La dicha de los que no hacen bulla


LA HABANA, Cuba.- A pocos días de que se produzca el referendo constitucional, tras el azote de un tornado y la agudización del desabastecimiento en toda la Isla, el gobierno cubano ha lanzado una campaña por el “Sí” a la nueva Carta Magna, en contraposición a las iniciativas desplegadas en las redes sociales llamando al pueblo cubano a abstenerse o votar “No”.
Mientras un horrible spot televisivo promueve el “Sí por el socialismo y por nuestra democracia”, la Isla se hunde en lo que parece una regresión al Período Especial de los años noventa. Estos ciclos de desgracia propios de un sistema improvisado que además se autoproclama irrevocable, contrastan con lo que a principios de año reveló el Top Ten de la democracia mundial. En la lista publicada por la revista The Economist, Noruega figura como el país más democrático del planeta, seguido por Islandia y Suecia en los lugares segundo y tercero, respectivamente.
Las cinco categorías que permiten determinar el índice de democracia son: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política. No es de extrañar que Cuba quedara en el lugar 144, aunque sí resulta interesante que por delante de la Isla se hallen incluso las dictaduras de Nicolás Maduro (puesto 134) y Daniel Ortega (122); lo cual corrobora que la mordaza sobre las libertades civiles en la mayor de las Antillas se mantiene bien apretada.
En un ranking de 167 países las mejores posiciones están ocupadas por esas naciones discretas del norte de Europa, que parecen inmunes al chanchullo mediático global, no protagonizan escándalos en la ONU ni alardean de las metas alcanzadas; mucho menos se autodefinen como “las sociedades más justas e igualitarias”. Silenciosamente han logrado asombrosos estándares de igualdad, un altísimo nivel de vida, amplio respeto por las libertades civiles y la implicación de sus habitantes en todas las esferas de participación ciudadana. Esta base de equidad e inclusión ha provocado que varios expertos consideren a los estados nórdicos como los más cercanos al verdadero socialismo.
La barrera del idioma, la rudeza del clima y las férreas políticas migratorias han mantenido la península escandinava relativamente a salvo de la inmigración irregular ̶ considerada entre las causas que impactan negativamente en la economía y socavan la fiabilidad de los gobiernos ̶ , factor que ha contribuido a preservar la identidad cultural que une a estos pueblos y representa uno de los pilares de su crecimiento.
A ello pudiera agregarse el perfeccionamiento de un orden socioeconómico basado en el libre mercado, la explotación sostenible de los recursos, el fortalecimiento del consumo interno y las industrias locales, la exportación de bienes, el avance tecnológico, la protección ambiental y el acceso a servicios fundamentales como cuidados de salud, educación e información.
Con otras formas de gobierno, estos países han logrado lo que Cuba ha pretendido sin éxito durante sesenta años. Suecia y Noruega son monarquías ̶ parlamentaria y constitucional respectivamente ̶ , e Islandia alcanzó el estatus de República en 1944 (cuatro décadas después de Cuba); pero han consolidado sistemas democráticos capaces de proveer asistencia sanitaria universal y educación gratuitas a sus ciudadanos.

Noruega posee el modelo de desarrollo humano que más se ajusta a los estándares del socialismo; pues si bien mantiene una economía de mercado abierta, el Estado es propietario de sectores industriales clave que permiten el financiamiento del bienestar social y una equitativa redistribución de los ingresos entre sus ciudadanos.
En general, el éxito de los diversos sistemas implementados por estas naciones evidencia que la gratuidad de los servicios fundamentales y el control del Estado sobre los principales recursos no son rasgos privativos del ineficaz experimento antillano, aferrado al totalitarismo, la propaganda engañosa, la dependencia de potencias extranjeras y el empeño en privilegiar la inversión foránea sobre la nacional.
Mientras los escandinavos han potenciado y administrado sabiamente tanto los rubros primordiales de su economía como el capital humano disponible, Cuba se ha limitado a importar casi la totalidad de lo que se consume internamente, y oprime a su pueblo hasta el punto de obligarlo a emigrar. Las frecuentes contracciones de la economía han hecho que el régimen revise sus estrategias, no por el bienestar de la población, sino para garantizar su propia supervivencia. Aun así, la ineficacia de los llamados lineamientos es apreciable en todos los indicadores de desarrollo del país.
Ninguna de las naciones que se venden como socialistas o comunistas (Corea del Norte, China, Venezuela, Nicaragua, Cuba) se acerca siquiera a los indicadores apreciados en la región nórdica; especialmente en lo que concierne a procesos electorales, participación política, cultura política y libertades civiles.
De acuerdo a estos apartados, la presencia de Cuba en el lugar 144 luce generosa si se considera el permanente hostigamiento a todo ciudadano que exprese su disconformidad con un régimen asfixiante, dirigido por un partido único que ha declarado y respaldado constitucionalmente la irrevocabilidad de un sistema obsoleto, impidiendo así cualquier posibilidad de cambio socioeconómico.
En medio de la campaña por el “Sí” a la nueva Constitución, Cuba marcha en sentido contrario, militarizando su economía, enterrando al pueblo en la miseria y exportando represión para alargar la vida de regímenes aliados en las Américas. El socialismo anhelado se construye en otra parte con métodos y resultados maravillosamente distintos; brindando a sus ciudadanos toda la confianza y no esperando de ellos más que participación activa y sostenibilidad.