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VIII Torneo Internacional de Pesca Big Game Trolling: otra atracción turística en tiempos de escasez

Cuba, Turismo, Pesca, Torneo

MIAMI, Estados Unidos. — Un torneo internacional de pesca para turistas se celebrará en los Jardines del Rey (cayería centro-norte de Cuba), según dieron a conocer medios oficiales de la Isla.

Se trata del VIII Torneo Internacional de Pesca Big Game Trolling de los Jardines del Rey, que se realizará del 26 al 30 de octubre en la zona norte de los cayos Coco y Guillermo.

El evento está siendo promocionado por la Empresa Marinas y Náuticas Marlin S.A, una entidad cubana vinculada al Ministerio del Turismo de Cuba (MINTUR).

“En el torneo pueden participar profesionales o aficionados, personal a fin a la pesca deportiva, y personas amantes de este mundo mágico, asociados o no a clubes y federaciones de pesca, que deseen conocer más sobre el mar y sus especies”, señala la convocatoria del certamen.

Los organizadores del mismo precisan que el área de pesca abarca hasta cinco millas al norte-nordeste entre los mencionados cayos Coco y Guillermo, una rica zona de pesca localizada en el Canal Viejo de las Bahamas.

La celebración en octubre del VIII Torneo Internacional de Pesca Big Game Trolling de los Jardines del Rey no es casual, coincide con la época del año donde hay mayor tránsito de especies como la aguja de abanico, casteros, agujas blancas, petos y dorados frente a los cayos del centro-norte de Cuba.

“Las Marlin especifican que para el torneo cuentan con tripulaciones especializadas con más de 15 años de experiencia en la zona, a bordo de yates de entre 33 y 42 pies, equipados con cuatro varas simultáneas, y líneas de pesca de hasta 60 libras, apropiadas para la captura”, reseña la agencia estatal Prensa Latina.

La nueva atracción turística se celebra en momentos en que la escasez de alimentos golpea a la población cubana, que debe enfrentar además los elevados precios resultantes de la Tarea Ordenamiento impulsado por el régimen castrista.

El pescado es uno de los productos menos accesibles, con nula presencia en establecimientos y centros comerciales de la Isla. En ese sentido, productos como las ruedas y filetes de pescado, minutas y hamburguesas, entre otros producidos por la entidades como la Empresa Pesquera Industrial de Cienfuegos (Epicien), solo se pueden encontrar en plataformas de venta en moneda libremente convertible (MLC).

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Pesca en Cuba: entre tencas y camarones

Díaz-Canel, Cuba, Pesca, Las Tunas

LAS TUNAS, Cuba. ─ Calificada como la mejor entidad pesquera de Cuba durante 2020, el pasado jueves la Empresa Pesquera de Las Tunas (PESCATUN) fue declarada “colectivo vanguardia nacional” del Ministerio de la Industria Alimentaria, de acuerdo con reportes de medios oficiales.

Fuentes gubernamentales dijeron que PESCATUN obtuvo una producción de 2 215 toneladas, cotizadas en 18 millones de pesos y tiene definidos 11 productos con potencial exportable.

Según la viceministra del ramo Marlene Rosabal Sánchez, en el último cuatrienio la pesca ha exportado productos valorados en más de 375 millones de dólares, equivalentes al 38% de las exportaciones totales de la Industria Alimentaria. Sin embargo, en las pescaderías cubanas los clientes encuentran ofertas menos halagüeñas que las publicitados en las cifras oficiales.

“Tenca, lo único que hay es tenca; a 55 pesos el kilogramo”, dijo un hombre el pasado martes, saliendo de la pescadería estatal, la única que hay en Puerto Padre, ciudad de más de 35 000 habitantes, otrora productivo establecimiento pesquero situado, precisamente, en la costa norte de la provincia de Las Tunas.

La tenca (Tinca tinca) es un pez dulceacuícola, común en Europa, introducido en Cuba en los años 80 del pasado siglo. Se reproduce muy bien en las presas, pero los peces de agua dulce, salvo para un día de excursión en un arroyo, no integran la idiosincrasia culinaria del cubano, de lo cubano.

En otro tiempo ─cuando incluso los campesinos solían poseer avíos de pesca incluyendo redes y nasas integrando el folklor rural─, en la mesa del cubano señorearon pargos, camarones y langostas. Mojarras y sardinas también calmaron hambres perentorias. Pero, hoy día, en Cuba, un archipiélago, los productos del mar son escasos, caros y hasta prohibidos.

“En La Reforma hay camarones”, dijo una mujer al hombre negado a comer tenca quién, volviéndose a mí exclamó: “¡Sí, pero vaya y vea los precios!”.

Como La Reforma es una tienda en moneda libremente convertible (MLC) donde los paquetes de dos kilogramos de camarones cuestan entre 14 y 28 dólares estadounidenses, dije: “No, si ya vi los precios; mejor trato de pescar los camarones yo mismo”.

“¡Usted está loco, parece que quiere pasar la pandemia en la cárcel!”, expresó el desconocido, dándome la espalda.

Cuando el pasado martes, exactamente dos días antes de PESCATUN ser declarada “colectivo vanguardia nacional”, el hombre se marchó de la pescadería estatal sin comprar tencas, diciéndome “loco”, propenso a “pasar la pandemia en la cárcel” por retroceder a nuestros ancestros pescadores-cazadores y “pescar los camarones yo mismo”, me pregunté: ¿Por qué es tan difícil conseguir pescado en el país?

Recordemos que el archipiélago cubano está compuesto por dos islas principales, Cuba ─la isla mayor del Caribe─ e Isla de Pinos, y otras 4 195 islas, cayos y cayuelos, con 5 746 kilómetros de costas, más de 200 bahías y unas 289 playas naturales. O sea, los productos del mar no debían faltar en la mesa cubana.

Aun sin emplear una embarcación, los cubanos “pueden” lanzar un anzuelo, desplegar una red, situar una nasa o, colocándose un par de patas de rana, una careta y un esnórquel, zambullirse en “nuestro mar” en busca de carne para la olla.

Ciertamente, en el mundo los recursos pesqueros se han afectados por el cambio climático y el empleo de medios de pesca agresivos con los ecosistemas, y Cuba no es la excepción; pero más que por factores biológicos y artes de pesca nocivos, los cubanos tienen menos acceso a productos del mar que sus vecinos caribeños por las prohibiciones del gobierno comunista bloqueando la relación natural pescador-vendedor-cliente.

“Cuba es un Estado socialista”, comienza diciendo la Constitución, que en su artículo 27, expresa: “La empresa estatal socialista es el sujeto principal de la economía nacional”, y, para aplicar esos conceptos constitucionales concernientes a la pesca comercial, deportiva, recreativa y de investigación, fue promulgada en julio de 2019 la vigente Ley No. 129 (Ley de pesca).

Según el Decreto No. 1, Reglamento de la Ley de Pesca, los pescadores particulares sólo pueden emplear carretes, varas, cordeles y anzuelos, el uso de atarrayas nada más está autorizado para obtener carnada, y tienen expresamente prohibido “la utilización de artes de pesca tales como nasas, palangres, redes de enmalle, tranques, chinchorros u otras artes de pesca masivos”.

Dicho de otro modo: las “artes de pesca masivos” sólo pueden emplearlas las empresas estatales para la pesca comercial o de autoconsumo. Para que un pescador particular pueda emplear redes, nasas, palangres o chinchorros debe contratarse con una empresa estatal, a la que está obligado a vender sus capturas, pudiendo dejar para su consumo ─no para la venta─ algo así como 15 kilogramos de pescado.

La venta de pescado u otros productos del mar entre particulares está expresamente prohibida. Como explícitamente tienen prohibido los pescadores particulares cubanos “capturar, extraer, desembarcar, transportar, procesar o comercializar sin la correspondiente autorización del Ministerio de la Industria Alimentaria especies destinadas exclusivamente a la pesca comercial estatal”, conceptúa el artículo 32 del Reglamento de la Ley de pesca.

Entre esas especies “destinadas exclusivamente a la pesca comercial estatal” se encuentran la langosta, el cangrejo moro, las esponjas, los camarones, las anguilas, los ostiones y las almejas, entre otros.

Pescar en las zonas destinadas a “la pesca comercial estatal” o utilizar “el producto de la pesca deportiva, recreativa o investigativa con fines de lucro” constituyen violaciones del “régimen de pesca” conceptuadas en el artículo 32 del Reglamento, que conllevan cuantiosas multas e, incluso, el decomiso de “artes y avíos de pesca, incluyendo embarcaciones, artefactos navales y cualquier otro medio utilizado para cometer la infracción o directamente vinculado a ella”.

La mejor provincia de Cuba concerniente al cumplimiento de los planes pesqueros estatales es Las Tunas, según fuentes gubernamentales; pero difícil es encontrar hoy en los hogares tuneros algún tipo de pescado, mucho menos pescados de mar.

El Partido Comunista de Cuba (PCC) ─por mandato constitucional “fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”─ iniciará en breve su VIII Congreso, concilio en el que los comunistas debían decir hasta cuándo harán de Cuba un país bloqueado, no por el “imperialismo yanqui”, sino por el “Estado socialista”, que obliga a sus ciudadanos a comprar tencas con pesos cubanos, mientras que a cambio de dólares estadounidenses les vende camarones.

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Nueva Ley de Pesca en Cuba incluye permisos a cuentapropistas

Ley de pesca Cuba
Foto archivo

MIAMI, Estados Unidos.- En edición Ordinaria, este viernes La Gaceta Oficial de la República publicó un grupo de normas jurídicas que reglamentan la actividad pesquera en Cuba, como parte de la Ley de Pesca aprobada en julio del pasado año.

Las normas, que incluyen un decreto y siete resoluciones, y que entrarán en vigor dentro del seis meses, reconocen a las formas no estatales como sujetos de aplicación, incluyendo la actividad por cuenta propia.

Según el régimen de la Isla, la Ley No. 129, Ley de Pesca, tiene entre sus principales propósitos instituir los principios de ordenación de los recursos pesqueros, regular las autorizaciones de pesca y definir las modalidades de esta, así como “crear mecanismos de coordinación entre las entidades que intervienen en el proceso”, de acuerdo a una nota publicada por el diario oficialista Granma.

De acuerdo a la nueva Ley la pesca solo puede ser ejecutada por las personas naturales o jurídicas, cubanas o extranjeras, que poseen la correspondiente autorización para tales fines, y no podrá realizarse en zonas de pesca declaradas de alta significación ambiental e importancia histórico-cultural y los embalses de interés estatal sin previa autorización.

Los permisos de pesca se concederán con carácter temporal y con propósitos específicos, y serán tramitados ante la autoridad facultada por el Ministro de la Industria Alimentaria.

Se establecerán varias modalidades de pesca: comercial, deportiva, recreativa y de investigación.

La pesca comercial se distinguirá en varias modalidades: pesca comercial estatal; pesca comercial no estatal, realizada por personas naturales o jurídicas, nacionales o extranjeras, que se puede ejercer como actividad por cuenta propia; pesca comercial de autoconsumo social, cuyo objetivo es satisfacer necesidades específicas de consumo de entidades estatales; y pesca comercial no para consumo humano, que incluye pesca para artesanías, exhibiciones públicas, etc.

La pesca comercial se autoriza, hasta la profundidad de 200 metros desde Cabo Francés hasta Playa Girón; Punta de María Aguilar hasta Cabo Cruz; Punta de Prácticos hasta Punta de la Península de Hicacos; Cabo de San Antonio hasta Punta de Gobernadora.

Las autorizaciones de pesca se obtendrán mediante licencias, concesiones y permisos. De acuerdo a lo detallado en el Capítulo II, las licencias se emiten anualmente por un período de un año natural (de enero a diciembre) y están sujetas a tarifas establecidas; estas licencias pueden ser suspendidas en cualquier momento por violaciones cometidas a la legislación vigente.

Requisito indispensable para obtener una autorización de pesca es tener cumplidos los 17 años.

Las licencias para pescar no serán otorgadas a todos, serán entregadas a personas que practiquen la pesca desde la orilla de embalses de interés estatal a personas naturales, nacionales o extranjeras, jurídicas; poseedores de buques y embarcaciones; que practiquen pesca submarina.

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Las preguntas de Díaz-Canel que nadie puede responder

Díaz-Canel Cuba

Miguel Díaz-Canel cuba
Miguel Díaz-Canel (Foto Reuters)

LA HABANA, Cuba. – En días pasados el mandatario Miguel Díaz-Canel Bermúdez llevó a buena parte de su Consejo de Ministros a visitar la provincia de Granma, en el oriente cubano, como parte de sus andanzas por todos los territorios del país.

Uno de los sitios donde se detuvo el presidente fue en la Empresa de Genética y Cría Manuel Fajardo, dedicada a la producción y comercialización de un ganado de alto valor genético, así como carne, leche y sus derivados. Al parecer, y considerando los resultados desfavorables que, en general, exhibe este sector, las autoridades de Granma escogieron la mejorcita de las empresas para que fuera visitada por la comitiva gubernamental, ya que, según la información oficial, la Manuel Fajardo cumple los planes de producción de leche y carne, además de contar con la Certificación de Gestión de la Calidad.

No obstante, y conocedor de la difícil situación por la que atraviesa la ganadería en la isla, el heredero del poder lanzó la siguiente interrogante: “¿Qué otra cosa hace falta para mejorar la ganadería en Cuba?”.

Una pregunta que tal vez requiera de los servicios de un adivinador para que dé la respuesta cabal. Porque lo cierto es que la reducción de la masa ganadera en el país parece no tocar fondo. De acuerdo con cifras emitidas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), de un total de 4 millones 919 mil cabezas de ganado existentes en 1989 —antes del inicio del período especial—, al cierre de 2017 la cifra era apenas de 3 millones 866 mil. O sea, una disminución del 21%. Es de destacar, además, que la cifra reportada en 2017 es la más baja de la última década.

Otro lugar visitado por Díaz-Canel fue la entidad La Cascada, dedicada a la acuicultura, y en la que en unas 40 piscinas se crían y reproducen ejemplares de tilapia con vistas a satisfacer en lo fundamental el mercado en divisas. A pesar de mostrar cierta complacencia por los resultados productivos de esta entidad, fue inevitable que el jefe de Estado echara de menos los años en que Cuba contaba con varias flotas pesqueras que operaban en el Golfo de México, el océano Atlántico y otras zonas de pesca, y el país exportaba apreciables cantidades de esos renglones.

Quizás imaginando que algún día vuelvan aquellos tiempos, y se logre el despegue de la producción pesquera, el mandatario interrogó de esta manera a la Ministra de la Industria Alimentaria: “¿Cómo está hoy nuestra flota pesquera?”  La información aparecida en Juventud Rebelde no recoge la respuesta de la funcionaria.

Mas, no sería muy difícil concebir una respuesta que se acerque a la realidad. Las estadísticas hablan por sí solas: de un total de 192 mil toneladas de pescados y mariscos capturados en 1989, en 2017 la cifra bajó hasta las 52 mil toneladas, lo que significa una reducción del 73%. Por otra parte, ha trascendido que el consumo percápita anual de pescado por parte de la población cayó de 16 kg en 1989 a 4,3kg en años recientes.

Es que, entre otras cosas, el benjamín del poder se acogería a aquello de que “soñar no cuesta nada”.




“Vamos a ver cómo viene la nueva Ley de Pesca”

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Pescar para matar el tiempo pero también para llevar comida a la mesa (foto archivo)

LA HABANA, Cuba. – Dado que Cuba es una isla, antes de 1959 el pescado y los mariscos siempre formaron parte de nuestra dieta, y no había restricciones para comprarlo ni venderlo. Sin embargo, desde los inicios de la dictadura de Fidel Castro empezaron las prohibiciones y restricciones, y los productos del mar no estuvieron exentos. Así, se acabó para el pueblo el pargo, la cherna, el bonito, la langosta y el camarón, como también desaparecieron los vendedores que recorrían las calles con todo tipo de productos del mar a precios muy accesibles. En su lugar, nos hicieron comer merluza o macarela, y racionadas además.

Luego, en la década de los ochenta, la flota pesquera se destruyó drásticamente no sólo por el abandono y la ineptitud de sus incapaces dirigentes –lo que ocasionó que parte de sus embarcaciones terminaran vendidas como chatarra–, sino también tras las discrepancias que surgieron con países que habían prestado dinero al régimen: cuando Castro se negó a cumplir manifestando que “la deuda externa es impagable”, como respuesta, los acreedores decomisaron muchas naves pesqueras y de la marina mercante.

Para comienzos del llamado “período especial” ya el pescado había desaparecido, por lo que el gobierno buscó soluciones desesperadas como la construcción de estanques para criar especies como la tilapia, la claria (traída de China) y otros “bichos” cuyo “sabor a tierra” nada tiene que ver con nuestro paladar, por lo que son poco aceptados dentro de la población a pesar de sus propiedades nutricionales.

Pero actualmente y desde hace ya cierto tiempo, las pescaderías que ofertaban estos productos de agua dulce están desabastecidas. Esto no solamente afecta a quienes padecen de enfermedades cardiovasculares, colesterol alto o triglicéridos, sino también a nuestros niños, pues este alimento, por su aporte nutricional, es esencial para el desarrollo en edades tempranas.

“Que en las pescaderías estatales lo que vendían no es pescado bueno y sabe a tierra no se lo discuto a nadie, pero con un buen adobo y un poco de hambre me lo comía bien”, comenta Gertrudis, una vecina, en la cola del pescado en la que esperamos desde temprano. Sin embargo, a la 1 pm no había llegado el camión, por lo que unos esperaban impacientes mientras otros se retiraban decepcionados. Una mujer trató de justificar la escasez y la venta de pescado de agua dulce al pueblo, y la respuesta de otra no se hizo esperar. Dijo ser de Caibarién. Su padre era pescador y vendía sin ocultarse. “Nadie se metía en eso. Ahora para comer pescado de mar hay que comprarlo en bolsa negra a 2 CUC la libra porque está prohibido pescar, y si no, pagarlo más caro en la shopping, en divisas”.

Precisamente, Lázaro, un vecino amante de los productos del mar, fue a Playa Baracoa, como hace cada quince días, y no pudo comprar nada. Según pudo apreciar “la gente está aguantada esperando a ver cómo viene la nueva Ley de Pesca”. En efecto, esta es la actividad comercial fundamental en dicha localidad costera. Muchos de sus pobladores tienen sus embarcaciones y permisos. El gobierno autorizó la pesca comercial privada mediante un convenio de trabajo con el Ministerio de la Industria Pesquera para comercializar su producción con las Empresas Pesqueras, y ellos se han acogido a estos contratos porque les permiten utilizar artes de pesca de captura masiva. Pero como es costumbre, el incumplimiento en los pagos se hace presente. Esa es la razón por la que venden clandestinamente ciertas cantidades de productos del mar para poder cubrir sus necesidades.

“Es momento de estar tranquilo, porque ‘ellos’ están partiéndoles las patas a cualquiera y cuando vengo a ver me confiscan el barquito”, le confesó a mi vecino el pescador que siempre le vende. También se han desaparecido los vendedores callejeros con buenos ejemplares, quienes casi siempre se dedican a la pesca submarina, muchas veces en el Malecón. Conozco a un joven pescador clandestino a quien recientemente detuvo la Policía en Playa con 50 libras de pescado. Se lo confiscaron y le pusieron una multa. Después del susto, reconoce que por ahora va a “refrescar”. “Están anunciando la nueva ley”, comenta, “voy a esperar un poco a ver con qué se bajan, porque esta gente nunca hace nada para beneficiar, cada vez que se aparecen con una ley es para joder al pueblo”.

Contradictoriamente, según el periódico Granma del 28 de marzo de 2019, la Empresa Pesquera Industrial La Coloma, la mayor de Cuba, aportó a la economía del país en el 2018 más de 25 millones de dólares por concepto de exportaciones entre langostas, el 80 % de los túnidos, el pepino de mar y el cobo. Dicha entidad posee más de 100 embarcaciones que operan en aguas de la plataforma insular del occidente cubano y en el Golfo de México.

Así pues, este como tantos otros rubros es explotado por el gobierno, que lucra con nuestros recursos mientras se los escatima al pueblo, que no ve ni los frutos del mar ni se beneficia con las ganancias de su exportación.




Pesca de clarias, otra forma de “lucharse la vida” en Cuba

SANTA CLARA, Cuba.- A las seis de la tarde José Luis desciende la ladera del río, se posiciona debajo del puente junto a su inseparable saco de nylon que luce vetas amarillentas, un tanto desagradables, como su propio aspecto. El hombre, de 53 años, viste pantalones raídos, botas de goma y una camisa a rallas remendada.

Dentro del jolongo carga con un cuchillo, una caneca de alcohol preparado con agua, lombrices sacadas de la tierra pocos minutos antes y varias latas con metros de pitas enrolladas. Ha bajado a esa hora a uno de los afluentes putrefactos de la ciudad de Santa Clara con el fin de pescar clarias, la plaga de peces que sobreviven en Cuba a cualquier ambiente, hasta en los más sépticos e insalubres.

José Luis es de pocas palabras, las atropella y esboza frases incoherentes, con temor, quizá, porque le han invadido su espacio y no lo dejan trabajar. “Esto no es pa´ que la gente se lo coma”, aclara. “Yo las compro para vendérselas a los que crían puercos o gallinas, que los pollos, te digo a ti, que comen de todo. Mira, muchacha, con esto se saca un pienso buenísimo y se ponen gordos en menos de un año. Lo que pasa es que el arroz se ha puesto caro y hasta la harina de maíz está perdía. Oye, te digo a ti que criar un puerco lleva un dineral”.

Los ríos Bélico y Cubanicay de Santa Clara son dos zanjas antihigiénicas y nauseabundas desde tiempos inmemorables. Las aguas carmelitas arrastran todo tipo de cartones, troncos de árboles, bolsas plásticas, heces fecales, animales en descomposición. En sus orillas los vecinos lanzan escombros, trozos de madera, pomos vacíos altamente cotizados por los recogedores ambulantes. En los ríos Bélico y Cubanicay también habitan las clarias, una especie introducida en el país a finales de los noventa para vender a la población en los llamados puntos de Pescavilla. Hace meses que resulta prácticamente imposible encontrar los filetes o los tronchos de claria en estos establecimientos.

“Al principio, la gente les cogió tremendo asco, pero se fueron acostumbrando porque no hay mucho por ahí pa´ comer. ¿Tú nunca las has visto?, Son babosas y parecen como si tuvieran cerebro, como si te estuvieran oyendo. Hace poco vi una arrastrándose como un majá por la carretera. Estas cosas comen de tó y viven hasta en las fosas. ¿Te cuento algo? Una vez abrí una y tenía una íntima en el estómago, por eso yo sí que no me las como”.

Cuando José Luis ha pescado dos o tres clarias les corta la cabeza y las desolla allí mismo, porque a su mujer no le gusta el olor ácido de esos pejes. Cuando llega a la casa forma pequeños bultos en jabas de nylon hasta que tiene suficientes para proveer a los animaleros.

“A mí nunca me han dicho nada por pescar. Aquí no hay ningún cartel que diga que no se puede. Yo conozco gente que lo hace para vendérselas a las personas, pero yo no soy de esos, te lo juro. Si tú las descueras bien, las limpias y las fileteas nadie sabe de dónde salieron. Puedes decir que las pescaste en la presa de la Minerva o que las trajeron de Los Cayos, porque dicen por ahí que a los extranjeros les encantan, y sí conozco socios que hasta las proponen en los hostales. ¿Tú sabes lo que es venir a Cuba a comer claria? Debe ser que nunca han visto una”.

En los márgenes de los ríos Bélico y Cubanicay, José Luis ha visto a niños pescando, a viejos recogiendo latas de cerveza para vendérselas a materia prima, a fabricantes de puré de tomate y encurtidos que recopilan pomos plásticos de esos sumideros acuáticos. Me cuenta que un pescado, traído de Caibarién, el pueblo costero al norte de la provincia, puede llegar a costar más de 20 CUC, el salario mensual de cualquier cubano. Mientras, la tablilla de Pescavilla solo tiene a la venta croquetas de pollo, picadillo fluvial y mortadela de pescado. “Mira, hay quien se hace de la vista gorda y se come las clarias sin preguntar de dónde salieron. Cuando el refrigerador está vacío, ojos que no ven, estómago lleno y corazón contento”, espeta José Luis y lanza el anzuelo con la esperanza de llenar su saco esa tarde.




Y el pescado, ¿dónde está?

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LA HABANA, Cuba.- La pensión de unos 8 dólares mensuales apenas le alcanza a Miguel para comprar en el mercado cuatro latas de atún. Cuestan entre 1.60 y 1.80 dólares cuando son de las pequeñas, de modo que hace años el anciano no prueba pescado enlatado.

Ni siquiera jurel o sardina, porque también los precios son demasiado altos en comparación con sus ingresos. Ni hablar del pescado congelado. Mucho menos del fresco.

Tampoco Miguel puede comprar en los llamados “Mercomar”, pertenecientes a la red minorista de comercio estatal, donde hace ya muchos años no se venden productos del mar. Así, del choteo popular han nacido los términos “Mercopresa” y hasta “Mercoclaria”.

Son los mercadillos a donde acude la población y por tanto no reciben otra cosa que no sea croquetas de subproductos y un par de géneros de agua dulce como las clarias, una plaga de pez gato proveniente de Asia y que ha exterminado numerosas especies autóctonas.

También suele venderse la tenca de presa, de sabor poco agradable en comparación con los sabrosos pargos, chernas y mariscos que abundan en las costas cubanas pero que el gobierno solo pesca con destino al turismo, la exportación y al consumo en lugares especiales a los que solo una muy “selecta” parte de los cubanos puede acceder.

Se puede afirmar que, en Cuba, a pesar de ser un archipiélago rodeado de aguas plenas de frutos marinos, el pescado de mar y los mariscos son una comida exótica, rara e incluso más que prohibitiva por los altos precios.

Desde muy temprano el gobierno se hizo con la industria pesquera y prohibió la pesca y libre comercialización de numerosas especies por parte de los pescadores, no por una política de protección medioambiental sino por hacerse del control total de las riquezas que existen en la plataforma marina de Cuba.

Aquella Flota Cubana de Pesca que existió en las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado y que llegó a capturar cientos de toneladas de pescado al año, con buques procesadores que pasaban largas jornadas en el Atlántico, no logró reponerse a la crisis económica denominada “periodo especial”, consecuencia de la desaparición del socialismo en Europa del Este.

Habían terminado aquellos tiempos en que, si bien no se podía hablar de abundancia de pescados en los mercados, al menos era posible verlos y adquirirlos por un precio razonable, aunque los de mejor calidad jamás ni siquiera se acercaron a las pescaderías de barrio, un tipo de tienda especializada, hoy prácticamente inexistente en la isla.

La veintena de buques fue convertida en chatarra hacia finales de los años 90 y vendida como tal en el mercado internacional, aunque se mantuvieron en actividad las numerosas empresas exportadoras e importadoras que Cuba operaba dentro y fuera del territorio nacional pero con muy poco beneficio para el mercado interno, donde el pescado desapareció de la mesa del ciudadano de a pie que debió salir a buscarlo donde sea.

La carencia y la prohibición terminaron por instituir un mercado negro del cual se abastecen no solo los restaurantes y otros negocios similares, independientes o no, sino, además, hasta esos mismos funcionarios a los que les toca perseguir las ilegalidades.

No les queda otro remedio que aceptar la corrupción para poder comer, de lo contrario deberán irse al malecón a tirar el anzuelo, como hacen cientos de cubanos no solo tras los pescados perdidos sino para enfrentar la perpetua escasez de alimentos así como la pesadilla de los altos precios frente a los bajos salarios.

Y entonces, ¿el pescado a dónde se ha ido?, se preguntan todos en Cuba.

Según los datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) las exportaciones de los productos de la pesca nunca se redujeron a cero ni en los peores tiempos. Por el contrario, mientras en el mercado interno los pescados desaparecían, la producción pesquera para la exportación, sobre todo de mariscos, mantuvo un buen crecimiento.

Más reciente, entre los años 2006 y 2011 se reportaron como ganancias unos 65.5 millones de pesos como promedio anual mientras que en la actualidad la cifra ya supera los 100 millones, quizás hasta con tendencia a alcanzar el monto de las exportaciones de tabaco y azúcar en los próximos años.

Tan solo en 2011 Cuba exportó poco más de 4 mil toneladas de pescado y mariscos frescos y congelados por un valor cercano a los 70 millones de dólares.

En contraste, el volumen de las importaciones de pescado congelado desde 2008 ha disminuido desde las 39 mil toneladas hasta poco más de 9 mil, en tanto la importación de los productos en conserva se redujo de 299 toneladas en 2008 a solo unas 20 en 2011, para lo cual el gobierno destinó 80 mil dólares, una cifra insignificante en comparación con los más de 900 mil dólares que había invertido apenas tres años antes.

Las consecuencias se verifican en el desabastecimiento que exhiben los comercios minoristas aun cuando en los mercados mayoristas estatales, al cual no tienen acceso los emprendedores independientes, desde 2008 registran existencias sobre las 60 toneladas métricas, de las cuales solo reportan como enviadas a la red minorista entre 27 y 20, comercializadas en divisas y con tendencia a la disminución.

El resto se supone que haya sido destinado al sector turístico o como reserva estatal puesto que no se ofrecen datos específicos en los registros oficiales.

A pesar de que la pesca y comercialización de las capturas pudiera ser una fuente de emprendimiento individual, que incluso aliviaría al Estado en los asuntos de la alimentación para los sectores menos favorecidos, así como para el aumento de la calidad de los componente de la dieta diaria, deficiencia señalada en reiteradas ocasiones por la Organización Mundial de la Salud, el gobierno mantiene invariables las restricciones a la pesca como actividad independiente, así como en el uso, compra, traspaso y construcción de embarcaciones, procesos regulados no por instituciones afines sino por el Ministerio del Interior.




¿Qué pescado comen los cubanos?

LA HABANA, Cuba.- Podría pensarse que en Cuba, una Isla rodeada de agua, abunda el pescado. La paradoja es tan delirante que durante años —tal vez demasiados— los cubanos han reído a carcajadas con el viejo chiste del “pollo por pescado”, referido a aquella sustitución impuesta por el Estado en el transcurso de la difícil década de 1990, época en que a la ciudadanía le fue confiscado cada componente necesario para una adecuada calidad de vida.

El panorama actual no es tan terrible como el de entonces, pero la crudeza de aquellos tiempos ha permitido al gobierno socialista continuar escamoteando al pueblo. Con el pretexto de que era necesario impulsar el turismo y las exportaciones, un producto tan importante como el pescado desapareció del mercado libre para ser regulado mediante las pescaderías MERCOMAR, una sombra gris y pestilente de las neveras donde, en los años ochenta, se podían comprar filetes de merluza o ruedas de pargo para cocinar en casa, cualquier día de la semana.

Los recuerdos de aquella bonanza se estrellan hoy contra la deprimente relación de productos que venden las pescaderías estatales, reducidos a tres especies —tenca o carpa plateada, tilapia y claria— en sus diversas variantes: filete, rueda, tronchos y picadillo. Ninguna despierta el entusiasmo de la población, pero aún así el gobierno continúa invirtiendo recursos en la cría de estos peces, cuyo sabor a pantano no desaparece ni siquiera bajo la acción de poderosos condimentos.

Hasta hace un par de años en estas pescaderías vendían camarón entero y, ocasionalmente, pescado de mar. Los tumultos eran una triste expresión de pobreza y subdesarrollo; pero quienes perseveraban en la cola durante horas podían irse a casa recompensados con varios kilogramos de un alimento sano y nutritivo.

Con el reciente crecimiento del sector privado la demanda acaparó incluso estas bondades aleatorias, destinadas a aportar una merecida variedad en la dieta de la gente común. Una vez desaparecida esa alternativa, el pescado de mar quedó confinado por entero a los restaurantes en divisas, donde el filete más barato cuesta 6 CUC (5 USD), un lujo para el pueblo cubano, cuyo salario promedio mensual es de 25 CUC (22 USD).

Como es habitual, el gobierno no ha ofrecido explicaciones sobre el desabastecimiento de productos del mar en las pescaderías, aunque funcionarios del Ministerio de la Industria Pesquera señalan como causas principales el tamaño de la plataforma insular cubana —relativamente pequeña—, la vetustez tecnológica de la propia industria y la pesca ilegal.

A pesar de la constante insistencia en la necesidad de sustituir importaciones, los mercados minoristas en divisas comercian excentricidades —salmones, langostinos— que muy pocos pueden pagar, y mariscos en conservas, procedentes de España para ser vendidos aquí a precios abusivos, sobre todo considerando el tamaño de las porciones. Es una dinámica de oferta y demanda absolutamente ridícula y mal planificada, inaccesible para todo aquel que no tenga una fuente alternativa y próspera de ingresos.

El colmo del absurdo es que cada día más especialistas de la Salud elogian las cualidades del pescado, los beneficios de una dieta sana y el alarmante incremento de enfermedades cardiovasculares que podrían prevenirse con una alimentación rica en carnes blancas, frutas y vegetales. ¿A qué pueblo van dirigidas esas palabras exactamente?

En Cuba cada diabético, cardiópata o paciente con problemas de colesterol se ve amenazado por los elevados precios de esa alimentación sana. A ello habría que sumar las constantes irregularidades en la entrega de dietas de pescado —6 libras mensuales de jurel—, tan codiciadas que los propios enfermos tienen que disputársela al carnicero, quien temerariamente culpa al Estado por la demora en el abastecimiento y vende la libra de jurel a 1 CUC.

La acuicultura no pasa de ser otro recurso mezquino utilizado por el gobierno para privar al pueblo de lo que siempre le ha pertenecido. Ante el rechazo generalizado a la carpa plateada, se ha implementado su gradual sustitución por la  tilapia, que tiene menos espinas y el mismo regusto a ciénaga. Ninguno de esos cultivos fangosos puede emular la textura, el aroma, el sabor y los beneficios de las especies provenientes del mar.

La calidad del pescado que se vende a la población es tan mala que muchas personas lo compran para alimentar a sus gatos. Los ancianos de pocos recursos, sin embargo, lo consumen como una alternativa a la croqueta criolla y las salchichas. Es penoso imaginarlos, con sus dedos inseguros y ojos cansados, limpiando las masas de tenca, una por una, para sazonarlas y hacer un aporreado mísero, que no compensa la ardua labor de remover al menos un centenar de espinas.

Mientras la población envejece aceleradamente, más personas jóvenes muestran síntomas de padecimientos propios de una edad avanzada, causados sin duda por la malnutrición. A pesar de la inminente catástrofe social, no se vislumbran programas orientados a mejorar la calidad de vida de los cubanos, que se han adaptado a recibir “gato por liebre” sin ánimo de protestar. Esa es la triste realidad de un pueblo que en su conciencia lleva el grito de “Patria o Muerte” y, aparentemente, ha decidido escoger lo segundo.




Gobierno cubano anuncia proyecto para la cría en el mar de tilapia

(IPS)

LA HABANA, Cuba.- El Gobierno cubano ha puesto en marcha un proyecto para la cría en el mar de tilapia roja, un pescado de agua dulce, con lo que se pretende aumentar la producción de este pez en la isla para el consumo humano, gracias a su alto rendimiento.

Auspiciado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, el proyecto se lleva a cabo en el Parque Nacional Marino Los Caimanes, en la comunidad costera de Punta Alegre de la provincia central de Ciego de Ávila, informa hoy el diario oficial Granma.

El director del proyecto, Ángel Quirós, explicó que la tilapia roja, además de ser un pez de alto valor comercial, es fácilmente adaptable al agua de mar y puede alcanzar los 400 gramos de peso por ejemplar en unos siete u ocho meses, cuando alcanza la talla ideal para la cosecha.

El cultivo debe iniciarse con la masculinización de los alevines en el centro de cría en la localidad de Morón, desde donde serán trasladados a estanques para su adaptación a la salinidad, proceso que puede durar entre 20 y 30 días hasta realizar la transferencia definitiva al mar.

Esta forma de producir las tilapias resulta rentable porque el costo de producción no rebasa el 20 % de los ingresos totales, además de resultar un plato mucho más sabroso que el ejemplar criado en agua dulce, que tiene sabor a tierra, indicó Quirós.

Para el desarrollo del proyecto, se ha elegido un área donde crecen más de ocho especies de algas, que pueden ser cultivadas para producir el agar que necesitan los peces para su alimentación, un proceso que puede durar unos tres meses.

Un espacio de un cuarto de hectárea puede aportar unas cinco toneladas de algas, cuyo valor de mercado es de 15 dólares el kilogramo.

En estos momentos, Cuba importa a altos precios el agar para alimentar los peces de cría, por lo que esta alternativa permitiría un ahorro de dinero al sustituir parte de las importaciones.

En Punta Alegre, también en la provincia de Ciego de Ávila, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial colabora además en un proyecto para la producción de esponjas, destinadas a la exportación ya que la tonelada se cotiza a unos 50.000 dólares.

(EFE)




“Aquí ya no hay peces”

CIENFUEGOS, Cuba.- Hasta hace unos años en Cienfuegos se podía comprar un pan con pescado frito —la famosa minuta— al precio de cinco pesos corrientes, unos 25 centavos de dólar. Teniendo en cuenta los altos precios de los alimentos en Cuba, y su carencia, la oferta no era nada despreciable.

Pero hasta las minutas han desaparecido de la gastronomía popular de la Perla del Sur y en ello incide la contaminación de la bahía.

Desde hace decenios la bahía de Jagua sufre los embates de un “desarrollo” industrial que no tuvo en cuenta la protección del medio ambiente.

A pesar de algunos esfuerzos por mejorar la situación no se avizoran signos esperanzadores, lo cual no es sólo una apreciación general, sino algo que ha denunciado recientemente, incluso, la prensa oficialista.

“¿Tú quieres buscarme problemas?”

Trabajaba con la flota camaronera. Con más de 40 años de experiencia marinera y 78 años de edad su historia es la misma de otros pescadores cienfuegueros. Aceptó ofrecerme su testimonio sin revelar su identidad, así que lo llamaré Manolo.

“Luego del período especial la flota comenzó a tener problemas con el mantenimiento de los barcos y el tiempo de trabajo se redujo. Un día el barco donde trabajaba se rompió y quedé ‘excedente’. Como solución me ofrecieron un trabajo en la agricultura, así que me jubilé. Imagínate cómo me sentí si lo que he hecho toda mi vida ha sido trabajar en el mar. Comencé a pescar en un bote dentro de la bahía, pero entre la escasez de peces y las multas de la policía opté por ir a pescar cerca del hotel Pasacaballo y así voy tirando. Aquí ya no hay peces”, dijo señalando los alrededores del Muelle Real.

Manolo vive con el temor de los cubanos que violan la ley para sobrevivir, porque en Cuba, hasta para pescar, hay que tener autorización del gobierno. Y aun así quien la obtenga no está autorizado a comercializar la pesca. Así que cuando le pedí una foto me respondió, algo molesto: “¿Tú quieres buscarme problemas?”.

¿Podrá recuperarse la bahía de Cienfuegos?

Según la prensa oficialista las acciones emprendidas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y otras entidades han permitido la lenta recuperación de la bahía. Sin embargo este reportero comprobó la inexistencia de peces en la cercanía del Muelle Real, donde sólo había pequeños grupos de agujones, que únicamente sirven para alimentar a las aves marinas.

Eso se debe a la falta de oxígeno y al aumento de CO2 en la bahía, lo que provoca la acidez de las aguas.

El pasado 25 de noviembre el periódico “5 de Septiembre”, órgano oficial del comité provincial del partido comunista, publicó una información de Ismary Barcia Leyva titulada “Científicos de EE.UU. y Cienfuegos estudiarán microalgas tóxicas”, en la que se informa que la bahía ha sufrido la presencia de diversas especies de estas plantas en los años 2005, 2009 y 2015. En el verano del 2015 se prohibió nadar en la bahía, cuando cientos de bañistas sufrieron lesiones dermatológicas.

Con el objetivo de iniciar un monitoreo científico sobre las microalgas, se realizó recientemente el primer taller de intercambio académico entre investigadores del Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos y de varias instituciones científicas norteñas, encabezadas por el Sr. Donald Anderson, Investigador Titular del Instituto Oceanográfico de Woods, quien estuvo acompañado por especialistas del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de la Costa del Golfo de la Florida, el Departamento de Ciencias Marinas de la Universidad del Sur de Alabama y del Centro de Estudios Marinos y Medioambiente de Islas Vírgenes.

Sin embargo, es contradictorio que el mismo día ese periódico informe sobre tan loable esfuerzo y en su página 4 haya publicado un reportaje titulado “Del N-O a la contaminación de la bahía”, en el que se advierte la inexistencia de voluntad política para resolver la situación.

Según declaró Danary del Toro, especialista del CITMA, se han identificado cerca de 190 fuentes contaminantes que incluyen a los residuales no tratados convenientemente y vertidos directamente al mar. Por su parte, Fermín Arnaldo Montalvo Colarte, especialista de la Empresa de Acueductos y Alcantarillado, informó sobre la indisciplina existente dentro de esa entidad porque algunos jefes de cuadrillas incorporan sistemas de aguas residuales al drenaje pluvial urbano y citó como ejemplo la zanja de la calle Dorticós, en el centro de la ciudad. También declaró que en la zona de Punta Gorda, de singular importancia turística, el sistema de tratamiento de residuales es insuficiente y data de los años cincuenta del pasado siglo.

Lo sorprendente es que a pesar de la magnitud de este problema, que se agravará si no es atendido con seriedad, según cifras oficiales este año sólo fueron aprobados tres millones de pesos para inversiones, el más bajo de todo el país e insuficiente para acometer las obras que se necesitan para el tratamiento de las aguas residuales del sector doméstico e industrial y el mantenimiento de las redes. Increíblemente no se aprobó ninguna cantidad de dinero para el 2017.

Como bien afirman los autores del reportaje, mientras tanto la legalidad se hará de la vista gorda hasta que el dinero le restituya su valor o el medio ambiente nos cobre la factura. Dicho en otra frase más corta: Seguiremos sin minutas.