De la sembradora de Jethro Tull a las botitas de Teresa


LAS TUNAS, Cuba.- Teresa, con sus botitas de goma recortadas al nivel del tobillo, dando pataditas sobre el suelo, una patadita a la derecha, otra a la izquierda, y otra al centro, metiendo uno, dos, tres granos de maíz en el surco, me hizo recordar a Jethro Tull.
Teresa María Amarelle Boué es secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) e integra el Buró Político, órgano de dirección superior del Partido Comunista de Cuba (PCC), máxima autoridad del Estado cubano, con facultad legislativa y gubernamental.
En un reporte en la televisión estatal se vio a Teresa de trabajo voluntario, sembrando maíz, a mano, como los aborígenes, haciéndome recordar a Jethro Tull.
Jethro Tull vivió entre 1672 y 1741, estudió Derecho, pero fue agrónomo práctico, pionero de la revolución industrial, impulsor de la revolución agraria, explorador de la revolución verde; Tull cultivó 13 años un campo de trigo sin emplear estiércol, el fertilizante de esa época; en 1731, Tull innovó la sembradora, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI.
“Todavía recordamos el cuadro en el que un agricultor distribuía la semilla a mano. Era un trabajo lento y pesado, porque cargándola, tenía que llevar la semilla consigo”, dicen Archie A. Stone y Harold E. Gulvin en Maquinaria agrícola, publicado en los años 50 del pasado siglo.
En pleno siglo XXI el campo cubano nos recuerda un cuadro del siglo XVIII en el que “un agricultor distribuía la semilla a mano”, a decir de Archie A. Stone y Harold E. Gulvin.
Si en 1731, en la distante Inglaterra, Jethro Tull trazó el camino del sembrado moderno, cerca de Cuba, en Estados Unidos, fue donde la siembra mecanizada consiguió su generalización.
En 1825 fue patentada la primera sembradora de algodón; en 1839 entró en producción la primera sembradora de maíz para una hilera; en 1860 se usó una sembradora de maíz para dos hileras, y en 1875 fue probada la primera y rudimentaria sembradora automática.
La sembradora de una sola semilla de descarga acumulada data de 1890; en 1900 las sembradoras usaron aditamentos para abonar el suelo junto a la plantación, y se abrió el camino para el mayor rendimiento de las cosechas, combinando la siembra con la fertilización.

Todas esas sembradoras fueron tiradas por caballos. Recuerdo que en la finca de mi abuela paterna había una sembradora de maíz de esas de tracción animal que perteneció a mi bisabuelo. Heredé de mi padre y conservo como reliquia la desgranadora y el molino manual acompañantes de aquella máquina.
Las sembradoras se motorizaron con la aparición del tractor en 1923; inicialmente las de tracción animal fueron remolcadas por tractores; se acoplaron directamente a la barra portaherramientas cuando el tractor tuvo esa prestación.
En sus muy variados modelos y bien ajustadas, las sembradoras plantan en hileras, al voleo, en terrenos sin surcar o en surcos, en el fondo de éstos o sobre los lomos, cubren la semilla con la cantidad de tierra adecuada y fertilizan el suelo.
Una sembradora es capaz de sembrar desde las pequeñas semillas de tomates, lechugas o cebollas, hasta las de maíz o frijoles si se emplean correctamente los discos adecuados.
Ahora mismo, si usted sitúa la palabra sembradora en internet, puede pasar horas explorando marcas, modelos, precios, prestaciones…, encontrará sembradoras nuevas, de segunda mano apenas sin uso, u otras no tan nuevas, pero en estado óptimo, desde pequeñas, manuales, hasta las que cubren grandes extensiones de terrenos y necesitan tractores de gran potencia para operarlas.
A diferentes precios existen sembradoras destinadas a plantar y fertilizar desde las diminutas semillas hortícolas hasta las pesadas que se necesitan para la caña de azúcar. Y habiendo sido Cuba el mayor productor de azúcar de caña del mundo, lástima ocasiona ver como se siembra ahora en la Isla, a mano, caminando tras una carreta como hacían los esclavos.
De haber conseguido mantener, desde 1731, un ritmo creciente y sostenido en la siembra mecanizada —ahora existen sembradoras desde manuales hasta con sistemas computarizados— el lector se preguntará: ¿Cómo en Cuba los agricultores prosiguen la siembra como antes de Jethro Tull, dejando caer las semillas con las manos y echándole tierra con los pies?
La nación cubana, y entiéndase por nación un “pueblo que habita un mismo país y está constituido bajo un mismo soberano o gobierno”, ha estado sometida por más de medio siglo a la llamada “dictadura del proletariado”.
El proceso productivo agropecuario, sostén alimentario, de materias primas y de ingresos económicos, significa para una nación libertad, autonomía ciudadana aparejada a la posesión de bienes y, para frenar esas libertades, las “dictadura del proletariado” pusieron sobre el sembrador todo el peso del monopolio estatal.
Desde la colectivización forzosa emprendida por Stalin en la extinta URSS, hasta Fidel Castro con las leyes de “reforma agraria”, que supuestamente traerían prosperidad e igualdad al campo cubano, el estatismo trajo empobrecimiento y despoblación rural.
Preguntará el lector: ¿El monopolio estatal no importó sembradoras?
Pues sí, trajo a Cuba para uso del monopolio agropecuario cientos de sembradoras, destinadas a las empresas estatales arroceras y de cultivos varios; importó desde las poco eficientes sembradoras soviéticas Saxonia, hasta las de precisión inglesas Stanhay.
En tanto el Estado plantaba con las Stanhay, los campesinos cubanos, que producían más frijol, maíz y hortalizas que el Gobierno, proseguían cargando en la mano izquierda el recipiente del hombre-sembradora, mientras que, con la derecha, hacían resbalar al surco las semillas, echándole tierra con los pies; al tiempo, en las escuelas los hijos del hombre-sembradora gritaban: “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.
En Cuba, en más de 50 años de “dictadura del proletariado”, el régimen importó miles de tractores e implementos agrícolas, en su mayoría subutilizados por la “empresa estatal socialista”, transformándolos luego en chatarra.
El campesino cubano debió esperar hasta que el Estado desbaratara los tractores para luego comprarlos como partes y piezas “de baja”. Así se hicieron de sus tractores.
Según fuentes oficiales, citadas por economistas adscritos a instituciones estatales, en 1989, año en que todavía disfrutaba de subsidios de la extinta URSS, Cuba poseía con una potencia media de 74 caballos de fuerza más de 76 000 tractores, que sólo trabajaban 4.7 horas al día.
Luego… mientras los tractores permanecían ociosos, las sembradoras permanecían oxidándose.
En todos estos años de “dictadura del proletariado”, nunca un campesino cubano independiente ha podido importar un tractor, ni una sembradora, ni para utilizarla tirada por un caballo, como un día hizo mi bisabuelo.
Y ahora, transcurridos 20 años del siglo XXI, vemos las empresas militares cubanas plantando maíz con sembradoras John Deere.
Vemos a burócratas y comisarios comunistas de flamantes automóviles exigir: “hay que sembrar más”, algunos con gorras de béisbol o sombreros de yarey, y botitas de hule, haciendo como si sembraran maíz, frijoles o caña, mientras los campesinos prosiguen con sus bueyes y sus viejos tractores.
Entretanto, observamos automóviles en venta a precios de monopolio, y a ningún precio un tractor o una sembradora a la venta, para que en Cuba las siembras permanezcan como antes de Jethro Tull.
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