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Malas compañías

LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -La República Popular Democrática de Corea (RPDC) realizó otra prueba nuclear subterránea, el pasado 12 de febrero, en contravención de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, y como un acto de legítima defensa, según el noticiero nocturno de la televisión cubana. El periódico Granma, en un breve espacio de la sección Hilo Directo, destacó que “Sudcorea estudia atacar con drones a la RPDC”, pero no explicó ni condenó la actuación de los amigos norcoreanos. Sin embargo, prácticamente justificó la acción al publicar, el día 13, una nota atribuida a la agencia KCNA, con la siguiente cita del comunicado oficial de la RPDC: “La prueba forma parte de las medidas para proteger nuestra seguridad nacional y soberanía contra la hostilidad temeraria de Estados Unidos, que viola los derechos de nuestra república”.

Cuando el Consejo de Seguridad ha adoptado resoluciones condenatorias para la RPDC, y en esta oportunidad efectuó una reunión de emergencia, que acordó trabajar en medidas adicionales, sus cinco miembros permanentes tienen que haberla aprobado. Rusia no se opuso, tampoco China, que mantiene una relación histórica con la RPDC. Recuérdese que las autoridades de ambas naciones sostienen estrechas relaciones con el gobierno cubano. No obstante, la política isleña se mantiene incólume respecto a la RPDC, que ha realizado ensayos nucleares en 2006 y 2009, desarrolla cohetes de mediano y largo alcance, fuerza la tensión en el Sudeste Asiático y amenaza la paz mundial.

La dinastía se inició en 1948, por Kim Il Sung (1912-1994), y fue continuada por su hijo Kim Song Il (1942-12/2011), quien la legó también a su, hijo King Jong Un,  joven de unos 24 años, sin trayectoria política ni militar, que estudio varios años en Suiza. Considerada una férrea dictadura comunista, ha mantenido el país cerrado, impidió el desarrollo –mientras Corea del Sur florecía como una de las principales economías del mundo-, provocó la muerte de al menos un millón de personas tan solo durante la hambruna de los años 1990, y actualmente depende de la ayuda alimentaria del extranjero, incluida de Estados Unidos.

Sin embargo, la RPDC posee un ejército de 1,2 millón de efectivos, que mantiene la tensión en la península dividida desde la Guerra de Corea, cuando, en 1950, el norte invadió el sur y, en 1953, se firmó el armisticio que confirmó la división del país en el paralelo 38, establecido desde 1948.

El desconocido Kim Jong Un podía comenzar reformas modernizadoras o continuar el camino confrontacional de su padre. Al parecer, para consolidar el apoyo de la jerarquía militar y la burocracia partidista, ha escogido las peligrosas muestras de fuerza. En febrero de 2012, se mostraba dispuesto a un acuerdo con Estados Unidos, a cambio de recibir alimentos, pero poco después anunció el lanzamiento de un satélite, que en realidad pudo tratarse de un ensayo de cohetes de largo alcance, con posibilidades de llegar al territorio norteamericano, al tiempo que violó las sanciones de la ONU.

A fines de año reiteró el ejerció, que también disparó las alarmas de Sudcorea, Japón y muchos otros países. Su aliada China parece incapaz de contener la complicada corte norcoreana. Las inmensas novedades del joven Kim van desde pasearse con su joven esposa vestida con caras marcas occidentales, o posar a caballo, hasta el reciente ensayo nuclear subterráneo.

En este período, las autoridades de Cuba han intercambiado delegaciones y celebraciones de acontecimientos históricos con los “hermanos norcoreanos”. Tal proceder se enmarca en los compromisos y la estrecha colaboración con Gadafi en Libia, y aun con Al Asad en Siria y Ahmadinejad en Irán.

No puede olvidarse que el gobierno isleño suscribió el Tratado de Tlatelolco solo después de que las esperanzas de su desarrollo atómico se esfumaron con los cambios en la Unión Soviética, que imposibilitaron la terminación de la central electro-nuclear de Cienfuegos. Menos aún puede obviarse el emplazamiento de los misiles soviéticos, con la disposición de Fidel Castro a lanzarlos, en octubre de 1962, y provocar un holocausto mundial.

La inmensa crisis existente en nuestro país estimula suponer que la próxima visita del presidente cubano a Teherán tenga carácter económico fundamentalmente. Aunque el Movimiento de Países No Alineados continúa  declinando, La Habana contribuyó a propiciar una plataforma internacional a los ayatolas.  Sin embargo, no debe esperarse que la presidencia pro tempore de Raúl Castro en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), pueda coadyuvar a ampliar la presencia iraní en la zona, más allá de lo alcanzado con los países miembros de la Alianza Bolivariana (ALBA) y del controversial acuerdo  de Cristina Fernández de Kirchner.

Más vale seguir los derroteros de Rusia y China respecto a Corea del Norte, hacer un adecuado papel en el desempeño al frente de CELAC y normalizar las relaciones con los países de la Unión Europea, e incluso progresivamente con Estados Unidos. Lamentablemente, el ejemplo de sabiduría y humildad del Papa Benedicto XVI no se sigue en La Habana, como no se apreció cuando actuaron de forma similar Julius Nyerere y Nelson Mandela.  Pero el tiempo es finito.




CELAC y Cuba: meter al zorro en el gallinero

LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Hipótesis K. Las fuerzas del peronismo de izquierda logran un cambio en la Constitución que posibilita un tercer mandato presidencial. Este triunfo es por mayoría simple, es decir, 50 por ciento más uno. Pero un 49 por ciento del parlamento, donde se incrusta el peronismo de derecha, está en desacuerdo con este cambio. Y decide protestar por todas las vías pacíficas a mano, lo cual incluye una demanda de inconstitucionalidad ante el tribunal supremo.

La minoría considera que una reforma constitucional semejante viola la esencia de la jurisprudencia argentina, la cual exigiría, según el derecho consuetudinario, la convocatoria a un referéndum para prolongar el mandato de los presidentes electos.

Es que el sistema parlamentario se basa en un control eficaz sobre la presidencia, cuya primera garantía es el control de su tiempo en el ejercicio. Un cambio de tal naturaleza supera el alcance de la asamblea nacional y debe ser decidido por los representados, no por los representantes.

Dentro de nuestra hipótesis K, esto no es más que el comienzo de la crisis. La sociedad civil argentina, muy vigorosa y piquetera, se moviliza. Los medios, los estudiantes, los agricultores, la mitad del movimiento sindical, incluso alguna que otra Abuela de la Plaza de Mayo que se ve obligada a fruncir el ceño, protestan ante tamaño despropósito.

Porque la tradición democrática latinoamericana incorpora la idea de limitar la fuerza de un presidencialismo copiado a los Estados Unidos, y que en nuestra región fue el mejor pasto moderno para el caudillismo de los aspirantes a próceres.

¿Y el ejército? Bueno, éste observa, y solo observa. Está muy vivo aún el recuerdo de su paso criminal por la historia del cono Sur. De manera que mirar hacia Gran Bretaña es su mejor profesión.

El peronismo de izquierda insiste. Ganó voto a voto. Interpreta, por tanto, que puede adecuar la sociedad a esta victoria y decide dar algunos pasos más. Cierra los periódicos críticos, manda la policía a las calles, no espera el dictamen del tribunal supremo y encierra en la prisión, bajo el pretexto de proteger el orden y la seguridad públicos, a los opositores más audaces. Éstos, desde que despuntó el conflicto, se reúnen a diario en torno al palacio presidencial, denunciando lo que consideran un golpe de Estado.

La crisis constitucional se desarrolla, dentro de la hipótesis K, de acuerdo con lo que describen los manuales. Por eso habría llegado la hora ya de que se activasen los mecanismos hemisféricos para destrabar la crisis e influir, respetando siempre la soberanía del país, para que el diálogo prevalezca, tratando de que Argentina regrese al cauce democrático.

Y la OEA está dormida. Los conflictos de Honduras, primero, y de Paraguay, después, funcionaron como estupefacientes de larga duración, así que no le permitieron estar despierta para el siguiente conflicto: Venezuela.

Los ojos se posan ahora sobre la recién estrenada CELAC, que se fundó bajo los principios de “reafirmar la preservación de la democracia, los valores democráticos, la vigencia de las instituciones y del Estado de derecho y el compromiso con el respeto a la plena vigencia de los derechos humanos”.

Ahí comienza la otra crisis. Fin de la hipótesis K y retorno de la realidad C. Quien tiene que convocar al resto de los gobiernos para evaluar y tomar alguna resolución sobre cualquier crisis institucional que se presente al sur del río Bravo, es ahora el gobierno cubano. Muchos estarán rezando para que el 2014 llegue sin traumas para la democracia hemisférica.

Porque cabe imaginar la congelación política y diplomática que se produciría frente a un escenario altamente probable de ruptura institucional en el subhemisferio, si es Cuba la que tiene que invocar los principios fundacionales de la CELAC.

El de la CELAC vendría a ser así el caso bastante atípico en las relaciones internacionales de cómo una crisis global de valores supone una parálisis de los mecanismos diplomáticos para la resolución de conflictos, en un territorio especifico dentro de la jurisdicción de un bloque cualquiera de países.

Claro. No hay que exagerar cuando se hace referencia a la capacidad de los organismos internacionales para resolver las distintas crisis que se presentan en su interior. El asunto es otro. Y tiene que ver con la capacidad moral para presentar el caso frente a los restantes miembros de una comunidad.

Aunque resulte primaria la comparación, sería como si a un ladrón se le diera el derecho a iniciar un juicio contra otros ladrones, y como si aquél tuviera que dar el golpe inicial sobre la mesa del juez con la maza tradicional usada en el ritual de los pleitos jurídicos. Y frente al público.

La situación es embarazosa. Refleja que la escuela del realismo político en las relaciones internacionales está perdiendo el rumbo en América Latina. Éste enseña que hay que ceder a los hechos, si no se quiere perder estratégicamente los valores fundamentales que garantizan la lógica fundamental del poder. Eso significa, en el caso de Cuba y la CELAC, incluir a aquella como un modo de proteger a la larga los propios valores. Esto es, meter al zorro en el gallinero, no ponerlo al mando.




Rumbo a la negociación

LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -Es cierto que, en Cuba, la represión por motivos políticos, lejos de disminuir, aumenta. No obstante, habría que analizar a fondo la existencia de una potencial vinculación entre el aumento de las medidas de fuerzas desde el exterior y la disminución de los episodios coercitivos fronteras adentro.

Realmente es difícil encontrar pruebas de que la represión gubernamental ante las manifestaciones contestatarias disminuya al aumentar la hostilidad o la presión externas, en este caso desde Estados Unidos.

Al margen de las críticas, sanciones y distanciamientos adoptados por Washington y Bruselas como respuesta a las violaciones a los derechos de los cubanos, la postura del régimen de La Habana se ha mantenido indeclinable. Los abusos persisten en todas sus variantes. Más allá de efectos positivos para algunas víctimas, la aplicación de políticas punitivas desde el extranjero, independientemente de sus características, ha dado como frutos más represión e impunidad.

El embargo no cumple sus propósitos, y cada vez los cumplirá menos. La evolución de los acontecimientos lo ha dejado como un arma muy poco efectiva.

Ni las administraciones norteamericanas más conservadoras lo han aplicado en su totalidad. Por ejemplo, durante el gobierno republicano de George W. Bush, se autorizó la venta de centenares de millones de dólares en alimentos y otros productos, además se le concedió visado estadounidense en dos oportunidades a Mariela Castro para resolver asuntos personales. Esto sin contar el permiso concedido a decenas de jóvenes norteamericanos para cursar estudios en Cuba.

Es decir que la retórica ha estado por encima de la realidad de una posición que responde a determinados fines políticos. Tal enfoque no supone un abandono de principios de Estados Unidos frente al tema Cuba, solo que éstos deben verse desde la perspectiva de esa superpotencia, y sobre todo de decisiones tomadas por una nación independiente, con estrategias internas y de política exterior que velan por sus intereses globales.

En el contexto actual, sin restarle importancia a puntos de vista antagónicos, es preferible la búsqueda de vías menos beligerantes con la idea de encontrar espacios para un alivio, tan siquiera parcial de las tensiones.

No quiere esto decir que el mundo deba rendirle pleitesía a un gobierno dictatorial. Pero se impone una visión de mayor pragmatismo en aras de soluciones, quizás no del todo plausibles, pero que de alguna manera generen una dinámica que apunte a una futura negociación post-Castro.

No hay garantías de que tal transición y tales negociaciones se produzcan. Sin embargo, ¿qué otro medio existe para desbloquear una realidad hábilmente controlada por un gobierno que continúa incólume ante una oposición bajo asedio, que no logra articularse con el pueblo; y con una comunidad internacional que actúa entre la pasividad y la apatía, salvo muy honrosas excepciones?

La élite militar cubana cuenta con una perfecta combinación de beneplácitos y olvidos que le proporcionan legitimidad suficiente para mantenerse en el poder.

Entre las fórmulas que al parecer se pondrán en práctica desde los centros de poder mundial, no priman las posiciones duras.  Los indicios desde la Unión Europea son obvios. Respecto a Estados Unidos, en los próximos cuatro años es muy posible cambie el escenario y se facilite un entendimiento a largo plazo entre los dos países.

Ted Piccone, uno de los miembros más antiguos y director adjunto de Política Exterior de la Brookings Institution, publicó recientemente un memorando al Presidente Barack Obama, donde recomienda un cambio de estrategias tendientes a crear las bases para una futura recomposición de las relaciones bilaterales.

A estas alturas quienes se muestran reticentes a la negociación como método hacia un descongelamiento de este entuerto político, son ya minoría. Una revolución popular o un golpe militar como desenlace del drama cubano, son cada vez menos probables. Solo la pasión o el desvarío pueden sostener esas tesis.

El ambiente se mueve en dirección al diálogo y las conciliaciones. La oposición debe fortalecerse intelectual y políticamente para bregar con acierto en esas aguas procelosas.

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Los cubanos y las tres elecciones

LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -Es indudable que las elecciones que acaban de celebrarse en Venezuela, así como los preparativos de la próxima contienda presidencial en Estados Unidos han despertado un gran interés en nuestro continente, y más allá también. En el caso de Cuba, además, se crean las condiciones para la elección de delegados a las asambleas municipales del Poder Popular. Y pocas veces tres acontecimientos políticos, muy cercanos en el tiempo, son capaces de brindar tantas moralejas como las que podríamos extraer los cubanos a propósito de los referidos procesos electorales.

Lo primero que un ciudadano cubano debía de preguntarse— claro, en caso de no estar contaminado con la propaganda oficialista— es por qué dos elecciones foráneas crean más expectativas que las del propio país. Porque, aquí en Cuba, a muy pocos les interesan las fotos y las biografías de los candidatos a delegados, no obstante estar colocadas en lugares muy concurridos; y tampoco preocupa conocer si se está o no en los registros de electores. Total, el día de los comicios es indiferente votar por uno u otro candidato, pues la cúpula del poder va a permanecer intacta. En cambio, en cualquier esquina o lugar de la isla, la gente comentaba acerca de las posibilidades que tenía Chávez de reelegirse, o el ascenso que, según las últimas encuestas, había experimentado Capriles; de igual forma, los cubanos evaluamos lo que pueda lograr el aspirante Romney frente al presidente Obama.

Mas, entre las dos elecciones que han llamado nuestra atención, subsisten diferencias que no escapan al más común de los observadores. En un caso apreciamos a dos contendientes con diferentes proyectos en política nacional e internacional, pero ninguno acusa al otro de ser un vendepatria y estar al servicio de una potencia extranjera; los vimos acudir a un debate televisivo, saludarse amablemente, y a renglón seguido exponer sus respectivos puntos de vista, pero de un modo civilizado y carente de ofensas personales.

La elección recién concluida en Venezuela, por su parte, exhibió un ambiente preelectoral diametralmente opuesto: abundaron las descalificaciones, las ofensas personales, y cierto candidato acusando al otro de ser un instrumento de intereses foráneos. Además, daba la impresión de que ninguno de los candidatos concebía la posibilidad de que su adversario triunfara.

En otro orden de cosas, es inquietante comprobar cómo la estabilidad y el futuro de nuestro país siguen dependiendo tanto de sucesos que tienen lugar más allá de nuestras fronteras. Este domingo 7 de octubre, la elección en la patria de Bolívar recibió en Cuba un tratamiento de máxima atención, como si se tratara de un acontecimiento nacional. La televisión canceló algunos programas habituales para informar de lo que sucedía en esa nación. Y fue casi al filo de la medianoche cuando los gobernantes cubanos recobraron el sosiego. Se daba a conocer que Hugo Chávez alcanzaba la victoria con el 54,44% de los votos, mientras que su oponente, Enrique Capriles, lograba cerca del 44% de la preferencia popular. Al día siguiente el gobernante Raúl Castro felicitó a Chávez por lo que calificó como un “histórico triunfo”. Sin embargo, sabemos que los dirigentes cubanos, y el propio Chávez, no están satisfechos con esas cifras. Ellos aspiraban a un triunfo más holgado, y les preocupa que la alta votación obtenida por la oposición le dificulte a Chávez afianzar su control sobre la sociedad venezolana.

De todas formas, y con vistas a alentar el tipo de elección que nos convenga el día en que accedamos al pleno Estado de Derecho, a los cubanos en este momento, y parafraseando a un conocido personaje de la televisión, dos tareas nos convocan: observar y extraer nuestras propias conclusiones.




Desenlace biológico

LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -La experiencia invita a no confiar en las voces de Mitt Romney y Paul Ryan, respecto al compromiso de usar todas las herramientas políticas y económicas para que a Cuba llegue la democracia.

Los candidatos republicanos a la presidencia y vicepresidencia, respectivamente, refuerzan su discurso contra la dictadura cubana para satisfacer a un sector de cubanoamericanos que parece conformarse con frases concluyentes y promesas  que tradicionalmente son incumplidas.

Volver a restringir los contactos familiares y el envío de remesas, de la manera que lo hizo el presidente George W. Bush, no aportaría mucho a la causa de la libertad cubana. La nomenclatura y sus huestes siempre contarán con los recursos necesarios para llevar adelante sus planes represivos. Por otro lado, las posibilidades de que ocurra un levantamiento popular a causa de las penurias y el cúmulo de insatisfacciones, siguen siendo pocas.

Pese a que el régimen no cuenta con un verdadero apoyo entre la población, sí puede disponer de un altísimo nivel de apatía, doble moral y mucho miedo, lo cual le sirve para conseguir sus propósitos.

En los 8 años de la administración Bush (2000-2008), no hubo novedades, al menos que trascendieran los límites de las regulares acusaciones, demandas de apertura democrática y algunas medidas tangenciales, como las anteriormente mencionadas, que definitivamente reforzaron el papel de plaza sitiada que tanto necesitan los gorilas de La Habana.

En estos forcejeos verbales, nuestro régimen de partido único pudo sacar cierta ventaja en el plano diplomático y político. Al intensificarse la atmósfera de agresividad norteamericana hacia la dictadura, aunque fuera más en teoría que en la realidad, el regimen consiguió renovadas simpatías y silencios cómplices, por parte de la comunidad  nternacional.

Un ejemplo de la escasa funcionalidad de las políticas puestas en práctica por los círculos de poder estadounidenses frente al castrismo, son las votaciones casi unánimes contra un embargo que ha quedado como una pieza simbólica en el diferendo bilateral.

Si bien a estas alturas no sería posible, ni recommendable, levantarlo de manera incondicional, es pertinente no olvidar que su eficacia dista de ser satisfactoria.

Para que el embargo surtiese algún efecto de envergadura tendrían que producirse otros eventos políticos, tanto internos como a nivel regional y mundial, que condujeran a un real aislamiento, como sucedió con el embargo internacional impuesto a Sudáfrica, debido a su política de apartheid. No parece factible que tales circunstancias se concreten.

China, Rusia, Brasil y Venezuela son cuatro puntales, que en diferente grado contribuyen al sostenimiento de la dictadura insular. Esto, desde el punto de vista geopolítico, indica que no habrá variaciones sustanciales en los próximos años.

En cuanto a la capacidad de influencia de los actores internacionales que buscan la reinserción de Cuba en la familia democrática mundial, hay que decir que es muy limitada.

El mundo está más interesado en otros asuntos internacionales, mucho más complicados que la problemática cubana. La represión resulta relativemente leve a los ojos del mundo ya que no hay en Cuba cantidades impactantes de muertos, ni escenas de brutalidad masiva que logren conmover a la opinión pública internacional, como por ejemplo es el caso del Libano. El régimen va ganando tiempo.

Al observar la postura de Estados Unidos frente a lo que ocurre en Cuba, es preciso destacar la importancia de una posición de principios que apuesta por el apoyo irrestricto a los opositores e integrantes de la sociedad civil alternativa. Si no fuese por ese apoyo moral y humanitario, mucho peor hubiese sido el destino de quienes persisten en luchar por la democracia en Cuba.

Pienso que ni republicanos ni demócratas están listos para cambiar sustancialmente sus respectivas agendas en lo tocante a Cuba. Salvo algunos matices, las cosas continuarán más o menos igual.

Lamentablemente, creo que el posible desenlace no llegará mientras el liderazgo que inauguró este engendro, hace ya más de medio siglo, tenga la suficiente vitalidad para defenderlo. Esa es la mala noticia, la buena es que la biología es un invencible enemigo mortal que ya está cerrando su infranqueable cerco, a diferencia de un embargo que tiene más huecos que un queso suizo.

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La contentura de Fidel Castro

LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -El politólogo norteamericano Zbigniew Brzezinski , en su libro El gran tablero mundial, expuso que para la Rusia postsoviética se abrían dos posibles senderos a transitar: o abjuraba de la pretensión imperial y se acercaba a Europa, con las consiguientes modernización y occidentalización de la sociedad; o por el contrario, mantenía la idea de su hipotética conversión en líder euroasiático, que la conduciría, de un modo u otro, a un enfrentamiento con las potencias occidentales.

Todo hace indicar que los jerarcas de Moscú, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, se han inclinado por la segunda opción. Las declaraciones del ahora nuevo presidente ruso, en el sentido de que su país no renunciará a la supremacía continental, así como la posición que han mantenido en los sucesos recientes de Siria, sirven para confirmar lo anterior.

Y, por supuesto, ese protagonismo que asume Rusia resulta del agrado del ex gobernante cubano Fidel Castro, quien lleva más de 20 años lamentando lo que considera la unipolaridad que padece el mundo tras la desaparición de la Unión Soviética. En una de sus más recientes reflexiones, la titulada “El 67 aniversario de la victoria sobre el nazi fascismo” (aparecida en la prensa nacional el viernes 11 de mayo), Castro confiesa que disfrutó sobremanera las horas que dedicó a presenciar por televisión el desfile más organizado y marcial que pudo imaginar nunca, protagonizado por hombres formados en las universidades militares rusas. Y al final de su reflexión apuntó: “La técnica militar exhibida en Moscú el 9 de mayo, mostraba la impresionante capacidad de la Federación Rusa para ofrecer respuesta adecuada a los más sofisticados medios convencionales y nucleares del imperialismo. Fue el acto que esperábamos en el glorioso aniversario de la victoria soviética sobre el fascismo”.

Es casi seguro que Castro haya estado muy al tanto de las maniobras que, en los últimos años, han realizado Putin y su incondicional Dimitri Medvedev: un ratico presidente uno y primer ministro el otro, y viceversa. Pero el verdadero poder siempre en manos de Putin, el hombre fuerte de Moscú. Y ahora el Comandante en Jefe reconoce que esperaba esta conmemoración con gran expectativa, para comprobar, con la pujanza de los medios y armamentos participantes en el desfile militar, que su favorito Putin no lo hubiese defraudado. Y, al parecer, las expectativas fueron ampliamente satisfechas.

Ya a Castro no le interesan mucho la ideología, el tipo de gobierno, o el sistema económico que prevalezcan en el gigante ruso. Quizás ni eche de menos la colosal ayuda con que Moscú apuntaló al régimen cubano durante muchos años. Ahora lo que le importa es que Rusia se transforme en un rival de Estados Unidos  y otras potencias occidentales, y así alimentar la psicosis antinorteamericana que lo invade desde sus días en la Sierra Maestra antes de 1959. En la referida reflexión, Castro deja entrever que el rumbo tomado por Rusia debe servir para que “crímenes” como los cometidos por los yanquis y los ejércitos sanguinarios de la OTAN  en Afganistán, Iraq, Libia y Siria, no puedan llevarse a cabo con impunidad.

Claro, es lógico que Fidel Castro se entusiasme con el poderío militar de Rusia. Este júbilo es consecuente con la indignación que sintió cuando Nikita Jruschov, en un esfuerzo por evitar una hecatombe, retiró los cohetes nucleares de Cuba; y también con la frustración que debe de haber experimentado al no cumplirse su profecía acerca de la inexorabilidad de una tercera guerra mundial. Una guerra que, afortunadamente, las cabezas cuerdas de este mundo han tratado y tratarán de eludir.