Los lamentos de Ronquillo: la prensa oficialista en un callejón sin salida

GUANTÁNAMO, Cuba. ─ Hace escasas semanas tuvo lugar un incendio forestal de grandes proporciones en el Parque Nacional Alejandro de Humboldt, reserva de la biosfera declarada Patrimonio Mundial y que se caracteriza por conservar valiosas especies de animales y plantas. Más de quince días después del suceso, las autoridades no han informado sobre la causa ni los daños provocados por el siniestro.
Mientras el incendio devoraba cientos de hectáreas, la prensa oficialista guardaba absoluto silencio. Contra ese mutismo cargó Ricardo Ronquillo Bello, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en un artículo publicado inicialmente por el sitio Cubaperiodistas y reproducido por el periódico Venceremos, órgano oficial del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba en Guantánamo.
En el texto, titulado Fuego en el Alejandro de Humboldt: Cuando arden las reglas básicas del periodismo y la comunicación, Ronquillo arremetió contra las “autoridades que pretendieron camuflarse tras los humos, en vez de actuar en consecuencia con el debate que, sobre la prensa y la comunicación pública, fue auspiciado por el General de Ejército Raúl Castro en el Informe Central al 8vo Congreso del Partido Comunista y luego remarcado por el recién electo Primer Secretario de la organización y Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez”.
La afirmación refleja un hecho reiterado con relación a la prensa dependiente del Partido Comunista (PCC) y pagada por él, consistente en que muchas veces las orientaciones de altos dirigentes del país reciben el destino de las leyes de Indias: se acatan pero no se cumplen. Porque de la importancia que tiene informar oportuna y objetivamente a la población la UPEC ha hablado, clamado y exigido por más de cincuenta años y también lo han hecho los máximos dirigentes de la dictadura. Por cierto, hablando de objetividad, Ricardo Ronquillo Bello no menciona por sus nombres a ninguna de las autoridades que critica.
Según el presidente de la UPEC, “las autoridades responsabilizadas habían decidido apagar las llamaradas y los humos expansivos con el ya tan costoso como reprochable manto del secretismo”. Y siguiendo el manto del secretismo que critica, Ronquillo Bello afirma: “Algunos directivos de medios de comunicación territoriales llevaban días tratando de persuadir que era insoslayable ofrecer información, incluso, por instituciones muy sensibles”. Pero deja al lector con la curiosidad por saber cuáles fueron esas instituciones, ¿se refería acaso al Ministerio del Interior? En ese supuesto se entiende el por qué jaló la cadena sin apretar el cuello del mono.
A continuación, refiriéndose a esas “instituciones sensibles”, escribió: “De estas se necesitaría una respuesta en correspondencia con los presupuestos políticos y comunicacionales defendidos por el país y recogidos en sus documentos rectores, entre estos la Constitución de la República y la Política de Comunicación del Estado y del Gobierno”. La respuesta todavía está pendiente, pero lo lamentable no es el pesar que transmiten las palabras del periodista por el incumplimiento de los importantes documentos que menciona, sino que todavía haya intelectuales que creen que la promulgación de una Constitución, una ley o una política sean suficientes para garantizar su cumplimiento si no existe una voluntad real de hacerlos factibles, algo que solo se logrará empoderando a los gestores de la política y a sus beneficiarios, lo cual no ocurre en Cuba.
Los dirigentes cubanos y la UPEC podrán tener muy buenas intenciones con respecto a la implementación de una efectiva política comunicacional, pero jamás lo lograrán si no les cortan definitivamente las alas a la burocracia parasitaria partidista que, con su actitud retardataria, demuestra tener más poder efectivo que el mismísimo Primer Secretario del PCC.
Ronquillo Bello no evitó vincular una verdad de Perogrullo con la manipulación en la que también cayó al afirmar: “Si la reacción ante el reciente incendio constituyera un ejemplo aislado y no la consecuencia de una anticultura comunicacional, heredada de las condiciones de acoso y agresión al país y de la apropiación de modelos periodísticos ajenos a nuestro contexto, no fuera tan preocupante”. Porque los impedimentos al libre ejercicio del periodismo en Cuba no se deben al acoso de EE. UU., como afirma, sino a la imposición de una ideología ajena al disfrute de elementales derechos humanos y a la libertad ciudadana.
Las “condiciones de acoso y agresión” a las que se refiere Ronquillo no son más que otra amarre del discurso oficialista. En Cuba existió antes de 1959 un brillante gremio periodístico que se atrevió a reportar las crueldades de la dictadura batistiana, algo posible porque aún en esas condiciones la prensa estaba en manos privadas. El robo de los medios de comunicación ejecutado por el castrismo jamás significó que la nueva prensa cumpliera mejor que la precedente su rol social, sino todo lo contrario.
Ronquillo Bello afirma que “la piedra preciosa de nuestro periodismo está en la credibilidad, el respeto y la ascendencia que el sistema de medios gane ante la ciudadanía”. Pero ese respeto no se gana ocultando información sobre la COVID-19 ─como el mismo Ronquillo reconoce en su artículo─; no se gana credibilidad si no se abordan los fenómenos y hechos de forma multilateral dando a conocer los puntos de vista de todos los involucrados en ellos; no se gana en respeto cuando los argumentos son sustituidos por la diatriba al oponente. Mientras eso no ocurra, la prensa oficialista cubana continuará siendo blanco de las burlas de los ciudadanos y no creo que eso suceda porque le falten personas instruidas e inteligentes, sino por los obstáculos que la propia dictadura levanta ante su trabajo y porque en el campo político se ha quedado sin argumentos y se han afincado en una barricada, totalmente a la defensiva.
Ricardo Ronquillo Bello olvida que la prensa independiente no es quien lincha mediáticamente a quienes considera enemigos políticos, pues no cuenta con un noticiero nacional de televisión ni con un Humberto López para hacerlo. Y olvida que si la prensa independiente ha alcanzado el lugar que ocupa en la sociedad cubana lo ha hecho por mérito propio. Lo ha logrado a pesar de la sistemática represión de la dictadura comunista y ese lugar será cada vez más importante y significativo para el pueblo, porque la prensa independiente ha cumplido el rol que correspondía a la oficialista y lo ha superado con creces a pesar de las difíciles circunstancias en las que trabaja.
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