Luces de libertad en América Latina

MIAMI, Estados Unidos.- Luego de un prolongado período de gobernantes sin escrúpulos, Brasil, con la reciente elección del candidato conservador Jair Bolsonaro, se espera haya podido encontrar nuevamente el camino que hace a los pueblos grandes, no sólo en el respeto a las libertades fundamentales, sino también en la decencia gubernamental. Afortunadamente atrás han quedado los días del demagogo Luis Ignacio Lula da Silva, encarcelado por delitos de corrupción, mientras de una manera cínica predicaba la honradez y el desprendimiento personal en favor de su pueblo. Han quedado atrapados en la historia los días de la ex guerrillera, asaltadora de bancos y jefa del gobierno de la nación carioca Dilma Rousseff, destituida de la presidencia por su amplia y vergonzosa historia de oscuras componendas y de galopante corrupción al estilo Lula.
No es Brasil el único pueblo de América Latina que en tiempos recientes ha entendido que los gobernantes de extrema izquierda no traen soluciones a las necesidades de sus pueblos, sino que se sirven del poder para enriquecerse, para suprimir las libertades e imponer un orden de justicia establecida sobre bases de conveniencias ajustadas a los intereses de perpetuidad de sus tiranías.
Colombia, con la ascensión al poder de Iván Duque Márquez, dejó atrás la era de un Juan Manuel Santos, elegido democráticamente, pero de censurables retorcidos rumbos en su gestión gubernamental. Encubierto admirador de los Castro, que no tuvo reparo en aceptar la mediática intervención de Cuba para reintegrar en igualdad de condiciones a los enemigos de la paz y de la democracia en una Colombia desangrada por el narcotráfico, y la insaciable perversidad de quienes por varias décadas hicieron del secuestro, el chantaje y el crimen, su predilecta arma de combate, a fin de imponer por encima de toda regla universal de decencia y el debido respeto a los valores humanos su vocación antidemocrática.
Chile, por la voluntad de su pueblo, optó por el demócrata Sebastián Piñera, dejando atrás la sombra de la izquierdista Michelle Bachelet. Y en Argentina, aunque ha mostrado un poco de debilidad para afrontar los retos que dejaron a la nación sólo ruinas, y las cenizas del corrompido poder de la embaucadora Cristina Fernández de Kirchner, la elección de Mauricio Macri puso fin al reinado de complicidad con las causas de los más crueles opresores del Continente Americano.
No hay dudas de que con el ascenso al poder del nuevo presidente de Brasil la tiranía de Cuba ha perdido a un importante aliado. No sólo político, en el campo de la penetración comunista en América Latina, sino también en sus ingresos económicos a base de la despiadada explotación a los profesionales de la salud de nuestro país, que tantos dólares ingresaban al régimen a través del acuerdo Más Médicos, concertado en gestiones con la Organización Panamericana de la Salud entre el gobierno totalitario de los Castro y la ex presidenta brasileña en agosto del 2013. Incapaces de aceptar la propuesta ofrecida por el presidente Bolsonaro, que liberaría de la explotación y la dependencia del Estado opresor a unos 11,000 médicos cubanos, ya el ministro de la salud de la infortunada Isla caribeña ha anunciado con obstinación y arrogancia el regreso a Cuba de estos esclavizados profesionales:
“El presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, con referencias directas, despectivas y amenazantes a la presencia de nuestros médicos, ha declarado y reiterado que modificará términos y condiciones del Programa Más Médicos, con irrespeto a la Organización Panamericana de la Salud y a lo convenido por esta con Cuba”. “Por tanto, ante esta lamentable realidad, el Ministerio de Salud Pública de Cuba ha tomado la decisión de no continuar participando en este programa y así lo ha comunicado a la Directora de la Organización Panamericana de la Salud y a los líderes políticos brasileños que fundaron y defendieron esta iniciativa”.
Brasil, por fortuna y determinación de su pueblo, está en vías de dejar atrás la pesadilla de esa izquierda falaz que esquilmó su destino. Ahora quedan la Cuba, náufraga en un océano de miserias y agonías, la Nicaragua asfixiada por Daniel Ortega y su compañera de viaje en su vida privada y en las travesuras del poder, la actual vicepresidenta Rosario Murillo. Más hacia el sur, anegada en sangre y sumida en dolorosa pobreza y desesperación, la Venezuela del golpista Hugo Chávez, heredada por el apadrinado verdugo de los Castro, el inescrupuloso Nicolás Maduro, avanzado aprendiz de tirano y rico en ignorancia, hasta casi el extremo de no ser capaz de percibir la diferenciar entre un burro, como él, y una mata de plátano.
Todos estos cambios hacia la libertad, la paz y el progreso indican que la búsqueda hacia un sistema de gobierno que ofrezca en la práctica fórmulas de posibilidades reales para el disfrute de una convivencia armónica, bajo un sistema de gobierno democrático, es también posible para los cubanos. Aunque la magnitud de la opresión tiene escalas infinitamente mayores en nuestro país, no debemos resignarnos a la idea derrotista que significa no hacer nada; de esperar con resignación a que los cambios se produzcan por la decantación del tiempo y las naturales aniquilaciones físicas de los que ostentan el poder en nuestra desdichada Patria. Es preciso que cerremos el puño y asumamos el rol que nos corresponde en defensa de nuestros derechos como seres humanos. No olvidemos que la libertad tiene un precio y es preciso que nos decidamos a pagarlo o nos resignemos a vivir sin ella, como señaló en su momento el más grande y luminoso de todos los cubanos, nuestro entrañable José Martí.
Sí, no perdamos la oportunidad y cerremos el puño con vehemencia. La libertad de Cuba, ese ensueño de paz y de armonía ya empieza a vislumbrarse entre los escombros de la tiranía. Más allá del arrecife herido de la isla cautiva, iluminados por un renacer de luces invencibles que se empinan por el horizonte, reverdece, al fin, la esperanza de un futuro de amor y de prosperidad para todos los cubanos.