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Remembranzas de la Primavera Negra

Primavera Negra

LA HABANA, Cuba. – “Encerraron nuestros cuerpos, pero no pudieron encarcelar nuestras ideas, quisieron silenciar nuestras voces, y nuestras voces gritaban libertad con más fuerza…”, escribió el exprisionero político Pablo Pacheco, condenado a 20 años durante la ola represiva conocida como Primavera Negra.

Cuántos fusilados, reos políticos, prisioneros de conciencia pacíficos, defensores de derechos humanos, madres, esposas, tías, hermanos, hijos han tenido sus vidas truncadas por la “Revolución” nunca se sabrá. 

En la Primavera Negra de 2003, 74 hombres y una mujer fortalecieron sus convicciones en inhumanas cárceles. Hoy, más de 1000 cubanos son rehenes en las prisiones del régimen de continuidad totalitaria imperante en Cuba, el cual coarta la libertad de expresión, el derecho a la creación y destruye el país. 

La mayoría de los 75 fueron apresados los días 18,19 y 20 de marzo de 2003, y trasladados a los centros de interrogatorios de la Seguridad del Estado en sus provincias o a Villa Marista (el cuartel general de la Seguridad del Estado, en La Habana). Algunos de ellos compartieron celdas con detenidos por tráfico de drogas y con los tres jóvenes que secuestraron una lancha en la bahía capitalina y fueron sentenciados en “juicios” ejemplarizantes y fusilados inmediatamente sin avisar a sus familiares. 

Las torturas psicológicas fueron intensas y crueles. Los juicios se realizaron pocos días después de los arrestos bajo la Ley 88, conocida como Ley Mordaza, y el artículo 90 del Código Penal que incluía la pena de muerte. Dieciocho acusados recibieron sentencias de 25 a 28 años, y 29 de 20 años. Doce agentes infiltrados en las agrupaciones de los acusados se presentaron como testigos de la Fiscalía. Poco después, todos fueron dispersados por cárceles de máxima seguridad desde Pinar del Río hasta Guantánamo, a cientos de kilómetros de sus residencias, con lo que se castigó también a sus familias que debían desplazarse para poder visitarlos. 

Más de un año y medio ellos permanecieron en solitario, dentro de minúsculas celdas con inhumanas condiciones higiénicas y alimentarias. A muchos, la salud se les deterioró progresivamente. Las excarcelaciones ocurrieron debido a serias enfermedades, denunciadas por las esposas y otros familiares, con apoyo de organizaciones de derechos humanos, periodistas y gobiernos democráticos.

Miguel Valdés Tamayo fue el primer excarcelado por graves problemas cardíacos. Al verlo pocos días después, me impresionó su gallardía y apacibilidad. Le expresé que lucía muy bien, y él me contestó que la gravedad iba por dentro. El 10 de diciembre de 2006 coincidimos en una celebración por el Día de los Derechos Humanos; él había tenido una recaída, pero parecía recuperado. El 10 de enero de 2007 falleció. 

Mujeres anónimas hoy entonces fueron estoicas voces en reclamo de la libertad de sus familiares. Las vejaciones físicas y psicológicas también fueron contra Isel Acosta, esposa de Blas Giraldo Reyes, entonces residente en Sancti Spíritus. El 17 de marzo de 2006, desde las 5:00 de la tarde hasta las 8:00 de la noche, las autoridades celebraron un acto de repudio con alrededor de 2000 miembros de organizaciones políticas, trabajadores y estudiantes de la Escuela de Ciencias Médicas, incluidos alumnos mexicanos, movilizados en guaguas. Isel escuchó improperios y exigencias de que saliera, vociferados por la jauría humana. Cuchillos introducidos por los bordes de las ventanas amenazaban de muerte o procuraban abrirlas. También mantuvieron el estruendoso silbato del tren, pues su vivienda colindaba con el ferrocarril. Isel logró hablar conmigo por teléfono, escuché los gritos y los golpes hasta en el techo. Entonces no había acceso a internet, pero pude avisar a fuentes internacionales que la auxiliaron. 

Blas Giraldo Reyes había sido condenado a 25 años de cárcel, tras petición fiscal de 30 años, por ser el gestor del Proyecto Varela en Sancti Spíritus y bibliotecario independiente. En 1975, siendo adolescentes, Isel y él se conocieron durante el viaje con sus familias al pueblo cautivo Ramón López Peña, en San Cristóbal, Pinar del Río, que estuvo custodiado por militares hasta 1992. Tras la Primavera Negra, ellos pudieron viajar a España y luego a Estados Unidos, donde han recompuesto sus vidas.

En 2010, unos 54 prisioneros de conciencia del mismo grupo inicial de 75 fueron excarcelados, debido a una negociación entre Raúl Castro, Barack Obama, la Iglesia Católica, encabezada por el cardenal Jaime Ortega, y el Gobierno de España, país adonde se trasladó la mayoría.

Ocho permanecen en Cuba, a pesar de que podrían ser devueltos a prisión cuando las autoridades lo decidan. José Daniel Ferrer y Félix Navarro con sentencias de 25 años, están en prisión por nuevos procesos. 

Once de los 75 han fallecido.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.




Exprisionero político Ángel Moya: “No soy libre y no me he sentido libre”

Ángel Moya Acosta

LA HABANA, Cuba. – “No soy libre y no me he sentido libre”, asegura el exprisionero político del Grupo de los 75 Ángel Moya Acosta, condenado en 2003 a 20 años de cárcel, una sanción que expira el próximo 19 de marzo.

En entrevista con CubaNet, Moya Acosta recordó que el régimen cubano lo arrestó el 19 de marzo de 2003 y lo condenó a 20 años de prisión pocos días después, el 7 de abril.  

“Lógicamente, no me he sentido libre, ni antes de la causa del 7 de abril ni después de ser excarcelado”, aseguró el opositor. Además, denunció, que a lo largo de estos años el régimen de la Isla no ha dejado de “acosarlo y perseguirlo” por su constante activismo y apoyo a las Damas de Blanco.

“He sido detenido, en reiteradas ocasiones, por los cuerpos represivos de la Seguridad del Estado; me han llevado a calabozos por 24 y hasta por 48 horas; se me ha impuesto, en algún momento determinado, por mi activismo, medida cautelar de prisión domiciliaria, la cual no he acatado”, explicó.

“Me han levantado causa por supuesta actividad económica ilícita por tener recursos ―de los cuales me ha despojado la Seguridad del Estado― destinados a activistas de derechos humanos y a las Damas de Blanco. Eso demuestra que no me he sentido libre y no soy libre. Además, todavía prevalece en Cuba el régimen comunista y las leyes que lo sustentan, y todavía continúo luchando contra este régimen, enfrentándome a los riesgos que se derivan de la actitud que he asumido en mi lucha”, enfatizó Moya Acosta.

No obstante, a pesar del estado represivo al que ha sido sometido durante todos estos años el opositor aseguró sentirse “muy contento”, sobre todo porque va a terminar de cumplir durante la cual se ha mantenido “fiel a la palabra empeñada ante el pueblo cubano”, dice. 

“He continuado con mi lucha, al igual que otros hermanos dentro de Cuba, así que no ha servido para nada la situación de encarcelamiento a que me sometieron los tribunales al servicio de la Seguridad del Estado. Sigo siendo el mismo y continúo luchando contra el régimen comunista de Cuba, desde aquí donde se le violan los derechos y libertades a todos los cubanos”, precisó.

Moya Acosta cree que la represión del régimen de La Habana continuará intensificándose porque esa es la única forma que tiene el poder totalitario para sustentarse.

“Las leyes, por supuesto, las van a seguir reforzando para legitimar la represión contra los activistas de derechos humanos; ahí están los ejemplos de José Daniel Ferrer, de Félix Navarro, excarcelados de la causa de los 75 y de nuevo en prisión sancionados con altas condenas de privación de libertad; el régimen no va a cesar”, advirtió.

Moya Acosta aseguró que para que ocurriera la excarcelación de presos políticos en el año 2010, además de la solidaridad internacional, un papel decisivo lo jugó el grupo de las Damas de Blanco, compuesto por familiares de los 75 presos políticos encarcelados entre los días 18, 19 y 20 de marzo de 2003.

“Desde el primer día en Villa Marista [cuartel general de la Seguridad del Estado], las Damas de Blanco comenzaron a articularse por la liberación de cada uno de nosotros enfrentándose a las fuerzas represivas”, reconoció.

Durante la llamada Primavera Negra fueron detenidos y encarcelados 75 opositores y periodistas independientes cuyas condenas fluctuaban entre seis y 28 años de privación de libertad.

En 2010, el régimen de Raúl Castro liberó, bajo la condición del exilio forzoso, a varios presos políticos tras un acuerdo mediado por la Iglesia Católica y el Gobierno español. Sin embargo, alrededor de 12 de estos presos políticos se negaron a dejar Cuba, entre ellos Moya Acosta, por lo que su liberación tardó más y fue realizada bajo “licencia extrapenal”.




Tres historias de amor y una primavera negra

Damas de Blanco, Primavera Negra, Laura Pollán

LA HABANA, Cuba. — Durante tres días de marzo de 2003, el terror se apoderó del país. La detención de varias decenas de opositores y periodistas independientes, en medio de aparatosos operativos policiales, conmovía las ciudades cubanas en todas las provincias. Los curiosos se mantenían alejados de los uniformados… por si acaso.

Los detenidos fueron enviados a las mazmorras, sin ventanas, luz o agua, de los cuarteles de la Seguridad del Estado. La incertidumbre ante el próximo paso fue la carta más importante de la dictadura ante el crecimiento de la oposición democrática.

¿Como soportar el dolor de la prisión injusta sin rendirse ante el opresor? ¿Se preguntaría esto José Martí, que fue condenado a prisión política a los 17 años, la misma edad de muchos de los jóvenes presos por la rebelión del 11 de julio. La respuesta inspiradora del Apóstol quedó esculpida en mármol:

 

“Mírame, madre, y por tu amor no llores

Si esclavo de mi edad y mis doctrinas

tu mártir corazón llené de espinas.

Piensa que nacen entre espinas, flores.”

 

Para el apóstol de nuestra libertad, el amor a su madre Leonor Pérez, fue escudo y espada.

Nadie narra esos días de dolor y espanto de marzo de 2003 como Yolanda Huerga, la esposa del poeta Manuel Vázquez Portal. En aquellos momentos aciagos, Yolanda Huerga supo que su vida ya no sería igual.

“Cuando el 19 de marzo de 2003, entre las 5:30 y 5:45 de la tarde, abrí la puerta de mi casa a la policía política, supe que mi familia iba a ser cercenada y mi hijito de 9 años condenado a sufrir vejaciones”, refiere Yolanda.

La mayoría de los presos tenían como principal delito ser poetas, escritores, periodistas y poseer una vieja máquina de escribir o una destartalada cámara fotográfica.

Quedó un prontuario de historias narradas en primera persona sobre esas tristes y a la vez luminosas jornadas en que la hombradía y el amor, filial y de pareja, se erigió por sobre la tormenta represiva.

José Daniel Ferrer, junto a su hermano, en Palmarito de Cauto, era la voz insurrecta del oriente cubano. Esa voz patriótica e irredenta la amplificó Belkis Cantillo, la esposa de José Daniel.  Ella resistió el acoso, los mítines de repudio y los intentos de humillación durante la visita a las cárceles donde estaba su marido.

Fue la manzanillera Laura Pollán, maestra de profesión y esposa de Héctor Maceda, uno de los periodistas encarcelados, quien mejor encarna la metamorfosis de mujeres sencillas y trabajadoras que, por obra y gracia de la maldad gubernamental, se convirtieron en heroínas. Porque, desmintiendo a cierto dramaturgo, nadie nace héroe, lo hacen héroe las circunstancias y la actitud que tienen al enfrentarse a ellas.

Laura Pollán, Bertha Soler, Blanca Reyes, Miriam Leiva, Gisela Delgado, Magaly Broche, Sonia Álvarez (esposas de Héctor Maceda, Ángel Moya, Raúl Rivero, Oscar Espinosa Chepe, Héctor Palacios, Librado Linares, Félix Navarro, en ese orden), entre otras, conformaron el movimiento Damas de Blanco, un grupo de mujeres que, con sus marchas dominicales por las calles, puso de rodillas a la tiranía, por mucho que la Iglesia Católica quiera llevarse el mérito por la  liberación de los 75.

Las Damas de Blanco resistieron como leonas la embestida de las turbas… en sus casas, en las calles, en sus centros de trabajo y estudio. Hubo un domingo que soportaron siete horas un mitin de repudio en medio de un parque, rodeados por una caterva de delincuentes al servicio de la dictadura, que les gritaban insultos y obscenidades y les impedían moverse del lugar.

Gloria a esas mujeres. A madres como Concepción Carrillo (la de Iván Hernández Carrillo), a hijas como Saily Navarro (la de Félix Navarro). Esposas como las ya mencionadas y otras que harían interminable el texto, solo por amor, resistieron la embestida del odio y la infamia.

De aquellos días de horror y gloria, quedó el amor, el esfuerzo, la resistencia, la esperanza.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Miguel Valdés Tamayo, uno de los 75 condenados durante la Primavera Negra

Miguel Valdés Tamayo, Primavera Negra, Cuba

MADRID, España.- Este 10 de enero se cumplen 16 años del fallecimiento del periodista independiente cubano Miguel Valdés Tamayo, uno de los 75 detenidos y condenados por el gobierno castrista durante la Primavera Negra.

En los juicios sumarísimos realizados por el régimen a opositores pacíficos, Valdés Tamayo fue condenado a 15 años de prisión, acusado de traición a la patria, a la soberanía y a la integridad nacional, por fundar el movimiento Hermanos Fraternales por la Dignidad.

Fue excarcelado en el 2004 con una licencia extrapenal por problemas de salud, entre ellos serios padecimientos en el corazón, que lo llevaron a la muerte en el 2007.

Tras su excarcelación, Miguel Valdés Tamayo declaró: “Me han soltado porque saben que mi estado de salud está quebrantado, que mi cuerpo está enfermo”.

El disidente y defensor de los derechos humanos falleció con cincuenta años de un paro cardíaco en el hospital Julio Trigo de La Habana.

Tras su muerte, la opositora Martha Beatriz Roque anunció que se le dedicarían tres días de duelo con una cinta negra en el brazo.

En declaraciones a AFP Roque expresó: “Estamos convocando a tres días de duelo por este disidente, hacemos responsable al Gobierno cubano de esta situación porque, a pesar de que sabía de su estado salud no le permitió salir de Cuba, tenía visa para Holanda y para Estados Unidos. (…) Fue una crueldad del Gobierno cubano, era una persona hostigada por este régimen y este hostigamiento trae esto como consecuencia, a cualquiera de nosotros de la oposición le puede pasar”.

En marzo de 2003 Fidel Castro desencadenó la ola represiva conocida como Primavera Negra. En poco más de 48 horas fueron encarcelados 75 opositores pacíficos, muchos de ellos periodistas.

Tras juicios sumarísimos, el régimen dictó contra ellos largas e injustas sentencias de privación de libertad.

Tras esta barbarie, gran parte de la izquierda y la intelectualidad mundial se distanció del castrismo.

El hecho fue condenado por varios países europeos, el papa Juan Pablo II y organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Reporteros sin Fronteras.

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Muere agente de la Seguridad del Estado que declaró en juicios de la Primavera Negra

agente, primavera negra, Godínez Soler

MADRID, España.- Aleida Godínez Soler, conocida como la agente Vilma de la Seguridad del Estado cubano y testigo en los juicios de la Primavera Negra, falleció este martes en La Habana.

Según informó el presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), Ricardo Ronquillo Bello, murió a consecuencia de un cáncer.

Aleida Godínez Soler “se infiltró entre la contrarrevolución cubana y develó sus trapisondas, servilismo y subordinación a los intereses yanquis, sobre todo en el ámbito mediático, bajo el simbólico nombre de agente Vilma. La Unión de Periodistas de Cuba, de la que era un miembro reconocido y la honró con la Distinción Félix Elmusa, lamenta profundamente su deceso y ofrece sus condolencias a sus familiares y compañeros”, escribió Ronquillo Bello en Facebook.

agente, primavera negra, Godínez Soler

La Seguridad del Estado reclutó a Godínez Soler en el año 1991 con el objetivo de infiltrarse entre los trabajadores de la Empresa de Materiales de la Construcción de Ciego de Ávila.

Siete años después se le encargó vigilar a opositores cubanos y sus relaciones con la Embajada de Estados Unidos en La Habana.

Desde el año 1998 hasta el año 2003 fue presidenta de una supuesta organización sindical independiente y directora de una de las llamadas “agencias de prensa independientes”, desde donde se infiltró entre activistas y periodistas cubanos contra los que luego testificó durante el juicio de la Primavera Negra.

Primavera negra

En marzo de 2003, el dictador cubano Fidel Castro desencadenó la ola represiva conocida como Primavera Negra. En poco más de 48 horas fueron encarcelados 75 opositores pacíficos, muchos de ellos periodistas.

Tras juicios sumarísimos, el régimen dictó contra ellos largas e injustas sentencias de privación de libertad.

Tras esta barbarie, gran parte de la izquierda y la intelectualidad mundial se distanció del castrismo.

El hecho fue condenado por varios países europeos, el papa Juan Pablo II y organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Reporteros sin Fronteras.

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¿Una nueva Primavera Negra en Cuba?

Represión en Cuba

LA HABANA, Cuba. – Solo la participación pacífica e independiente de todos los cubanos podrá revivir la Patria, sumida en la mayor crisis de su historia. “La libertad oprimida cautiva a todo pecho generoso”, decía José Martí.

La represión del Gobierno se ensaña contra los cubanos 19 años después de la Primavera Negra de 2003. Las súbitas y multitudinarias manifestaciones pacíficas del pasado año reventaron las burbujas idílicas de los altos dirigentes cubanos. A la reacción inicial de convocar a los “revolucionarios” a enfrentar agresivamente al pueblo se ha sumado la estrategia del garrote con la zanahoria: condenas de hasta 30 años para los manifestantes y muchos recorridos por barrios desfavorecidos donde las protestas se encendieron.

Hace casi 20 años, en marzo de 2003, fueron apresados 74 hombres y una mujer. Su verdadero crímen era procurar la participación pacífica en las decisiones políticas, económicas y sociales del país mediante agrupaciones  esparcidas por toda la Isla, así como haber logrado un respaldo creciente al Proyecto Varela, promovido por Oswaldo Payá. Ellos recibieron sentencias de hasta 28 años de cárcel y fueron declarados prisioneros de conciencia por Amnistía Internacional.  

Gracias al apoyo internacional y la mediación de la Iglesia Católica y el Gobierno español, muchos fueron excarcelados en 2011 mediante licencia extrapenal, no sin antes haber atravesado por grandes sufrimientos. Los que se quedaron en Cuba han sido (como José Daniel Ferrer) ―o aún pueden ser― devueltos a prisión. No obstante, el Gobierno pretende enmascarar el carácter político de sus procesos, como ocurre en el caso de Félix Navarro, sobre quien aún pesa una condena de 25 años de cárcel y ahora está siendo procesado por su presunta participación en las manifestaciones del 11J.

Las desproporcionadas condenas por supuesta incitación a protestar han sido el común denominador en estos casos. La sumatoria de 1 916 años de cárcel recibidos por 128 personas acusadas de hurto y sedición durante las protestas en Toyo y La Güinera se conoció oficialmente este 17 de marzo. Pero aún se desconoce cuándo la Fiscalía Militar celebrará el juicio del policía que mató a un joven el 12 de julio

Los reclamos pacíficos que inundaron las calles el 11J han sido enturbiados por las autoridades, que han usado ciertos actos vandálicos para intentar ocultar el amplio descontento existente. Para preservarse en el poder, el Gobierno emprendió el “mejoramiento” de los barrios, con gran despliegue mediático de las visitas del gobernante Miguel Díaz-Canel y su comitiva.

Por su parte, la Unión Europea calificó de desproporcionadas y duras las sentencias impuestas por los tribunales, e instó a las autoridades de la Isla a respetar los derechos fundamentales, incluida la libertad de expresión.

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Orlando Zapata Tamayo, a 12 años de su muerte la historia casi se repite

MADRID, España.- Este 23 de febrero se cumplen 12 años del fallecimiento del opositor cubano Orlando Zapata Tamayo, quien en el 2010, estando en prisión, desarrolló una huelga de hambre de 86 días que lo llevó a su muerte, a los 42 años.

Zapata Tamayo, nacido en Santiago de Cuba y albañil de profesión, en el 2002 fue encarcelado durante tres meses por la Seguridad del Estado cubano, acusado de desacato.

Al año siguiente, durante la Primavera Negra, volvió a ser arrestado por los supuestos delitos de desorden público y desobediencia civil, y condenado a 36 años de privación de libertad en la cárcel Kilo 8, de Camagüey.

En diciembre de 2009, Zapata comenzó una huelga de hambre como denuncia a las condiciones que padecían él y sus compañeros en prisión. Debido a la huelga, y a la prohibición de beber agua por parte de las autoridades, entró en un deteriorado estado de salud con insuficiencia renal del que no se recuperaría.

Durante sus últimos días, bajo arresto, fue trasladado al Hospital Hermanos Ameijeiras, donde falleció el 23 de febrero de 2010.

El régimen cubano mantuvo la represión incluso después de su muerte, al prohibir la entrada al entierro, en Banes, a quienes consideraba opositores, con fuerte presencia policial.

Como parte de su activismo político, había integrado el Movimiento Alternativa Republicana, razones que llevaron a la represión del régimen, que se encargó de negarlo y manifestar que los motivos estaban relacionados con la delincuencia.

Tras su muerte, fue incluido en la lista de mártires de la disidencia cubana y numerosas organizaciones internacionales denunciaron el hecho, incluida la Comisión Europea, que exigió al Gobierno de la Isla el respeto a los Derechos Humanos.

Doce años después, la dictadura cubana mantiene sus modus operandi, siendo innegables las similitudes con el artista y opositor cubano Luis Manuel Otero Alcántara, que igualmente se encuentra en huelga de hambre, con un delicado estado de salud que hace peligrar su vida.

Otero Alcántara se declaró en huelga el 18 de enero de 2022, por segunda ocasión desde su encarcelamiento en la prisión de Guanajay, acusado de “desacato”, y “desorden público”, en espera de juicio desde hace siete meses.

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Otra Primavera Negra entre el agente provocador y la perfidia

(Foto: AFP)

LAS TUNAS, Cuba. ─ “Hola, buenas noches, quería saber cuál es la diferencia entre un agente encubierto y la perfidia”, dijo un internauta. En ese momento me encontraba en Houston, Texas, recorriendo Estados Unidos. En una de las servilletas que me servían de cuaderno de bitácora, anoté: “agente encubierto y perfidia”.

El abordaje irónico ─más que interrogante ─ sobre el agente encubierto y la perfidia se produjo en un foro interactivo analizando la difusa legitimidad del agente encubierto en la constitucionalidad del proceso penal, esto, en países como España, Alemania, Colombia, que habían incorporado esa técnica de investigación en sus códigos.

Mientras, sin codificación jurídica ─con la connivencia de legisladores, fiscales y jueces hasta noviembre de 2019, cuando, mediante un escueto decreto ley, ese actor fue legitimado a incursionar en la vida privada de las personas─ en Cuba las autoridades policiales violaron derechos fundamentales de los cubanos cotidianamente.

Perfidia es falacia, engaño, falsedad, intriga, insidia, alevosía, ¿no? Y esas actitudes poco honrosas, simuladas, indicadas, inducidas o padecidas por oficiales operativos y agentes encubiertos con comportamientos histriónicos o narcisistas por trastornos de personalidad ─enfermedad profesional común en el gremio de los topos─ hacen muy delgada la línea divisoria entre el agente encubierto y el agente provocador.

Así, lo anotado en Houston tomó vigencia la noche del jueves de la semana pasada cuando la televisión estatal dirigida por el Partido Comunista de Cuba (PCC), en su sección del Noticiero ─donde, el comentario recuerda la calumnia─, el militarismo castrocomunista hizo de agente provocador públicamente.

Un agente provocador puede ser desde un correveidile de la policía hasta un muy encumbrado dirigente del Estado, o el Estado mismo, en determinada coyuntura nacional o internacional. El agente provocador induce a que se produzcan hechos que no habrían ocurrido sin su instigación.

Bajo supervisión del Departamento Ideológico del PCC y con su anuencia, el Noticiero de la televisión estatal sirvió de agente provocador del Ministerio del Interior (MININT) cuando dijo tener pruebas “secretas” contra opositores “contrarrevolucionarios”, de quienes divulgó nombres, apellidos, alias e imágenes, en alusión a una manifestación que realizarían en la Plaza de la Revolución, otrora Plaza Cívica José Martí.

El Código Penal cubano, en su artículo 75.1, conceptúa la “advertencia oficial” que realizará a personas proclives la autoridad policial competente “en prevención de que incurran en actividades socialmente peligrosas o delictivas”.

Y vimos la noche del jueves de la semana pasada al Departamento Ideológico del PCC y al Ministerio del Interior utilizando el Noticiero para hacer una “advertencia oficial” no sólo a las personas de las que dijo tener pruebas “secretas” sobre una presunta manifestación en La Habana, sino a todos los televidentes potencialmente peligrosos para “el orden social, económico, y político del Estado socialista”, constituyendo, en sí, una provocación-boomerang por aquello de, “donde las dan, las toman”.

La manifestación ocurrida el pasado 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura se produjo espontáneamente; obedeció al llamado cívico, individual, de cada participante, frente a su particular percepción del sentido de la justicia y de la injusticia.

La pólvora de ese cartucho ─no de caza ni de guerra, sino cívico─ la constituyeron múltiples insatisfacciones nacionales acumuladas durante años. El fulminante y al mismo tiempo percutor de ese cartucho dum-dum ─proyectil dolorosamente letal al abrirse con el impacto─ fueron las violaciones de derechos humanos contra los demandantes de San Isidro que, a su vez, hicieron peticionarios constitucionales al 27N.

Cabe preguntarse: ¿Qué hubiera sucedido si, juzgando como legítima la manifestación pública de la que el PCC y el Ministerio del Interior dijeron tener pruebas “secretas” y ellos mismo publicitaron a través de la televisión nacional, cientos de cubanos, en lugar de ir a hacer colas a los comercios por mercancías inexistente, se hubieran presentados en la Plaza de la Revolución ─en realidad plaza de los aplausos─ y, despojándose de los miedos y la hipocresía, en lugar de murmurar entre ellos sus desacuerdos, hubieran comenzado a exclamar a viva voz sus demandas?

La ola de arrestos contra opositores políticos, llevada a cabo en marzo de 2003, concluyó con largas condenas de cárcel a 75 personas en toda Cuba. Los hechos, condenados en todo el mundo, pasaron a la historia como la Primavera Negra, que justo por estos días cumple 18 años. Puede decirse que el pretexto para aquella redada fue insignificante comparado con las variables de la compleja situación que hoy vive el país.

Según dijo el mismo Fidel Castro, “la acción (los encarcelamientos de opositores) se dirigió fundamentalmente contra los hechos recién ocurridos y eso fue lo que determinó quiénes eran los que tenían más responsabilidades”.

Los “hechos recién ocurridos” ─según Fidel Castro, jefe máximo de aquella redada policial, de la que ni siquiera el general Colomé Ibarra, entonces ministro del Interior fue el estratega─ fueron una reunión de opositores en la casa de Martha Beatriz Roque con el entonces jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, James Cason, así como talleres de periodismo y otros eventos lícitos en países civilizados.

¿Acaso tiene igual connotación, como fachada para atenuar las consecuencias políticas de una redada policial ante la opinión pública, que opositores políticos se reúnan con diplomáticos extranjeros y realicen talleres de periodismo u otras actividades contestatarias que organizar y realizar una manifestación en la principal plaza pública del país que el régimen considera un símbolo?

¿Está el militarismo castrocomunista empleando medios masivos de comunicación y agentes provocadores para, con otra Primavera Negra, eliminar focos crecientes de oposición y, a la vez, modelando una situación operativa, identificar cientos o miles de personas que para el régimen constituyen “potencial delictivo contrarrevolucionario” no identificado?

Quienes en medios democráticos producen material informativo de servicio público, salvo archivar actuaciones criminales para un día darle el uso judicial que proceda, no debían distraerse enjuiciando o relatando la actuación de periodistas o conductores de programas de televisión al servicio del régimen que sólo son meras piezas del militarismo castrocomunista.

He reiterado “militarismo castro-comunista”. Según el concepto universalmente aceptado, entiéndase por militarismo el “predominio del elemento militar en el gobierno del Estado”; dispositivo perseguidor de la minoría que lo enfrenta; propiciador de desigualdades entre la mayoría del pueblo que, por miedo o abulia, lo tolera; e, instaurador de privilegios en favor de las instituciones militares, policiales, o civiles, que funcionan apegadas a las rígidas doctrinas castrenses, transformadas en clanes dictatoriales, de donde obtienen su eficacia represiva.

Y, en un régimen militarista son la policía y las cárceles y no la democracia el orden del día. Luego, mantener observación constante sobre la perfidia no es paranoia sino instinto de conservación.

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“No es buen momento para que la dictadura desate otra Primavera Negra”

Jorge Olivera Castillo y Martha Beatriz Roque Cabello (Collage: CubaNet)

LA HABANA, Cuba. – En la madrugada del 18 de marzo de 2003, el Gobierno cubano desató una ola de arrestos y allanamientos domiciliarios a lo largo de todo el país. La escalada represiva culminó el día 20 con el saldo de 75 detenidos, entre periodistas independientes, bibliotecarios, sindicalistas, activistas pro derechos humanos y miembros de la oposición pacífica.

Dos semanas después de las detenciones masivas, las autoridades de la Isla llevaron a cabo juicios sumarios contra las víctimas, condenadas a penas de entre seis y 28 años de privación de libertad.

Lo que se ha catalogado como un “error de cálculo” en la política represiva del fallecido gobernante Fidel Castro, se le conoce como la Primavera Negra de Cuba: la peor ola de violencia oficial contra la sociedad civil.

La economista Martha Beatriz Roque Cabello y el escritor Jorge Olivera Castillo formaron parte del grupo de los 75 condenados. Tras 18 años de la Primavera Negra, los dos colaboradores de CubaNet permanecen en la Isla junto a otras seis personas procesadas durante la ola represiva. No obstante, la mayor parte de los presos políticos de la Primavera Negra se vieron obligados a exiliarse, tras las negociaciones entre la Iglesia Católica, el Gobierno de España y el régimen de la Isla.

En 2023, se extinguirá de manera natural la sanción de 20 años de cárcel impuesta a Martha Beatriz Roque. Mientras, este 18 de marzo acaba la condena de 18 años contra Jorge Olivera.

Primavera Negra, Martha Beatriz Roque Cabello
Martha Beatriz Roque Cabello (Foto del autor)

“Cuando me arrestaron llevaba 10 años en el activismo prodemocrático. Primero fui sindicalista, y en el año 1995 comienzo en el periodismo independiente”, dijo a CubaNet mediante una videollamada Olivera Castillo, quien se encuentra en la Universidad de Harvard como beneficiario de una beca.

“Nunca esperé esa arremetida, al menos con tal magnitud”, asegura. “Después del arresto me llevaron a Villa Marista (sede de la Seguridad del Estado), donde pasé 36 días. En ese tiempo ocurrió el juicio, yo pude ver a mi abogado 10 minutos antes de comenzar la vista oral que fue una farsa mal montada. En realidad no pensé en la absolución; nos enjuiciaron porque abogábamos por el tránsito hacia la democracia, y en mi caso, por hacer periodismo independiente”.

“Fueron bastante crueles en todos los momentos del proceso”, dijo a CubaNet Roque Cabello, la única mujer del grupo de los 75.

A los seis meses de cárcel, la economista sufrió un ataque cardíaco. El Gobierno se negó a certificar el infarto bajo la presión del repudio internacional originado por la Primavera Negra.

“Me trasladaron para una sala del Hospital Militar de Marianao, monitoreada por la policía política. El 22 de julio de 2004 me dieron la libertad extrapenal (…). Yo fui la única de los 75 a la que el cardenal Jaime Ortega no le propuso la salida del país como condición para ser excarcelada”, explica Roque Cabello.

“No crítico a quienes se hayan marchado; sabemos que fue un momento difícil porque Fidel Castro decidió acabar con la disidencia en Cuba”.

En 2003, la oposición se extendía por todas las capitales provinciales y municipios de la Isla, apoyada por el auge de la prensa independiente. Castro intentó usar la invasión a Irak, comandada por EE. UU., para ocultar la magnitud de la escalada represiva contra la disidencia interna.

“Escogió ese momento preciso pensando en tapar un suceso con otro, pero pagó un alto costo político. Muchas personas amigas del régimen rompieron relaciones por la injusticia que se cometió con nosotros y por las largas condenas arbitrarias”, advierte Roque Cabello.

Otra “Primavera Negra”

En respuesta a la Ley Helms-Burton de 1996, el Gobierno cubano promulgó la Ley 88, en 1999. La también conocida como “Ley Mordaza” fue anunciada como la protectora de la independencia nacional y la economía de Cuba. Pero, en realidad, no es más que el marco legal creado y usado para condenar a todos los que el régimen considerara “mercenarios”.

Con el tiempo, a la “Ley Mordaza” se han agregado varios decretos considerados “azotes” contra la libertad de expresión: todo un engendro jurídico que ha permitido el aumento de la represión contra la sociedad civil y la prensa independiente.

Primavera Negra, Jorge Olivera Castillo
Jorge Olivera Castillo (Foto: Tomada de su perfil de Facebook)

En medio del creciente descontento popular, la administración del gobernante Miguel Díaz-Canel ha aumentado la represión y promovido campañas mediáticas que apelan a la aplicación de la Ley 88. La aparente intención de ahogar las voces de las nuevas generaciones de la sociedad civil ha sido interpretada como la señal de otra Primavera Negra.

“Estos grupos vinculados con el arte (Movimiento San Isidro y 27N) indiscutiblemente han tenido ideas que superan las que tuvimos nosotros”, dice Roque Cabello.

“No se puede hacer comparación entre un momento y otro: no es lo mismo Fidel Castro en el poder que Raúl Castro, y mucho menos Díaz-Canel, que es conocido como ‘el puesto a dedo’. Ellos (el Gobierno) van a continuar con los cercos en las casas, los encarcelamientos individuales, los actos de repudio, los hostigamientos y las multas. No creo que sea un buen momento para que la dictadura desate otra Primavera Negra”, termina la economista.

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Primavera negra: memorias de un ayuno

Imágenes del arresto de Marta Beatriz Roque, el 20 de marzo de 2003 (Foto: AFP)

LA HABANA, Cuba. ─ Cada vez que se acerca un aniversario de la Primavera Negra de 2003 en Cuba me asaltan recuerdos de aquella época. Fue una ofensiva en toda la línea contra las fuerzas independientes de la Isla, ordenada personalmente por el único que entonces tenía potestad para adoptar una decisión de esa envergadura: el “Máximo Líder”.

El cómputo que condujo al arbitrario arresto ─y el posterior enjuiciamiento festinado y la condena a largas penas de prisión─ de 75 compatriotas fue simple. Era reciente el desmantelamiento, en Estados Unidos, de la Red Avispa. Los espías descubiertos fueron muchos más, pero cinco de ellos se mantuvieron firmes en su apoyo al régimen castrista. Se perpetró una cuenta de bodeguero (5 por 15 es 75) y quedó fijado así el número de cubanos destinados a ser reprimidos.

Por supuesto que había una evidente desproporción entre unos casos y otros. Los espías habían sido sorprendidos en flagrante delito. Las comunicaciones que sostenían con sus jefes de La Habana fueron interceptadas y sus textos revelados. En ellos había órdenes de infiltrarse en instalaciones militares del gran país; también instrucciones vinculadas al derribo de avionetas desarmadas en pleno vuelo. Como ya sugerí, la mayor parte de los arrestados reconoció la actividad delictiva realizada.

Con los detenidos en Cuba sucedió todo lo contrario. Se trataba de periodistas independientes y activistas prodemocráticos que se limitaban a expresar abiertamente sus opiniones contrarias al régimen castrista. Las “piezas de convicción” que se les ocuparon eran libros, papel, máquinas de escribir museables, bolígrafos y algún que otro ordenador.

Por aquellos tiempos la Asamblea para Promover la Sociedad Civil (APSC) era encabezada por el hoy difunto profesor Félix Bonne Carcassés, la economista Martha Beatriz Roque y quien les escribe. Los tres decidimos realizar un ayuno para reclamar la libertad del doctor Oscar Elías Biscet y los restantes presos políticos cubanos.

El 11 de marzo de 2003 anunciamos el inicio de nuestra protesta en el apartamento del Vedado habanero en el cual residía el matrimonio de Nelson Aguiar (uno de los ayunantes) y Dolia Leal. Además de los tres dirigentes de la APPSC participó desde el inicio el inolvidable patriota Orlando Zapata Tamayo, fallecido años después a raíz de otra protesta análoga. Horas más tarde se incorporó el sindicalista Nelson Molinet, con quien se completó el grupo de seis.

De inicio, permanecimos en la vivienda de Nelson y Dolia. Eran unos anfitriones excelentes, pero al cabo de unos días, la estancia en el apartamento interior, sin siquiera tener vista a la calle, se nos hizo insoportable. Era casi como si estuviésemos en Villa Marista o en 100 y Aldabó. Por ello decidimos trasladarnos a la casa que había sido de Jesús Yanes Pelletier, en la zona de La Rampa, donde vivía su viuda.

Durante los días que duró nuestro ayuno, la sede de la protesta fue lugar de visita de numerosos opositores que venían a testimoniarnos su solidaridad, absteniéndose de ingerir alimentos durante su estancia entre nosotros. También llegaban periodistas que acudían a cubrir la noticia y diplomáticos de países amigos que se interesaban por nuestra salud.

Al cabo de una semana, los noticieros informaron sobre el inicio de la Guerra de Irak. De inmediato, supimos de la oleada represiva lanzada por el régimen cubano. Es un hecho cierto que, al producirse la arremetida interna, su iniciador pensó que, ante la magnitud de la gran noticia mundial, la detención de algunas decenas de opositores cubanos pasaría inadvertida.

Mientras continuábamos nuestro ayuno nos enterábamos de los nombres de nuevos compatriotas que pasaban a engrosar el destacamento de los arrestados de modo arbitrario. Esto duró hasta el 20, día final de la oleada represiva. A horas tempranas de la mañana, recibimos la indeseable visita de los agentes de la policía política.

Recuerdo que el auto en el que fui conducido, tras unas cortas vueltas, se dirigió hacia mi domicilio. Pensé que, al igual que había sucedido en otros casos publicitados en las horas anteriores, me llevaban a la casa para practicar en ella un registro. Pero yo estaba equivocado. Al llegar al destino y descender del auto en que viajaba, los segurosos cerraron la puerta y se marcharon.

En una de las obras del gran escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn, el autor se hace eco de la tonta interrogante que solían formular los desdichados que eran objeto de un inesperado arresto estalinista: “¿Yo! ¿Por qué!”. El 20 de marzo de 2003 llegó mi turno de incurrir en el mismo error: “¡Ah! ¿Pero ustedes se van!”, pregunté asombrado —o más bien comenté— a los agentes que me dejaron frente a mi domicilio.

Ya en casa conocí de otros pormenores del gigantesco operativo de represión. En particular, supe que, en el caso de nosotros los ayunantes, dos nos libramos de la cárcel: Félix Bonne y yo. Los otros nutrieron las filas del Grupo de los 75. Entre ellos, Martha Beatriz Roque, única mujer que formó parte de ese emblemático conjunto de perseguidos.

También me enteré de otros pormenores, como el descaro perpetrado en la persona de Oscar Elías Biscet. ¡El destacado médico y opositor se encontraba privado de libertad desde hacía más de tres meses! Ello se debía a una protesta que, en unión de otros compatriotas — entre ellos Orlando Zapata—, él realizó por el arresto de varios amigos. Es por ello que, al ayunar por la excarcelación de los presos políticos, el nombre del doctor Biscet encabezaba el reclamo que hacíamos al respecto.

Pues bien: al iniciarse la oleada represiva, ¡se olvidaron de la causa por la cual él estaba encarcelado desde el 6 de diciembre! (se trataba de un asunto de la competencia de un tribunal municipal, que no daba margen para una sanción larga). También practicaron un registro en su casa (¡no a él, claro, pues estaba preso!; ¡a su esposa Elsa!). Pero con la misma lo involucraron en una de las causas de Los 75, ¡y se olvidaron del otro asunto penal por el que llevaba más de tres meses privado de libertad!

Es sólo un botón de muestra que demuestra a las claras el irrespeto a la legalidad y a la decencia con que actúa la policía política del castrismo al reprimir a los ciudadanos que no comulgan con el sistema. Por desgracia, recordar aquel atropello de hace dieciocho años sigue siendo un ejercicio útil y muy necesario.

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