Dime cómo sales de la cárcel y te diré quién eres

LA HABANA, Cuba. – Tengo cierta vocación por hacer asociaciones entre eventos de la vida mundana con singulares sucesos de la historia, lo mismo de la gran historia que de la historia menor, y esa vocación se me despierta ahora, después de que hace unos días el discurso oficial cubano recordara con bombos y platillos la salida del Presidio Modelo de los asaltantes al Cuartel Moncada.
Y la verdad es que ya me cansa la insistencia del poder cubano en dar tanta trascendencia a esa salida de Fidel Castro, y sus adláteres, del Presidio Modelo. Me mortifica ese enorme empeño en hacer lo mismo cada año: alabar esa fecha en la que unos delincuentes que estuvieron encerrados en el Presidio Modelo fueron puestos en libertad después de una muy breve estancia.
Cada año lo mismo. Cada mayo exalta la excarcelación de unos delincuentes que asaltaron un cuartel en Santiago de Cuba; pero no puedo negar la utilidad que también me ofrece cada año esa obsesión del poder para hacer visible la salida de esos hombres.
Siempre miro esas fotos que muestran a los delincuentes en ese instante en el que vuelven a la libertad. Muchas veces vimos ya esas imágenes en las que aparecen Fidel Castro y su pandilla saliendo del Presidio; todos trajeados y, al menos en apariencia, nada afligidos. Hasta se les ve risueños, después de respirar el aire de “otra vez la libertad”, esa que regaló Batista a quienes asaltaron la fortaleza militar más importante de todo el oriente cubano.
Y ya Batista les había dedicado algunas condescendencias a los malhechores. El primer cabo se vio en el juicio que siguió al asalto al cuartel Moncada, pero lo más destacable sería aquel juicio en el que se les permitió a los asaltantes, pero sobre todo al malandrín en jefe, que desatara su enorme egolatría durante todo el proceso.
Batista permitió a Fidel que se defendiera él mismo, que hiciera discurso, y hasta admitió la entrada de periodistas. Y entre esos periodistas estuvo una Marta Rojas, gracias a quien se conoce la verdad que convino a Fidel Castro.
Y años después de los sucesos, ahora mismo, algunas evidencias, algunas cartas y fotografías se vuelven a hacer visibles y nos hacen pensar en aquel encierro que tuvo apariencia de panacea. Las pruebas de que así fueron las cosas las daría el propio Fidel Castro, en cartas a amigos y parientes. En esas misivas, que luego se hicieran públicas, el delincuente nos hace notar que él mismo se cocinaba con muchísima frecuencia.
Fidel, el preso, cocinaba “ambrosías y frambuesas”, como diría un amigo muy querido. Fidel Castro recibía provisiones desde afuera, y hasta dentro del presidio podía conseguir algunas delicatesen. Tan abundantes eran los surtidos que hoy provocarían, a la gran mayoría de los cubanos, un profuso saliveo, ese saliveo al que los médicos suelen llamar sialorrea.
Sin dudas la estancia de Fidel en la cárcel tiene hoy la apariencia del paraíso. Bastaría con mirar esas imágenes que fijaran el momento de la salida del presidio, esa salida después de una muy breve estancia, una estancia que duró lo que duran unas buenas vacaciones. Bastaría con mirar las fotografías que son testimonio de la salida del presidio.
Bastaría con mirar las maletas que cargaron los delincuentes cuando salieron del presidio, y los trajes con que cubrieron sus cuerpos, y las corbatas que batiera el viento. Todo eso hemos podido advertir en las imágenes que el discurso oficial se ha empeñado en convertir en íconos de la “Revolución Cubana”. Y es que intentan convertir en icónicas a esas imágenes. Hacerlas parecer el “gorro frigio” de eso a lo que aún llaman “Revolución Cubana”.
Quizá es gracias a la visibilidad que aún tienen esas imágenes de Fidel y de los otros, que yo piense sin cesar en la manera en la que saldrá de la cárcel Luis Manuel Otero Alcántara, Maykel Osorbo, y muchos, muchos más. Y no dejo de preguntarme si permitirán que hagamos honores a esos valientes tras su excarcelación. ¿Podremos estar allí, cerquita, y esperándolos?
¿Cuál será el semblante de José Daniel Ferrer? ¿Alguno de nosotros podrá encender el celular para hacer fotos y divulgar luego la salida de esos valientes? ¿Cuál será el ánimo de Maykel? ¿Qué hará Luis Manuel a la salida? ¿Lo dejarán cubrirse con la bandera que es su matria? ¿Cómo celebraremos nosotros la excarcelación de esos muchachos tan heroicos?
Me gusta imaginar a multitudes agradecidas que van al encuentro de los presos, pero inmediatamente la realidad, y el gobierno comunista, consiguen que desaparezcan esas probabilidades que estuve suponiendo, y hasta se refuerza la certeza de que Batista era “un niño de teta” si es que se le compara con los comunistas que hoy, y desde hace más de 60 años, detentan el poder en esta Isla.
Fidel fue, por capricho suyo y de sus fieles súbditos, el ícono en jefe, y para eso se hizo acompañar de fotógrafos a todas partes; y si en algo se hace incompleta esa colección de imágenes de Fidel, es en el hecho de que, al menos hasta donde sé, no se hizo retratar mientras dejaba sobre la loza del inodoro sus deposiciones.
Fidel Castro creyó que su hombro podría reconciliar a Haydée con la vida, después de la muerte de su hermano, pero no fue así. Haydée terminó pegándose un tiro porque no encontró sosiego, ni siquiera en el hombro del malandrín en jefe. Y mirando las fotos de Fidel Castro saliendo del Presidio Modelo, y constatando la enorme difusión que para ellas decidieran los poderosos, me pregunto si no pensó él en todo lo inconveniente que podría resultar luego tanta visibilidad.
Sin dudas Fidel Castro no pensó en todo cuanto haría en lo adelante para mantenerse en el poder. Quizá Castro ni siquiera imaginó las muchas detenciones y los encierros que propiciarían él y su gobierno, sin dudas muchísimas más que las que propició la policía batistiana, y el ejército. Bastaría con dar una miradita de soslayo para entender la verdad del presidio cubano después del asalto al Moncada.
Unos jóvenes asaltan una fortaleza militar y cumplen una pequeñísima condena que resultó ser una panacea. ¿Y qué pasó después? Después la población penal se haría más grande. Y también el empecinamiento de Fidel en hacerse cada vez más visible. A Fidel lo vimos driblando el balón de básquet que encestaba luego. Fidel se hizo ver en todas partes, y en todas partes estuvo la cámara fotográfica, la cámara de televisión.
Fidel tuvo su cohorte de fotógrafos, por eso, hasta después de muerto lo podemos ver en todas partes. Así quieren que lo veamos, y también que recordemos su presidio, sin reconocer que esas imágenes no resultan convenientes.
En lo adelante habrá que volver con más frecuencia a esos días, y mirarlos en todos sus detalles. Batista no fue bueno, pero no enfrentó a quienes, en Batabanó, y luego en La Habana, recibieron a los asaltantes. Batista no impidió que Haydée y Melba estuvieran en el recibimiento, no ordenó a la policía que impidiera el viaje de esas mujeres a Isla de Pinos. Ninguna autoridad del Presidio Modelo impidió que se apretaran los obturadores de las cámaras fotográficas para fijar en imágenes a uno de los maleantes más famosos de la historia en el momento en que abandona la cárcel después de una muy breve estancia.
Esas imágenes nos dejan ver a unos risueños delincuentes. Solo Haydée Santamaría parece cargar con la tristeza de todos, quizá la misma tristeza, con algunos añadidos, que luego la llevara a pegarse un tiro. En esas imágenes de la salida del presidio se junta lo siniestro con lo cursi, lo aciago con lo presuntuoso. En esas imágenes está la futura élite del poder, la que carga sobre sus espaldas el peso de muchas muertes.
Y últimamente, siempre que pienso en el presidio de Fidel, me vienen a la cabeza Luis Manuel Otero Alcántara y también Maykel Osorbo. Siempre que veo esas imágenes me pregunto si podrán los familiares de los presos políticos recibir en las afueras de sus cárceles a sus parientes? ¿Hará fotos algún periodista para publicarlas luego en Granma? ¿Acaso dirán algo Granma y Juventud Rebelde, el Noticiero Estelar de Televisión? ¿Nos enteraremos de algo?
¿Saldrán vivos Maykel y Luis Manuel? ¿Cuándo saldrán los tantos presos políticos que hay regados por toda la Isla? ¿Podremos recibirlos? ¿Podremos abrazarlos y hacerles reverencias? ¿Cuáles serán las imágenes más icónicas en el futuro del país? ¿Tendremos, quienes ya no somos jóvenes, un futuro sin esos falsos íconos? ¿Haremos reverencias a los presos de hoy? ¿Y, para entonces, habremos aprendido algo?
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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