1

Ricos por la izquierda

LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Es inmoral hacerse rico bajo la protección de una dictadura que empobrece, reprime y condena al atraso y a la desesperanza a todo un pueblo. Los que a costa de complicidades con el régimen cubano han mejorado sobresalientemente su estatus económico en los últimos tiempos, o incluso aquellos que lo han logrado con esfuerzo y talento pero a la sombra propiciadora del régimen, y que por ello se dedican a hacerle la pala propagandística, son personas fraudulentas, aunque algunas no hayan delinquido en forma ex profesa de acuerdo con lo que disponen las leyes del país.

Y esta vez no se trata de los dueños de paladares, pobres atrofiados pichones de capitalistas a los que tan graciosamente llamamos ricos. Hablo de nuestros nuevos burgueses del glamour, que no suelen descollar como empresarios, sino como artistas y especies de otras faunas afines, gente de copete, con chalets para weekend en las afueras de La Habana, y cuya total existencia transcurre dentro de una burbuja ubicada a miles de millas sobre la tierra firme, aun cuando entre sus deportes favoritos alineen la práctica del orgullo patrio y el juego de posar ante las cámaras de televisión como humildes progres, amantes de lo cubano popular, anticapitalistas, fidelistas y luchadores por un mundo mejor.

Por muy etéreos que se consideren a sí mismos, sus conquistas se asientan en la estafa. Y conste que el término estafar no es empleado aquí en sentido metafórico, sino en su estricto significado, según la segunda acepción del diccionario de la Real Academia Española: cometer alguno de los delitos que se caracterizan por el lucro como fin y el engaño o abuso de confianza como medio.

Tal vez haga falta aclarar que no son condenables porque tengan dinero, más o menos. Nada de eso, tener dinero es tan bueno y deseado como pocas cosas en el mundo. A todos nos gusta disfrutar de los beneficios del dinero, incluidos los que le hacen asco en público, aun cuando en privado sean sus más resueltos devotos. Lo que no es bueno –parafraseando a un viejo político cubano- es sobreponer el dinero a la vergüenza, y menos mientras se pontifica humildad.

Tampoco incurrimos en la sonsera de creer que porque una persona tenga plata no le cabe el derecho de simpatizar con el socialismo o de ensayar cualquier otro tipo de masturbación mental que le mejore su propia imagen ante el espejo. Ni siquiera negamos el derecho que tienen estos ricos por la izquierda a ser cómplices del régimen. Lo ofensivo en ellos es que, fingiendo ignorar las atrocidades cometidas ayer, hoy y ahora mismo por la dictadura, insistan, por burda conveniencia, en ser sus promotores internacionalmente, al tiempo que se valen de su posible influjo entre la gente hambreada y acorralada de la Isla para inocularle falsas esperanzas de reformas y salvación de la patria.

La cornucopia vergonzante de estos ricos por la izquierda, famosos en los ámbitos de la danza, o en las artes plásticas, el cine, la música…, se encaja como un machetazo envenenado en el alma de Cuba. Su papel como secuaces del oprobio, dados a gozar la papeleta mientras la gente de abajo, que es su razón de ser se hunde en un despeñadero de miseria material y espiritual sin precedentes, es algo que no debiera olvidar en el futuro ningún cubano con sentido común. Por más que el sentido común jamás estuvo entre nuestros atributos.

Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguiente dirección: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0




¿Nuevos ricos en Cuba?

LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – Ahora se oye decir con frecuencia que en Cuba hay más millonarios que en Miami. Debe ser una exageración intencionada para despertar interés en torno a la existencia de nuevos ricos en el patio. Así que no hay que tomárselo a pecho. Pues sabemos que aquí no sólo hay una cifra irrisoriamente menor de nuevos ricos que en Miami, sino que entre esos nuevos ricos ninguno es nuevo.

Tampoco abundan los ricos entre nuestros nuevos ricos, excepto los que no son nuevos.

Eladio Secades, cuyas Estampas son la Biblia del costumbrismo cubano, puntualizó que se puede ser nuevo rico toda la vida, ya que esta categoría no la define el tiempo, sino el uso ostentoso que hacen de su dinero ciertos pobres con plata.

Pero es una lástima que Secades no haya podido dejar constancia del fenómeno en nuestros días, donde los verdaderos nuevos ricos, entre los que ninguno es nuevo, no son ostentosos, porque no les conviene serlo, ni son pobres con plata, sino auténticos millonarios, al margen de que se pueda o no demostrar que guardan millones en los bancos. Son los ricos de siempre. En tanto los ahora llamados nuevos ricos no pasan de ser tuertos reyes en país de ciegos.

Según Secades, el nuevo rico cubano es aquel que hace alarde de poseer el mejor yate. Este dato -por escoger solo uno- puede resultar revelador cuando lo confrontamos con nuestra realidad, intentando no sólo calcular el monto real de nuestros actuales nuevos ricos, sino las características que los prefiguran.

Ni esos hacendosos campesinos que han logrado juntar algunos cientos de miles, ni los dueños de restaurantes u otros negocios particulares con solvencia holgada pero nunca millonaria, ni los artistas mejor remunerados, ni los contrabandistas, especuladores y narcotraficantes por cuenta propia… en fin, ninguno de los que ahora incluimos festinadamente en la clase de los nuevos ricos, ninguno, insisto, posee el mejor yate, ni siquiera se le ocurriría alardear al respecto.

Los más lujosos yates, los cotos exclusivos para la caza del venado, los cayos y playas paradisíacos de uso privado, las residencias en barrios de absoluto abolengo, las vacaciones en Europa, las mejores universidades del mundo para sus hijos; nada de ello está al alcance de esos pobres diablos a los que hoy llamamos nuevos ricos de Cuba. En cambio, no es nuevo para nadie que durante decenios han sido parte de la vida cotidiana de nuestros ricos viejos, los de verdad.

Tal vez por eso resulta extraño, y hasta en ocasiones chocante, que se insista tanto en esto de nuestros nuevos ricos, dándole tratamiento peyorativo al asunto.

No es que sean santos los pobres diablos en cuestión. Pero no hay que exagerar. En Cuba, para convertirse en eso que hoy llamamos un nuevo rico, las vías y los mecanismos han podido ser múltiples, más o menos lícitos e ilícitos. Para hacerse millonario de verdad, con o sin cuentas bancarias verificables, sólo sigue existiendo un conducto, siempre ilícito: el poder político. Por eso resulta pueril afirmar que en La Habana hay ya tantos millonarios como en Miami.

Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguiente dirección: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0