1

La Plaza se quedará sin Revolución 

Plaza de la Revolución

LA HABANA, Cuba. – “Poner a la Patria manos y corazón”, con más trabajo, unidad y compromiso por perfeccionar y continuar avanzando en la inmensa obra de equidad y justicia social de la Revolución, fue la convocatoria de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) el pasado 31 de marzo para festejar multitudinariamente el Día de los Trabajadores. 

Pero Ulises Guilarte de Nacimiento, secretario general de la CTC, anunció este 24 de abril la decisión de la más alta dirección política del país de reformular las actividades, debido a la compleja situación económica y las limitaciones con el aseguramiento de combustible. Cuba se encuentra semiparalizada, casi sin transporte de pasajeros y pocos suministros para las actividades esenciales, sin solución a la vista.

No obstante, el combustible y los recursos no faltaron para realizar las elecciones generales días antes. Los diputados elegidos e invitados viajaron a La Habana, mientras el pueblo tenía que mantener la calma. 

Por primera ocasión desde 1959, la Plaza estará un Primero de Mayo sin cientos de miles de cubanos movilizados, llevando grandes telas y pancartas con fotos de los dirigentes históricos y consignas sobre los éxitos inexistentes de la producción industrial, agrícola y científica, banderas y canciones heroicas. 

Este próximo Día de los Trabajadores, la gran falta de combustible es el oportuno pretexto para fraccionar las aglomeraciones en todo el inmovilizado país. El creciente descontento del “pueblo heroico” por las carencias y las opiniones de que el país cada día se hunde más sugieren la posibilidad de protestas superiores a las sucedidas espontáneamente en julio de 2021. 

Los desfiles y los actos se realizarán en 164 municipios de las 15 provincias y el municipio especial Isla de la Juventud. Excepcionalmente en La Habana, cinco municipios (Habana Vieja, Centro Habana, Plaza, Playa y Cerro) concentrarán a 1.000 delegados extranjeros y a unos 120.000 cubanos, que llegarán caminando al reducido espacio entre la calle 23, al fondo del Hotel Nacional, y la explanada conocida como La Piragua, frente al Malecón. Esto es un indicativo de los tiempos que corren, sobre todo la renuncia a pasar a viva voz frente a la cercana embajada de Estados Unidos, como hacía Fidel Castro. 

Guilarte de Nacimiento expuso que durante la semana del 24 al 29 de abril se realizarán jornadas de trabajo productivo, limpieza y actos en comunidades, bateyes, consejos populares, centros laborales y estudiantiles, con carteles que expresen el apoyo mayoritario del pueblo a la Revolución. El Primero de Mayo se culminará con actos políticos, música, venta de alimentos y bebidas. Pero hay que tener en cuenta que esas actividades dependen de la disponibilidad local de recursos. Ni siquiera la “caldosa”, una versión del ajiaco, se podrá elaborar con recortes de puerco, huesos de res, viandas, maíz y otros residuos. También escasearán la cerveza y el ron. Aquellos ingredientes eran pequeñas cuotas especiales para los jolgorios insoslayables en los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). 

El secretario general de la CTC hizo declaraciones a la prensa y concurrió a la Mesa Redonda para pormenorizar los cambios en la programación. Por supuesto, culpó al “bloqueo” de las calamidades. Como es imposible prometer la mejoría de la situación económica, las fiestas se dedicarán a la heroicidad del pueblo cubano y al compromiso de continuar consolidando el “modelo económico de desarrollo socialista”. 

El desgaste de la llamada Revolución se evidencia en la pobreza de argumentos de los dirigentes continuistas, quienes repiten frases desfasadas mientras las desigualdades se acrecientan. Ellos pretenden engatusar a un niño sin pan para el desayuno, a los padres y madres sin dinero para poder comprar los escasos productos que el Estado a precios exorbitantes ya sea en pesos o en moneda libremente convertible (MLC), a los ancianos disecados y sin medicamentos para las dolencias propias de la edad ni dinero para adquirirlos en el mercado ilegal. Lo único que progresa en Cuba es el desastre productivo y económico, sin que se vislumbre la apertura para salir del foso. 

El Primero de Mayo los trabajadores no tendrán nada que celebrar. El pueblo reclama cambios radicales que permitan sobrevivir y salvar la Patria. 

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.




Las muertes y fracasos que favorecieron a Fidel Castro

Fidel Castro, Revolución Cubana

LA HABANA, Cuba. – A propósito de la reciente conmemoración del 65 aniversario de la huelga del 9 de abril de 1958 fue inevitable que rememoráramos el provecho que obtuvo Fidel Castro con el fracaso de esa huelga. 

Si la huelga general revolucionaria hubiese triunfado, y se hubiera alcanzado el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista, le habría resultado más difícil a Castro bajar de la Sierra Maestra y tomar inmediatamente el poder. Hay que considerar que para esa fecha todavía las columnas invasoras de Camilo y el Che no habían incursionado en la región central de la Isla. 

Por otra parte, el fracaso de la huelga posibilitó que Castro se hiciese con la jefatura absoluta de todas las fuerzas que combatían a Batista. Así fue refrendado en la famosa reunión de Altos de Mompié, en el corazón de la Sierra Maestra, adonde acudieron también los jefes de la actividad clandestina en las ciudades. 

Otro episodio que a la postre repercutió a favor de los planes futuros de Castro fue la muerte de Frank País García. A pesar de las declaraciones del “máximo líder” al enterarse de la caída del luchador santiaguero (“qué monstruos, no saben la inteligencia que han matado”), en el fondo la desaparición física de Frank País evitó una muy probable ruptura entre ellos una vez materializado el triunfo de la Revolución.

¿Alguien cree que el cristiano Frank País hubiese estado de acuerdo con la política antirreligiosa adoptada por el castrismo en los años 70, cuando los manuales soviéticos de Economía Política ―en ese momento la biblia del comunismo cubano― imponían en la Isla la convicción de que la religión era el opio de los pueblos? Casi nadie puede creerlo. 

Pero el suceso que más le convino a Castro durante toda su lucha insurreccional contra Batista fue el fracaso del asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957. Imaginamos el obstáculo que para los planes de Castro hubiese significado la muerte de Batista en esa acción. A su guerrilla, totalmente desorganizada entonces, con apenas tres meses en suelo cubano, le hubiese sido casi imposible acceder al gobierno de la República en ese momento. Además, si José Antonio Echevarría no hubiera caído en la acción, se habría convertido después en un gran opositor del castrismo.

En la grabación de sus palabras al tomar la emisora Radio Reloj, el líder estudiantil calificó al batistato como “un régimen de oprobio”. Entonces, ¿cuál habría sido el calificativo que hubiese dado al totalitarismo, más oprobioso aún, de Fidel Castro?  

Mas, si hubo un acontecimiento que transcurrió de una manera diferente a lo previsto por Castro fue el relacionado con Camilo Cienfuegos. Para nadie es un secreto que el Héroe de Yaguajay era un impedimento para el deseo de Raúl Castro de convertirse en la segunda figura de la Revolución. Incluso, su gran carisma podía servir de contrapeso ante cualquier giro imprevisto que tomara la Revolución, como lamentablemente sucedió. 

Por todo ello, era muy probable que los hermanos Castro ya planearan la eliminación de Camilo Cienfuegos a los pocos meses del triunfo rebelde. En ese contexto, muchos estudiosos del tema estiman que Castro mandó a Camilo a detener a Hubert Matos con la esperanza de que la oficialidad de este último asesinara al entonces jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde. 

Sin embargo, la cautela de Matos, y el respeto que sentía por Camilo, impidió que algo así le sucediera al Héroe de Yaguajay. De ahí que, tal y como opinan muchos, a los Castro no les quedó otra opción que acabar con la vida de Camilo. 

La otra parte de la trama ha sido cumplida cabalmente por el aparato mediático del régimen. Frank País, José Antonio Echevarría y Camilo Cienfuegos son exaltados como héroes de la Revolución. Así se encubre mejor el hecho de que sus muertes allanaran el camino de Fidel Castro. 

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.




El castrismo no desea recordar los tiempos en que exportaba su Revolución

Francisco Caamaño Deñó, Revolución Cubana, Castrismo

LA HABANA, Cuba. – A partir del momento en que los barbudos de la Sierra Maestra se hicieron con el poder político en Cuba, y muy especialmente tras la II Declaración de La Habana en 1962, comenzaron la faena de exportar su Revolución a un numeroso grupo de naciones de Asia, África y América Latina. 

Esta última región, en particular, conoció de la presencia de grupos guerrilleros con participación directa de militares cubanos. Hay que recordar, por ejemplo, las incursiones de Antonio Briones Montoto en Venezuela, los acompañantes de Jorge Ricardo Masetti en la selva de Salta, en Argentina, hasta llegar a la aventura boliviana de Ernesto Che Guevara

A lo anterior habría que agregar el cuantioso apoyo brindado por el castrismo a las guerrillas sandinistas en Nicaragua, y también en Guatemala, El Salvador, Perú, y los Tupamaros en Uruguay. 

Pero los tiempos han cambiado. Ahora los aliados del castrismo han llegado al gobierno por vías institucionales. Es decir, por medio del voto de los electores en las urnas. En esas condiciones los gobernantes cubanos, haciendo gala de su camaleónico proceder, dejaron atrás, en general, la estrategia de desestabilizar a los gobiernos latinoamericanos. 

En la nueva realidad los jerarcas del castrismo hacen gala de un apego a la institucionalidad, sobre todo en aquellas naciones donde gobiernan sus aliados. Rechazan las acciones de la oposición que tienden a defender la democracia en los países donde las dictaduras de izquierda amenazan con eliminar el Estado de Derecho, e hipócritamente proclaman a la América Latina como una zona de paz. 

Es en ese contexto de cambio de rostro por parte de la maquinaria del poder en Cuba, que arribamos al 50 aniversario de la caída en combate del coronel Francisco Caamaño Deñó, devenido guerrillero en las montañas de la región Central de la República Dominicana

En un aniversario cerrado de ese acontecimiento, el oficialismo cubano apenas recordó el hecho. Solo el periódico Granma, en dos renglones de su última página en la edición impresa del jueves 16 de febrero, apuntó lo siguiente: “En 1973 muere en combate, en República Dominicana, al frente de un grupo guerrillero, el coronel dominicano Francisco Caamaño Deñó”. Y nada más. Ningún otro medio de prensa, ni la televisión, ni la radio, se hicieron eco de la efeméride. 

Y es que Cuba no fue cualquier cosa para Caamaño, porque después de su misteriosa salida de Londres a finales de los años 60, adonde fue enviado como agregado militar tras la convulsa situación que originó la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA) en su país, Caamaño se refugió en Cuba. 

Aquí en la Isla, por espacio de varios años, se dedicó a preparar un grupo guerrillero para intentar derrocar el Gobierno de Joaquín Balaguer. A propósito, un presidente que había tenido una activa participación en la transición que siguió al fin de la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo, y al que ya casi ciego, todavía la ciudadanía le entregaba su voto para que continuara en la presidencia de la nación. 

Se dice que Caamaño, ya próximo a partir hacia las montañas dominicanas, había abrazado la ideología marxista-leninista. Una razón más para imaginar que contara con el total apoyo de las autoridades cubanas con vistas a llevar a cabo su labor insurreccional.  

Da la impresión de que ahora los castristas no desean recordar que fueron la retaguardia de la malograda aventura de Caamaño. Los que en estos tiempos pretenden hacerse pasar por pacifistas, quieren ocultar su pasado preñado de belicismo.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.




La renuncia de Fidel Castro: un golpe de Estado televisado

Osvaldo Dorticós Torrado junto a Fidel Castro

LA HABANA, Cuba. — El 16 de febrero de 1959, Fidel Castro asumió el cargo de primer ministro en sustitución de José Miró Cardona, quien había renunciado por desavenencias con el presidente Manuel Urrutia. Hasta ese momento, Castro —que 38 días antes había entrado en La Habana al frente del ejército guerrillero que derrocó al régimen de Batista— había dicho que no quería integrar el gobierno, sino fiscalizarlo en su condición de jefe de la Revolución, sin estar obligado a participar en actos oficiales.

Mostrándose reluctante y como si estuviera haciendo un gran sacrificio, la condición que impuso Fidel Castro para aceptar el cargo que le conferiría las facultades de jefe de gobierno fue seguir vistiendo el uniforme verde olivo y que le permitieran tener el control directo de la política general. Para ello, hubo que modificar el artículo 146 de la Ley Fundamental con la que el nuevo régimen sustituyó a la Constitución de 1940, que no fue restaurada como había prometido Castro durante la insurrección.

Luego de la modificación, el artículo 146 establecía: “Corresponderá al primer ministro dirigir la política general del gobierno, despachar con el presidente de la república los asuntos administrativos, y acompañado de los ministros, los propios de los respectivos departamentos”.

En el discurso durante la toma de posesión como primer ministro, Fidel Castro dijo: “Estaré aquí mientras cuente con la confianza del presidente de la república y mientras cuente con las facultades necesarias para asumir la responsabilidad de la tarea que se me ha impuesto. Estaré aquí mientras la máxima autoridad de la República —que es el presidente— lo estime pertinente o mi conciencia me diga que no soy útil. Está de más reafirmar mi respeto por la jerarquía, mi ausencia de ambiciones personales, mi lealtad a los principios, mi firme y profunda convicción democrática”.

Pero cuatro meses después Fidel Castro haría una de sus más pérfidas jugadas. En la mañana  del 17 de julio de 1959, el periódico Revolución, órgano del M-26-7, anunciaba en primera plana, con letras negras de cinco y media pulgadas que Castro renunciaba al cargo de primer ministro y adelantaba que en unas horas, en comparecencia televisiva, este explicaría los motivos de su decisión.

Esa noche, ante las cámaras de la CMQ, Fidel Castro dijo que su renuncia se debía a la imposibilidad de seguir ejerciendo el cargo debido a las dificultades con el presidente Urrutia. Esas dificultades a las que se refería Castro eran las denuncias del entonces mandatario contra la creciente infiltración comunista en el gobierno.

Fidel Castro, que había negado reiteradamente que fuera comunista, dijo sobre la actitud de Urrutia: “Estar promoviendo el fantasma del comunismo sin razón ni justificación alguna es estar promoviendo la agresión extranjera contra nuestro país”.

Haciendo derroche de histrionismo e hipocresía, soltó la siguiente parrafada para justificar su renuncia: “Quiero que el pueblo razone y me diga si en mi condición de primer ministro, sin renunciar, yo podía venir a hacer esta declaración aquí. Quiero que el pueblo me diga, honradamente, si creía que fuese el procedimiento correcto, después que todo esto se está tramando, después de las angustias que ha estado viviendo el país, de las campañas de calumnias, presentar una acusación que trajese como consecuencia la destitución del señor presidente, y que me presentasen a mí ante el mundo entero como un caudillo clásico quitando y poniendo presidentes de la república; que me diga si tenía otro procedimiento sino el procedimiento de renunciar para poder expresar al pueblo estos hechos”.

Fidel Castro sabía que teniendo de parte suya un abrumador y vocinglero apoyo popular y el mando de todas las fuerzas militares, a Urrutia no le quedaría otra alternativa que renunciar a la presidencia. Y efectivamente, antes de que terminara la comparecencia televisiva de Castro, se anunció la renuncia de Urrutia. Fue un golpe de Estado televisado.

Un par de horas después el Consejo de Ministros anunció que el nuevo presidente sería el abogado Osvaldo Dorticós Torrado.

Pero la payasada no había terminado. El nuevo presidente no aceptó la renuncia de Fidel Castro y el Consejo de Ministros le imploró que se mantuviera al frente de la jefatura del gobierno. No obstante, el Comandante se hizo de rogar durante nueve días, en los que, entre otras cosas, participó en un juego de pelota entre los equipos del Ejército Rebelde y de la Policía Militar y dirigió un simulacro de batalla naval en el Malecón habanero que consistió en el hundimiento de dos destartaladas embarcaciones y en el que poco faltó para que se estrellara un avión que rozó el mar con sus hélices.

No fue hasta el 26 de julio, durante una multitudinaria concentración en la Plaza Cívica, rebautizada Plaza de la Revolución, que Fidel Castro aceptó seguir al frente del gobierno para, según dijo, “obedecer la voluntad popular”.

Dorticós sería un peón, una figura decorativa hasta 1976, cuando, tras la institucionalización, Fidel Castro pasó a ocupar la presidencia de los Consejos de Estado y de Ministros. Tan dócil e insignificante fue Dorticós que lo apodaron el Compañero Cuchara, por aquello de que no cortaba ni pinchaba. Con la salud quebrantada, en medio de una crisis depresiva, se suicidó en 1983.




Cuba: de la revolución a la pesadilla

Fidel Castro

HARRISONBURG, Estados Unidos. — Una revisión objetiva de lo ocurrido en nuestro país desde 1959 hasta hoy revalida la conocida frase que asegura que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.

Si uso la frase “buenas intenciones” lo hago basándome en la existencia de documentos históricos firmados por Fidel Castro en su condición de máximo líder del “Movimiento 26 de Julio” y refrendados también por otros importantes líderes de la oposición contra Fulgencio Batista.

Quien haya leído esos documentos sabe que los fundamentos de esa Revolución que se gestó y desarrolló en las ciudades, las montañas e incluso dentro del propio ejército nacional, eran inequívocamente democráticos. Por su contenido puede medirse la magnitud de la traición de Fidel Castro.

A la luz de los acontecimientos ocurridos en Cuba durante más de seis décadas “La historia me absolverá” —cuya redacción definitiva fue hecha por Jorge Mañach— se ha vuelto un verdadero bumerán contra quienes detentan el poder y, sin dudas, en un documento subversivo. Ese calificativo también puede ser aplicado a numerosos discursos de Fidel Castro.

Hasta el golpe de Estado realizado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952 Cuba era una república con muchísima desigualdad social y corrupción; lo siguió siendo durante la dictadura batistiana, pero existían mecanismos para combatir esos males o al menos denunciarlos. Hoy, la desigualdad social, la corrupción, la inexistencia de una real administración de justicia y de un Estado de derecho, la represión a todo disenso y las carencias materiales debido al fracaso económico de los comunistas han alcanzado niveles nunca antes vistos en toda la historia del país.

Cuando la guerrilla logró consolidarse en la Sierra Maestra y extenderse al occidente del país debido a la reiterada incapacidad del ejército nacional, Fidel Castro comenzó a capitalizar el poder. Entonces, lo que fue una revolución conformada por fuerzas heterogéneas de fuerte raigambre democrática derivó en una nueva dictadura donde quienes menos respaldo político tenían entre el pueblo terminaron imponiendo una doctrina cuyos peligros fueron advertidos genialmente por José Martí, Ignacio Agramonte y otros patriotas.

Se suponía que el triunfo de la Revolución daría paso a la formación de un gobierno provisional encargado de restablecer las estructuras democráticas, la Constitución de 1940 y convocar a elecciones libres y multipartidistas, pero eso no ocurrió y es la principal desnaturalización del proceso político liderado por el biranense, porque toda revolución se dirige hacia un acto fundacional incluyente, no hacia la reproducción de las causas que le dieron origen. En una revolución genuina, destinada realmente a empoderar al pueblo y no a garantizar con eufemismos la entronización de una casta, tienen que cumplirse, con su triunfo, las promesas que le dieron origen. Eso tampoco ocurrió con la cubana, aunque, para ser justos, con ninguna de las que derivaron hacia sistemas verticalistas de gobierno. De ese juicio solo se salvan, ¡vaya congruencias de la historia!, las revoluciones burguesas, siendo un nítido ejemplo las de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos de América.

Hoy, 64 años después de aquella presunta luminosidad del primero de enero de 1959, en Cuba existen las mismas condiciones que potenciaron el desencadenamiento de aquella revolución.

Porque una revolución, para que resulte exitosa, tiene que mostrar resultados concretos que demuestren la validez de sus acciones y, en el caso de Cuba, los éxitos obtenidos en la educación, la salud, la ciencia y el deporte no surgieron como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas internas sino, sobre todo, por el inmenso apoyo financiero que recibió de la antigua Unión Soviética y de los países del campo socialista. Fidel Castro quiso “independizarse” de la influencia económica de Estados Unidos y terminó dependiendo de economías inferiores en cuanto a crecimiento y calidad de sus productos.

Y si bien no puede hablarse de una prosperidad creciente, porque problemas como el transporte, la alimentación y hasta el libre acceso a la educación según los méritos personales nunca fueron resueltos, al menos se vivía con cierto sosiego —siempre y cuando “no te metieras en política”— hasta la desaparición del bloque socialista.

Al desaparecer esa comunidad política y persistir el castrismo en la reproducción de métodos de probada ineficacia, los supuestos éxitos comenzaron a declinar de forma indetenible desde el llamado “período especial” hasta llegar a este aniversario 64 donde la miseria, el escapismo y la represión son sus características principales.

Si la retórica del castrismo fuera capaz de producir satisfacción no habría problemas. Pero esa presunta panacea de justicia social, prosperidad y democracia de la que tanto hablan los continuistas liderados por Miguel Díaz Canel Bermúdez solo existe en sus discursos abundantes en coprofagia, donde, sin un mínimo de vergüenza, se burlan públicamente de sus leyes y de lo que hacen, algo que en un país democrático sería causa suficiente para una renuncia o un juicio político.

El proceso que un día fue proclamado por Fidel Castro como “la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes” se ha encargado de autoaniquilarse. No hace falta una invasión extranjera ni otra revolución para demostrarlo, él mismo se ha aniquilado por su incapacidad económica y sus injusticias.

Si en Cuba se afianza un profundo pensamiento anticomunista ello se debe, ante todo, a la incapacidad de quienes un día nos hablaron de muchos sueños y terminaron convirtiendo nuestras vidas en una atroz pesadilla. Y encima, como si el pueblo fuera bobo, siguen encomiando al sistema.

Esa, no otra, es la realidad de nuestra patria este nuevo primero de enero.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




La tercera edad de la Revolución Cubana

Revolución Cubana

LA HABANA, Cuba. – La Revolución Cubana es una anciana achacosa como la población que va quedando abandonada por los más jóvenes en la huida para no ser devorados. A punto de cumplir 64 años el próximo 1ro. de enero, debería estar preparando su jubilación para disfrutar de las riquezas creadas en el esplendoroso archipiélago bañado por las aguas del mar Caribe. Pero lo cierto es que pasados los días feriados se volverá a la dura realidad inmovilista, las consignas con vocabulario errático y la pérdida de credibilidad.  

Al denominar 2023 como “Año 65 de la Revolución”, poco de aquel país próspero queda por destruir, y los caballeros andantes continuadores imponen a sus huestes emprender las batallas contra los molinos de viento a fuerza de medidas, decretos-leyes, reglamentos, hambre, miseria, enfermedades, pérdida de valores morales y éticos, robo, corrupción y represión. La eliminación de los apagones de entre 12 y 18 horas que se había comprometido aliviar antes de fin de año aparece como una victoria del gobernante Miguel Díaz-Canel, resultado de su periplo por Argelia, Turquía, Rusia y China. 

En la era de la “resistencia creativa”, la ciencia, la investigación y la innovación, los niños cubanos después de los siete años van a la escuela sin desayunar, no hay medicamentos, los enfermos crónicos y los ancianos no pueden comprar las cuotas de dos libras de leche en polvo al mes, y el arroz racionado llegará en enero gracias a las 7500 toneladas donadas por Viet Nam. 

Las ventas de pollo importado ―fundamentalmente de Estados Unidos―, aceite y detergente disminuyen y se espacian; mientras los métodos de comercialización varían según la imaginación de los directivos locales. Los jabones de lavar son para niños pequeños y mayores de 65 años (como la Revolución). En la capital cubana, el Grupo Temporal de Trabajo del Gobierno Provincial ha alertado sobre el incremento de los casos de COVID-19, dengue y otras enfermedades respiratorias, y ha llamado a incrementar las medidas de seguridad y responsabilidad. 

Mientras tanto, la basura se desborda en las esquinas por rotura de los camiones recolectores, falta de personal y combustible. Es poca la oferta de pan “liberado”; han anunciado esfuerzos para vender comestibles durante las festividades de fin de año; circulan apenas 289 ómnibus ―el 32% del mínimo requerido― y son larguísimas las colas para abastecerse de gasolina. En el resto del país, el Gobierno ha descargado la responsabilidad sobre los ejecutivos municipales.  

El azúcar no se puede producir porque no hay caña. Ya no se pueden aducir la sequía, las inundaciones o los ciclones para justificar la debacle. Sencillamente Fidel Castro, auxiliado por Ulises Rosales del Toro, desmontó centrales y campos de gramínea para supuestamente plantar viandas, frijoles, hortalizas y árboles frutales, y así despobló los campos y bateyes. Ahora tampoco hay fuerza de trabajo calificada, obreros ni campesinos.

Resulta que la empresa AZCUBA decidió sembrar, en lugar de caña, cultivos de ciclo corto y criar pequeños animales para alimentar a sus trabajadores y familiares. Dicha iniciativa coincidió con la reducción de los combustibles y financiamientos procedentes de Venezuela, la falta de liquidez y las deudas, que han impedido continuar las importaciones de alimentos, equipos, fertilizantes e insumos en general, necesarios para producir y exportar. 

El recrudecimiento del embargo por el expresidente Donald Trump y el aislamiento internacional debido a la pandemia de COVID-19 causaron la debacle del turismo, que debía haber sido la locomotora de la economía cubana. También se ejecutó la demencial construcción de hoteles en detrimento de inversiones en las obsoletas fábricas y las centrales eléctricas.

La grave situación de la agricultura, la ineficacia de las medidas adoptadas y la pérdida de credibilidad de las autoridades se han hecho evidentes en la provincia de Ciego de Ávila, donde por más de tres meses se adeudaron importantes sumas a los ganaderos del municipio Majagua. Tal incumplimiento pone en jaque los planes productivos, pues solo se ha podido contratar el 33% de la leche para 2023, según afirmó Osvaldo Morales, director del Lácteo en la provincia.  

El asunto se ha complejizado a ribetes inconcebibles, expresó el funcionario al periódico Invasor: “Desde ganaderos que se han levantado y se han ido, otros que no han asistido a la convocatoria en su base productiva, hasta quienes han planteado de antemano, con total naturalidad, pagarle a la industria 10 pesos por cada litro no entregado ―tal y como se indemniza el incumplimiento en la política de comercialización― para poder disponer de la producción”. 

Los escasos recursos financieros se dedicaron a las investigaciones, la producción de las vacunas y el control de la pandemia. Las deudas se acumularon; apenas se pudo importar o reexportar petróleo, y la mayor parte de las actividades productivas se paralizaron.  

Para crear la tormenta perfecta, el 1 de enero de 2021 se impuso la “Tarea Ordenamiento”, supuestamente con el objetivo de unificar las monedas y las tasas de cambio, elevar los deprimidos salarios y pensiones, y lograr eficiencia en las empresas estatales. Sin embargo, al incrementarse los precios ocurrió una cadena de alzas sin que los ajustes realizados por el Gobierno compensaran los costos de los productores. A la par se ampliaron los precios topados de los productos agrícolas, y se incrementaron las cadenas de impagos. 

La “Tarea Ordenamiento” se estudió durante 10 años y ha pasado a la historia cubana como el empuje decisivo hacia el precipicio. Quienes se sacrificaron durante un decenio para disfrutar el vergel en la vejez, hoy no tienen pesos para afrontar la inflación, y solo si reciben remesas pueden sobrevivir dignamente.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




Nombres de los años en Cuba: una confesión tácita del fracaso castrista

Año 65 de la Revolución

LA HABANA, Cuba. – En días pasados culminó en La Habana, sin penas ni glorias, la reunión de turno de la “Asamblea Nacional del Poder Popular” (ANPP). Uno de sus acuerdos intrascendentes fue el de asignar el nombre oficial que tendrá en Cuba el año que comenzará en menos de dos semanas. Tampoco en este punto hubo sorpresas: Los diputados acordaron —por unanimidad, ¡no faltaba más!— darle el nombre de “Año 65 de la Revolución”.

Pero conviene recordar que no siempre primó esta práctica de limitarse, con ocasión de esos bautizos oficiales, a contar el tiempo decursado desde la trepa al poder de los castristas u otro suceso cualquiera. Sobre todo en los años iniciales del “Proceso”, esos nombres permiten que hagamos un inventario de las ilusiones sembradas desde el poder y frustradas, los engaños y los estruendosos fracasos de eso que “Esta Gente” se empeña en seguir llamando “Revolución”.

La costumbre quedó implantada en el mismo año de 1959, el cual quedó bautizado como el “de la Liberación”. A raíz de la caída del gobierno autoritario de Fulgencio Batista, de inicio la denominación pareció acertada y justa. Hoy, al ver la deriva totalitaria que de inmediato comenzó a adoptar el castrismo, el nombre nos parece un claro engaño y aun una burla al pueblo cubano.

1960 fue nombrado como “Año de la Reforma Agraria”. Radio Rebelde comenta: “En ese año Cuba promulgó la Ley de Reforma Agraria que entregó la tierra a los campesinos que la trabajaban”. ¡Es increíble que, al cabo de más de medio siglo, sigan repitiendo esa mentira flagrante! Para constatar el grosero engaño que hace la propaganda comunista al respecto, basta leer las estadísticas sobre propiedad agraria que elabora el mismo régimen cubano. Según ellas, ¡la parte del león de las tierras arables pertenece al Gobierno, y no a los agricultores!

1961 fue el “Año de la Educación”. Es cierto que, gracias al esfuerzo realizado por cientos de miles de jóvenes alfabetizadores de aquella época en que aún subsistían las ilusiones, se elevó notablemente el porcentaje de los cubanos que sabían leer y escribir, aunque es falso que se haya eliminado por completo el analfabetismo. Conviene recordar aquí que, debido a la proliferación de los fusilamientos perpetrados por el régimen contra los que se le oponían, ese año recibió otro sobrenombre más macabro: “Año del Paredón”.

A partir del primero de enero del año siguiente, y hasta 1966, el fundador del castrismo dio rienda suelta a su fantasiosa imaginación, y los distintos años fueron bautizados con los problemas que —se suponía— serían enfrentados y resueltos durante cada uno de ellos: “la Planificación”, “la Organización”, “la Economía”, “la Agricultura” y “la Solidaridad” fueron esos temas.

Aquí resulta oportuno hacer unos comentarios sobre esos títulos pretensiosos. De la llamada “planificación socialista”, lo único que cabe señalar es la elaboración, uno tras otro, de ambiciosos planes cuyo destino predominante es el de ser incumplidos. Fue justamente eso lo que se constató hace unos días durante la reciente sesión ordinaria de la ANPP. Aunque ello no impidió que para 2023 se aprobara otro nuevo plan, cuyo único destino previsible es el mismo del que lo precedió…

Sobre el “Año de la Organización” (1963) cabe comentar que ya habían decursado cuatro años de régimen de facto (duración que era la de los gobiernos electos en la Cuba democrática). Cambiada la promesa inicial del “Comandante en Jefe” de celebrar elecciones en un plazo breve, la ciudadanía tendría que esperar casi un decenio y medio para participar en una especie de elecciones, pero aun así sin organización.

Con respecto a los años de “la Economía” (1964) y “la Agricultura” (1965), no hace falta extenderse demasiado. Abundar en el tema resultaría un ejercicio baldío a la luz de la situación francamente catastrófica que ahora mismo, ¡más de medio siglo más tarde!, presentan esas dos facetas de la vida nacional. ¿Qué decir entonces de lo que, supuestamente, iba a lograrse en aquellos períodos ya lejanos!

Tras un lustro de dar a los años esos nombres pretensiosos e injustificados, se impuso un poco de cordura. Como ya dije, para 1966 se escogió el sobrenombre de “Año de la Solidaridad”. Se aludía de ese modo a los vínculos internacionales del castrismo, un tema menos concreto, menos apropiado para dar lugar a posibles denuncias sobre incumplimientos o engaños.

Continuando con esa práctica de emplear denominaciones menos ambiciosas, se pasó al tema de las hipotéticas heroicidades de los comunistas criollos o de sus aliados. Así 1967 quedó como “Año del Viet-Nam Heroico”; y 1968, como el del “Guerrillero Heroico”. Esto último en alusión a la eliminación del rosarino Ernesto Guevara, partícipe destacado en los fusilamientos de gran número de cubanos y en la desarticulación de la economía nacional.

En previsión de lo que el cerebro afiebrado del “Máximo Líder” había diseñado como la supuesta hazaña productiva que habría de “sacar a Cuba del subdesarrollo”, los dos años siguientes fueron bautizados como los del “Esfuerzo Decisivo” (1969, al que algunos anticomunistas graciosos, en vista de la carestía rampante, llamaron “del Esfuerzo de Si Vivo”) y “de los Diez Millones” (1970).

Aquí conviene aclarar que aunque el último mencionado sería cuando se realizaría la supuesta zafra suprema, en realidad esta comenzó a mediados del año precedente. El imaginativo “Máximo Líder”, para asegurarse de alcanzar esa cifra mágica de toneladas de azúcar, ordenó empezar a moler caña en el verano de 1969, sin que importaran los irrisorios recobrados (porcentajes de azúcar) que se alcanzaban en esos meses de canícula tropical.

Ya sabemos que, a pesar de esos “forros” y de haber puesto al país completo en función del logro de los dichosos “Diez Millones” de toneladas de azúcar, el descabellado plan (¡uno más!) terminó en un estruendoso fracaso. Como de costumbre, se buscó una salida facilona en el blablablá comunista: Fue entonces que surgió lo de “convertir el revés en victoria”… 

A pesar del rotundo fracaso, para los dos años siguientes se volvió a recurrir a las consignas pretensiosas e irrealizables. Fue así que 1971 quedó como “Año de la Productividad”; y 1972, como el de “la Emulación Socialista”. Más retórica comunista. La productividad anda por los suelos (¡no puede ser de otra forma cuando los mismos reportajes de la televisión oficial nos muestran a los trabajadores llenando cajas a mano!) y la “emulación socialista” no ha conducido a ninguna parte.

Y pare usted de contar. A partir de 1973, en la denominación de cada año se ha utilizado el número de años decursado desde un acontecimiento que reviste importancia para el régimen. O la celebración, durante él, de algún evento relevante. La única excepción sería 2006 (“Año de la Revolución Energética en Cuba”). Se trató de otra ocurrencia castrista que le parecía harto prometedora a su autor, pero terminó en un nuevo fiasco.

En resumen: este asunto de los sobrenombres asignados en la Isla a los distintos años pone de manifiesto —creo— que el castrismo lleva ya muchos años de capa caída.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




Sabina y la Revolución cubana: “Como Te Digo una ´Co´ Te Digo la ´O´”

Joaquín Sabina y Fidel Castro

MIAMI, Estados Unidos. — El vínculo de amor-odio de Joaquín Sabina con la Revolución cubana parece no tener fin. El último episodio se produjo recientemente, cuando el cantautor aseguró que el proceso cubano había sido un fracaso.

“Estoy muy cabreado. Y cabreado también con el demoledor fracaso de todas las revoluciones del siglo XX. Fui amigo de la revolución cubana y de Fidel Castro. Pero ya no lo soy, no puedo serlo”, dijo Sabina en entrevista ofrecida al diario El Mundo.

Sin embargo, no siempre fue así. Hubo un tiempo en que Sabina iba con cierta frecuencia a La Habana. Allí llegó a encontrarse hasta en dos ocasiones con Fidel Castro, a quien le dedicó más de un verso de canción, como mismo hiciera con el Che Guevara y con Diego Armando Maradona, otros dos referentes del reconocido cantautor.

En Postal de La Habana, uno de los temas de su disco Yo, mí, me, contigo, Sabina habla de Al Capone y Fidel Castro, como metáfora de la Cuba que fue y la que terminaría siendo de la mano del mandamás cubano. 

“Y en este hotel tocó Benny Moré

La noche que Al Capone

Perdió los pantalones

A la ruleta rusa con Fidel”

 En la extensa discografía de Sabina abundan las referencias a Cuba y los cubanos. En Como te digo una Co te digo la O, de 19 días y 500 noches, hay varias de ellas.

 

¿Que si nos gustó

La habana? Hija mía

¿No nos va a gustar?

A uno la reciben

Con ese caribe

Y ese malecón

¿Y la gente?

Legal, supermaja

No sé, diferente

Y eso que el dichoso bloqueo

Los dejó, no digo que feos

Porque feos no son

Y hasta el más negrito

Tiene educación

Pero, pobrecitos

Flaquitos, flaquitos

Y sin libertad

Que tengan la culpa Clinton o Fidel

A mí, mire usted

Lo mismo me da

Más allá de sus canciones, hasta hace algunos años Sabina nunca escondió su admiración por Fidel Castro y su régimen.

“Ha habido dos encuentros con Fidel Castro, uno muy largo y otro más largo… mitómano como soy, pasar cinco o seis horas con él me encantó… en distancias cortas nadie se le resiste, Cuba sigue en mi corazón para bien y para mal… y no tengo más que decir”, dijo el cantautor en alguna ocasión.

Ciertamente, ese discurso se ha ido moldeando con el paso de los años, como si la ausencia de Fidel, primero durante su convalecencia y luego con su muerte, hubiesen hecho mella en el amor de Sabina por la Revolución.

“Para mí, Cuba fue la luz de esperanza más importante que se encendió en Latinoamérica y tal vez en el mundo, en el Siglo XX. Los primeros 20 o 25 años fueron de una ejemplaridad absoluta, y ahora creo que ha envejecido un poco, como todas las cosas en la vida, porque los sueños también envejecen. Pero mi corazón sigue siendo muy cubano y estoy seguro de que aquel fuego que encendió la Revolución cubana, renacerá y ya jamás se apagará”, dijo el artista en 2012 a la revista argentina La Garganta Poderosa.

Ya en 2014, en declaraciones vía telefónica a El Nuevo Herald, Sabina admitió la catastrófica situación en que se encontraba el país caribeño.

“Yo amo mucho esa isla, menos que los exiliados cubanos que la aman más que yo, pero la amo mucho y vivo todas las contradicciones que vive esa isla, que últimamente está siendo algo muy parecido a un tremendo fracaso histórico”, subrayó.

“Vamos con mucha adrenalina y entusiasmo, con ganas de dar un concierto que sea una panorámica de nuestro trabajo y sabiendo que va a haber un grupo de cubanos con pancartas en la puerta (…) Esto me ha traído problemas en el pasado y me los va a traer con lo que te estoy diciendo ahora”, indicó Sabina a El Nuevo Herald sobre el concierto que ofrecería en Miami en aquella ocasión.

En la entrevista dijo también estar consciente que durante sus visitas a Cuba era tratado como “un turista privilegiado y no como un cubano que sufriera y soportara la dictadura cubana”.

Años antes, en 2010, durante la gira del disco Vinagre y Rosas, al ser preguntado por Cuba, Sabina dejó claro que no firmaría ningún documento contra la situación en la Isla mientras Estados Unidos mantuviese “la prisión de Guantánamo y el bloqueo económico”.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




Joaquín Sabina habla sobre Cuba: “Ya no puedo ser amigo de la revolución”

Joaquín Sabina, Cuba, Revolución cubana

MIAMI, Estados Unidos. — El cantautor español Joaquín Sabina aseguró al diario español El Mundo que ya no se considera amigo de la revolución cubana, con la que simpatizó por varias décadas.

En entrevista ofrecida a ese medio a propósito del estreno del documental El siglo XXI me toca los cojones —del realizador español Fernando León de Aranoa— Sabina aseguró que todas las revoluciones del pasado siglo han sido un fracaso, y que la cubana no es la excepción.

“Estoy muy cabreado. Y cabreado también con el demoledor fracaso de todas las revoluciones del siglo XX. Fui amigo de la revolución cubana y de Fidel Castro. Pero ya no lo soy, no puedo serlo”, dijo.

En ese sentido, el autor de 19 días y 500 noches dejó claro que apoyaba a los cubanos que salen a la calle a protestar y también de aquellos que han partido al exilio.

“Ahora estoy del lado de los que se manifiestan y de los que se exilian de la Isla. Los que hemos sido de izquierdas tenemos la responsabilidad de decir la verdad ante algunos desastres de la izquierda”, expresó el cantautor.

Sabina, de 73 años, también habló del gobernante nicaragüense Daniel Ortega, al que criticó por haber traicionado a su país.

“Me indigna la traición de Daniel Ortega a Nicaragua. Esto es algo de lo que no puedo hablar sin cagarme en la puta madre de los responsables de la infamia, de la traición”, sostuvo el afamado artista español.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




Cuba: ¿Palos por apolítico y palos por político?

Intelectuales, Fidel Castro, Cuba, político, apolítico

MIAMI, Estados Unidos. – La Cuba posterior a 1959 tiene una historia extremadamente monótona. Todo se reduce a las maniobras de permanencia en el poder de los jefes del Movimiento 26 de Julio y de aquellos que se ganaron sus favores. De tal suerte, la historia y función principal de las instituciones (culturales, educativas, bancarias, financieras, etc.) y de las organizaciones (gubernamentales y no gubernamentales), así como de la sociedad toda ha sido la defensa de la Revolución. Obviamente, ellos son la Revolución y también son el Estado.

En los primeros años del triunfo castrista, en Cuba se podía apreciar una maratón de lealtad en la que todo el mundo se decía ser revolucionario. En este ambiente de fanatismo generalizado se fue propagando el marxismo. Ya no bastaba con ser revolucionario, también había que ser marxista. En 1961, Fidel Castro declaró públicamente el carácter socialista de la Revolución que encabezaba. A partir de ahí quedó certificado el camino del socialismo marxista o comunismo. La evolución de revolucionarios a comunistas estuvo acompañada de la politización pura y dura del ciudadano. Todos debían ser políticamente activos y por política se entendía la ideología revolucionaria: el marxismo. 

Lógicamente, la cacería de brujas dirigida contra los “apolíticos” no se hizo esperar. Quien era apolítico, quien no mostraba interés por la política, el apático ―también así llamado―, no se consideraba comprometido con la Revolución, era en la práctica un no revolucionario. Gente así terminó por labrarse un destino fatal. La mayoría del pueblo y de la intelectualidad, en cambio, se comprometió, se enredó y colaboró de una manera u otra con la política revolucionaria. Recuerdo haberme ganado el San Benito de “El teórico” en la Universidad de La Habana. Era la nueva manera que tenían de estigmatizar a los políticamente incorrectos, herederos de la apatía política de antaño. 

Pasados los años y bajo nuevas circunstancias, se experimentó una pérdida paulatina de interés en la política que alcanzó incluso a muchos militantes de fila del PCC. Fue entonces cuando el régimen de La Habana decidió virar la tortilla y comenzar a perseguir y hostigar a los políticamente radicales dentro y fuera de la Isla. Si antes por “política” se entendía” la ideología oficial del Estado revolucionario, ahora la palabra se llenaba subrepticiamente de otro sentido. Por “política” comenzó a entenderse la actividad de la derecha anticastrista, particularmente en el exterior. Así de simple, los revolucionarios cambiaron del bando de los politizados al de los apolíticos sin el menor reparo.

Y cabe destacar que en ambas etapas del desarrollo de estas políticas de supervivencia revolucionaria un lugar destacado lo ocupó y todavía ocupa el sector académico-artístico-intelectual, que resumiré con la palabra “intelectuales”. Fueron los intelectuales la vanguardia de la politización de la sociedad cubana y son ellos ahora, una vez más, las puntas de lanza de la despolitización. Ahora el régimen comunista entiende que mejor se vende al mundo a la manera del oxímoron del socialismo democrático, velador de los valores de la izquierda internacional. En correspondencia con ello se presenta inclusivo y abierto al diálogo a los ojos de los incautos.

En esta nueva oleada autoapologética sus intelectuales ―hoy globalizados bajo la sombrilla de la oposición leal― siguen siendo sus mejores fichas. Todo indica que el régimen de La Habana tiene como objetivo priorizado un lavado de imagen y el desmantelamiento de los proyectos de derecha (los verdaderamente anticastristas) que cargan ahora con el estigma tanto de “politizados” como de “politizadores”. Esta es la razón por la cual parece una insultante incongruencia eso de reprimir durante décadas a los apolíticos para terminar abogando por ser apolítico y comenzar a reprimir a los politizadores. En realidad, no hay tal incongruencia. El principio fascista que rige la Revolución y que Fidel enunciara por primera vez justo en presencia de la intelectualidad cubana sigue vigente: “Dentro de la Revolución todo; contra la Revolución nada, ningún derecho”. 

Lo que ha sucedido y sigue sucediendo es que se ha venido ampliando el concepto “dentro de la Revolución” con el propósito de incluir y diluir hostilidades asimilables. Desde el punto de vista de la intelectualidad apologética sí que cabe hablar de incongruencias y falsedades. Un buen ejemplo, para terminar, sería el caso del opositor leal Yunior García Aguilera. De adolescente fue Testigo de Jehová y, por tanto, apolítico desafecto. Luego se bajó de la religión y tomó el camino del interés por la política cuando apenas la Revolución lo necesitaba. Y todo para terminar siendo opositor leal y dialoguero, enemigo de los politizadores de la derecha anticastrista. En otras palabras, terminó siendo un apolítico afecto. Si se bajó de la religión para oponerse frontalmente al régimen, lo que en realidad hizo fue involucionar como opositor.

En resumen, podemos decir que que tanto el posicionamiento como la narrativa misma de la despolitización (que es la del diálogo) de la oposición leal (de raíz intelectualoide), tanto dentro como fuera de Cuba, son una continuidad del principio rector de la Revolución que, ajustado las circunstancias actuales, ha ampliado el concepto “dentro de la Revolución”, solo que de manera engañosa, como no puede ser de otro modo tratándose de un principio fascista totalitario. Dentro de la Revolución caben ahora los dialogueros y todos aquellos que ―sin ser necesariamente comunistas militantes― aboguen por la colaboración con la dictadura cubana. Ejemplos sobran.

Fidel identificó ―al mejor estilo fascista, nazi y comunista― el Estado con su movimiento (la Revolución). Las nuevas hornadas intelectuales de la oposición leal parecen no entender que un Estado socialista (sea fascista, nazi o comunista) nunca será inclusivo ni abierto al diálogo más que con aquellos que previamente se conviertan a su religión totalitaria o la justifiquen al menos ante sus verdaderos enemigos. Ya lo dijo el Duce: “Todo dentro del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.