1

Dime cómo sales de la cárcel y te diré quién eres

Fidel Castro, Presidio Modelo

LA HABANA, Cuba. – Tengo cierta vocación por hacer asociaciones entre eventos de la vida mundana con singulares sucesos de la historia, lo mismo de la gran historia que de la historia menor, y esa vocación se me despierta ahora, después de que hace unos días el discurso oficial cubano recordara con bombos y platillos la salida del Presidio Modelo de los asaltantes al Cuartel Moncada

Y la verdad es que ya me cansa la insistencia del poder cubano en dar tanta trascendencia a esa salida de Fidel Castro, y sus adláteres, del Presidio Modelo. Me mortifica ese enorme empeño en hacer lo mismo cada año: alabar esa fecha en la que unos delincuentes que estuvieron encerrados en el Presidio Modelo fueron puestos en libertad después de una muy breve estancia.

Cada año lo mismo. Cada mayo exalta la excarcelación de unos delincuentes que asaltaron un cuartel en Santiago de Cuba; pero no puedo negar la utilidad que también me ofrece cada año esa obsesión del poder para hacer visible la salida de esos hombres.

Siempre miro esas fotos que muestran a los delincuentes en ese instante en el que vuelven a la libertad. Muchas veces vimos ya esas imágenes en las que aparecen Fidel Castro y su pandilla saliendo del Presidio; todos trajeados y, al menos en apariencia, nada afligidos. Hasta se les ve risueños, después de respirar el aire de “otra vez la libertad”, esa que regaló Batista a quienes asaltaron la fortaleza militar más importante de todo el oriente cubano.

Y ya Batista les había dedicado algunas condescendencias a los malhechores. El primer cabo se vio en el juicio que siguió al asalto al cuartel Moncada, pero lo más destacable sería aquel juicio en el que se les permitió a los asaltantes, pero sobre todo al malandrín en jefe, que desatara su enorme egolatría durante todo el proceso. 

Batista permitió a Fidel que se defendiera él mismo, que hiciera discurso, y hasta admitió la entrada de periodistas. Y entre esos periodistas estuvo una Marta Rojas, gracias a quien se conoce la verdad que convino a Fidel Castro.

Y años después de los sucesos, ahora mismo, algunas evidencias, algunas cartas y fotografías se vuelven a hacer visibles y nos hacen pensar en aquel encierro que tuvo apariencia de panacea. Las pruebas de que así fueron las cosas las daría el propio Fidel Castro, en cartas a amigos y parientes. En esas misivas, que luego se hicieran públicas, el delincuente nos hace notar que él mismo se cocinaba con muchísima frecuencia. 

Fidel, el preso, cocinaba “ambrosías y frambuesas”, como diría un amigo muy querido. Fidel Castro recibía provisiones desde afuera, y hasta dentro del presidio podía conseguir algunas delicatesen. Tan abundantes eran los surtidos que hoy provocarían, a la gran mayoría de los cubanos, un profuso saliveo, ese saliveo al que los médicos suelen llamar sialorrea. 

Sin dudas la estancia de Fidel en la cárcel tiene hoy la apariencia del paraíso. Bastaría con mirar esas imágenes que fijaran el momento de la salida del presidio, esa salida después de una muy breve estancia, una estancia que duró lo que duran unas buenas vacaciones. Bastaría con mirar las fotografías que son testimonio de la salida del presidio.

Bastaría con mirar las maletas que cargaron los delincuentes cuando salieron del presidio, y los trajes con que cubrieron sus cuerpos, y las corbatas que batiera el viento. Todo eso hemos podido advertir en las imágenes que el discurso oficial se ha empeñado en convertir en íconos de la “Revolución Cubana”. Y es que intentan convertir en icónicas a esas imágenes. Hacerlas parecer el “gorro frigio” de eso a lo que aún llaman “Revolución Cubana”. 

Quizá es gracias a la visibilidad que aún tienen esas imágenes de Fidel y de los otros, que yo piense sin cesar en la manera en la que saldrá de la cárcel Luis Manuel Otero Alcántara, Maykel Osorbo, y muchos, muchos más. Y no dejo de preguntarme si permitirán que hagamos honores a esos valientes tras su excarcelación. ¿Podremos estar allí, cerquita, y esperándolos? 

¿Cuál será el semblante de José Daniel Ferrer? ¿Alguno de nosotros podrá encender el celular para hacer fotos y divulgar luego la salida de esos valientes? ¿Cuál será el ánimo de Maykel? ¿Qué hará Luis Manuel a la salida? ¿Lo dejarán cubrirse con la bandera que es su matria? ¿Cómo celebraremos nosotros la excarcelación de esos muchachos tan heroicos?

Me gusta imaginar a multitudes agradecidas que van al encuentro de los presos, pero inmediatamente la realidad, y el gobierno comunista, consiguen que desaparezcan esas probabilidades que estuve suponiendo, y hasta se refuerza la certeza de que Batista era “un niño de teta” si es que se le compara con los comunistas que hoy, y desde hace más de 60 años, detentan el poder en esta Isla. 

Fidel fue, por capricho suyo y de sus fieles súbditos, el ícono en jefe, y para eso se hizo acompañar de fotógrafos a todas partes; y si en algo se hace incompleta esa colección de imágenes de Fidel, es en el hecho de que, al menos hasta donde sé, no se hizo retratar mientras dejaba sobre la loza del inodoro sus deposiciones.

Fidel Castro creyó que su hombro podría reconciliar a Haydée con la vida, después de la muerte de su hermano, pero no fue así. Haydée terminó pegándose un tiro porque no encontró sosiego, ni siquiera en el hombro del malandrín en jefe. Y mirando las fotos de Fidel Castro saliendo del Presidio Modelo, y constatando la enorme difusión que para ellas decidieran los poderosos, me pregunto si no pensó él en todo lo inconveniente que podría resultar luego tanta visibilidad.

Sin dudas Fidel Castro no pensó en todo cuanto haría en lo adelante para mantenerse en el poder. Quizá Castro ni siquiera imaginó las muchas detenciones y los encierros que propiciarían él y su gobierno, sin dudas muchísimas más que las que propició la policía batistiana, y el ejército. Bastaría con dar una miradita de soslayo para entender la verdad del presidio cubano después del asalto al Moncada. 

Unos jóvenes asaltan una fortaleza militar y cumplen una pequeñísima condena que resultó ser una panacea. ¿Y qué pasó después? Después la población penal se haría más grande. Y también el empecinamiento de Fidel en hacerse cada vez más visible. A Fidel lo vimos driblando el balón de básquet que encestaba luego. Fidel se hizo ver en todas partes, y en todas partes estuvo la cámara fotográfica, la cámara de televisión. 

Fidel tuvo su cohorte de fotógrafos, por eso, hasta después de muerto lo podemos ver en todas partes. Así quieren que lo veamos, y también que recordemos su presidio, sin reconocer que esas imágenes no resultan convenientes. 

En lo adelante habrá que volver con más frecuencia a esos días, y mirarlos en todos sus detalles. Batista no fue bueno, pero no enfrentó a quienes, en Batabanó, y luego en La Habana, recibieron a los asaltantes. Batista no impidió que Haydée y Melba estuvieran en el recibimiento, no ordenó a la policía que impidiera el viaje de esas mujeres a Isla de Pinos. Ninguna autoridad del Presidio Modelo impidió que se apretaran los obturadores de las cámaras fotográficas para fijar en imágenes a uno de los maleantes más famosos de la historia en el momento en que abandona la cárcel después de una muy breve estancia. 

Esas imágenes nos dejan ver a unos risueños delincuentes. Solo Haydée Santamaría parece cargar con la tristeza de todos, quizá la misma tristeza, con algunos añadidos, que luego la llevara a pegarse un tiro. En esas imágenes de la salida del presidio se junta lo siniestro con lo cursi, lo aciago con lo presuntuoso. En esas imágenes está la futura élite del poder, la que carga sobre sus espaldas el peso de muchas muertes. 

Y últimamente, siempre que pienso en el presidio de Fidel, me vienen a la cabeza Luis Manuel Otero Alcántara y también Maykel Osorbo. Siempre que veo esas imágenes me pregunto si podrán los familiares de los presos políticos recibir en las afueras de sus cárceles a sus parientes? ¿Hará fotos algún periodista para publicarlas luego en Granma? ¿Acaso dirán algo Granma y Juventud Rebelde, el Noticiero Estelar de Televisión? ¿Nos enteraremos de algo?

¿Saldrán vivos Maykel y Luis Manuel? ¿Cuándo saldrán los tantos presos políticos que hay regados por toda la Isla? ¿Podremos recibirlos? ¿Podremos abrazarlos y hacerles reverencias? ¿Cuáles serán las imágenes más icónicas en el futuro del país? ¿Tendremos, quienes ya no somos jóvenes, un futuro sin esos falsos íconos? ¿Haremos reverencias a los presos de hoy? ¿Y, para entonces, habremos aprendido algo?

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.




El Presidio Modelo y las cárceles castristas

Presidio Modelo, Cuba

LA HABANA, Cuba. — Una virtud de los textos redactados por un buen periodista es la de estimular a algún colega a abordar el mismo tema. Y esto aunque el segundo profesional discrepe en determinado punto del primero; o especialmente cuando sucede tal cosa. Así me ha ocurrido en más de una ocasión, y ahora vuelve a sucederme con un trabajo del amigo Luis Cino.

Se trata de una amena crónica recién publicada por él en este mismo diario digital. Ella ostenta un título que representa un acertado desafío: La reparación del Presidio Modelo: otro absurdo despilfarro del castrismo. Con ese solo encabezamiento, ya está dicho lo esencial. Pero aunque reconozco ese acierto de don Luis, hay unos pocos aspectos de su texto que conviene —creo— ampliar, matizar o rebatir.

Ya se sabe que esa obra monumental fue realizada durante la presidencia del general Gerardo Machado. Se trató de una construcción en la cual se observan las normas que los especialistas en temas penitenciarios recomiendan para ese tipo de centros. En cárceles como el Presidio Modelo se observa una regla harto saludable: el aislamiento celular nocturno de los reos.

Es el caso que, en todo el mundo, lo que ha primado en ese submundo ha sido el hacinamiento. El mismo autor de estas líneas, durante una de sus dos incursiones en las islas castristas del “Archipiélago DGP” (Dirección General de Prisiones), vivió de modo extremo esa realidad: En una barraca del campo de concentración anexo a la Prisión de Valle Grande, pudo contar 32 literas de tres pisos cada una.

Espacio había —pues— para 96 confinados. Verdad es que, en aquella temporada, no todos los camastros estaban ocupados, pero la mayoría sí. Se trataba de veintenas de hombres hacinados en un mismo galpón: un verdadero almacén de seres humanos. Con todos los inconvenientes que ello trae aparejados, en especial cuando, en la mayoría de los casos, se trata de personas antisociales, a menudo desequilibradas y violentas.

En el Presidio Modelo —insisto— no sucedía así. Allí, a la hora del descanso, cada recluso podía dormir con la tranquilidad de no ser agredido por algún enemigo. Aclaro que así sucedía en tiempos de Machado, al que la historiografía comunista califica como un tirano “muy malo”. También bajo sus sucesores inmediatos. En tiempos de Castro, volvió el hacinamiento: en cada celda de la moderna cárcel habitaban varios hombres.

Esa era una realidad material del Presidio Modelo. ¿Pero qué decir del personal penitenciario? El colega Cino se hace eco de la leyenda negra urdida sobre todo por la historiografía comunista. Invoca a Pablo de la Torriente Brau, un periodista excelente, pero sometido de lleno a la corriente estalinista de esa doctrina malsana. Rememora, en particular, su serie de reportajes de título truculento: “La isla de los 500 asesinatos”.

Es cierto que, bajo el machadato, se perpetraron violaciones de los derechos humanos; en particular, ejecuciones extrajudiciales. Pero debo confesar que la cifra cerrada que ofrece don Pablo me recuerda demasiado a los supuestos “20 000 muertos” del régimen batistiano. Que, según las únicas listas publicadas con nombres y apellidos (las cuales, por cierto, incluyen hasta a los uniformados que perdieron la vida enfrentando a los subversivos), son unos tres mil.

Ya sabemos de qué pata cojean estos comunistas: Barrunto que, además de exagerar y redondear (aumentándola) la cifra, el señor De la Torriente haya atribuido al alcaide Castell hasta los asesinatos perpetrados entre reos, que —como todo el mundo sabe— constituyen una realidad ineludible en ese submundo del horror. ¡Menos mal que Cino acierta al señalar lo esencial: “Las atrocidades de Castell palidecerían ante las cometidas por los guardas castristas en los años sesenta contra los miles de presos políticos que pasaron por el Presidio Modelo”.

En cualquier caso, conviene que nos preguntemos en qué consistirá la publicitada “restauración”. ¿Volverán a poner rejas? Porque uno de los disparatados ucases del “Exaltado en Jefe” contenía precisamente la orden de destinar el excelente enrejado de las circulares a “materia prima”. Y aquí conviene hacer una breve digresión para incursionar en los “noticieros ICAIC latinoamericanos”.

Recuerdo haber visto escenas inolvidables en esa verdadera crónica de la infamia. Una es la del bárbaro desmonte perpetrado en nuestros campos por la Brigada Invasora “Che Guevara”: un par de grandes equipos automotores unidos por una gigantesca cadena, que recorrían la Isla de este a oeste, arrasando con todo lo que hubiera a su paso, incluyendo miles de árboles frutales y palmas reales. ¡La apoteosis de la barbarie!

Otra es la de las excelentes rejas de las celdas, elaboradas especialmente para el mencionado Reclusorio Nacional, que, al ser cortadas con sopletes de acetileno, caían estrepitosamente desde lo alto de las circulares, para ser utilizadas —repito— como “materia prima”. En su lugar, ¿qué les pondrán ahora? ¿Las impresentables cabillas de acero corrugado que “adornan” los presidios del castrismo!

Por encima de consideraciones estéticas, cuando abordamos estos temas tenemos que constatar una realidad: Las innumerables cárceles erigidas por el castrismo para albergar a sus presos (que son ahora unas 20 veces más que antes de su trepa al poder) no resisten una comparación con las creadas durante la era prerrevolucionaria. Esto incluye no sólo el ya mencionado aislamiento celular nocturno del Presidio Modelo. También algo tan sencillo como el uso de ventanas.

Porque hay que decir que aquellos reclusorios de antaño (incluyendo lo que era la Cárcel de Mujeres de Guanajay) tenían ventanas que los prisioneros podían abrir o cerrar a voluntad. Ahora no: Al parecer, los arquitectos del Ministerio del Interior consideran que eso es una “muestra de blandenguería”; un mero “rezago del pasado”, indigno del “hombre nuevo” de estos tiempos.

En las cárceles castristas, las ventanas son sustituidas por simples vanos (enrejados, eso sí). Por esas aperturas entran con absoluta libertad la lluvia, el sereno y el frío invernal; también los ciclones y temporales, como experimentó quien esto escribe en la tristemente célebre prisión de Agüica, en Colón, Matanzas, otra isla del “Archipiélago DGP” en la que, como reza la frase popular sarcástica, estuve “becado”.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




La reparación del Presidio Modelo: otro absurdo despilfarro del castrismo

LA HABANA, Cuba. — Se acaba de anunciar un plan para la reparación capital en ocho años del Presidio Modelo de la Isla de Pinos, rebautizada desde la década de 1970 por Fidel Castro como Isla de la Juventud y convertida en municipio especial.

El régimen cubano se propone, cuando esté reparado el antiguo Presidio Modelo, proponer su candidatura a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) para que sea declarado patrimonio mundial.

Sería loable la intención de restaurar ese monumento si no fuese porque hay otros de más valor histórico  y en peor estado que el Presidio Modelo a los que no les prestan atención. Y lo que es peor: porque ante la desidia oficial más de la mitad de las edificaciones en La Habana y otras ciudades del país están en estado ruinoso o amenazan con derrumbarse y seguir cobrando vidas entre sus moradores.

El cuantioso gasto en dinero y recursos que supondrá la reparación capital del Presidio Modelo se producirá en momentos en que Cuba atraviesa la peor crisis de su historia, y el régimen alega que por falta de liquidez no puede adquirir alimentos y medicinas ni construir mayor cantidad de casas para aliviar el creciente déficit de viviendas.

Será otro absurdo despilfarro más, como la construcción de nuevos hoteles cuando cada vez vienen menos turistas a Cuba. Detrás debe haber aviesos intereses: captar donaciones extranjeras, lavado de dinero, vaya usted a saber.

Sólo la retorcida mentalidad carcelaria de los mandamases de la continuidad  y su culto a la personalidad de Fidel Castro (que estuvo preso allí)  puede explicar que una vieja penitenciaría de siniestra recordación  les interese más que otros sitios históricos y culturales o que el bienestar de millares de cubanos que viven arracimados en tugurios con los techos a punto de caerles encima y aplastarlos, como desgraciadamente sucede a menudo.

El Presidio Modelo, a cuatro kilómetros de Nueva Gerona, con capacidad para albergar 5 000 reos, fue construido en 1926 por orden del presidente Gerardo Machado. Fue hecho en imitación del Centro Correccional Stateville, de Illinois, con cinco edificios circulares, seis pisos de celdas y diseño panóptico, con guardias armados con ametralladoras y vigilando desde las  torres.

El Presidio Modelo fue hecho en imitación del Centro Correccional Stateville, en Illinois (Foto: Northwestern)

Allí, entre 1926 y 1933, fueron encerrados cientos de opositores al régimen de Machado que tuvieron que soportar las atrocidades de Castell, el jefe de la prisión y sus esbirros. El escritor Pablo de la Torriente Brau, que estuvo preso allí en 1932, denunció aquellos crímenes, en el periódico Ahora, en la serie de trece artículos que tituló “La isla de los 500 asesinatos” y que le servirían luego para su libro-testimonio Presidio Modelo.

Las atrocidades de Castell palidecerían  ante las cometidas por los guardias castristas en los años sesenta contra los miles de presos políticos que pasaron por el Presidio Modelo. Sometidos a bayonetazos a trabajos forzados, en condiciones inmundas, muchos perecieron por hambre, enfermedades o fueron asesinados por los carceleros. Y se sabe que en 1961, a raíz de la invasión de  Bahía de Cochinos, los guardias dinamitaron el presidio y tenían la intención de volarlo, con todos los reclusos dentro, si los invasores triunfaban.

A juzgar por los testimonios del propio Fidel Castro, ni remotamente hay comparación con las condiciones del encarcelamiento de él, su hermano Raúl y los otros 24 sobrevivientes del ataque al Cuartel Moncada durante el tiempo que estuvieron allí (menos de dos años, antes de ser amnistiados por Batista en 1955).

Fidel Castro y los sobrevivientes del asalto al cuartel Moncada a la salida del Presidio Modelo (Foto: Casa Natal Jesús Montané Oropesa)

El Presidio Modelo fue declarado monumento nacional en 1978. Ahora, deteriorado, quieren restaurarlo y preservarlo como otro de los lugares consagrados al culto a Fidel Castro. Pero debían pensarlo dos veces antes de seguir la perorata sobre el breve encierro de Fidel y sus compañeros por la descabellada  carnicería del Moncada que costó la vida de decenas de atacantes y soldados. Algo que contrasta agudamente con las condenas de hasta 25 años de cárcel impuestas a varias decenas de jóvenes, algunos menores de edad, que, desarmados, participaron en las protestas de los días 11 y 12 de julio de 2021.

Si tuviesen un mínimo de pudor, los castristas deberían medirse para hablar del “martirio” de Fidel y sus compañeros en el Presidio Modelo.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




Presidio Modelo y bien

Reclusorio Nacional en Isla de la Juventud (foto tomada de Internet)
Reclusorio Nacional en Isla de la Juventud (foto tomada de Internet)

LA HABANA, Cuba. -Acaba de conmemorarse un aniversario más de la excarcelación de los asaltantes al Cuartel Moncada. La efeméride ha propiciado que los medios oficialistas publiquen crónicas que parecen vidas de santos. De la otra parte, la prensa independiente ha precisado aspectos de interés, como el trato de privilegio recibido por Fidel Castro y sus compinches durante su breve estancia carcelaria.

La recordación de la fecha ha servido al diario Granma para lanzar otro ataque contra el centro penitenciario del que salieron los moncadistas. Cada mención del nombre oficial del penal, va precedida por una frase hecha: “el mal llamado Presidio Modelo”. Este aspecto de la cuestión merece asimismo algunas consideraciones.

Pese a la propaganda negativa que a lo largo de los años le han hecho sus detractores —sobre todo los comunistas, como Pablo de la Torriente Brau en su momento, o ahora los seguidores de Castro— es un hecho cierto que el Reclusorio Nacional enclavado en Isla de Pinos merecía de sobra el referido nombre oficial que se le otorgó. En esa construcción se materializaron muchas de las condiciones ideales para encerrar hombres.

Un ejemplo de ello es el aislamiento celular nocturno, que puso fin al hacinamiento y la promiscuidad que durante milenios constituyeron la regla en esos sitios de dolor. Al crear condiciones para que la mayor parte del día —y, en particular, durante el horario de descanso— cada recluso pueda permanecer solo en su calabozo, se obstaculizan los actos de violencia y coacción que resultan habituales en las cárceles.

Lo mismo es válido para el panóptico. Se trata de una ingeniosa invención que permite que un guardia, desde una torreta ubicada en el centro de cada bloque de celdas, tenga una excelente visibilidad sobre cada una de estas últimas. Precisamente para facilitar esa vigilancia sobre los habitáculos penitenciarios, éstos están dispuestos en forma de círculo.

Pero los cautivos políticos que permanecieron hospedados por un breve lapso en la prisión pinera, lograron trepar al poder en 1959. Comenzó entonces a producirse un aumento dramático de la población carcelaria cubana. También se incrementó el número de los centros correccionales de todo género: la docena de establecimientos de ese tipo que existían bajo el Antiguo Régimen se multiplicó hasta alcanzar varios centenares. Son las numerosas islas del “Archipiélago DGP” (Dirección General de Prisiones del MININT). Entre éstas, por primera vez en Cuba, surgieron también campos de concentración, aunque bajo otras denominaciones eufemísticas.

De inmediato saltaron a la vista las abismales diferencias entre los reclusorios erigidos antes de Castro —como el mismo Presidio Modelo o la antigua Cárcel de Mujeres de Guanajay, por ejemplo— y, de otra parte, los innumerables centros fabricados por el Nuevo Régimen. Como preso de conciencia que he pasado temporadas en Villa Marista, 100 y Aldabó, Agüica, Valle Grande, Toledo y la Prisión Provincial de Sancti Spíritus (conocida como Nieves Morejón), puedo dar fe de ello.

Presidio Modelo por dentro (foto de Internet)
Presidio Modelo por dentro (foto de Internet)

En lugar de las celdas individuales, los castristas optaron por los “destacamentos”: verdaderas galeras colectivas que —como pude observar en una barraca de Valle Grande— pueden llegar a tener más de treinta literas de tres pisos cada una: unos cien hombres en total, cuando están llenas.

En vez de rejas especialmente diseñadas al efecto (como las excelentes fabricadas en Estados Unidos que en un noticiero ICAIC caían con gran estrépito de las circulares pineras, al ser cortadas para utilizarlas como “materia prima”), la llamada Revolución sólo puede ofrecer las consabidas cabillas corrugadas. Para reemplazar las ventanas, idearon el “quiebraluz”: una serie de barras de metal adosadas a placas de concreto que forman un ángulo de 45 grados con la pared en la que se encuentran.

Como es lógico, este armatoste permanece fijo: no puede abrirse ni cerrarse. A fines de los noventa, siendo huésped de Agüica, pude observar los terribles efectos que una simple tormenta —bastante severa, sí, pero puramente local— tiene sobre el dichoso quiebraluz, por donde el viento y el agua penetran con entera libertad hasta las celdas. El frío y el calor también tienen vía libre. No quiero ni pensar en los infelices que se vean obligados a capear un huracán en una cárcel castrista…

Entonces, podemos concluir: “Presidio Modelo” y bien. Se trata en verdad de una construcción ejemplar, en la medida en que puede tener esa condición un centro destinado a enclaustrar seres humanos. Por supuesto que los actuales jefes de La Habana, para evitar desfavorables comparaciones con las innumerables cárceles y campamentos erigidos por orden de ellos mismos, tenían que desactivarlo. Aunque para ello hayan tenido que dejar sin uso las imponentes circulares de Isla de Pinos, que resulta imposible destinar a otro fin.