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Redadas contra revendedores y coleros: mal remedio contra la escasez

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LA HABANA, Cuba. — Desde hace meses los cubanos se quejaban de la desmedida alza del precio de los alimentos y de la pasividad del gobierno, que se limitaba a predicar contra la avaricia y el acaparamiento, hacer llamados a la conciencia  y a pedir “pensar como país”. Pero luego que las autoridades se decidieran a actuar y desataran una feroz batalla contra los coleros y los revendedores, a quienes culpan del problema, las quejas han aumentado.

Las redadas de policías e inspectores  y las multas y decomisos de mercancías a los vendedores, incluso a los que tienen licencia, lejos de hacer que bajen los precios han empeorado la escasez. Como mismo pasó cuando el Estado intentó los contraproducentes topes de precios, han desaparecido muchos  productos que ya estaban en falta. Cuando aparecen, ofertados de forma subrepticia, es a mucho mayor precio.

Sucede con el pan, por ejemplo. Antes de que se iniciaran las redadas, los vendedores callejeros vendían la bolsa con nueve panes a 150 pesos. Ahora, los que se atreven a salir a la calle, pregonando casi en susurros, cuidándose de que no los detecte la policía, venden la bolsa con ocho panes, más pequeños y de peor calidad, en 180 y hasta 200 pesos. Así, comer pan se ha vuelto un lujo en Cuba.

En las tarimas de los puestos, muchos productos agrícolas han desaparecido. O los venden a escondidas, a mayor precio, sin que aparezcan anotados en las tablillas. Un mazo de cebollas no baja de los 120 pesos. Una libra de tomates o de pimientos cuesta 250 pesos. Los vendedores, en un porfiado pulseo con las autoridades, dicen que pierden si bajan el precio y que, antes que perder, prefieren entonces no venderlos, aunque se les pudran las cebollas, los tomates y los ajíes, almacenados o en el campo.

Se confirma una vez más una percepción generalizada desde hace mucho entre la población: cada vez que este régimen anuncia que se propone resolver un problema, lo que hace es agravarlo más.

¿Qué van a solucionar? Los mandamases de la continuidad castrista, pese a que fracasan una y otra vez, no acaban de convencerse de que sus fórmulas estatistas no funcionan ni funcionarán jamás. En vez de decidirse a destrabar totalmente y de una vez las fuerzas productivas, mantienen su apuesta por priorizar a las improductivas empresas estatales, a las que ahora enyuntan las mipymes, ese engendro mediatizado y condenado al fracaso desde su misma concepción antinatural.

Los mandamases se enredan y disparatan en sus intentos de implementar un capitalismo de Estado militarista mientras invocan un marxismo mal aprendido y peor aplicado. En las trabas que ponen al emprendimiento privado sin interferencia ni tutela estatal parecen poseídos por el espíritu de Fidel Castro durante la nefasta Ofensiva Revolucionaria de 1968.

Todo quieren resolverlo a base de represión y de implantar controles más férreos. Pero la represión no va a contener la inflación. Por el contrario, la está aumentando al crear más escasez y hacer que los vendedores cobren por el riesgo al que se exponen de ser multados o de que les decomisen las mercancías.

Tampoco lograrán acabar con la corrupción: ni con la de los burócratas de los ministerios ni con la más modesta de los policías que se dejan sobornar a cambio de hacerse de la vista gorda con las ilegalidades ni con la de los encargados de organizar las colas y los empleados y empleadas de las tiendas, para los cuales será necesario un ejército de inspectores que los vigile y evite el trapicheo de lo que roban al Estado.

Los coleros y revendedores no son la causa de la escasez, sino su consecuencia. Tampoco son culpables de la inflación, que fue originada por la Tarea Ordenamiento, un disparate antieconómico implementado en el peor momento posible y del que se sabía que nada bueno se podía derivar.

De nada servirá al régimen la reedición de los métodos bolcheviques del comunismo de guerra. Solo conseguirá hacer mayor aún la miseria de los cubanos y su rechazo a los abusivos mandamases continuistas.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Detienen a más de 30 revendedores en feria de 100 y Boyeros

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MADRID, España.- Un operativo organizado por el Ministerio del Interior (MININT) arrestó este jueves a más de 30 personas que revendían productos de primera necesidad en la “Feria de 100 y Boyeros”, en La Habana.

Según publicó “La Página de Mauro Torres”, un perfil de la Seguridad del Estado en Facebook, estas personas revendían cartones de huevo a 2 000 mil pesos, paquetes de pollo a 500 pesos, entre otros.

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“Testigos del acontecimiento refieren que la policía y el DTI llegaron bien temprano, y de un momento a otro, comenzaron a llevarse a todos los revendedores que siempre andan por la zona”, se lee en la publicación.

Así como indica que el operativo llegó hasta una casa cercana a la feria, donde decomisaron un frezzer “cargado de paquetes de pollo y picadillo”.

Según la Seguridad del Estado, “este tipo de operativos que se desarrolla en Cuba gozan de respaldo popular porque se trata de personas que lucran con la necesidad ajena, y en circunstancias como estas, es más duro todavía, pues intentan sacarle más de diez veces el valor de lo que cuesta un producto”.

“Los revendedores son unos abusadores, ¿pero quién tiene la culpa de que esto suceda? ¿De dónde salen los productos en esa magnitud? ¿En verdad son los revendedores? Ahora le meten todo el peso de la ley y siguen pagando justos por pecadores”, comentó Elina Mendoza.

Mientras que Lázaro L Camaraza Rodrígues cuestionó: ¿Por qué no hacen el operativo con los jefes de donde sacan esos productos que son las TRD, CIMEX y todos sabemos a quién pertenecen”.

“Acaben de poner los productos en las carnicerías y bodegas en el ciclo que sea y se acabará la corrupción existente en esos lugares y en el combinado de huevos”, agregó.

El régimen cubano, incapaz de solucionar la crisis económica, durante los últimos años ha culpado a los revendedores por el desabastecimiento del país.

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Joven cubano: “Tendré que ir a pescar al río y comer lo que aparezca”

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MIAMI, Estados Unidos.- El pasado 25 de septiembre agentes de la policía cubana y una inspectora estatal detuvieron al cubano Lenier Matos y lo multaron con 2 000 pesos por vender mercancía para la que no tenía la patente correspondiente, sin embargo, el joven asegura que las autoridades le han negado en varias ocasiones la posibilidad de trabajar.

Según contó Matos a las cámaras de Palenque Visión, además de la multa los funcionarios del régimen le decomisaron todos los artículos de aseo personal que estaba vendiendo.

“Me dijeron que era venta ilícita y que tenían que decomisarme la mercancía. Les dije que entonces me estaban mandado a robar, y yo no quiero ir preso de nuevo, porque yo estoy sancionado, cumpliendo. Salí de la prisión, pero tengo que defenderme poco a poco, salir adelante, tengo un niño, una mujer”.

Cuando fue multado, Lenier Matos estaba vendiendo artículos que el gobierno dice que no tiene porque no sacan en las tiendas. “Champú, desodorante, maquinitas de afeitar, detergente, cepillos, pasta de dientes”.

Según el hombre, “lo que pasa es que quieren vivir a costilla de la gente, porque no se conformaron con la multa, me decomisaron la mercancía”. Además, lamentó, “tengo que pagar un dinero que no tengo y no sé de dónde voy a sacar. Tendré que ir a pescar al río y comer lo que aparezca”.

Hace unos meses “fui al Ministerio del Trabajo a sacar una patente y me dieron la explicación de la COVID-19. Lo entendí, pero estoy cansado de buscar trabajo y nada. Me dijeron que en comunales había una plaza, fui y me dijeron que no”.

Lenier se siente devastado porque si no paga la multa será revocado a la prisión. “No nos dan libertad, esto es violación de derechos, deberían dejarnos vender, menos robar. Te tronchan el futuro. Si yo estoy vendiendo un producto que no es robado, que fue comprado en la tienda, por qué tienen que quitármelo y meterme una multa”, sentenció.

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Revendedores: Alza de precios en el mercado negro se debe a la dolarización

Santiagueros hacen cola para entrar a la tienda La Plaza (Foto: José Daniel Ferrer / Twitter)

SANTIAGO DE CUBA. – Con la apertura de las nuevas tiendas en moneda libremente convertible (MLC) no solo han perdido los cubanos de a pie que no tienen dólares para comprar, sino también los que acudían al mercado negro para adquirir productos de primera necesidad.

Desde el pasado 20 de julio, cuando fueron dispuestos 72 establecimientos para la venta minorista en MLC, se han disparado los precios de alimentos y productos de aseo personal en el mercado informal.

En Santiago de Cuba, por ejemplo, el mercado La Plaza fue habilitado para la venta de dichos artículos, mediante el uso de tarjetas magnéticas con fondos en USD u otras divisas. 

Desde su inauguración, los revendedores de siempre se han mantenido comprando artículos por grandes cantidades para luego ofertarlos a mayores precios en el mercado negro. En este caso, se benefician de que en las tiendas en MLC no limitan la cantidad de artículos que puede adquirir un solo cliente, como en el caso de los establecimientos en CUC y moneda nacional.

Aunque la práctica de los revendedores es común en Cuba, ahora llama la atención más que nunca el costo excesivo de la mayoría de los productos. Según algunos “merolicos” consultados por CubaNet, el alza de los precios depende de diferentes factores externos que han aparecido luego de la dolarización parcial de la economía cubana.

Entre los entrevistados está Maryuris*, de 33 años, quien reside en Santiago de Cuba y actualmente se dedica a revender en el mercado negro los artículos que adquiere en las tiendas en MLC. Durante más de 10 años trabajó como peluquera, pero esta actividad dejó de ser rentable debido a las limitaciones por la COVID-19.

Ahora, utiliza sus ahorros para comprar productos de primera necesidad, que luego revende en la misma zona donde vive en el reparto Abel Santamaría. Antes de la apertura de las tiendas en MCL compraba en las de CUC, pero en las nuevas gana mucho más, asegura.

Al respecto Maryuris también explica: “Yo vendo caro porque tengo que invertir mucho dinero. Es cierto que en las tiendas en MLC los productos son más ‘baratos’ que en las otras, pero este precio se me triplica porque tengo que comprar los dólares en la calle”. 

Esta realidad la comparten todos las personas que no disponen de tarjetas, pues están obligadas a comprar los dólares de manera clandestina. Actualmente, en Santiago de Cuba la conversión fluctúa entre los 1,40 y 1,50 CUC por cada USD, al tiempo que en La Habana el valor de un dólar sube a 1,60 CUC. 

“Imagínate que por cada 100 dólares, nosotros (los revendedores) tenemos que dar hasta 150 CUC. Lógicamente esto afecta el precio final de los productos que vendemos. Significa que si ―por ejemplo― compro un jabón en 0,35 centavos en USD tendría que revenderlo casi al triple en moneda nacional para obtener una ganancia después de sumar el precio más la tasa de cambio”, detalló Tony, quien reside en el centro de la cuidad.

En los mismos términos, 500 gramos de detergente en polvo de 1,10 dólares, puede llegar a costar entre 3,00 y 4,00 CUC equivalentes a 75 ó 100 pesos en moneda nacional. Por su parte, el precio de un desodorante está fijado en 5,00 CUC (125 pesos) y un pomo de champú Sedal casi quintuplica su precio real (poco más de 2,00 dólares).

También, una caja de puré de tomate de 3,00 USD es vendida en 6,00 CUC (150 pesos) y un tubo de pasta dental marca Fortident puede costar hasta 5,00 CUC. 

Entre los productos “menos caros” en la provincia se encuentran el picadillo de pavo (400 g), los espaguetis (500 g) y el papel sanitario de la marca Sanitec (la de peor calidad). Generalmente pueden adquirirse en menos de 75 pesos.

Cabe destacar que estos precios no son estables, por el contrario, suben o bajan en dependencia de la disponibilidad de los productos en el resto de los establecimientos que continúan comercializando en CUC, explican los revendedores entrevistados. Además, influyen otros factores como la demanda y ―principalmente― el riesgo que implique vender de manera ilegal ciertos artículos.

“Yo ni loco vendo pollo o cualquier otro cárnico de los que hay en las tiendas, ni siquiera aceite. Lo mío es espaguetis, frijoles, aseo y otras ‘boberías’ que compro en pequeñas cantidades para no levantar sospecha. Soy muy discreto a la hora de vender y por eso no he tenido problemas hasta ahora”, confesó Reinier, un joven de 27 años que se dedica a la reventa desde que tenía 15.

Por otra parte, los entrevistados mencionaron el hecho de tener que sobornar a algunos funcionarios para poder acceder a las tiendas como otro factor “causante” del excesivo costo de sus mercancías.

Puesto que la mayoría de los revendedores no posee tarjeta magnética, deben merodear dentro y fuera de la tienda con el objetivo de interceptar a los clientes y proponerles algún beneficio a cambio de usar sus tarjetas. Esto solo es posible si algún empleado o funcionario del establecimiento se los permite, y para ellos va el soborno.

Maryuris, por ejemplo, tiene “un conocido” en el mercado La Plaza, a quien incluso le paga para que le avise cuando “el movimiento esté bueno”.

“En cuanto él me llama salgo corriendo. Cuando llego, enseguida me pasa aunque haya cola. Depende de cómo me vaya le dejo caer 10 y hasta 15 CUC”, asegura.

En cambio, para Tony es mucho más fácil porque tiene un pariente que trabaja en ese mismo mercado. “Aun siendo mi familia, yo sé que la cosa está mala para todo el mundo. No es siempre, pero una vez más que otra lo salvo con algo”, apuntó.

* Los nombres de los revendedores entrevistados fueron cambiados para evitar represalias en su contra.

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Ofensiva contra coleros deja 54 multas y 34 detenidos en Santiago de Cuba

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(Foto: Agencia Cubana de Noticias)

MIAMI, Estados Unidos. – Fuerzas del Ministerio del Interior (MININT) han impuesto 54 multas y abierto ocho investigaciones penales en Santiago de Cuba, como parte de la ofensiva del régimen de la Isla contra coleros y revendedores.

La Agencia Cubana de Noticias (ACN) señala que las autoridades del territorio han identificado a 429 personas que operan en las colas, de ellas, 257 ya han recibido una advertencia. Otras 34 tienen medida cautelar de prisión provisional.

Según declaró al medio oficialista Maritza Paredes, Fiscal Jefa Provincial, los “delitos” de mayor incidencia están vinculados al acaparamiento de productos de primera necesidad, seguido de las actividades económicas ilícitas.

La funcionaria precisó que las personas sujetas a investigación penal han asumido conductas de peligrosidad o han sido reincidentes.

Paredes reveló que, como parte del desmontaje de la red de acaparamiento en la provincia, se han ocupado “grandes cantidades de productos de aseo, pollo, aceite, bebidas y otros en viviendas y en camiones”.

Los operativos se han realizado en base a 394 denuncias por los supuestos delitos, 26 de ellos tipificados como receptación de bienes de origen ilegal.

También han sido confiscados materiales de la construcción, como cemento y barras de acero, y 6,5 toneladas de pienso animal.

Destaca la Fiscal Jefa Provincial que los productos ocupados fueron distribuidos entre los consejos de Defensa municipales. En el caso del pienso, fue enviado a la Empresa Porcina del territorio.

Desde el inicio de la pandemia se han realizado en Santiago de Cuba un total de 19 juicios orales. El reporte señala que, en todos los casos, “los acusados gozaron de los derechos y garantías legales establecidas, y recibieron sanciones establecidas en la Ley 62, Código Penal Cubano”.

Entre las condenas emitidas por los tribunales se encuentran las privativas de libertad, trabajo correccional sin internamiento, limitaciones de libertad, multas, decomiso de los bienes ocupados y la prohibición de frecuentar determinados lugares.

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Arremeten contra revendedores en tiendas de Guantánamo

tiendas MLC Guantánamo

tiendas MLC Guantánamo
Foto ACN

LA HABANA, Cuba.- Autoridades cubanas detuvieron en la ciudad de Guantánamo a varias personas asociadas a la “compra-venta ilícita” de artículos en tiendas MLC (Moneda Libremente Convertible), informó este miércoles la oficialista Agencia Cubana de Noticias (ACN).

Entre los sospechosos se encuentran trabajadores de la propia tienda, perteneciente a la cadena TRD Caribe destinada a la venta en MLC. Según el texto, en coordinación con otras personas, los detenidos “acaparaban artículos para la reventa o cobraban gravámenes exorbitantes por realizar compras a terceros”.

De acuerdo a ACN, agentes del Ministerio del Interior realizaron registros en las viviendas de los implicados después de recibir “quejas de la población”. Entre los artículos decomisados se encuentran equipos electrodomésticos que incluyen, entre otros, neveras, motorinas y refrigeradores.

Hasta el momento se han incautado más de 3 300 CUC, 74 500 pesos en moneda nacional, y 150 USD, asegura la breve nota.

A causa de un modelo económico caduco e improductivo, este tipo de actuar es común en el día a día de la mayoría de los cubanos, y los operativos mostrados en los medios de comunicación diariamente no son más que una manera de amedrentar al pueblo ante las llamadas “ilegalidades”.

Productores agrícolas, revendedores, acaparadores, coleros y “traficantes de divisas” han sido los blancos más importantes de las acciones del MININT en las últimas semanas, transmitidas casi a diario por el Noticiero de Televisión.

Hace algunas semanas las autoridades del régimen anunciaron que iniciarían una ofensiva contra los llamados coleros, revendedores y acaparadores, a quienes acusan del crítico desabastecimiento en Cuba, acrecentado con la llegada de la pandemia del coronavirus.

El gobernante Miguel Díaz-Canel les llamó “brigadas de enfrentamiento popular” a la lucha contra los nuevos “enemigos” del régimen, bastante similar a las conocidas brigadas de respuesta rápida, integradas, en ambos casos, por oficiales de las FAR, la policía, miembros de organizaciones de masas y ciudadanos comunes.

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“Esos gordos no hacen cola ni compran comida”

mercado estatal revendedores Manuel Marrero Díaz-Canel

mercado estatal revendedores Manuel Marrero Díaz-Canel
Foto archivo

LA HABANA, Cuba.- En el marco de la presente crisis, la dictadura ha arremetido también contra las personas que revenden clandestinamente algunos productos deficitarios en el mercado estatal como pueden ser alimentos, artículos de aseo y para el hogar.

Como ya es costumbre, utiliza apelativos denigrantes para descalificar a esos revendedores que no son la causa de la escasez, sino un resultado de esta, y que en realidad prestan un servicio imprescindible a la población, puesto que son en ocasiones la única vía para conseguir productos de primera necesidad. Esta figura tampoco es reciente, pues surgió cuando Fidel Castro se apropió de nuestro comercio interior para dejarlo destruir a base de ineficiencia.

El pasado 4 de agosto en la Mesa Redonda los comunistas cubanos, al referirse al “lesivo fenómeno de los coleros”, incluyeron a los revendedores. Añadieron que estos también generan rechazo en la población, como también los acaparadores. Se refirieron al plan de las brigadas de enfrentamiento popular con participación de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), todo esto concebido y guiado por Raúl Castro. Y es que ellos saben que el descontento y la desesperanza de la población son cada vez mayores, y la culpa no puede caer al suelo.

Para nadie es un secreto que la bolsa negra de la cual se nutren los revendedores surge ante la imposibilidad del mercado estatal de suplir las carencias de todo tipo. Este servicio ha sido fundamental para el cubano de a pie, si bien es innegable que una gran parte de las mercancías ofertadas proceden de centros estatales cuyos trabajadores se ven obligados a hurtarlas para compensar sus bajos salarios. No obstante, el objetivo de tal actividad no es enriquecerse, sino cubrir a su vez otras necesidades básicas. Y por supuesto, en la medida en que el Estado ha aumentado los precios de los productos de primera necesidad –a la vez que otros sólo los vende por CUC– se han incrementado asimismo los precios de la bolsa negra.

Sin embargo, a pesar de que durante años el gobierno ha puesto en práctica diversas medidas represivas que van desde la expulsión del centro de trabajo hasta llevarlos a los tribunales –les han impuesto multas o prisión–, no ha logrado erradicar ese fenómeno, ni lo logrará, porque mientras haya escasez en el mercado estatal seguirá habiendo bolsa negra.

Los llamados revendedores en realidad tampoco son mal vistos por un amplio sector de la población. En ocasiones incluso establecen relaciones cordiales con sus clientes habituales, aunque entre las medidas aplicadas para justificar la represión encontremos entrevistas a personas que los culpan de la escasez al tiempo que exageran sus precios.

Por otro lado, la suspensión de muchas actividades les ha generado una difícil situación económica a los cuentapropistas, por lo que algunos han acudido a esta actividad para poder dar de comer a su familia, pues, aunque con frecuencia escuchamos a los dirigentes prometer que “nadie quedará desamparado”, numerosos casos nos demuestran que esa frase hueca no pasa de ser otra de sus mentiras.

Hace unos días analizaba Aurora, una vecina: “En estos momentos los cubanos tenemos tres opciones: o nos pasamos la madrugada en una cola, o pagamos a sobreprecio, o nos quedamos sin el producto. Por lo tanto –confesó– yo prefiero pagar y que me traigan las cosas a la casa antes que perder la salud y el día en la cola. Por suerte, mi familia me manda dinero para eso. Además, ¿qué es más abusivo? ¿Los precios de los revendedores? ¿O venderle a jubilados una libra de pollo a 20 pesos, de arroz y harina de maíz a 4 y un litro de detergente líquido a 25?”.

Y concluyó: “Ahora la han cogido con los que nos traen la comida y nos resuelven el problema. Claro, a ellos lo que les interesa es seguir chupando, porque ni hacen cola ni les falta la comida, y más gordos no pueden estar. Se parecen a los sapos cuando les echan sal”.

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Al reprimir al revendedor se reprime al mercado

Granma, Cuba, Bayamo, Grupos de enfrentamiento a revendedores, acaparadores y coleros

Granma, Cuba, Bayamo, Grupos de enfrentamiento a revendedores, acaparadores y coleros
Grupos de enfrentamiento a revendedores, acaparadores y coleros (Foto: La Demajagua)

LA HABANA, Cuba.- Por estos días es intensa la campaña que emprende el oficialismo contra los que denomina coleros, acaparadores y revendedores. En el caso de estos últimos, se trata de aquellas personas que por lo general adquieren los artículos de primera necesidad en las propias tiendas estatales, y después los venden a precios superiores a los que fija el gobierno.

Las autoridades aducen que el pueblo trabajador no puede acceder a los precios “abusivos” que piden los revendedores por sus mercancías. Sin embargo, esa supuesta actitud protectora queda en entredicho con la apertura de establecimientos que ofertan productos de mayor calidad en moneda libremente convertible, a la que no tienen acceso buena parte de los ciudadanos de a pie.

Entonces todo indica que los gobernantes se rigen por la siguiente máxima: cualquier cosa que se haga por los canales gubernamentales es correcta; por el contrario, si se realiza por vías independientes se convierte en una ilegalidad y debe ser castigada.

Lo anterior se constata, por ejemplo, en las acciones policiales que a diario muestran los medios de difusión contra los ciudadanos que poseen niveles de inventario de mercancías superiores a los admitidos por las autoridades, y comercializan esos productos por su cuenta, o como se le dice aquí: por la izquierda. En cambio, si otro ciudadano ostenta un nivel de inventario similar, pero comercializa su mercancía mediante entidades gubernamentales —como la Empresa de Acopio, si se trata de renglones de la agricultura— recibe el visto bueno de los gobernantes,

Un razonamiento parecido podemos aplicar a lo relacionado con las exclusiones. Si la exclusión en el consumo se debe a los precios que fijan los revendedores, la propaganda oficialista censura el hecho en duros términos. Mas, si la exclusión obedece a que las personas no tengan dólares para comprar en las tiendas especiales habilitadas por el gobierno, entonces esa propaganda la califica como una estrategia acertada para enfrentar la delicada situación económica que experimenta el país.

En última instancia las autoridades se niegan a admitir que los precios de los revendedores no son fijados tan arbitrariamente, sino que son los que indica el mercado ante una oferta tan exigua como la que exhiben los establecimientos estatales. Y si esos precios se mantienen en esos niveles es porque encuentran compradores. Es decir, personas que no tienen dólares para acudir a las tiendas especiales, pero sí la suficiente cantidad de CUC o CUP que los libren de las infernales colas en las que los gobernantes desean ver a todos sus súbditos.

Por otra parte, resulta contraproducente la existencia de un discurso oficialista que apuesta por métodos indirectos o económicos en la conducción de la economía, y ahora aparecerse con la aplicación de mecanismos tan directos o administrativos como la imposición de multas o penas de cárcel a los revendedores. No se está reprimiendo solo a estos últimos, sino también al mercado, con espacio reconocido en documentos rectores como la Constitución de la República o la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista.

Por último, es lamentable observar cómo algunos ciudadanos se prestan a la malsana estrategia castrista de echar a pelear a unos cubanos contra otros, y han aceptado formar parte de los destacamentos progubernamentales para enfrentar a los revendedores. Es la misma estrategia que animó los mítines de repudio contra los emigrantes por el Mariel en 1980, y que pretendió poner en práctica Fidel Castro durante el Maleconazo en 1994. En esa ocasión Castro lamentó que fuese en agosto y los estudiantes universitarios estuviesen de vacaciones, de lo contrario hubiera ordenado que estos la emprendieran contra el pueblo que se manifestaba en las calles.

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Régimen intensifica medidas contra coleros y revendedores en La Habana

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Mujeres cubanas
Colas en Cuba. Foto archivo

MIAMI, Estados Unidos.- Los medios oficialistas cubanos culpan de la escasez y el desabastecimiento en las tiendas de la Isla a los coleros y revendedores, mientras los gobiernos de las provincias de Granma y La Habana arrecian las medidas contra estos.

De acuerdo a una nota publicada por el diario Tribuna de La Habana, en la capital se han implementado desde el escaneo de los carné de identidad hasta las “brigadas” encargadas de controlar las colas, y desde entonces “se observa más organización, e incluso se han detectado personas que estaban evadiendo la ley y se ha procedido a su detención”, dijo el primer secretario del Partido Comunista en la capital, Luis Antonio Tórres Iríbar.

Así mismo, Yojanier Sierra Infante, presidente del Tribunal Provincial, aseguró al medio oficialista “que se continúa el control de todos los sancionados, tanto en su centro de trabajo como en el lugar de residencia, se han convocado reuniones con los mismos y han sido revocados los que no han mantenido una conducta acorde con el beneficio recibido”.

Torres Iríbar había anunciado medidas “severas” contra los conocidos coleros, que se dedican a marcar en las tiendas a tempranas horas, y luego venden los turnos a otros cubanos.

Ya en la oriental provincia de Granma la pasada semana las autoridades anunciaron la creación de grupos de enfrentamiento a revendedores, acaparadores y coleros, los que estarán cargo de mantener el orden en tiendas y establecimientos comerciales de la provincia.

El diario estatal de ese territorio, La Demajagua, aseguró que el objetivo de estos grupos es “combatir las indisciplinas generadas en las afueras de esos establecimientos y los actos de reventa o acaparamiento, entre otras conductas delictivas”.

Los “grupos de enfrentamiento”, que fueron creados en un acto oficial en la Plaza de la Patria, de Bayamo, están conformados por trabajadores de las tiendas de CIMEX, TRD, Caracol, cuadros políticos y de organizaciones de masas e integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ministerio del Interior (MININT).

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Revendedores, el nuevo enemigo público

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Revendedores, el nuevo enemigo público (foto archivo)

LA HABANA, Cuba. – El grito de alarma cayó como un trueno en medio de la bulla, los pregones y los apurados trueques que a diario se suceden en el agro más concurrido del municipio Centro Habana; un puerto seguro para quienes sucumben a la escasez, pero a diferencia de la mayoría disponen de un dinero extra para sortear la inflación. De un plumazo desaparecieron los vendedores de papas, leche en polvo, puré de tomate, pollo, detergente y cuanto es imposible adquirir por vías regulares en La Habana.

Varios compradores se quedaron medio atontados, sin comprender el porqué del repentino jaleo por algo que hace años dejó de ser novedad. “¡Dejen el mareo que ahí vienen los inspectores, detrás de la iyabó!”, repetía una voz, aludiendo a la blanca patrulla que se deslizó muy despacio por la calle anegada en aguas pútridas; mientras los policías apenas miraban a su alrededor y los fiscalizadores escrutaban cada quicio, entrada de solar, ventanuco y esquina donde habitualmente se plantan los revendedores para intentar dar salida a su mercancía.

Una vez más el sistema informativo de la televisión cubana ha colocado el foco de atención sobre el amplísimo sector de la ciudadanía que se dedica a hacer colas, acaparar bienes y revenderlos a precios prohibitivos. Quienes deberían analizar el problema socioeconómico en su generalidad, se concentran en la arista más visible e incómoda para los ciudadanos, señalando a quienes indudablemente cargan una cuota de responsabilidad, pero no son los culpables del actual estado de cosas.

En las infinitas colas habaneras la comidilla son los revendedores; esos que marcan tres y cuatro veces para varias personas, provocando que la espera prevista para un par de horas consuma media mañana, incluso el día entero. En las redes sociales han comenzado a aparecer denuncias a grupos de personas -mujeres la mayoría- que abarrotan los soportales vendiendo todo lo que la gente no puede conseguir. Los precios se han disparado en proporción al tiempo que se invierte en las colas y al aumento del riesgo ante las redadas policiales, más frecuentes ahora que las medidas contra la COVID-19 y el abismo económico que se traga a Cuba han obligado al régimen a frenar el comercio ilícito para que el pueblo tenga oportunidad de acceder a la limitada gama de productos en existencia, evitando así un posible estallido social.

Pero la depresión del bolsillo doméstico es tal que la gente solo acude al mercado negro cuando ya no le queda más remedio y con el alma embargada de pesar, para adquirir productos que hasta hace muy poco languidecían en las neveras. Hasta el picadillo de pavo ha pasado a engrosar la lista de ofertas del mercado informal, donde su precio ha sido alterado de 1.40 CUC (35 pesos) a 2 CUC (50 pesos). El papel higiénico que se vende a 1.20 CUC en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) ha subido a 50 pesos y lo mismo ha sucedido con prácticamente cada producto que cuesta menos de 1.50 CUC. Lo ganancia mínima que se obtiene de cualquier artículo vendido en el mercado negro es de diez pesos, y la cifra crece en la medida que se acentúa la escasez y el gobierno no da señales de buscar una solución al delicado tema de la alimentación.

El pollo es el producto más encarecido, con una escala variable entre 10 y 15 CUC por cada paquete de muslitos que en la red estatal cuesta 8.25 CUC. Únicamente en repartos y zonas periféricas, donde el flujo de caudales es mucho menor, los precios se atenúan sin llegar a ajustarse a los salarios, insuficientes ya tanto en el sector estatal como en el privado.

Es una situación insostenible que escapa al control policial y para la cual se esperaban medidas más efectivas que la venta racionada de una libra extra de pollo a precio liberado. La imposibilidad de reclamar a las autoridades una solución acorde a la contingencia empeorada por la epidemia de coronavirus, ha provocado que la ira del pueblo estalle contra quienes han hecho de la especulación un modo de vida gracias a la indulgencia del propio régimen, que ahora quiere castigar como delito lo que ha sido pan de cada día.

Pero haciendo a un lado el oportunismo y la usura de los revendedores, ¿por qué si no hay turismo en Cuba no aumenta en las tiendas el volumen de suministros a disposición de un pueblo al que se le pide constantemente quedarse en casa y evitar las aglomeraciones? ¿Qué está haciendo o piensa hacer el régimen con las reservas de avituallamiento destinadas al sector turístico, frente a una pandemia cuyo final nadie puede predecir?

Considerando que ahora mismo el turismo en Cuba no es una prioridad, ¿por qué no aliviar a un pueblo que se arriesga a diario para poner un plato de comida en la mesa, o luchar un paquete de detergente para lavar su ropa? Sin dejar de criticar la práctica onerosa de los revendedores, los cubanos deberían analizar todas las variables que ha traído consigo la pandemia; porque si inaceptable es que ciertos individuos lucren a costa de la necesidad de todos, también lo es que el régimen guarde provisiones mientras el pueblo pasa hambre y arremete contra sí mismo.

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