De cuando The Carpenters nos anunciaban la Navidad

LA HABANA, Cuba -Las bellísimas canciones de amor de The Carpenters de los años 70 –Close to you, Superstar, Yesterday once more, Rainy days and Mondays y otras- están ligadas indisolublemente a los recuerdos de los que hoy somos cincuentones.
Aquellas melodías de los hermanos Karen y Richard Carpenter fueron muy especiales, también en Cuba, a pesar de la revolución de Fidel Castro.
Durante muchos años, fueron los Carpenters los que nos avisaban, en el campamento-laboratorio-reformatorio-monasterio-manicomio-vertedero en que la revolución convirtió a Cuba, que se acercaba la Navidad. Ellos y también José Feliciano. Sus temas en que deseaban “Merry Christmas” los radiaban continuamente por la WQAM, la WGBS y las otras emisoras de radio del sur de la Florida, que eran la única posibilidad que tenían los jóvenes cubanos de escuchar “la música cantada en el idioma del enemigo imperialista”.
Solo así nos enterábamos que rondaba Santa Claus, en aquella época en que no había villancicos, arbolitos ni guirnaldas, y había que ser muy osado para atreverse a entrar en una iglesia a ver las réplicas de cartón piedra del nacimiento de Jesús que colocaban los contados curas y beatas testarudas que resistían a pie firme los embates del ateísmo de estado.
¿Quién iba a asistir al filo de la medianoche a la misa del gallo cuando al día siguiente había que madrugar para irse a trabajar para la revolución?
Y ni hablar de la cena de Nochebuena. ¡Si a veces no había ni qué comer esa noche del 24 de diciembre!
En 1969 el Máximo Líder convirtió aquel año en uno mismo de más de 12 meses –¡ay Manzanero, y tú que creíste una cosa muy grande tu semana de más de siete días!- al empatarlo revolucionariamente con 1970, el año en que se producirían los 10 millones de toneladas de azúcar que sacarían a Cuba definitivamente del subdesarrollo.
Fue entonces que el Comandante decretó que no se celebraran más las navidades para que la zafra no se interrumpiera ni siquiera unos pocos días en diciembre, y porque dictaminó que era una costumbre burguesa, ajena a nuestras tradiciones y al materialismo científico, que había que desterrar de los predios de su Birán aumentado e ideológicamente corregido.
¡Como si los abedules y las nieves siberianas tuviesen más que ver con nuestras tradiciones e idiosincrasia que el trineo de Santa Claus!
Al final, los 10 millones no fueron, fue otro disparate más del Comandante, pero las navidades no volverían hasta más de 18 años después.
De cualquier modo, muchísimos cubanos nos la arreglábamos para celebrar la Nochebuena, a escondidas y como se podía, y nos deseábamos feliz navidad aunque supiéramos que eso era casi como desear un imposible.
Así, renuentes que somos a los permisos, no tuvimos que esperar a que viniera Juan Pablo II y oficiara una misa, nada menos que en la mismísima Plaza de la Revolución, para que el Comandante, que se había quedado colgado de la brocha con el derrumbe de la Unión Soviética y se agarraba hasta de un clavo ardiente, autorizara la Navidad.
Desde entonces hay navidades en Cuba, pero son un triste simulacro, despojado de su sentido cristiano y solo para los que tienen bastante dinero.
Que durante muchos años con un jingle hayan ayudado a mantener vivo entre los jóvenes cubanos el espíritu de la Navidad es una de las razones por las que amo la música de The Carpenters y los evoco en esta época, siempre tan llena de nostalgia.
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