismo cultual y el sentido de las distintas etapas de la celebración eucarística.

¡Pensar que esas cosas suceden en un país que hasta hace pocos años proclamaba la vigencia del llamado “ateísmo científico”! ¡En un estado que reclama la paternidad intelectual de Carlos Marx, el autor de una de las frases más desfachatadas e impías de la historia del pensamiento universal: “La religión es el opio de los pueblos”!

El régimen castrista no tiende en absoluto hacia la devoción. A diferencia de lo que sucede en la “revolución bolivariana”, donde a cada rato —a veces sin venir mucho al caso— el teniente coronel Chávez menciona a “Diosito” por televisión, los hermanos Castro renegaron de su educación cristiana y persiguieron con saña toda manifestación religiosa.

Sin llegar a los extremos que alcanzaron la Rusia estalinista o la China de Mao, o a los que ahora mismo se ven en la infortunada Norcorea de los Kim, el máximo líder Fidel acosó y discriminó a quienes reconocían tener creencias religiosas, expulsó manu militari de Cuba a cientos de sacerdotes y monjas, y encerró en campos de trabajos forzados a muchos seminaristas y otros hombres de fe.

Cuando al inicio de este artículo mencionaba el travestismo político empleado por el régimen de La Habana con ocasión de la visita del Santo Padre, yo tenía en mente también el sentido recto de la frase. ¿Acaso puede dársele otro nombre a los miles de asistentes que el gobierno vistió con pulóveres blancos antes de enviarlos a los actos papales?

Viene al caso recordar una incidencia de la Segunda Guerra Mundial: Los nazis ocuparon la pacífica Dinamarca, en la cual, al cabo de cierto tiempo, quisieron imponer sus bárbaras leyes antisemitas. Como primera medida, ordenaron que todo judío, al salir a la vía pública, portase sobre sus ropas, en sitio visible, una estrella de David amarilla.

A esta discriminatoria regla de los ocupantes respondió el Rey, a quien en ese momento le cuadraba más que nunca el conocido principio de las monarquías constitucionales: Reina, pero no gobierna. El soberano anunció que, ya que los judíos eran también daneses, él portaría como ellos la estrella gualda, cosa que esperaba que hicieran asimismo todos sus buenos súbditos.

Ahora, ante el reto admirable que durante más de nueve años han planteado en las calles cubanas las dignas Damas de Blanco, el régimen castrista responde disfrazando con prendas de ese mismo color a unos cuantos miles de sus incondicionales. Emplea —pues— el mismo método que un camaleón para escapar de sus depredadores.

Una vez más un dramático suceso histórico se repite como un sainete de mal gusto. Lo que en Dinamarca fue un hermoso desafío cívico, un acto sublime de solidaridad humana, en Cuba se ha transformado en una matrería ramplona que persigue el evidente propósito de restar visibilidad a esas mujeres admirables.

No creo que tenga mucha trascendencia esta nueva fullería de los castristas. Al enmascarar a sus apapipios como Damas de Blanco y al brindar esa gran recepción popular al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, el régimen cubano, en realidad, sólo logra poner de manifiesto una vez más la quiebra total de los postulados ideológicos que alguna vez proclamó.




Las profecías de Tico

LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Tico es un cubano que no ha ido nunca a una iglesia, pero respeta todas las religiones. Tampoco pertenece a ningún grupo de oposición, pero no tiene pelos en la lengua para dar su opinión sobre cualquier tema.

Es inteligente, ha leído, y su verbo es fluido. Parece estar, además, bien informado sobre la disidencia cubana.

Cuando lo veo en su casa y le pido que me dé su opinión sobre la visita del Papa Benedicto XVI, y si la misma podría lograr un cambio de actitud en el gobierno en su trato con la disidencia, toma la pose de personaje famoso y me dice de un tirón lo que tiene entre pecho y espalda. De su extensa respuesta sólo extraigo una síntesis:

“Cuando el Sumo Pontífice Benedicto XVI se vaya de Cuba, ciertamente nada habrá cambiado. Al menos en lo que respecta a todo lo que debe ser cambiado, como diría Fidel Castro. El sistema político de un partido único se mantendrá inamovible, la libertad de prensa continuará amordazada, la libertad de reunión y asociación, desterradas. Los grupos de oposición seguirán fuera de la ley, y sus líderes perseguidos o encarcelados”.

Como parte de sus profecías a corto plazo, me dijo también Tico: “Yoani Sánchez, la bloguera, seguirá como la Penélope de Serrat, sentada en el andén, sin viajar a ningún lado, aunque la invite el mismo Papa. No habrá acceso a internet para los periodistas independientes, aun cuando hubiese posibilidades de conexión para todos los cubanos. No habrá oportunidades iguales para todos, sin tener en cuenta sus ideas políticas. Las calles y los empleos seguirán siendo para los revolucionarios”.

Pretender que el Papa pueda convencer a los dirigentes cubanos de que el sistema político de partido único, la censura a la libertad de expresión, y la prohibición a la libertad de reunión y asociación son prácticas  antidemocráticas, significa, según Tico, “lo mismo que pretender que los dirigentes cubanos puedan convencer a los líderes de la iglesia católica de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres dioses en lugar de uno”.

Aquí  Tico hace una pausa. Me dirige una mirada de profesor titular, y vuelve a la carga:

“Quizás Benedicto XVI logre comprarle a la disidencia cubana unos días de tranquilidad, retrasar arrestos y posponer actos de repudio. Lo mismo logró Juan Pablo II en su visita a Cuba, en el año 1998, sin que pudiera evitar, apenas un lustro después de que su avión partiera, que setenta y cinco disidentes y periodistas independientes fueran arrestados y condenados a largas penas de cárcel.

“Para la iglesia católica cubana –añade Tico- sí pueden continuar los cambios. Ella ganará algún que otro espacio adicional para poder apacentar y aumentar su rebaño, lo que a fin de cuentas es la misión que, según se dice, le encomendó Dios”.

Tico no es un politólogo de renombre, pero no hace falta que lo sea para que la disidencia sepa que dice verdad cuando concluye: “Acortará también la iglesia católica la ventaja que le sacan las iglesias protestantes en eso de las buenas relaciones con el gobierno, pues fueron las primeras en darse cuenta que hay que darle al César lo que es del César, para que este le dé a la iglesia lo que es de Dios. El reino de los cielos de estas iglesias no es para los opositores, pueden estar seguros”.




El Padre Varela y la Virgen de la Caridad: cubanía fortalecida

LA HABANA, “Félix Francisco de la Concepción Varela y Morales, llamado Padre Varela (1787-1853), practicó las virtudes heroicas durante toda su vida y por tanto puede ser considerado venerable de la iglesia católica”.

Es el primer paso en el muy merecido proceso de beatificación iniciado por el Papa Benedicto XVI para el habanero erudito, que dedicó su vida a servir a los necesitados,  expandir la fe católica en Estados Unidos y  labrar el camino de la libertad de Cuba, hasta morir en la más absoluta pobreza en San Agustín, Florida. En 1911 sus restos fueron trasladados a Cuba durante una conmemoración nacional muy sentida, y  el 22 de agosto de 1912 se colocaron en una urna de mármol en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

La Peregrinación de la Caridad por el Santo Padre, del 26 al 28 de marzo, comenzada con la misa en Santiago de Cuba y su oración especial en el Santuario Nacional de la Basílica del Cobre, continúa en La Habana con la enseñanza de pensar como cubanos a la que se consagró el Padre Varela.

María de la Caridad ha acompañado a los cubanos a través de la historia. Tanto es así que se denomina la Virgen Mambisa.  Por ello un grupo de veteranos de las guerras de independencia, encabezados por el General Jesús Rabí, reunidos a sus pies en El Cobre, el 24 de septiembre de 1915, solicitó a Benedicto XV que la nombrara Patrona de Cuba, a lo que accedió el 10 de mayo de 1916.

El Papa Juan Pablo II durante la misa oficiada en Santiago de Cuba, el 24 de enero de 1998, expresó: “En esta celebración vamos a coronar la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre.  Desde su santuario, no lejos de aquí, la Reina y Madre de todos los cubanos –sin distinción de razas, opiniones políticas o ideológicas-, guía y sostiene, como en el pasado, los pasos de sus hijos hacia la Patria celeste y los alienta a vivir de tal modo que en la sociedad reinen siempre los auténticos valores morales, que constituyen el rico patrimonio espiritual heredado de los mayores”.

En cuanto al Padre Varela, luego de un minucioso proceso de análisis de los méritos de la vida, muerte y forma de santidad, según la documentación presentada en octubre de 2002 por la iglesia católica cubana, y ampliada en 2008 por un equipo encabezado por Monseñor Ramón Suárez Polcari, encargado de la causa de beatificación, e integrado por los licenciados Alexis Pestanos y Roberto Veiga, en el Vaticano los Consultores dieron su voto afirmativo el 13 de diciembre de 2011. Así “desearon que este ejemplar sacerdote diocesano pueda llegar pronto, si así gustara el Santo Padre, a la deseada beatificación”.

Nació el 20 de noviembre de 1787 en la calle Obispo No. 91 entre Aguacate y Villegas, La Habana, y falleció el 18 de febrero de 1853, meses después de nacer José Martí, también habanero del mismo barrio.  Como los militares españoles asentados en Cuba cumplían también servicio en aquella colonia de Florida, el abuelo y el padre de Varela se trasladaron allí con su familia, llevando al pequeño Félix. Retornaron a La Habana en 1801, donde cursó sus estudios, y en 1811 se ordenó sacerdote y fundó la Sociedad Filarmónica de La Habana.  En 1812 obtuvo por concurso de oposición la cátedra de filosofía en el Seminario de San Carlos, con una dispensa por edad del Obispo Espada, quien apreció sus dotes.  Fue un renovador de la enseñanza al abandonar el escolasticismo e introducir el estudio de las ciencias.   En 1817 se convirtió en socio de número en la Real Sociedad Económica, y en 1822 fue elegido diputado a las Cortes de España, pero su voto en 1823 por la regencia ocasionó que, al retornar el Rey Fernando VII, fuera condenado a muerte.  Pudo huir y el 17 de diciembre de 1823 llegó a Estados Unidos.

Comenzó su vida pastoral en Filadelfia, aunque su mayor labor fue en Nueva York, como Vicario General desde 1837, fungiendo como obispo, y en 1841 el claustro de teología del Seminario de Santa María de Baltimore le confirió el grado de director de la facultad. También en la gran ciudad, al igual que luego haría José Martí, desarrolló su intensa actividad de forja de la nacionalidad  y estímulo a la libertad de Cuba.  Insigne fue el periódico El Habanero y posteriormente El Mensajero.  Sus cartas y escritos filosóficos llegaban a nuestro país y tuvieron influencia en el proceso  independentista.  Sobresale su obra “Cartas a Elpidio”. Sus objetivos eran brindar un método para el conocimiento humano, así como ofrecer las respuestas adecuadas a la problemática social cubana e intentar crear una autoconciencia nacional.  José de la Luz y Caballero definió a Varela como nuestro verdadero civilizador y quien nos enseñó primero en pensar; José Antonio Saco calificó sus cambios  en la enseñanza como una verdadera revolución en el pensamiento cubano, y José Martí lo llamó “patriota entero”.

Cuando estamos atravesando una crisis económica, política y social, la fe y el ejercicio religioso van unidos a la libertad de conciencia y la elevación de la autoestima de un  pueblo privado de autodeterminación durante muchos decenios.  La obra y el  pensamiento del Padre Félix Varela tienen gran vigencia y deben ser estudiados por los cubanos.




Un Papa en La Habana

LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -El arribo del Papa Benedicto XVI a la distancia de catorce años de la visita de Juan Pablo II despierta polémicas, en medio de una atmósfera social, en esta  esta primavera de 2012, muy diferente a la de 1998.

El chofer de un taxi de turismo de la compañía estatal Cubataxi me dijo el domingo por la tarde: “Que ganas tengo de que el Papa venga y se vaya; no me dejan dormir con el cuento de la seguridad”.

¿Y qué tiene que ver un humilde taxista con la seguridad del Papa?, se preguntará usted como yo lo hice. Simplemente que los taxistas transportan pasajeros y sus pertenencias y la empresa ha ordenado a los choferes que deben de estar alertas y denunciar cualquier movimiento o carga sospechosa.

“Este Papa lo que ha traído antes de llegar es un montón de policías por toda La Habana.  Oye, si  parece que estamos en guerra. Lo que el Papa debería traer son algunos euros para cada uno de nosotros. Por lo menos el otro Papa que estuvo aquí nos dejó la Navidad, pero vamos a ver lo que nos deja este”, aseveró un negro joven antes de bajarse de la guagua.

No sin razón, porque cuando me bajé yo del ómnibus, en un lugar conocido como La Palma, pude contar veintidós policías en las cercanías del cruce de las dos vías que conducen hacia el sur y el sureste.

Desde la semana pasada, aparecieron  allí letreros con mensajes antigubernamentales, y otros en contra de la visita papal en distintos lugares de la ciudad, a lo cual se une un marcado desinterés de la población por la misa de este miércoles.

“Tú sabes lo que es levantarme de madrugada para venir para mi trabajo, yo que vivo en Alamar (una especie de ciudad-dormitorio en un suburbio al este del centro de la capital). Ahora dime tú cuál guagua va pasar a esa hora, porque tengo que estar en el trabajo antes de las cinco de la mañana y todo por el cuento de que nosotros los militantes (del Partido Comunista de Cuba, único permitido en el país) debemos de estar listos para ir a la Plaza a oír la misa del Papa”, le decía una mujer a otra en la parada de ómnibus cercana a mi casa el sábado.

Comentario que reafirma lo dicho por varios opositores destacados en el sentido que la presencia de los habaneros en la misa de este miércoles 28 en la Plaza de la Revolución no será de manera espontánea, como lo fue en el 98.

Se conoce desde hace muchos días de la medida orientada que los militantes del Partido Comunista serían movilizados masivamente por sus centros de trabajo para contribuir a impedir cualquier posible manifestación antigubernamental  en el lugar durante la misa papal.

Cuando el anterior Papa estuvo en Cuba, la población tenía esperanzas de que algo cambiaría y la recomendación de “No tengáis miedo”, del fallecido pontífice marcó un antes y un después para cientos de miles de creyentes y no creyentes, así como para la Iglesia católica cubana.

A esta hora además,  la posición de connivencia con el gobierno por parte de  la jerarquía católica cubana no es bien vista por muchos sectores de la población,  a diferencia de 1998, cuando la Iglesia no se había mostrado tan ligada al régimen como sucede en el presente.

Cada parte tiene diferentes motivaciones en esta suerte de concordato entre la jerarquía católica cubana y el gobierno: la Iglesia busca ganar espacios públicos e influencia en la sociedad, mientras el gobierno busca la legitimidad de los cambios socio-económicos cosméticos que está tratando de implementar para extender su permanencia en el poder.