Hoteles de lujo: prohibidos para cubanos

LA HABANA, Cuba. – “Estamos a tope”, “estamos llenos”, “esperamos una delegación muy grande”, “solo estamos atendiendo huéspedes”, “no quedan capacidades”, son algunas de las justificaciones que por estos días escuchan los cubanos cuando pretenden entrar a cualquiera de los grandes hoteles de La Habana.
Las redes sociales estallan en quejas desde hace semanas pero el Ministerio de Turismo y las empresas hoteleras, tanto extranjeras como las nacionales, aún no se pronuncian oficialmente al respecto de lo que a todas luces es una política discriminatoria, si no contra los cubanos residentes en Cuba, al menos contra una moneda nacional en la que, de tan devaluada, ya ningún negocio quiere comercializar sus servicios.
No son rumores, no se trata de un circunstancial escándalo en las redes sociales, es lamentablemente una realidad que pudimos comprobar en el terreno cuando salimos a verificar cuán cierta y abarcadora podía ser esta “nueva normativa” que, sin estar amparada en alguna de tantas resoluciones fantasmas que rigen el día a día en la Isla —sin que en ocasiones los ciudadanos se den por enterados—, se salta olímpicamente la Constitución.

Una violación que ya no asombra a nadie en Cuba no solo porque vendría a sumarse a un cúmulo de prácticas inconstitucionales de la propia dictadura que redactó la Carta Magna, sino porque ya varias generaciones la padecieron durante décadas cuando Fidel Castro, viendo el turismo como un “mal necesario”, negó el acceso de los cubanos de a pie a instalaciones hoteleras, una prohibición que se extendería a todo el circuito comercial destinado a extranjeros pero que no aplicaba a militares de alto rango, a funcionarios estatales de primer nivel y a los familiares de estos.
Según hemos podido conocer directamente de personas que laboran en hoteles como el Nacional, Capri, Manzana Kempinski, Grand Aston, Paseo del Prado y Grand Packard —objetos de la mayor parte de las quejas en internet—, estas instalaciones están obligadas a comercializar un mínimo de servicios en pesos cubanos, para clientes nacionales, pero solo por mantener las apariencias en favor de un discurso oficial que no termina de aceptar públicamente que la moneda nacional es como una papa caliente.

Una de las razones en la que coinciden los empleados, directivos y funcionarios con los que CubaNet pudo conversar es que, en los establecimientos de altos estándares, no resulta rentable comercializar en pesos cubanos, a una tasa de cambio poco realista, muy inferior a la del mercado informal, mucho menos cuando los insumos son comprados en divisas, incluidos los que son adquiridos en Cuba, ya sea a proveedores estatales o a productores privados.
De acuerdo con varias fuentes, el convenio con el Gobierno cubano de comercializar en pesos cubanos responde a objetivos estrictamente políticos, y no ha sido cumplido por la parte cubana, que se habría comprometido a abonar en divisas los montos recaudados en moneda nacional, de acuerdo con una tasa de canje fija, convenida entre las parte.
“Hay una deuda acumulándose y, como nos han comunicado (el banco cubano) en varias ocasiones, no es posible liquidar por el momento”, asegura bajo condición de anonimato el directivo, por la parte extranjera, de uno de los hoteles más señalados como discriminatorios con los clientes nacionales.
“No se trata de discriminar a los cubanos, para nada (…). Mi esposa es cubana, es una medida de protección, porque de no hacerlo terminaríamos cerrando (…), se le ha pedido al Gobierno actualizar el acuerdo, pero hasta el momento no hay respuesta; tampoco hemos podido ajustar precios a un tipo de cambio similar al de la calle porque estamos esperando respuesta (…), hoy nuestros precios, aunque son altos, están muy por debajo de los precios de cualquier paladar (restaurante privado) de La Habana. La gente ha hecho sus cuentas. Nosotros también, y no es negocio”, concluye el directivo.

Un funcionario del Ministerio de Turismo, entrevistado por CubaNet bajo el compromiso de proteger su identidad, aseguró que hasta el momento no existe prohibición alguna emitida por la institución gubernamental, aunque reconoce que varios establecimientos, de modo individual, han emprendido acciones con el objetivo de evitar pérdidas al comercializar sus servicios en pesos cubanos.
“Que no exista la prohibición no quiere decir que no esté ocurriendo, pero además es de conocimiento del Gobierno”, afirma este funcionario. “Han preferido mirar a otro lado antes que pagar las deudas y permitir un reajuste de precios. Se han empeñado en querer demostrar que la moneda nacional tiene valor cuando la realidad nos está diciendo que no (…). El Ministerio (de Turismo) ha hecho recomendaciones sobre la necesidad de establecer excepciones con determinados establecimientos de altos estándares; de hecho ninguno de esos hoteles se comercializa a cubanos en los burós de reservaciones”.
Sin embargo, otra fuente consultada de la misma institución, nos informó que tales “recomendaciones” lucen más como indicaciones bien claras, y son las que, a modo de decretos internos, han dado luz verde a que en determinadas instalaciones hoteleras se prohíba el acceso a cubanos sin temor a represalias por parte del régimen.

“Es que no solo se afecta la parte extranjera, todos salen perjudicados”, declara este funcionario bajo la condición de que reservemos su identidad. Y continúa: “No se puede comprar e importar en divisas para vender en pesos cubanos. No se puede. El Ministerio (de Turismo) si bien no respondió a los reclamos (de saldar deudas y reajustar tasas de canje), autorizó a que se hicieran excepciones. (…) No se puede continuar dando servicios en pesos cubanos en unos 12 hoteles, ocho de ellos de La Habana, incluido el Hotel Nacional, aunque solo en este se mantendrán las ofertas de paquetes a un número limitado de clientes cubanos, preferiblemente si realizan las reservas desde el exterior”.
Con la llegada de Raúl Castro al poder, en 2008, la prohibición establecida por Fidel Castro fue eliminada al poco tiempo, aunque no del todo, en tanto algunos lugares, bajo diversas formas que no solo fueron los altos precios —imposibles de pagar incluso por un trabajador profesional altamente calificado—, pusieron en práctica un conjunto de “directivas internas”, toleradas por el régimen, con el fin de limitar el acceso de los clientes cubanos, en especial una usada todavía en bares, restaurantes y hoteles que advierten sobre el “derecho de admisión”.
Parece que ahora Miguel Díaz-Canel con su política “continuista” ha querido devolverle “esplendor” a una joya discriminatoria del pasado, aunque por lo visto no se decide a convertir en ley lo que pudiera estar en camino a ser una práctica abierta.
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