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Martin Amis y el existir visto desde Cuba

Martin Amis

LAS TUNAS, Cuba. — La noticia le dio vuelta al mundo. En la madrugada del pasado sábado, mientras dormía en su casa de Lake Worth, Florida, falleció Martin Amis, a los 73 años, víctima de un cáncer de esófago que padecía desde hacía algún tiempo. Nacido en Inglaterra, Amis se estableció en Estados Unidos desde 2011, específicamente en Brooklyn, Nueva York.

Adelanto que no es mi propósito reseñar ni la vida ni la obra del muy distinguido escritor británico, lo que por estos días, y a profundidad, prolijamente, ya ha sido hecho por biógrafos y críticos literarios de diversas partes del mundo. También el día de su muerte, como para confirmar Amis que no necesitaba más encomios que el de su propia obra, en el 76º Festival de Cannes, una de sus novelas, La zona de interés, llevada al cine por su compatriota el director Jonathan Glazer, recibió el aplauso en la proyección de gala, como augurio para llevarse la Palma de oro.

Traigo a nuestros lectores al recién fallecido autor porque hace años, allá por los años 90 del pasado siglo, citado por Valerie Grover, Martin Amis dijo: “Sin su obra, la vida de un escritor es común y desordenada. Pero la vida no importa. La tarea de escribir exige tanto carácter, esfuerzo y energía emocional que la vida del autor queda relegada a un segundo plano. Un escritor jamás va a organizar su vida de manera brillante porque no es allí donde respira. Escritor es aquel que se siente más feliz cuando está solo.”

Imaginan ustedes… Confieso que aquel día lamenté que Valerie Grover, periodista brillante, no hubiera preguntado a Amis que si sus palabras estaban inspiradas en Aristóteles cuando dijo: “El hombre  es un ser naturalmente sociable, y el que vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar, es un ser degradado o un ser superior a la especie humana.”

Y ahora me pregunto, a raíz de la muerte de Martin Amis y recordando sus palabras sobre “la tarea de escribir”, qué pensaran los maniqueos, sí, los celadores en las cuatro esquinas, los cancerberos del pensamiento, retranqueros de los opuestos (entienda usted: los comisarios del Partido Comunista de Cuba haciendo perseguir a todo y a todos ).

Sí, quiero preguntarles a los señores comisarios del PCC y a sus policías, los que hacen manadas de los escritores y de todos los artistas e intelectuales, uniformándoles el pensamiento cuales casacas cortadas por la misma tijera sobre idéntico patrón, ¿por qué si según el concepto aristotélico la persona “es un ser naturalmente sociable”, ustedes dividen a los cubanos llamando a unos “revolucionarios” y a otros “gusanos”?; ¿por qué han segregado a los cubanos y continúan apartándolos, haciéndolos vivir “fuera de la sociedad”, tachándolos como seres “degradados” porque no son “revolucionarios…?

Como bien dijo Martin Amis, refiriéndose a la tarea de escribir, que yo llamaría la tarea de existir, porque bien se sabe que poco importa si se es escritor, médico, cantante, panadero, abogado, campesino, barrendero o astronauta, “sin su obra”, que puede ser una calle limpia, una historia bien escrita o una sutura bien hecha, la vida de cualquier persona suele ser “común y desordenada”, porque el verdadero creador, ya sea de una canción, un pan, una novela o un flan de calabaza, respira en su obra y no en sí mismo. Pero esa condición, esencialmente humana, por ser ellos mismos dados a los moldes y no a la creación, no la entenderán los comunistas jamás. ¡Pobre Cuba!

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Delegación procastrista de EE. UU. se reúne con Díaz-Canel en La Habana

MIAMI, Estados Unidos. — La delegación de 300 estadounidenses defensores del régimen cubano que se encuentra en la Isla se reunió este lunes con el gobernante Miguel Díaz-Canel.

Según informó en Twitter la Presidencia de Cuba, se trata de “una de las delegaciones más grandes que se han recibido aquí en décadas”, conformada por “jóvenes que por primera vez visitan Cuba y otros con una larga historia de solidaridad y acompañamiento hacia la Revolución cubana”.

Entre los integrantes de la comitiva se encontraba el activista procastrista Manolo de los Santos, quien encabeza la organización The People´s Forum, una plataforma que en los últimos meses ha hecho activismo en favor del régimen cubano desde Nueva York.

De los Santos declaró que “la experiencia de estos días en Cuba ha sido maravillosa. Hemos venido al encuentro con la verdad del pueblo cubano, en medio de los difíciles momentos económicos que atraviesa”.

El activista destacó “la gran fortaleza del pueblo cubano, de cómo resiste y saca lo mejor de su creatividad” y aseguró que, de regreso a EE. UU., los miembros de la delegación buscarán impulsar el socialismo en el país norteño.

“Nuestro compromiso al regresar no será solo alzar nuestra voz, sino organizar un proyecto político diferente en Estados Unidos”, destacó.

La Presidencia de Cuba indicó que durante el encuentro, desarrollado en el Palacio de la Revolución, también se condenó el “inhumano bloqueo”.

“De compromiso con Cuba, de luchar con más fuerzas contra el inhumano bloqueo, de sumar a más jóvenes en esta batalla, de socialismo y del ejemplo que representa la Isla se habla hoy en el Palacio de la Revolución, lugar que se ha convertido en un huracán de solidaridad”.

De acuerdo con la Presidencia de Cuba, la delegación de 300 personas está compuesta por estudiantes, sindicalistas, abogados, activistas políticos.

“Desde Estados Unidos no solo nos llegan sanciones y bloqueos, nos llega también la amistad, el apoyo, la confianza y la esperanza de ustedes”, dijo Díaz-Canel al dirigirse a los “invitados”.




Corrupción socialista: entre lo público y lo escondido

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LA HABANA, Cuba. Este jueves, los medios de agitación y propaganda del castrismo se hicieron eco de la reunión celebrada por la plana mayor del régimen (incluidos los recién ratificados jefes de Estado y Gobierno) con funcionarios de la Contraloría General de la República (CGR) y el Sistema Nacional de Auditoría (SNA).

En textos de contenidos similares y pequeñas diferencias de redacción, la Agencia Cubana de Noticias (ACN), Cubadebate y los diarios nacionales Granma y Juventud Rebelde, a una sola voz, ensalzan lo que ellos mismos califican como “una de las tareas fundamentales” de las dos ramas contables arriba mencionadas: “la lucha contra la corrupción”.

Refiriéndose a la CGR y el SNA, el “Presidente de la República”, en su alocución, “destacó el acompañamiento y apoyo que han dado a la dirección del país en todas las tareas que se han planteado”. Y precisó: “No hay medida que se apruebe por parte del Gobierno, del país, (…) a la que ustedes no le busquen enseguida una interpretación de esas medidas para que tengan efecto, desde el trabajo de la Contraloría y del Sistema Nacional de Auditoría”.

La información, al particularizar en los diferentes tipos de organismos en los que se centrará ese interés, menciona los “ministerios, entidades nacionales, empresas, órganos locales del Poder Popular y otros ramos”. Una vez más brilla, por su ausencia en esa relación, la compañía catalogada como “sociedad anónima”, pero la cual regentea en esta “Cuba socialista” los negocios que rinden mayores ingresos: GAESA.

Como se sabe, se trata de un pulpo militar dirigido por altos oficiales ya retirados. Sus siglas corresponden al sintagma Grupo de Actividades Empresariales, S.A. Goza del privilegio de operar no con los depreciados e inservibles pesos cubanos (CUP), sino con las codiciadas divisas extranjeras.

Pero por alguna razón desconocida se ha librado del indeseable interés de la señora Gladys Bejerano Portela, la contralora general. Pero aquí vendría al caso que los comunistas cubanos recordaran al teniente coronel golpista venezolano Hugo Chávez, y que rememoraran una de sus frases a las que se le ha dado más publicidad: “Por ahora”.

También en la Patria del Libertador, durante decenios, campearon por sus respetos los “malversadores socialistas”. Ellos, amparados en las patentes de corso que les otorgaban su condición de miembros del Partido Socialista Unido de Venezuela y del gobierno chavista, succionaron durante decenios, hasta sacarles sangre, las generosas ubres estatales.

Gozaban de absoluta impunidad. Parecía que el alegre carnaval del amillonamiento y el peculado no tendría fin. Los órganos de control prestaban oídos sordos a las denuncias políticas que de tiempo en tiempo se alzaban desde las filas opositoras. No iban a perseguir a sus mismos compañeros de las filas gubernamentales. ¿O sí!

El permanente festejo a costa de los dineros públicos del pueblo venezolano duró hasta comienzos del presente abril. Tal vez forzado por la merma de los ingresos del Estado, el dictador Maduro se animó a desatar una gran cacería de brujas contra los presuntos malversadores enquistados en la fuente fundamental de moneda fuerte: el monopolio PDVSA (Petróleos de Venezuela).

Son veintenas los altos funcionarios puestos a buen recaudo en los numerosos centros represivos que defienden al régimen chavista. Entre los ahora defenestrados que están sufriendo en su propio pellejo el brutal tratamiento dispensado por los cuerpos policiacos, no ha faltado ni siquiera algún “suicidado”.

Por supuesto que, también “por ahora”, la brutal represión no ha alcanzado a algunos de los máximos responsables. Como el mismo jefe superior de la gran cloaca de PDVSA: Tareck El Aissami, quien estuviera hasta hace unas semanas al frente del negociazo petrolero, pero se apresuró a presentar su renuncia al inicio mismo de la actual purga. Para ayudar a “esclarecer” los malos manejos, dijo.

Ahora se plantea incluso que este “pichón de moros” está destinado a ocupar una embajada en algún país árabe. Aunque eso está por verse. Aquí está presente también la constante contradicción entre lo público y lo escondido que caracteriza a estos regímenes autoritarios. Pero incluso si El Aissami continúa disfrutando de impunidad, esto les sirve de poquísimo consuelo a las veintenas de implicados en la imponente trama de malversaciones del pulpo petrolero.

Lo que nos lleva de vuelta a las desgracias de nuestra Cubita bella. Si en Venezuela es PDVSA la máxima fuente de ingresos, en esta Gran Antilla es GAESA. Y si en este Grupo de Actividad Empresarial hubiese también una trama de corrupción (lo que, claro, sólo se podrá saber y reprimir cuando contralores y auditores tengan acceso a sus cuentas internas), entonces no envidio la situación de los grandes jefes del pulpo militar.

Y menos aún si Díaz-Canel y sus socios de equipo, ante la desesperada situación económica en la que está sumida nuestra Patria, se animan a imitar la reciente purga de Nicolás Maduro contra PDVSA, y lanzan contra GAESA a sus contralores y auditores (¡y también a sus fiscales, claro!). En tal caso, ¡que Dios los coja confesados!

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El hombre nuevo y el baile del toletón

Cuba, Hombre Nuevo

LA HABANA, Cuba. — ¿Qué habría dicho Che Guevara, que aspiraba al hombre nuevo,  si cuando estaba escribiendo El socialismo y el hombre en Cuba hubiera visto a niñas de siete años bailando en su escuela  eso que llaman “el toletón”?

La nueva danza sicalíptica, parecida al “perreo”, hace furor en las escuelas cubanas, incluidas las de primaria.

El pasado 4 de abril, en medio de las fiestas por los aniversarios de la Unión de Jóvenes Comunistas y la Unión de Pioneros “José Martí”, padres y maestros, filmaron felices, a sus hijas y alumnas perreando, divirtiéndose y coreando el reguetonero ritmo de El baile del Toleton.

El uso de códigos muy agresivos de la jerga marginal y explícitas alusiones sexuales hace que esta música sea rechazada por los medios de comunicación nacionales y provoca que Abel Prieto levante su discurso sobre “el colonialismo cultural”.

Hace unos días, una periodista de Juventud Rebelde, en un artículo que tituló Cada música en su lugar, mostró un espanto mojigato por la generalización de este tipo de bailes en  las escuelas de La Habana (y no hay razones para presumir que en el resto del país no sea así también).

Muy bien por la preocupación de la periodista. Pero, ¿se habrá preguntado cuándo y cómo comenzó  el problema? ¿Es solo un problema ético-estético o trae consideraciones morales previas?

¿Qué pensaría Petronio, árbitro y juez del buen gusto en la Roma de Nerón, al ver tal desparpajo? Seguramente mostraría entusiasmo, porque su época fue la del placer y el exceso, las bacanales, el hedonismo vulgar, la decadencia.

Difícil empeñarse en lo que no es. ¿Cómo ir en contra del deterioro moral sufrido durante  sesenta y cuatro años de este régimen que llaman revolución?

En La Habana no solo se derrumban los edificios y las casa viejas. En La Habana y en toda Cuba también se derrumban las costumbres, los modales, el sentido común y las oportunidades de ser mejores.

No en balde cierta cantante cubana recién llegada al exilio, la emprendió con obscenidades de marca mayor en las redes sociales contra alguien que hizo objeciones sobre su primer concierto en Miami.

Las niñas bailan el toletón en la escuela porque lo hacen en sus casas, y escuchan esa agresiva música en sus espacios personales y sociales.

No hay nada extraño. Solo es un botón de muestra del declive de una sociedad, donde el presidente designado, Miguel Díaz-Canel, despide un discurso pidiendo aché, dice que las críticas a su gobierno le resbalan, bautiza al equipo nacional de baseball como Team Asere, y el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista, le dedica un titular como “El Team Asere la partió”.

Por la calle San Miguel, en Centro Habana, donde vivo, pasan las alumnas y los alumnos de una cercana secundaria básica, vociferando, maldiciendo, ofendiéndose entre ellos con palabrotas. A veces, en alguna pelea, hasta un arma blanca ha salido a relucir.

Pedro, Estervina, Molécula y Tropicana de la Caridad, todos mayores de 50 años, nacieron y se criaron en un solar de esta calle. Siempre dicen buenos días y buenas noches.

Geña, de 67 años, crió a sus tres hijos varones, lavando para la calle y limpiando casa, pues su marido se largó una mañana detrás de otra mujer. Y pobre de esos muchachos si se atrevían a alzar la voz a una persona mayor.

Es la familia la primera escuela del ciudadano, donde se asientan su personalidad y valores. Pero la familia cubana está rota y apenas puede ocuparse de la formación de sus hijos.

No nos asombremos entonces porque los niños y adolescentes, víctimas de un sistema y un régimen empobrecedor, profieran palabrotas y se meneen al compás del baile del toletón.

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Religión en Cuba: el castrismo no pudo con la fe

Cuba, religiosa, Estados Unidos

LA HABANA, Cuba. — Durante toda la semana pasada y el primer día de esta, yo, como tantos otros cristianos en Cuba y el mundo, estuve centrado en las celebraciones de la Semana Santa. Tras rememorar el trance doloroso del Viernes Santo, todos los participantes llegamos, como felizmente sucede cada año, a la conmemoración gloriosa del Domingo de Resurrección.

Estas festividades son importantes para los creyentes de todo el mundo, pero me parece que lo son, en medida aún mayor, para los de Cuba. Es que nuestro pueblo, en vista del hundimiento total que ha sufrido la isla de la mano del régimen castrista, necesita más que otro cualquiera el asidero moral e intelectual que le brinda la prédica de Cristo (o aquellas análogas que pueda brindarle la creencia en otra divinidad).

El panorama que se contempla desde esta Gran Antilla es francamente desolador. La economía está en ruinas. La inflación es indetenible. Esto conduce a que los modestos aumentos de salarios y pensiones, que en diciembre de 2021 llenaron de ilusión y esperanza a algunos verracos, se hayan transformado, en alas de la galopante inflación, en una burla sangrienta para aquellos mismos infelices que se alegraron y se ilusionaron.

Lo más triste e irónico de todo esto es que, cuando este mismo régimen trepó al poder en enero de 1959, lanzó a diestra y siniestra las promesas más halagüeñas. ¿Recuerdan cuando el fundador de la dinastía aseguró que Cuba sería “el país con el nivel de vida más elevado del mundo”? ¿O cuando afirmó que nuestra isla llegaría a producir más leche que Francia y más queso que Holanda?  (O al revés, que para el caso es lo mismo).

Los cubanos, deslumbrados por las medidas populistas que adoptaba el nuevo régimen, e ilusionados por sus promesas mentirosas, acataron a pie juntillas todo lo que afirmaban el “Máximo Líder” y sus socios. Y lo hicieron en tan gran medida, que incluso aceptaron echar al olvido las enseñanzas recibidas de sus padres y abuelos, y se dispusieron a hacerse copartícipes de la engañifa llamada “ateísmo científico” o, al menos, a simular que lo hacían.

Porque hay que decir que la modalidad castrista del socialismo burocrático se caracterizó, entre otras cosas, por adoptar de manera acrítica y literal, con fervor de nuevos conversos, no sólo los desatinos económicos ideados por Carlos Marx e implantados a sangre y fuego por los genocidas alias Lenin y Stalin. También acogió el furor que esos personajes tan poco recomendables sentían hacia la religión, a la cual le daban el sobrenombre de “opio de los pueblos”.

Estaban aún lejos los tiempos en que otro alucinado con el socialismo de corte estalinista intentara someter su país a sus designios totalitarios, pero sin dejar de hablar, viniera o no mucho al caso, sobre “Diosito”. Me refiero al golpista Hugo Chávez y la desdichada Venezuela del Siglo XXI.

No. Faltaban decenios para el arribo de esa nueva época. También para que en Cuba, sin llegar hasta la verdadera libertad de religión, sí se admitiese la libertad de culto. O para que incluso el único partido llegara a aceptar, entre sus miembros, a algunas personas que no esconden sus creencias religiosas. Algo que en la “época de esplendor” del marxismo-leninismo puro y duro, en los años sesenta o setenta, parecía una barbaridad, pero que ahora los comunistas, forzados por las realidades, aceptan.

Me estoy refiriendo a la época en que, para ocupar cualquier carguito “de medio pelo”, el aspirante debía llenar y entregar un prolijo cuestionario, que nuestro pueblo, con su gracejo característico, bautizó como “cuéntame-tu-vida”. Lugar prominente dentro del interrogatorio lo ocupaban las preguntas sobre las creencias religiosas (o carencia de ellas) del postulante. Y se sabía de antemano que quien diera una respuesta positiva podía contar con la ojeriza de las autoridades.

Aquella época inicial, durante la cual también se produjo la expulsión de cientos de sacerdotes, fue testigo del vaciamiento de los templos, así como de la ocultación de las imágenes y símbolos religiosos en las habitaciones interiores de las casas, cuando no en escaparates y gavetas.

Felizmente, esa situación quedó atrás. Y, que conste, tal cosa sucedió no por la buena voluntad de las autoridades castristas. Ello tuvo lugar por la firmeza con la cual, después de plegarse por un tiempo a las ínfulas ateístas del castrismo, los cubanos desistieron de seguir simulando su aceptación de esa doctrina y reanudaron sus prácticas religiosas de antaño.

Y debo insistir en que esto sucedió por suerte para ellos mismos. A esos efectos, debo retomar la interrogante del inicio del presente escrito: Porque ha pensado usted, amigo lector, ¿en qué situación de orfandad se encontrarían los cubanos de la Isla si, despojados de la fortaleza que les da la creencia en un Ser Superior, contemplasen la actual catástrofe nacional y se viesen separados de sus seres queridos que emigran!

La profundísima crisis general en la que está hundido el castrismo se manifiesta en todos los aspectos de la vida. En ese contexto, sus súbditos le hacen el “caso del perro” a las desfasadas peroratas inspiradas en el obsoleto marxismo leninista que de tiempo en tiempo dejan oír sus personeros y cotorrones. Todo esto representa sólo una faceta más del desmoronamiento en cámara lenta que, felizmente, está sufriendo el régimen.

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Desafectos al régimen: la gran redada de 1961

Fidel Castro el 15 de abril de 1961

LA HABANA, Cuba. — Muy a su pesar, los izquierdistas que odian las comparaciones entre la dictadura castrista (1959-presente) y la del general Augusto Pinochet (1973-1988) tienen que admitir que en la práctica de recoger a potenciales enemigos y encerrarlos en campos deportivos Fidel Castro se le adelantó en más de doce años a la dictadura militar chilena.

Tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 que derrocó al gobierno del presidente Salvador Allende, millares de militantes de izquierda y sospechosos de serlo fueron encerrados en el Estadio Nacional de Santiago de Chile.

Algo similar, aunque de modo incruento, había sido hecho por el régimen castrista a mediados de abril de 1961, cuando en vísperas de la invasión de Bahía de Cochinos —o Playa Girón, como es más conocida en Cuba— recogió a miles de personas consideradas desafectas y las encerró en la Ciudad Deportiva y sus terrenos aledaños, donde estuvieron incomunicados y bajo custodia militar durante varios días.

Habiendo recibido informes de que una fuerza expedicionaria de exiliados apoyados por la CIA se preparaba para una invasión, el régimen, con aquella redada masiva, se proponía cortar el apoyo a los invasores y a las organizaciones anticastristas que operaban en la clandestinidad.

El 16 de abril de 1961, cuando aún no había terminado el discurso de Fidel Castro en el sepelio de las víctimas del ataque aéreo a varios aeropuertos del día anterior, donde proclamó el carácter marxista-leninista de su régimen, ya la Seguridad del Estado había iniciado las redadas.

Los sospechosos que fueron “preventivamente recogidos” fueron aquellos cuyos nombres aparecían en listas confeccionadas por el G2 y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Se trataba de personas que habían tenido alguna vinculación con el derrocado régimen de Batista, burgueses, propietarios expropiados, y otros que, según los chivatos de los barrios, se mostraran “irritados, descontentos y se pronunciaban públicamente en contra de la Revolución”.

Ninguno de los detenidos fue puesto en libertad antes de que el 19 de abril fuera derrotada la invasión. Todos, marcados como “contrarrevolucionarios”, seguirían siendo vigilados, con más o menos seguimiento, por el G2 y sus chivatos.

Se me ocurre que hoy, cuando la irritación contra el régimen crece por día, se le haría muy difícil a los mandamases de la continuidad castrista hacer una recogida de desafectos como aquella de 1961.

Para empezar, todas las instalaciones deportivas del país, bastante deterioradas en su mayoría, no alcanzarían para albergar a todos los que —sin ser abiertamente opositores o los que la Seguridad del Estado considera “personas de interés operativo”— no ocultan su malestar y se pronuncian en duros términos en contra del régimen y sus dirigentes, lo mismo en las redes sociales, en una parada de guagua que en una multitudinaria cola para comprar comida o en un apagón.

De la magnitud del descontento popular ya tomaron nota los mandamases el 11 de julio de 2021.

La otra cuestión, aunque sea de lo menos preocupante para los mandamases, es cómo se las arreglaría para alimentar a los detenidos. Se sabe que el hambre es muy mala consejera. Y eso me lleva a otra consideración, que ni por asomo pretende ser clasista, líbreme Marx de eso.

¿Pueden ustedes imaginar cómo se sentiría una multitud hambreada y hacinada que ha sido encerrada en un estadio solamente porque alguien los considera desafectos?

Los recogidos y encerrados en 1961 se portaron bien y no causaron mucho problema, no tanto por la vigilancia de los milicianos, sino porque eran en su mayoría personas educadas y decentes, de “hábitos burgueses”, como se solía decir en la despectiva jerga revolucionaria de entonces.

La mayoría de las personas que encerrarían hoy, con tanta pérdida de valores como hay en la sociedad cubana luego de que fuera erradicada la moral burguesa y no encontraran otro tipo de moral para sustituirla, constituirían una turba vociferante, pendenciera, incontrolable, irreductible aun para los esbirros de las Boinas Negras. Basta ver lo que ocurre a diario en las colas para comprar comida.

Los mandamases, si se ven en aprietos, lo que, tal y como están las cosas, puede ser en cualquier momento, deben pensarlo muy bien y varias veces antes de ordenar una redada masiva preventiva como la de abril de 1961.

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“Elecciones” en Cuba: una votación por y para el castrismo

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HARRISONBURG, Estados Unidos. — Este domingo 26 de marzo Cuba será escenario de otra farsa gigantesca, las presuntas “elecciones” para diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP).

Si entrecomillo el vocablo es porque en Cuba no hay elecciones verdaderamente democráticas desde que se produjo el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

Alineado definitivamente con la URSS luego de la invasión de las tropas soviéticas a Checoslovaquia y resueltas definitivamente las desavenencias en lo interno del partido con la detención de Aníbal Escalante, Fidel Castro se dio a la tarea de institucionalizar al país, integrado desde la década de los años setenta al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).

Pero la institucionalización cubana no fue tal porque amén de ser una copia de lo hecho en la URSS no puede hablarse de institucionalidad donde no exista independencia de los poderes legal y judicial con respecto al ejecutivo, ni tampoco libertad de prensa. La proclamada institucionalidad cubana en tales condiciones es mero pregón de feria, con payasos incluidos.

El único atisbo de efímera e intrascendente democracia que existía en el sistema de gobierno cubano era el momento de la elección del delegado del Poder Popular de cada circunscripción. Dejó de serlo desde que la Seguridad del Estado comenzó a perseguir a los ciudadanos que osaron presentarse como candidatos independientes. Aun logrando posicionar a varios de estos ciudadanos en una Asamblea Municipal del Poder Popular esto no cambiaría nada, pues a partir de esa instancia las candidaturas a miembros a las Asambleas Provinciales del Poder Popular y a la ANPP son confeccionadas por comisiones subordinadas al Partido Comunista de Cuba (PCC), encargadas de seleccionar a quienes formarán formar parte de esas instancias de gobierno, en realidad otro de los mecanismos ejecutivos del partido único.

A casi cincuenta años de haberse implantado este sistema de gobierno, que de popular solo tiene el nombre, la figura del Delegado se ha desgastado tanto que nadie realmente sensato se siente representado debido a la imposibilidad de que la comunidad trace un plan de objetivos que él pueda llevar a cabo.

Lo mismo puede decirse de quienes han formado y ahora formarán parte de la ANPP. De la misma forma que en Cuba no hay un parlamento me niego a llamar diputados a estos ciudadanos, no solo porque más de la mitad de ellos van a ser elegidos por un territorio en el cual no viven, sino porque todos obedecen a las indicaciones de una sola fuerza política. Por esa razón tampoco puede afirmarse que este domingo habrá elecciones en Cuba pues el pueblo solo podrá votar por personas que representan los intereses de una sola fuerza política.

Los cubanos de a pie saben que ninguno de esos personajes que conformarán la nueva ANPP abrirá su boca siquiera una vez en su legislatura para cuestionar las reiteradas políticas fallidas del ejecutivo, oponerse a los quebrantamientos cotidianos de la propia constitución castrista, señalar las violaciones de la ley ejecutadas por la fiscalía, los tribunales y otras fuerzas represivas o para luchar por un genuino Estado de derecho.

El cubano que no se conforma con ver y escuchar únicamente lo que le dicen los medios oficialistas, sino que también se instruye con otras fuentes y las contrasta con su realidad, sabe que ninguno de esos “asalariados del pensamiento oficial” —por citar una frase del argentino del gatillo alegre— tendrá jamás el valor para cuestionar el modus vivendi de muchos de los dirigentes que, junto con ellos, ocuparán varios días al año el lugar donde sesione la ANPP. Mucho menos tendrán valor para pedir que se informe al pueblo sobre el dinero que el presupuesto estatal destina a las Fuerzas Armadas y al Ministerio del Interior (MININT) ni para preguntar de dónde sale el dinero que tan pródigamente gastan los hijos, nietos y sobrinos de los Castro, o para preguntar por qué la Contraloría General de la República no puede auditar a GAESA, el complejo económico controlado por la jerarquía militar cubana.

Por eso se entiende que, rebasando opiniones opuestas ante comicios semejantes del pasado, ahora la oposición democrática cubana haya decidido optar por la inasistencia a las urnas.

Si tomamos en cuenta los resultados del Referendo Constitucional realizado el 24 de febrero del 2019, los del Referendo sobre el Código de las Familias hecho el 25 de septiembre de 2022 y los que arrojaron las votaciones municipales realizadas el pasado 27 de noviembre, se puede apreciar como el abstencionismo ha aumentado considerablemente. Si a ello unimos el número de boletas anuladas o depositadas en blanco podrá tenerse una idea de la magnitud que ha alcanzado el descontento popular con respecto a la actuación de quienes dirigen sin haber sido elegidos por el soberano.

Teniendo en cuenta estos datos parece ser irreversible que el abstencionismo y las cifras de boletas en blanco y anuladas continuará creciendo.

No obstante, conviene no olvidar que en definitiva quien cuenta los votos es el Partido Comunista. Por eso no comparto el optimismo reflejado en cierta pancarta que la oposición ha difundido en las redes sociales y que afirma: “Urnas vacías no se pueden inflar”.

Pretender atribuirle objetividad a los resultados que ofrezca el Consejo Electoral Nacional (CEN) en unos comicios donde no se permiten observadores de la oposición ni internacionales, ni existe la posibilidad de corroborar esos resultados mediante investigaciones posteriores, es algo así como reconocerle una actuación ética a quienes lo dirigen y deciden lo que se debe dar a conocer.

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Cuba, como el camaleón a 55 años de la “ofensiva revolucionaria”

Inspectores, Cuba, Cuentapropistas

LAS TUNAS, Cuba. — Sí. Días de malos recuerdos estos de la segunda quincena de marzo para todas aquellas familias cubanas que perdieron sus pequeños negocios durante la llamada “ofensiva revolucionaria”. Si ahora, y como resultado de una crisis de la que no se avizora el final, el Partido Comunista de Cuba (PCC), con Miguel Díaz-Canel al frente, pretende estimular el trabajo por cuenta propia con un discurso persuasivo y garante para crear pequeñas y medianas empresas privadas con capital familiar y de asociados, hace 55 años las palabras contra los ahora llamados “emprendedores” eran amenazadoramente agresivas y terminarían convirtiéndose en hechos expropiatorios.

Tomando como pretexto el onceno aniversario del asalto al palacio presidencial, en la escalinata de la Universidad de la Habana, el 13 de marzo de 1968 Fidel Castro pronunció un largo discurso donde expuso el resultado de investigaciones realizadas por integrantes del PCC sobre el trabajo por cuenta propia en todo el país, mencionando particularidades de esos gremios en La Habana, donde, según dijo, había 955 bares “ganando dinero a troche y moche”, y con mala conducta, pues, según las indagaciones del PCC y los Comité de Defensa de la Revolución (CDR), el 72% de los propietarios de esos establecimientos mantenían una actitud “contraria a nuestro proceso revolucionario”, mientras que el 66% de los clientes que los frecuentaban eran “elementos antisociales”, aduciendo, además, que las bebidas y demás suministros expendidos en esos lugares eran obtenidos de forma ilegal, y que la recomendación que habían hecho los pesquisidores era la de intervenir esos bares.

Respecto a los comercios, Fidel Castro dijo que, de acuerdo con las investigaciones, de los 6 452 negocios encuestados en La Habana, 1 819 carecían de autorización, por lo que eran “ilegales”, y prácticamente la mitad de todos ellos tenían “regulares o malas condiciones higiénicas”. Pero, en realidad, eran esas puras argucias: el verdadero objetivo era eliminar todo vestigio de la propiedad privada en Cuba con poder económico, luego con poder de convocatoria, entiéndase, político.

En el camaleónico discurso del PCC habría que ver cómo hoy día Miguel Díaz-Canel llamaría a los emprendedores, quien mientras hacen su trabajo por cuenta propia en Cuba buscan emigrar, por ejemplo, a través de la ciudadanía española o de un patrocinador que les sirva de fiador para obtener un parole humanitario en Estados Unidos. Si Díaz-Canel, como él mismo dice, es “seguidor” de Fidel Castro, entonces llamará a estas personas “apátridas”.

En el discurso del 13 de marzo de 1968, que serviría de preámbulo público a la cacería de trabajadores por cuenta propia llamada “ofensiva revolucionaria”, refiriéndose a los propietarios de los pequeños negocios, Fidel Castro los llamó “futuros apátridas”, afirmando categórico que de los 8 508 “individuos” investigados (sólo en La Habana) 499 tenían o habían solicitado permiso de salida del país, refiriendo que los “puestos de fritas y otros timbiriches análogos” eran operados por un gran número de “individuos que intentan dejar el país”.

Si el castrocomunismo cimentó el régimen totalitario mediante las leyes de 1959 y de 1962 de supuesta “reforma agraria” —que harían pasar la mayor parte de las tierras del país de manos privadas al monopolio estatal—, así como de las leyes que expropiaron todas las industrias, fábricas, almacenes mayoristas, cadenas de tiendas, puertos, aeropuertos y todo el comercio de importación y exportación, la cúspide del Estado dictatorial cobraría forma cuando la pequeña propiedad fue absorbida por la administración gubernamental, y así lo dejó dicho Fidel Castro cuando hace 55 años expresó: “De manera clara y terminante debemos decir que nos proponemos eliminar toda manifestación de comercio privado”, afirmando: “Hay que decir que no tendrán porvenir en este país ni el comercio ni el trabajo por cuenta propia ni la industria privada ni nada”.

Ahora los actuales dirigentes comunistas que dicen ser “continuidad” de Fidel Castro, olvidando cuando éste dijo “¡señores, no se hizo una revolución aquí para establecer el derecho al comercio”, pretenden hacernos creer que en Cuba, un régimen totalitario de partido único, es posible la propiedad privada sin injerencias políticas del Estado. Señores… olvidan ustedes que el camaleón puede cambiar de color, pero no de forma.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Hablemos de textos anticomunistas fundamentales

Libros anticomunistas fundamentales

LA HABANA, Cuba. — El pasado sábado, este diario digital publicó un trabajo de Alberto Méndez Castelló sobre La Nueva Clase, el libro seminal escrito por un dirigente de la antigua Yugoslavia comunista, Milovan Djilas (aunque ahora supe que también es válida la grafía Đilas). La prominencia del autor dentro de las filas rojas lo demuestra el cargo de Presidente de la Asamblea Federal (el equivalente de Esteban Lazo) que en su momento llegó a alcanzar.

Bien por la Redacción de CubaNet, y mejor aún por el colega tunero, de quien surgió la excelente idea original de dedicar un trabajo periodístico a ese libro fundamental de la literatura anticomunista mundial. Es necesario, sí, que los autores de convicciones democráticas enfoquemos los problemas actuales. Pero también es conveniente que, de tiempo en tiempo, dediquemos unas líneas a quienes nos precedieron en esta labor de esclarecimiento, y lo hicieron con trabajos de mayor volumen, importancia y trascendencia.

Junto a la mencionada obra, redactada originalmente en serbio (aunque publicada de inicio en su traducción al inglés), es justo que mencionemos otros textos fundamentales en los que se desenmascara toda la esencia criminal y mentirosa del sistema comunista, pero que fueron escritos en nuestro propio idioma. Son obras de individuos seducidos en su momento por esa doctrina perniciosa, pero que tuvieron después la honestidad intelectual suficiente para comprender su error, reconocerlo y rectificarlo.

Se trata de textos en los cuales, además, se pone de manifiesto lo que el gran Alejo Carpentier, refiriéndose a los hispanoparlantes y sin traza alguna de racismo o discriminación, llamaba “el buen humor de los de su raza”. En cualquier caso, es un hecho cierto que nuestro idioma no es segundo de ningún otro en esto de servir como herramienta para desenmascarar comunistas.

Me referiré en primer término (por haber alcanzado mayor divulgación) a La gran estafa, obra autobiográfica del peruano Eudocio Ravines. El libro es excelente, pero, de manera curiosa, los dos pasajes que calaron más hondo en mi conciencia (tal vez por la extrema juventud que yo tenía al leerlo) son otros tantos relatos de carácter anecdótico, pero en los cuales —creo— se revela de modo admirable la esencia mendaz de la ideología roja.

Una es la visita que el autor, junto con otros comunistas hispanoparlantes, realizó a una granja soviética. Al parecer, los campesinos aprovecharon la visita de los “camaradas extranjeros” para expresar de viva voz ante los jefes locales —supuso a posteriori Ravines— su decidido repudio a los despojos y otros abusos de los cuales eran víctimas.

Mientras la indignación y el rechazo de los infelices granjeros se hacían obvios en cada una de sus palabras, la intérprete mentía con desfachatez y soltura. Olvidando los principios éticos de su noble profesión, ella traducía las expresiones de enérgico repudio y condena como entusiásticas muestras de respaldo a “la acertada Línea General del Partido” en la política agraria.

La otra anécdota se refiere a la ilusión sentida por el autor al enterarse de una noticia: al día siguiente se iniciaría la venta de “mandarinas estalinistas” en los comercios moscovitas. Este dato, que en un país normal ni siquiera sería digno de ser publicado, lo entusiasmó, y tanto, que don Eudocio, seducido por la perspectiva de consumir la sabrosa y refrescante fruta, madrugó y llegó a una de las tiendas antes que abriera.

El intercambio que, usando las pocas palabras rusas que conocía y con la ayuda de señas, sostuvo con el tendero soviético, es digno de rememorarse. De inicio, el empleado dijo al peruano no entender a qué mandarinas se refería; después, al recordar lo publicado en la prensa oficialista, expresó que “se habían acabado”, y al señalarle Ravines las que exhibían las vidrieras de su comercio aseguró que “estaban ya vendidas”. Una pequeña viñeta que refleja la desfachatez de la propaganda roja.

Otra obra escrita en castellano y que ocupa un lugar prominente dentro de la literatura anticomunista es Mi fe se perdió en Moscú, también autobiográfica, pero del español Enrique Castro Delgado. Este autor se afilió muy joven (recién cumplidos los 18 años) al Partido Comunista Español (PCE). A partir de ese momento luchó en forma denodada por el triunfo de esa bandería, de la que llegó a ser dirigente.

Tras el triunfo del Bando Nacional en esa contienda, Castro Delgado huyó a Moscú, donde permaneció desde 1939 hasta 1945. Esa larga estancia le permitió vivir (y padecer) el estalinismo en acción. Por sus páginas desfilan sucesos importantes de aquellos años tormentosos, comenzando por el infame “Pacto Molotov-Ribbentrop”, mediante el cual los dos grandes tiranos europeos —el comunista Stalin y el nazi Hitler— se repartieron el Viejo Continente.

También: Las secuelas de las purgas estalinistas (aunque su estancia en la “Meca del Comunismo” fue posterior a la “época de esplendor” de estas, que correspondió a los años 1936-38). Su propia actuación como delegado de España en el tristemente célebre Komintern (la fatídica “Internacional Comunista”, creada por Stalin para regentear y mangonear a los rojos a escala mundial). El suicidio de su jefe José Díaz y la posterior lucha interna del PCE, que terminó con el triunfo de Dolores Ibárruri y la marginación del propio Castro Delgado. Finalmente, el escape a México, que, para bien de su vida y su libertad, logró realizar venciendo la oposición de “La Pasionaria”.

Pero volvamos a La Nueva Clase. Se trata de un profundo estudio de carácter teórico. En él, Djilas penetra las esencias del régimen comunista. Como se sabe, los rojos se presentan a sí mismos como meros “representantes del proletariado”, que sería la “clase dominante”. El serbioparlante desmonta esa retórica mentirosa, y demuestra que, en realidad, la dirigencia partidista constituye la “Nueva Clase”, que explota a sus supuestos “representados” y obtiene pingües dividendos con el ejercicio del poder.

Pero conviene hacer una salvedad (algo que, por desgracia, Méndez Castelló omite en su texto): La descrita por Djilas es la “versión clásica” u ortodoxa del comunismo. Las variantes tropicales de esa doctrina incluyen formas de mangoneo más obvias, menos enmascaradas. Aquí entran “la Piñata” sandinista y las nuevas modalidades creadas por el castrismo. En este sentido, me parece poco exacto calificar lo escrito por el yugoslavo como “retrato del castrocomunismo”.

Entre las invenciones cubanas podemos mencionar en sitio destacado al pulpo militar GAESA, que controla todo lo que aún conserva cierta importancia en la depauperada economía cubana. Para mayor escarnio, las dos letras finales de la sigla son las iniciales de “sociedad anónima”: ¡Una “empresa socialista” cuyos “desconocidos poseedores” adoptan la forma organizativa predilecta de los odiados capitalistas!

Se trata —es algo obvio— de formas de propiedad que a Marx, Engels, Lenin o Stalin ni les habrían pasado por la cabeza para su “sociedad ideal”. Pero los castristas, más imaginativos o menos pudorosos, no vacilan en convertirlas en el eje de su sistema. ¡Lo que no les impide seguir declarándose paradigmas del marxismo leninista! ¡Qué burla!




Candidatos a diputados de Cuba: el castrismo elige a sus peones

Elecciones en Cuba, Votaciones, Candidatos a diputados

LA HABANA, Cuba. — El pasado domingo fueron aprobados los candidatos a diputados que figurarán en las boletas cubanas el venidero 26 de marzo. La metodología prevista en la Ley contempla que se escuchen las opiniones de los concejales electos recientemente. También emiten su criterio los dirigentes de las llamadas “organizaciones de masas”, creadas por el mismo régimen castrista para encuadrar y regimentar a sus súbditos.

Pero esa aprobación es una mera formalidad. Como regla, lo único que suele hacer cada asamblea municipal es ungir a los ciudadanos propuestos por la Comisión de Candidaturas, compuesta por los representantes de las mismas “organizaciones de masas” antes mencionadas. En teoría, dichas asambleas pueden también rechazar a uno o varios de los precandidatos presentados para su aprobación. Pero el método establecido para esas impugnaciones está diseñado para dificultarlas al máximo.

Es el caso que, para intentar un rechazo de ese tipo es menester no sólo que alguno de los concejales lo plantee formalmente. Tras debatir la cuestión, ella es llevada a una votación que se realiza a mano alzada. Es por esa razón —y no por gusto— que desde que el sistema existe sólo en esta ocasión se ha dado el caso de un rechazo a algún precandidato a diputado.

El insólito suceso lo informó el diario oficialista Granma en un trabajo que Wennys Díaz Ballaga publicó este lunes con un título mentiroso y estridente: “La democracia genuina de un pueblo que nomina a sus diputados”. Allí se da a conocer que María Consuelo Baeza Martín, presidenta de la Comisión Electoral Nacional, “dio a conocer que en las asambleas de los municipios de Carlos Manuel de Céspedes y de Vertientes, en la provincia de Camagüey, fue necesario cambiar la propuesta de candidatura”.

El escrito abunda en que ello se debió a que “los delegados, haciendo uso de los derechos que les confiere la Ley Electoral, no estuvieron de acuerdo con las propuestas”. El texto no precisa si la inconformidad de los concejales se extendió a la totalidad de los precandidatos (no menos de dos por municipio) o sólo a uno de ellos. Tampoco se brindan nombres.

Ahí se acabó esa dosis mínima de “transparencia” castrista. Deseoso de conocer más detalles, examiné el sitio web del periódico Adelante, órgano oficial del castrismo en la referida provincia agramontina. Fue un fiasco. Aunque parezca increíble, la información que brinda el periódico local es incluso más deficiente que la del diario nacional: ni siquiera se alude a la insólita negativa en las dos localidades mencionadas.

Por consiguiente, en este campo tenemos que limitarnos a especular. ¿Serán auténticos los dos episodios que menciona el órgano del Comité Central del único partido? ¿O se tratará de unas escenificaciones teatrales que sirvan de pie al Granma para afirmar (como ciertamente lo hace) que lo sucedido es “una muestra más de que es sólida la democracia que lo sostiene” (al “sistema electoral cubano”)?

Si estamos en presencia de algo real (y no de un grotesco sainete), entonces sólo nos queda especular sobre la total falta de respeto que los altos jefes del régimen (y las “comisiones de candidaturas” que son sus brazos ejecutivos en este terreno comicial) muestran por las “opiniones” que recogen antes de formalizar su propuesta. Porque debemos suponer que los concejales correspondientes expresaron su desacuerdo antes de la votación formal, pero fueron ignorados. Esto, a su vez, explicaría la impugnación verbal hecha por ellos en la reunión de la Asamblea Municipal y la posterior desaprobación sufrida por la respectiva candidatura oficialista.

Insisto en que todo el proceso se caracteriza por su opacidad extrema. Las organizaciones de masas y los delegados municipales que emiten sus criterios lo hacen con el mayor secreto. De hecho, los medios masivos del castrismo, al referirse en días pasados a las entrevistas realizadas para recabar la opinión de cada concejal sobre los distintos precandidatos de su municipio, recalcaron el carácter absolutamente reservado de esas consultas.

La idea, claro, es que los recién electos delegados municipales no se sientan coaccionados al emitir sus criterios, los cuales se suponen que brinden con absoluta espontaneidad (que en realidad lo hagan en una sociedad tan autoritaria como la cubana de hoy, es otra cosa). Pero el hecho cierto es que en el Noticiero del Mediodía del pasado domingo, uno de los cotorrones oficialistas, para ensalzar el proceso, ¡elogió su “transparencia”!

Cabe un comentario similar sobre el “carácter democrático” que, en el colmo del descoco, otro de los voceros castristas le atribuyó a todo el proceso de nominación. ¡Y esto pese a la opacidad a la que ya me referí, la cual se pone de manifiesto en que los nombres de los agraciados se conocen únicamente cuando cada uno de ellos resulta aprobado por la Asamblea Municipal que le corresponde!

A los portavoces que hablan de “democracia” cuando se refieren al tortuoso sistema que rige hoy en Cuba para nominar a los candidatos a diputados, les recuerdo brevemente cómo funcionaban esas cosas en la Cuba anterior a marzo de 1952 o en cualquier otro de los países de habla hispana que no padecen el “socialismo del Siglo XXI”.

De estos, en los que no se celebran elecciones primarias, sí se postulan candidatos diversos, que compiten entre sí a cara descubierta para superar en número de adherentes a sus competidores. Con todo y los defectos que puedan existir en esos procesos (los cuales no niego ni dudo que existan), ¡esos sí son democráticos! ¡No los tapujos y los enmascaramientos que emplea con ese fin el alto mando castrista!

En definitiva, ya están definidas las candidaturas por las que podrán votar los electores cubanos en poco más de mes y medio. El asunto merece también ser abordado desde otros puntos de vista, pero parece preferible que lo hagamos en otro escrito y cuando ya ese evento esté más cerca.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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