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Cuba, ¿un eterno Periodo Especial?

Periodo Especial, Cuba

LA HABANA, Cuba. – Entre carencias y dificultades transita la vida de los cubanos en la Isla, quienes aún no tienen claro cómo el régimen podría sacar el país a flote de la profunda crisis económica en la que se encuentra sumergido.

De hecho, la Isla atraviesa por un segundo “periodo especial”, en el cual el desabastecimiento y la inflación deja sin esperanza de mejoría a la mayoría de los cubanos.

¿Cuál es la solución para este segundo “periodo especial”? fue la interrogante con la que CubaNet recorrió las calles de La Habana para conocer lo que opinan las personas sobre este tema.

“Hay que trabajar duro y muchos no quieren trabajar producto de que el salario no da la cuenta. El salario está por debajo [del precio] de los productos alimenticios y ese es el problema más grave que tenemos”, aseguró un anciano que se gana la vida como jardinero porque el dinero que percibe por concepto de jubilación no le alcanza, según dijo a CubaNet.

“Unos hablan lo que les da la gana, otros se callan y otros protestan. Lo cierto es que cada cual refleja su descontento como entiende y estime conveniente; la realidad es que la gente está cansada de pasar trabajo”, agregó el anciano de 74 años.

Para muchos, la situación actual es peor que la vivida en los años 90 cuando la Isla fue azotada por el llamado Periodo Especial, un eufemismo usado por Fidel Castro para evitar aludir a la grave crisis que sobrevino tras la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

“Fidel dijo en un discurso que había que cambiar todo lo que debía ser cambiado, y esta gente [la generación de la “continuidad”] cambió, pero todo a su manera; así que para mí si sigue este régimen no va a ver cambio ninguno y va a seguir todo igual”, aseguró otro de los entrevistados.




Crisis alimentaria en Cuba: peor que el Período Especial

LA HABANA, Cuba.- El problema de la alimentación en Cuba está alcanzando niveles de desastre muy superiores a los experimentados durante la crisis de los años noventa, a pesar de la actual diversificación de la economía, el cuentapropismo, las facilidades para viajar y las remesas.

Treinta años después de la debacle financiera que debió servir al menos para aleccionar a los dirigentes del Partido Comunista de Cuba (PCC), la pesadilla nacional sigue sin solución y empeorando a un ritmo que contradice cualquier pretensión oficialista de lograr la “soberanía alimentaria”. El mes de marzo finaliza con un preocupante descenso en la venta de pollo, único cárnico cuya distribución mantenía cierta regularidad, aunque insuficiente para satisfacer la demanda; y la desaparición casi total de frutas y viandas de los mercados agropecuarios.

Si en el Período Especial los habaneros viajaban a la periferia que hoy se conoce como Mayabeque y Artemisa para canjear ropas, zapatos y aseo por sacos de viandas, ahora, en pleno siglo XXI, deben hacer dilatadas colas para comprar unas pocas libras de papa o una mano de plátano burro. Coles, zanahorias y algunas hortalizas son los productos más asiduos en los puntos de venta, donde el plátano macho se vende a escondidas y una jaba de boniatos con huecos cuesta treinta pesos. Dondequiera que se detiene una carretilla con mercancía, así esté regular o mala, inmediatamente se ve rodeada de gente ávida, dispuesta a hurgar en el surtido medio putrefacto hasta encontrar algo aceptable, que se pueda comer sin riesgo de sufrir una cagantina o un empacho.

Cuba periodo especial hambruna
Tumulto para comprar muslos de pollo y detergente en la tienda Yumurí, Centro Habana. Foto del autor

No se dice en las noticias, pero la gran mayoría de los cubanos se ha desentendido de la crisis epidemiológica provocada por la COVID-19 para lidiar con el desafío que supone su propia supervivencia. No lo ha dicho ningún ministro, pero la escasez es tan aguda que Cuba debe estar atravesando un paro productivo de proporciones peligrosas, con casi toda su población volcada en las largas filas para comprar lo que aparezca, y la totalidad de los recursos en función de una vacuna que sin dudas es necesaria, pero no va a sacarnos del subdesarrollo y probablemente esté causando daños colaterales derivados de la falta de medicinas para controlar padecimientos que pueden resultar mortales sin la atención y el tratamiento requeridos.

En lugar de darle espacio y libertad a los productores, el régimen ha redoblado el acoso contra los únicos que pueden aportar algún alivio al demacrado bolsillo de los trabajadores. A consecuencia de la persecución, los vendedores han metido el agro en sus casas y trabajan a escondidas, gracias a la complicidad del barrio, como si ayudar a remediar tanta hambre fuera un delito.

No se ha vuelto a hablar del Banco de Fomento Agrícola desde que Alejandro Gil –ministro de Economía– anunciara su creación a inicios de noviembre de 2020 como una importante medida para impulsar el desarrollo del sector agropecuario. A juzgar por la pobreza que se extiende a lo largo y ancho del país, no se ha concretado incentivo alguno para los campesinos, y vale señalar que tampoco para los pescadores ni los ganaderos.

Leche –líquida o en polvo–, yogurt, helado, queso, mantequilla, son bienes que los cubanos no han vuelto a degustar, excepto aquellos que poseen divisas o suficiente moneda nacional para pagarlos a precios híper inflados.

Las pescaderías estatales son un monumento al absurdo, donde en lugar de productos del mar se vende jamonada apócrifa, croquetas de dudosa composición o rabirrubias diminutas, a 98 pesos el kilogramo. En el otro extremo del ridículo, en esos mismos establecimientos, el gobierno ha autorizado la venta a la población de tronchos de Aguja y Emperador que llevaban meses añejándose en las neveras de los hoteles, nada menos que a 341 pesos el kilogramo, casi 15 dólares al cambio oficial.

Lo más triste, no obstante, es que mientras el régimen aprovecha la escasez y el hambre para venderle al pueblo alimentos congelados porque no hay turistas que se los coman, pescadores por cuenta propia venden en la puerta de su casa enormes ejemplares recién salidos del mar, eviscerados y pesados delante del comprador, a 70 pesos la libra. Mientras la Aguja y el Emperador mudan de nevera sin que aparezcan consumidores dispuestos a pagar los precios que impone el estado, el pescador vende sus piezas enteras en pocos minutos, gana su sustento honradamente y los clientes quedan conformes.

Tal es la ley del mercado que los burócratas ahogan con regulaciones y prohibiciones, para que los cubanos continúen entendiendo la vida en términos de dependencia y obligatoriedad hacia un sistema explotador. Cuba está peor que en los años noventa porque las mordazas se mantienen intactas. Los cambios han sido mero maquillaje para atraer a incautos inversionistas, o congraciarse con el ala menos suspicaz de la opinión internacional.

La prensa cubana procura restarle gravedad al desastre y llenar de optimismo las ollas vacías con recetas culinarias que reflejan cuán desconectados están los redactores del acontecer nacional, donde una libra de arroz vale 40 pesos, un cartón de huevo 300 y una botella pequeña de salsa china 200. Incluso en la plataforma virtual TuEnvío, las únicas “proteínas” disponibles son picadillo mixto y perritos (salchichas).

Cuba se queda sin alimentos ni esperanza mientras el régimen, en su obcecación, dispara a matar. Hambrear a un pueblo, silenciarlo e imponerle la continuidad del yugo como única alternativa, debería ser considerado un crimen de lesa humanidad. No se trata de un segundo Período Especial, como muchos afirman. Es un proceso de aniquilación sistemática que va de lo físico a lo espiritual, triturando la psiquis y convirtiendo al cubano en algo no muerto, pero tampoco vivo. No puede llamársele vida a un estado de coma que solo se interrumpe para acelerar el hundimiento de la nación, o lo que queda de ella.

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El lento colapso de un país que se está quedando sin alimentos

Una holguinera espera que un mercado sea abastecido (Foto del autor)

HOLGUÍN, Cuba – Entre los estantes del puesto de venta de Frutas Selectas de esta ciudad del oriente del país hay fotografías de los revolucionarios Camilo Cienfuegos y Ernesto “Che” Guevara; además de un gran cartel con el eslogan de esta empresa estatal: “Frutas Selectas: lo más selecto del trópico”. 

Lo que no hay es fruta o alimento alguno a la venta.  

Frutas Selectas es una comercializadora de frutas, vegetales y viandas que antes de la pandemia de la COVID-19 era proveedora de hoteles, restaurantes y otros negocios turísticos. Ahora, en ausencia de visitantes del extranjero, sus clientes son los casi 300.000 habitantes de Holguín. 

Aunque el mercado estaba totalmente desabastecido, fuera del comercio se había comenzado a formar una pequeña cola. Algunas personas esperaban sentadas sobre un muro o se recostaban en el mostrador con sus jabas (bolsas de junco o de nailon) vacías y los brazos cruzados. 

Esperaban con la expectativa de que en algún momento la tienda pusiera algo a la venta, cualquier cosa.  

“Llevamos dos días en cola a ver si llega algo”, dijo Hilda Lobaina, una ama de casa de 72 años, que hacía cola y cuyo tapabocas no ocultaba la frustración de su mirada. 

“Somos el único país del mundo donde se hace cola en mercados desabastecidos a la espera de lo que llegue”, dijo un jubilado del sector del comercio que solo quiso identificarse como Antonio por temor a represalias. 

A unos dos kilómetros de allí, en el mercado agropecuario estatal número uno de Holguín, hay también un cartel que dice que desde el 1 de abril todas las frutas, verduras o viandas “están reguladas por la libreta”. Es decir, que solo se vende una cantidad máxima de alimentos cada mes por persona. 

Por lo general, hasta la llegada de la pandemia, en los mercados agropecuarios era posible comprar libremente los productos. Ahora se han establecido máximos por familia (Foto del autor)

Hasta la llegada de la pandemia, los productos frescos no habían estado sometidos a normas tan estrictas. En el caso de los plátanos burros, el único producto que estaba a la venta ese día, el límite eran cinco libras. Cientos de personas hacían cola para conseguirlos. 

Raciel Céspedes, un hombre de 75 años, explicó que a pesar de haber llegado a primera hora de la mañana y pasar dos horas haciendo fila, aún no había conseguido los “fongos”, como aquí es conocido este tipo de plátano enano.  

“En mi casa no hay comida y si no compro vianda no como hoy”, dijo Céspedes. 

En los últimos meses, las escenas de mercados desabastecidos y largas colas o con un solo producto a la venta se han repetido por todo el país. 

Los cubanos, que han sufrido escasez de alimentos por años, han visto como la situación se ha agravado a medida que la economía del país, controlada por el Estado, se ha sumido en una crisis más profunda desde la llegada de la COVID-19. 

Después de años de lento declive impulsado por la crisis en Venezuela y el endurecimiento de las sanciones estadounidenses, el ritmo del colapso económico parece ahora haberse acelerado. El síntoma principal del problema es una severa escasez de comida.

Cuba es un país que no produce suficientes alimentos para abastecer a su población y necesita comprarlos en el exterior en dólares o euros principalmente. 

Pero desde hace algunos meses, con sus principales fuentes de ingreso a la baja y sin acceso a mercados financieros internacionales, el Estado cubano tiene más dificultades de las habituales para disponer de divisas.

Aunque en el país no se difunden estadísticas económicas precisas y actualizadas, información disponible en el exterior pone de relieve la precariedad de la situación.

Según datos oficiales del Banco Internacional de Pagos (BIS), al finalizar junio de 2020, las empresas cubanas disponían, en cuentas de entidades bancarias en el exterior, el equivalente a 867 millones de dólares en divisas fuertes (euros o dólares). 

Para Cuba, este es el peor dato desde finales de 2005, según muestran los registros del BIS. 

En los últimos 15 años, Cuba había dispuesto de un promedio de 2.200 millones de dólares en divisas fuertes al cierre de cada trimestre, según la estadísticas de la citada institución. Ahora, dispone de menos de la mitad. 

Esto se está traduciendo en una reducción drástica de las importaciones, que cayeron un 34 por ciento en los primeros ocho meses de este año con respecto al mismo periodo de 2019, según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI)

Hasta agosto, Cuba estaba importando, cada mes, unos 210 millones de dólares menos que el año pasado.

Entre los países a los que se ha dejado de comprar se encuentran los principales proveedores de alimentos de Cuba, como Brasil, Estados Unidos o España, según datos oficiales de esos países.

Las ventas de Brasil a Cuba descendieron un 23 por ciento con respecto al año pasado; las de España un 36 por ciento, las de Estados Unidos un 45 por ciento.  

Esto se está traduciendo en menos pollo, aceite, arroz, maíz o frijoles, y en que se esté reviviendo el temor a que se repita una situación como la vivida en la década de 1990, durante el llamado Periodo Especial. 

En la actualidad, prácticamente todos los productos de consumo cotidiano están sometidos a algún tipo de racionamiento. En un país que se engorgullecía de haber erradicado el hambre, el gobierno ha tenido que recurrir a donaciones del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para garantizar la disponibilidad de frijoles, arroz y aceite en cinco provincias del oriente, como explicó la organización en un reciente informe.

“Sin duda, esta es la situación más crítica que ha afectado a Cuba desde el Periodo Especial”, dijo el economista Ernesto Hernández-Catá, exprofesor de la Universidad John Hopkins, en una entrevista para este reportaje. 

Otros prominentes economistas cubanos han coincidido en este diagnóstico. “Cuba sufre la peor crisis económica desde la ocurrida en los años 90 tras el colapso de la URSS”, escribió recientemente Carmelo Mesa Lago, académico de la Universidad de Pittsburgh. 

¿Un nuevo modelo?

En la mayor parte de los países domina la percepción de que la actual crisis económica tiene un culpable: la pandemia. En Cuba, el análisis que hacen muchos economistas es más complejo. 

“Cuba llega a la crisis en una crisis”, ha sostenido en varias entrevistas el profesor de la Universidad de La Habana Omar Everleny Pérez. En su opinión, ya desde 2019, se atravesaba un periodo de escasez por las dificultades de la economía del país de exportar productos o servicios, generar divisas y con ellas importar alimentos. 

El economista incluso afirmó en un conversatorio organizado por las revistas El Toque y Periodismo de Barrio, que “el desabastecimiento que hay en las tiendas donde se alimenta la población no tiene nada que ver con la pandemia”.

Otros expertos coinciden en que aunque la actual crisis tiene causas coyunturales, son las estructurales, relacionadas con el modelo económico cubano, las más importantes. 

“Cuba sufre de una crisis crónica de divisas debido a la insuficiencia y declinación de las exportaciones de bienes a través de muchos años (…). Si bien la crisis tiene elementos coyunturales provenientes de la pandemia, los problemas graves son estructurales”, dijo el economista Luis R. Luis, uno de los directivos de la Asociación del Estudio de la Economía Cubana (ASCE) en una entrevista para este reportaje.

“La crisis actual tiene dos elementos. Uno refleja los efectos de la pandemia. El otro es la rigidez y el carácter distorsionado e ineficiente de la economía cubana. Esto no se va a resolver con el fin de la pandemia y exigirá reformas fundamentales de la economía”, comentó el profesor Hernández-Catá. 

Entre muchos expertos domina la sensación de que Cuba ha llegado al final de un camino y que lo que se avecina es un periodo de transición en el que el país tendrá que encontrar un nuevo modelo. 

En las últimas dos décadas, Cuba prácticamente dejó de ser un país azucarero, pero no desarrolló otra industria de magnitud similar que le permitiera generar divisas. 

Si el nivel de vida de la población no cayó aún más fue principalmente por el turismo, las remesas de los migrantes y el comercio con Venezuela. Esta última ha sido, con diferencia, la principal actividad económica del país en los últimos años.  

Ahora, Cuba se enfrenta ante la incertidumbre de si los visitantes volverán de manera masiva y si los migrantes seguirán enviando tantas remesas. Pero también afronta la certeza de que su actividad más lucrativa, su relación con Venezuela, ya no volverá a ser tan beneficiosa como antes.

Esto ha motivado a algunos expertos a considerar que el país no puede seguir pensando en depender de una sola actividad o socio. 

“Durante los últimos 60 años, Cuba ha sido incapaz de financiar sus importaciones (…) sin ayudas sustanciales o subsidios de una nación extranjera. Ese es el legado a largo plazo de la economía socialista cubana”, escribió el profesor Mesa Lago en un artículo publicado el año pasado.

“La historia ha demostrado que la dependencia de, primero, los subsidios soviéticos y más tarde de los swaps (intercambios) de petróleo por médicos con Venezuela han sido un grave error. Estos acuerdos de carácter político son malsanos porque dependen, no de las ventajas comparativas de los participantes, sino de la largueza (generosidad) de países básicamente frágiles como la URSS y Venezuela”, concluyó el profesor Hernández-Catá.

Fin de la fiebre venezolana

Cuando la economía de Venezuela comenzó a colapsar hacia 2015, el impacto en Cuba no se sintió de inmediato. Comenzó un lento declive de la economía del país que terminó por agravarse con la llegada de la pandemia. 

Desde el comienzo del siglo, Cuba envió decenas de miles de trabajadores, principalmente sanitarios, a Venezuela. A cambio, además, de dinero en efectivo, obtenía petróleo que refinaba y reexportaba a la propia Venezuela y otros lugares.

Todo ese comercio llegó a representar el 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de Cuba. 

Aunque el país solo en ocasiones puntuales ha publicado información sobre los beneficios de su relación con Venezuela, los cálculos que han hecho algunos economistas ponen de relieve que el comercio con la “hermana” República Bolivariana era el mayor negocio del Estado cubano.

Era también lo que permitía al Estado mantener el ritmo de las importaciones de productos básicos que necesitaba la población y que ahora escasean. 

Según los cálculos del académico Luis R. Luis, la relación entre los dos países alcanzó su cima hacia 2014. Entonces, la exportación de médicos y otros servicios profesionales alcanzó unos 7.500 millones de dólares. Venezuela pagó algo menos de la mitad, 3.400 millones, en barriles de crudo y otros 4.100 millones en efectivo.

Pero a medida que Venezuela se adentraba en la peor crisis de su historia y que las sanciones de Estados Unidos y otros países se endurecían en su contra, este comercio se fue reduciendo. 

Cuba, que dispone de profesionales sanitarios en abundancia, solo redujo en parte el tamaño de sus misiones al país, pero Venezuela encontró cada vez más dificultades para pagar por ellas en crudo o dólares. 

Luis estima que el pago en petróleo pasó de los 3.400 millones de dólares en 2014 a algo menos de 900 millones el año pasado, una caída del 74 por ciento.  

Estos datos son coherentes con las cifras oficiales difundidas por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) de Cuba, que muestran cómo el valor del comercio de bienes con Venezuela, que consistía principalmente de petróleo crudo y refinado, se desplomó entre 2013 y 2019. El valor de las exportaciones al país sudamericano descendió casi un 90 por ciento, mientras que el de las importaciones cayó un 63 por ciento.

Con menos petróleo que refinar y vender en dólares, el país comenzó a sufrir escasez.

“La economía ha sido golpeada por importaciones decrecientes de petróleo venezolano”, señalaba un reporte de noviembre de 2016 de la embajada de los Países Bajos en La Habana. “Como resultado, los ingresos en divisas de reexportaciones de petróleo cayeron y condujeron a una escasez de efectivo que está amenazando la capacidad de Cuba de cumplir sus pagos con proveedores extranjeros”. 

Según la ONEI, las deudas del Estado cubano con proveedores extranjeros se duplicaron entre 2013 y 2017. 

Pero el problema fue más allá. Al recibir cada vez menos pago en especie, el monto que se debía desembolsar en efectivo fue creciendo. Qué sucede con este dinero es un enigma, dado que Cuba apenas publica información sobre su relación económica con Venezuela.

Hasta ahora no se sabe si el efectivo se está pagando, ni en qué moneda se estaría haciendo el pago (si son dólares o son bolívares, por ejemplo) o a cuánto asciende actualmente la deuda.

En 2019, la ONEI reportó que Cuba había exportado servicios médicos valorados en casi 5.400 millones de dólares. Fue la segunda ocasión en que las autoridades publicaron este dato. 

Pero no queda claro si esa suma, que en gran parte procede de Venezuela y representa el ingreso mayor para el país, realmente llegó a cuentas bancarias del Estado cubano o si el dinero solo existe, en “teoría”, a efectos de la contabilidad estatal. Las razones para dudar existen.

Un agujero en la economía

El país gobernado por Nicolás Maduro ha sufrido en los últimos cinco años el mayor colapso económico que se ha registrado en un país en paz en décadas; y su capacidad de exportar petróleo y obtener a cambio dólares ha venido disminuyendo desde hace años.  

Esto significa que Venezuela tiene cada vez más dificultades para saldar sus deudas con Cuba. Varios economistas cubanos dan por hecho que el país no está cobrando de Venezuela lo debido desde hace años. 

En un análisis de 2018 para el Cuba Study Group, el economista Pavel Vidal expuso que la ONEI no había contabilizado adecuadamente la actividad económica del país, ya que había reflejado como ingresos dinero que en realidad no había forma de cobrar a Venezuela en el corto plazo.

  “Están asumiendo que la incapacidad de Venezuela para pagar por los servicios médicos es debida a un problema temporal de liquidez. En realidad, es un problema estructural”, escribió Vidal. 

El académico de ASCE, Luis R. Luis también afirmó en un reciente artículo que Venezuela carece de capacidad de pagar a Cuba en divisas fuertes y que solo podría hacerlo con crudo o en la moneda nacional, el bolívar.                                                                                                                                                                               

Esto constituye un grave problema para Cuba ya que Venezuela produce cada vez menos petróleo y sus buques petroleros ―y en específico los que viajan a Cuba― están sometidos a las sanciones de Estados Unidos desde mediados del año pasado. 

Además, el bolívar ha sufrido constantes devaluaciones que lo han convertido en una moneda prácticamente simbólica. Dado que Venezuela no produce la mayoría de los alimentos que Cuba necesita comprar, su moneda tampoco sirve para adquirirlos.

En una entrevista para este reportaje, Luis aseguró que hay varios hechos que explican la actual situación de escasez en el país como la desaparición del turismo por la pandemia o el endurecimiento de las sanciones estadounidenses, pero ninguno tiene tanto peso como la incapacidad de pago de Venezuela.  

“Ha habido una caída masiva de estos pagos desde un nivel de 6.600 millones de dólares en 2016 a menos de 1.000 millones de dólares en 2019. Otros factores de la crisis son mucho menos importantes”, dijo el economista.

Silencio oficial

Hasta el momento, los dirigentes cubanos no han mostrado en público indicios del deterioro de la relación económica con el gobierno de Maduro. Pero desde que Venezuela comenzó a colapsar, han dado pasos para buscar alternativas a la dependencia, como fomentar la inversión extranjera. 

A finales de 2015, llegaron a un acuerdo con el llamado Club de París, que agrupa a una serie de países, en su mayoría europeos, a los que Cuba debía miles de millones de dólares. Según el trato al que se llegó, Cuba se abriría a la inversión de estos países a cambio de una condonación parcial de lo adeudado. 

“El deterioro que ha experimentado Venezuela ha conducido a las autoridades de la isla a un proceso de reposicionamiento con vista a reducir los traumas asociados al posible colapso de las relaciones con el país sudamericano”, interpretó el Club de París al anunciar el acuerdo.

Pero Cuba no logró atraer inversiones extranjeras significativas fuera del turismo; la dependencia de Venezuela continuó, la situación del país sudamericano empeoró y las sanciones de Estados Unidos contra ambos gobiernos se endurecieron, dificultando aún más los envíos de crudo.  

En el último año y medio, los dirigentes cubanos comenzaron a preparar a la población para tiempos difíciles, incluso mencionando la posibilidad de un nuevo Periodo Especial.  

Esto tiene un impacto profundo para los cubanos, que recuerdan esa época como un trauma. 

“La crudeza del momento nos exige establecer prioridades bien claras y definidas, para no regresar a los difíciles momentos del Período Especial”, dijo el gobernante Miguel Díaz-Canel en un discurso de abril de 2019. 

Unos días antes, el primer secretario del Partido Comunista, Raúl Castro, hizo unas declaraciones similares, alertando a los cubanos de que, aunque ahora el país tenía una economía más diversificada que cuando cayó el bloque soviético, debían prepararse “siempre para la peor variante”.

A medida que avanzaba 2019, la “peor variante” se fue dando. Las estadísticas que recopila el BIS sobre depósitos y préstamos en bancos internacionales ponen de relieve que el país se fue quedando sin dólares o euros. 

En marzo de 2019, las empresas estatales cubanas disponían del equivalente a 2.300 millones de dólares en divisas fuertes en el exterior. Para diciembre la cifra se redujo a 1.300 millones y siguió cayendo en 2020. Para el final de junio, ya en plena pandemia, se disponía de 867 millones, la peor cifra desde 2005.

Aunque Cuba tiene lazos estrechos con países como Rusia o China, de ellos apenas importa alimentos. Para comprar comida (salvo el arroz, que se adquiere en Vietnam, principalmente), el país necesita dólares o euros con los que pagar a proveedores brasileños, estadounidenses o argentinos. 

Pero el país se fue quedando sin divisas y, por tanto, sin comida.

Colas y ausencias

En Cuba, las colas, la distribución irregular de algunos productos o la desaparición durante meses de otros ha sido durante décadas un problema cíclico. 

Sin embargo, en los últimos años, al mismo tiempo que la economía venezolana colapsaba, se ha vivido un lento declinar en las existencias de productos de consumo cotidiano.

De una selección de 64 productos de uso común, 39 experimentaron una caída en su disponibilidad en tiendas cubanas entre 2015 y 2018, según datos de la ONEI. La cantidad de aceite de cocina a la venta en comercios minoristas disminuyó un 36 por ciento, el jabón y la pasta dentrífica un 30 por ciento; la leche fresca, las pastas y la carne de cerdo un 25 por ciento; la leche en polvo y el pollo un 20 por ciento.

Aunque la ONEI no ha publicado aún estos datos para 2019, muchos cubanos coinciden en que la disponibilidad de productos siguió cayendo y que la escasez se agravó aún más durante la pandemia.

Los datos oficiales disponibles en el exterior ponen de relieve que el país está importando considerablemente menos alimentos que hace un año. 

Las compras de pollo congelado a Estados Unidos en agosto pasado fueron una cuarta parte de lo importado en el mismo mes de 2019. Las compras de soja brasileña para hacer aceite de cocina, entre enero y septiembre de este año, fueron la mitad de las que tuvieron lugar en el mismo periodo del año pasado.  

A esto se añade otro fenómeno: la caída en los últimos años de la producción agropecuaria nacional. Según un análisis del economista Pedro Monreal, entre 2018 y 2019 (últimos años con información disponible), 12 grupos de productos de consumo habitual experimentaron caídas. La cantidad de carne de vaca producida se redujo un 23 por ciento, el arroz un 18 por ciento. 

Aunque no se disponen de datos para este año, es posible que esta tendencia a la baja haya continuado ya que la escasez de divisas ha reducido también las importaciones de fertilizantes y combustibles necesarios para mantener la producción.

En un reciente informe oficial, las autoridades reconocieron que en 2020 se dejarán de cosechar unas 30.000 toneladas de arroz por falta de combustible. Esto equivale a alrededor del 10 por ciento de la producción nacional. 

La escasez es notoria en todas las ciudades del país y se ha traducido en largas colas desde la madrugada en las tiendas estatales y en el auge de un mercado negro digital en el que los productos alcancan precios disparatados. 

“El principal problema que tenemos es la alimentación. No puede ser que en medio de la COVID-19, la gente tenga que salir a la calle y pasar todo el día para comprar pollo. Es algo elemental”, comentó el economista Omar Everleny Pérez en el citado conversatorio con medios.                                                                     

En Holguín, a diario se hacen largas filas frente a las tiendas o mercados, especialmente si se ha corrido el rumor de que algún establecimiento pondrá a la venta un producto muy demandado o ausente por semanas.

En una mañana de agosto, María Eugenia Durán, una señora de 67 años, llevaba dos horas esperando turno para comprar yuca en un mercado de la ciudad. Era el único producto a la venta en el establecimiento. 

Visiblemente cansada y con su jaba vacía, Durán dijo que “todo escasea y para  comprar lo más mínimo hay que hacer interminables colas. A veces no logras comprar nada porque los productos se agotan”, lamentó Durán. “Desde el año pasado hay carencias de todos los productos básicos y de alimentación. Esto apunta a un nuevo Periodo Especial”.

Mientras hablaba, un chiste de alguien en la cola hizo que en el rostro de la mujer se adivinara una sonrisa bajo la mascarilla: “Por ahora, en Oriente nos libramos del coronavirus, pero todavía sufrimos el colonavirus”, bromeó un señor.

El economista Luis aseguró que mientras escaseen las divisas, el país seguirá en una crisis alimentaria. “Los datos recientes sugieren que se evitará el peor caso, una catástrofe de nutrición, a un costo elevado en cortes de importaciones como medicamentos,  combustibles y otras materias primas”, dijo.

Sin embargo,  para Cuba, que durante la pandemia se ha esforzado en mantener su imagen internacional de potencia médica para poder seguir exportando sus servicios sanitarios, pagar ese costo no será tan sencillo.

Nota del editor: Este reportaje se completó con la información y edición de IWPR.

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Los CDR piden a los cubanos sembrar alimentos en patios, parcelas o macetas

cubanos periodo especial

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Foto del autor

LA HABANA, Cuba.- La edición 56 del “Boletín de orientación e información a cuadros y dirigentes de base” llama a los cubanos a “cultivar alimentos en sus patios, parcelas, macetas o cualquier superficie de la tierra disponible a su alcance”, según el folleto lanzado el día 17 de junio.

Con la etiqueta #CultivaTuPedacito el Gobierno lanzó una campaña en toda la Isla para hacer frente a una crisis de desabastecimiento, escasez y hambre al estilo del “periodo especial” de los años 90.

“Desde 1987 los cubanos conocemos de cerca el movimiento de la agricultura familiar, entre otras alternativas como la agricultura urbana y suburbana, surgidas en un momento de imperiosa necesidad como lo fue el periodo especial. En la actualidad debemos reforzar esa tradición heredada de cubano a cubano”, explica el escrito en su primera página.

Para sembrar “condimentos frescos, plantas aromáticas para te e infusiones y hortalizas de hojas”, las familias se pueden servir de neumáticos viejos, troncos de árboles de las podas, ladrillos y bloques desechados de construcciones, piedras, entre otros “dejados a la iniciativa comunitaria”, recomienda el boletín de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).

“Es un sinsentido, con la cantidad de campo que hay en Cuba para trabajar. ¿Por qué no lo aprovechan?”, se quejó Carlos Fumero, un joven cubano residente en la provincia de Mayabeque. “Y a los que están trabajando la tierra le decomisan los productos”, también denunció.

Dentro de las orientaciones dedicadas a los dirigentes locales de los CDR se incluye realizar un conteo de los patios de cada zona, que tenga en cuenta la cantidad de parcelas sembradas y cuántas podrían aprovecharse. Asimismo, el folleto recomienda “conversar con la familia sobre la necesidad de cumplir con la tarea”.

Por su parte, las familias destacadas en la cosecha de alimentos serán premiadas con una pegatina con el texto: “Mi casa contribuye con la producción de alimentos, para minimizar los efectos del bloqueo”.

En los 90, cuando la economía cubana sufrió una debacle debido al fracaso y caída del campo socialista, el Gobierno siguió esta misma estrategia, pero el hambre lejos de desaparecer se agudizó. No fueron pocos los cubanos que en esos años comieron cáscara de plátano como picadillo y carne de gato para sobrevivir.

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Un anciano ebrio y dos reptiles para la cena

majá de Santa María Cuba

majá de Santa María Cuba
Majá de Santa María. Foto tomada de internet

LA HABANA, Cuba.- El majá de Santa María, el ofidio autóctono de Cuba, podría estar convirtiéndose en uno de los antídotos preferidos para aliviar el hambre que se torna cada vez más agresiva al interior de la Isla, sobre todo en las zonas rurales.

Recientemente, descubrí un video en Facebook donde se observa un hombre de la tercera edad, bajo los efectos del alcohol, largando un discurso crítico sobre su difícil realidad existencial.

El individuo balbucea sus reproches a las limitaciones que enfrenta. Su morada es un desvencijado cuartucho de madera que milagrosamente se mantiene en pie, adonde se retira, tras despachar su discurso, impregnado de la bebida que lo ayuda a olvidarse del hambre por un rato y a poner en perspectiva otras penurias que le acompañan.

La casi ininteligible intervención del hombre ebrio no es lo más destacado del breve segmento audiovisual, sino lo que ocurre a pocos pasos de esa imagen simbiótica de miseria y enajenación.

Un cuchillo deslizándose por la superficie de un majá de Santa María muerto que cuelga de un trozo de madera a manera de travesaño es lo que impresiona, además de exponer en primer plano el rigor del hambre por esos lares.

Es el manjar que cubrirá las expectativas de una familia a merced de la escasez y la ausencia de alternativas para poder llevarse un pedazo de carne al estómago, acorde con los hábitos alimenticios de los cubanos.

Son dos los ejemplares del reptil que terminarán en un caldero a fuego lento, sazonados tal vez solo con un poco de sal y un chorro del mismo ron que tiene al viejo en un estado de embriaguez que lo obliga a fragmentar sus diatribas.

El joven encargado de descuerar el par de víboras endémicas de la Isla realiza su labor con una proverbial disposición. Se nota que conoce el procedimiento al dedillo, los cortes son perfectos y su sonrisa una señal de que será un suculento banquete.

Este pasaje trae al recuerdo lo vivido durante el llamado Período Especial en Tiempos de Paz, el eufemismo inventado por Fidel, o por alguno de sus consejeros, para identificar las carencias de todo tipo que afectaron a la población cubana en la primera mitad de los años 90 de la pasada centuria.

El cese de los espléndidos suministros procedentes de los otrora países socialistas de Europa del Este y de la ex Unión Soviética fue el motivo para que el fricasé de pollo fuera sustituido por gato frito o al horno, la sopa de palomas se disfrutara con sendos suspiros de satisfacción, los hámsters con no menos alegría y hasta las auras tiñosas estaban en la mirilla de los cazadores furtivos, preferiblemente para su venta, haciendo creer a los potenciales compradores que se trataba de otro tipo de ave.

No es una mera suposición que mucha gente comió carne de esta especie de buitre, además de animales domésticos y de otros ejemplares que jamás han sido parte de nuestras costumbres culinarias.

La irrupción del coronavirus, con su estela de efectos negativos en la economía mundial, sobre todo en los países subdesarrollados como Cuba, nos acerca a esos torbellinos que dejaron lamentables secuelas en amplios sectores de la población. Muertes, enfermedades crónicas debido a la desnutrición y una variada gama de afectaciones psicológicas dejaron su impronta en cientos de familias.

En vista a la paulatina profundización del racionamiento y de la decreciente disponibilidad de productos de primera necesidad, incluidos los alimentos, ya van apareciendo evidencias de un cambio en la dieta. Poco a poco desaparecen los escrúpulos y la mayoría de los cubanos rechazan el vegetarianismo.

Así que, en los campos, el majá de Santa María puede entrar en período de extinción.

En las ciudades, los gatos encabezan la lista de las preferencias. En la anterior crisis se vendían como conejos.

La agudización de las dificultades socioeconómicas apuntan a una posible carnicería que rompa el equilibrio del ecosistema con todo lo que eso puede acarrear en términos de supervivencia.

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Régimen dice que podría retomar algunas medidas del Periodo Especial

Cuba Periodo Especial

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Mesa Redonda del régimen cubano. Foto Cubadebate

MIAMI, Estados Unidos.- La economía de Cuba tiene un futuro complejo y oscuro debido al impacto que ha tenido en la Isla la COVID-19 y la depresión que ha sufrido el sector del turismo, de acuerdo a las declaraciones del ministro de Comerio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca.

En una presentación en el programa oficialista Mesa Redonda, Malmierca apeló incluso a medidas del pasado para “enfrentar los desafíos”, refiriéndose a la severa crisis de los años 90.

De acuerdo al informe de Cubadebate, a la caída del turismo, se suma además la de las exportaciones y los precios del níquel y el azúcar.

Malmierca aseguró además que “se presentarán afectaciones en las importaciones, pues un grupo de renglones que necesita el país están siendo preservados por las naciones productoras en su propio beneficio”.

“Trataremos de evitar que, en el caso de los alimentos, haya afectaciones a la población”, dijo el ministro cubano, aunque reconoció que se han incrementado los precios de la leche en polvo (15%), y el arroz (18%), dos renglones altamente demandados por los cubanos.

Malmierca advirtió que las largas colas en los establecimientos de la Isla en la que los cubanos tratan de acceder a productos básicos en medio de la pandemia, y la escasez, “problemas objetivos a los que el Gobierno tendrá que enfrentarse”.

“En primer lugar no vamos a renunciar a nuestro derecho al desarrollo económico y social; aún en esta situación compleja vamos a seguir trabajando con mentalidad optimista y al mismo tiempo realista”.

Para Rodrigo Malmierca tomar como ejemplo algunas de las medidas implementadas en el Periodo Especial y las experiencias de esos años no quiere decir que Cuba esté en las mismas condiciones que en los años 90, para el ministro “se tienen mejores condiciones para enfrentar los actuales desafíos”.

Dijo incluso que se pueden “utilizar algunas medidas tomadas en aquel tiempo, como el ahorro y el uso eficiente y racional de los recursos”, y que ahora “nuestra economía es muy abierta y depende mucho del comercio exterior, por lo que se debe trabajar en función de exportar, sustituir importaciones sobre todo en lo referido a alimentos y energía, y mantener todos los esfuerzos por atraer la inversión extranjera”.

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¿Provocará el coronavirus otro período especial?

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Cubanos con mascarillas ante el coronavirus (Foto: EFE)

LA HABANA, Cuba. – En los años noventa de la pasada centuria Cuba perdió alrededor del 85% de sus ingresos tras la desaparición de la Unión Soviética, y la caída del comunismo en Europa oriental. Los nuevos gobernantes del Kremlin le redujeron los envíos de petróleo a los gobernantes cubanos, de 13 a 4 millones de toneladas al año. Y el castrismo, por supuesto, no contaba con el dinero para adquirir en otros mercados el petróleo que le dejó de mandar Moscú. Ahí mismo comenzó el tenebroso período especial.

Ahora mismo otra caída importante en los ingresos de la nación podría conducir al país a una situación similar o peor que la de los años noventa. Claro que nos referimos a la afectación que afronta el sector turístico de la isla en el contexto de la propagación del coronavirus. Porque ya los hoteles estaban a media capacidad cuando se decidió suspender la entrada de turistas internacionales por un lapso de treinta días.

Para que se tenga una idea de la magnitud del daño a las arcas gubernamentales, basta con traer a colación algunas cifras. De acuerdo con datos suministrados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en el acápite Cuentas Nacionales, durante el sexenio 2013-2018, la venta de servicios, como promedio, alcanzó el 78% de los ingresos obtenidos por el país.

Entre esos servicios descollaron el turismo y los servicios médicos en el exterior. Mas, comoquiera que estos últimos sufrieron una merma nada despreciable con la salida de los médicos cubanos de Brasil, Bolivia y Ecuador, es fácil imaginar que el gobierno confiaba en el turismo para apuntalar su endeble economía. El rápido envío de brigadas médicas a Surinam, Granada, Jamaica,  la Lombardía italiana, y otras regiones afectadas por el coronavirus, sería un esfuerzo de las autoridades por recobrar el terreno perdido, al margen de la dosis de altruismo con que el discurso oficial identifica tal acción.

Y menos ingresos para el país significaría menos petróleo, con los probables apagones y la restricción del transporte público. Y menos ingresos equivaldría a menos dinero para importar alimentos como el pollo, el principal suministrador de proteínas a la población, y causante hoy de colas interminables en tiendas y mercados.

Pero el coronavirus no solo provocará una merma en los servicios turísticos, y limitará importaciones que el país debía realizar con vistas a asegurar el consumo de la población. Además, obstaculizará compras de materias primas que garantizarían importantes producciones. Una situación a la que se refirió el primer ministro Manuel Marrero durante una reciente Mesa Redonda de la televisión cubana, y que igualmente había trascendido durante el balance del Ministerio de la Construcción acerca del trabajo desplegado en el 2019.

Precisamente, en esta última cita se habló de la posibilidad de que la no llegada de esas importaciones afectara el plan de terminación de viviendas en el actual 2020. Un plan que contempla terminar más de 41 mil viviendas en este período. Todo en el contexto de la pretendida recuperación del déficit habitacional en un lapso de diez años, tal y como lo proclama el gobierno con bombo y platillo.

La arrancada, sin embargo, no ha sido nada satisfactoria. Al cierre de enero, cuando aún casi no se hablaba del coronavirus, el plan anual de terminación de viviendas marchaba al 7%, cuando lo planificado era que fuese casi al 9%.

Como vemos, los cubanos debemos preocuparnos por algo más que poseer un nasobuco para proteger nuestras vías respiratorias.

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¿Vuelve Cuba a las bicicletas para paliar la crisis de transporte?

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Las bicicletas han sido el medio de transporte de los cubanos por décadas. Foto archivo

LA HABANA, Cuba.- Yuleidys estudia Licenciatura en Química en la Universidad de La Habana. La facultad está por Zapata, en El Vedado. Como vive en Lawton se traslada en la 174, que coge en la primera parada, pero el transporte esta tan malo que debe levantarse a las 5:00 a.m. para llegar puntual. Cuenta que a media mañana no puede controlar el sueño y se pone a cabecear en el aula. “Pero no soy la única que se queda dormida, todos pasamos mucho trabajo para transportarnos hacia la escuela”, aclara.

Ella quisiera comprarse una bicicleta, porque el transporte público cada vez está peor, siempre hay mucha inestabilidad. El año pasado fue la falta de ómnibus y de choferes. Así lo ratificó Juan Julián Caballero Martínez, director general de la Empresa Provincial de Transporte de La Habana (EPTH) en entrevista a la prensa (Juventud Rebelde, 14 de marzo de 2018), cuando reconoció el éxodo de choferes en la capital y que se estaban dejando de transportar diariamente 700 000 pasajeros.

Para aliviar aquella situación llegaría un contingente de choferes de otras provincias. Después, con el anuncio hecho en diciembre por el ministro de Transporte de que para este año la transportación de pasajeros en La Habana iba a estar reforzada con 400 microbuses y 90 ómnibus, algunos ilusos pensamos que la situación mejoraría. En lugar de eso, ahora de buenas a primeras se aparecen con esta falta de petróleo. A saber, qué será la próxima vez.

De manera que Yuleidys lleva días recorriendo tiendas, pero no hay bicicletas. Hasta buscó en Revolico, pero allí las que encontró estaban muy caras. “¿No te parece mucha la distancia para recorrerla en bicicleta?” Le pregunté, y me respondió: “Mi mamá estudió en la CUJAE, y me contó que iba y venía en bicicleta desde Lawton. Años después, me llevaba a la escuela y seguía para el trabajo. Pero tuvo que prescindir de su inseparable ciclo porque se perdieron las gomas, y las cámaras, y las piezas de repuesto. En fin, que el gobierno le sacó el pie a las bicicletas”.

En efecto, durante el periodo especial también el transporte se vio seriamente afectado, de modo que el gobierno aplicó una medida que, aunque no resolvió los graves problemas que por esta causa afectan a nuestra Cuba desde la década de los sesenta, alivió en algo la situación: empezó a venderle a la población bicicletas, fundamentalmente chinas.

Aquella opción, aunque físicamente desgastante, representó en cierto modo un remedio, sobre todo para los estudiantes y los trabajadores, que en ocasiones, después de largo tiempo en las paradas de ómnibus, tenían que regresar para sus casas. Fue tal el incremento de bicicletas, que se crearon ciclo-vías en las avenidas y calles principales para proteger a los ciclistas.

Sin embargo, en lugar de mantener aquel logro con la oferta de bicis y piezas de repuesto, gomas y cámaras a precios asequibles en la red de tiendas estatales, estas fueron desapareciendo, a la vez que en el mercado negro se podía encontrar todo tipo de aditamentos y agregados a precios exorbitantes e inalcanzables para un estudiante o trabajador, lo que obligó a muchas personas a prescindir de las bicicletas.

“Yo trabajaba en la feria de 23, en el Vedado. Iba desde el Barrio Obrero y llevaba mi mercancía en la bicicleta. Pero el pedaleo cansa, por eso le compré a un marinero mercante una original con motor, pero cuando la cogieron con los motores, la Policía me la confiscó”. Me comentó Luisa María, una artesana que ahora maneja una moto eléctrica de las que traen para vender las personas que viajan.

En este sentido, el 19 de diciembre de 2013 el Granma publicó una información del Consejo de Ministros que, entre otras cosas, anunciaba: “Al propio tiempo la política aprobada por el Consejo de Ministros prioriza la venta de bicicletas, incluyendo las eléctricas, para las cuales se establecerán precios sin fines recaudatorios, deberá garantizarse la disponibilidad de baterías, neumáticos, accesorios y piezas de repuesto sin fines recaudatorios en sus precios”.

Sin embargo, aquel anuncio no fue más que una burla, pues en lugar de ello, las bicicletas eléctricas conocidas popularmente como motos eléctricas comenzaron a venderse desde el 2009 con un precio no precisamente módico (988.00 CUC), ni existe donde adquirir los repuestos como baterías y cargadores, por lo que una gran mayoría está en desuso.

En cuanto a las bicicletas, es en la fábrica Ángel Villareal Bravo, de Santa Clara, donde no solo ensamblan, sino también conforman determinadas partes. La instalación produce 18 modelos, creados desde que comenzaron en 1995 con el objetivo de paliar el déficit del transporte. Según declaró a Granma el 14 de septiembre de 2012 Elier Pérez Pérez, director de la fábrica, el plan total de ese año superaba las 60 000 unidades para el mercado en Cuba (Tiendas Recaudadoras de Divisas y algunos organismos). No obstante, los precios son inalcanzables.

Muchas de las tantas personas defraudadas por las cosas que suceden en Cuba se preguntan: “Si en Santa Clara tenemos una fábrica que hacer bicicletas –las Minerva–, ¿por qué no las venden a precios asequibles y en moneda nacional?”.

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La “normalidad” de Miguel Díaz-Canel

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Miguel Díaz-Canel. Foto archivo

LA HABANA, Cuba.- No sería la primera vez que determinadas situaciones de la realidad cubana quedan indefinidas, en una especie de limbo, empleado casi siempre por las autoridades con fines utilitarios.

Eso, más o menos, sucedió con el denominado “período especial” de los años noventa. Comenzó con la caída del comunismo en Europa oriental y la desaparición de la Unión Soviética, lo que implicó la disminución de las dos terceras partes del petróleo que Moscú enviaba a la isla, y la consiguiente debacle económica para Cuba.

Mas, ya al final de ese decenio, y no obstante haber experimentado la economía cierta recuperación, se mantenía la indefinición acerca de si habíamos salido o no del período especial. A menudo los gobernantes esgrimían ese fantasma para justificar sus desaciertos y las carencias que afrontaba la población.

Algo parecido podría suceder ahora con la vuelta a la “normalidad” anunciada por el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Según el mandatario, a partir de este mes de octubre se normalizarán las entradas de combustible diesel a Cuba, lo cual debía de significar el fin de las medidas “coyunturales” que se tomaron con vistas a paliar la crisis energética.

Sin embargo, el propio benjamín del poder se ha encargado de afirmar que la pretendida normalidad tendrá características especiales, y que en el fondo la población continuará con el cinturón apretado.

En una reciente reunión del Consejo de Ministros, Díaz-Canel aseveró que “La normalidad futura no será la misma, porque seguiremos exigiendo más ahorro y un uso más eficiente de los recursos. De tal manera, se mantendrá un grupo de medidas, que implementamos durante este mes”, según el artículo “Trabajar distinto, porque son tiempos distintos”, publicado en el periódico Granma del 27 de septiembre.

¿Y cuáles serán algunas de las medidas que el Presidente piensa mantener?  Pues, entre ellas, forzar a los vecinos a que apaguen los bombillos de sus casas y desconecten algunos equipos electrodomésticos en los horarios picos del consumo de electricidad;  fomentar el trabajo a distancia, es decir, que los trabajadores no tengan que usar el alicaído transporte público para dirigirse a sus centros de trabajo; incrementar la tracción animal en la agricultura; y mover a obreros cuya labor queda interrumpida hacia otras faenas, como por ejemplo la de inspectores del transporte.

En ese contexto resulta significativa la presencia del señor Carlos Rafael Miranda, coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), por el Oriente del país, organizando las “patrullas click”, formadas por niños que tocan a las puertas de las casas para instar a sus moradores a que ahorren electricidad. Bueno, si los CDR ya apenas funcionan en las cuadras y los barrios de Cuba, el señor Miranda tiene que hacer algo para justificar su cargo y las prebendas que él trae consigo.

Por lo demás, varias de las noticias que trascendieron en el citado cónclave del Consejo de Ministros no fueron muy alentadoras para apoyar la “normalidad” anunciada por Díaz-Canel.

Hasta el cierre de agosto, Cuba incumple el plan de exportaciones; no se aprecia una disminución de las cuentas por pagar y por cobrar, lo que afecta el desempeño empresarial; no se cumple el plan de circulación mercantil minorista, razón por la cual no se acaba de conformar una contrapartida al efectivo inyectado en la circulación tras los aumentos salariales en el sector presupuestado de la economía; además, se reportan mermas en las producciones de renglones tan demandados por la población como el arroz y los frijoles.

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Díaz-Canel: Medidas de ahorro se quedan para siempre

Díaz-Canel Cuba

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Miguel Díaz-Canel. Foto archivo

MIAMI, Estados Unidos.- Nada más y nada menos que para siempre. Las medidas de ahorro impuestas al pueblo cubano se quedan para siempre, así lo aseguró el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, según informó la agencia de prensa oficialista Prensa Latina (PL).

De acuerdo al texto, Díaz-Canel lanzó la afirmación en la provincia de Sancti Spíritus, durante una reunión para chequear las medidas ante la actual situación energética. “La normalidad a la que vamos será distinta, con más ahorro y eficiencia porque lo reclama la economía”, publicó PL.

El sustituto de Raúl Castro dijo que había que “potenciar la austeridad y el ahorro bajo el concepto de proteger a la población, no permitir la subida de precios, especulación y acaparamiento”.

Así mismo, “exhortó” a cumplir “los planes programados para la agricultura, en especial la preparación de las tierras para la siembra de caña, con la utilización de bueyes, así como mantener la tracción animal en otros usos”.

Ante la crisis energética que vive Cuba, que a no pocos cubanos le recuerda los críticos años el período especial, Díaz-Canel dijo que “aún cuando llegue la cantidad contratada, tendremos que seguir aplicando ciertas medidas de austeridad ante las nuevas acciones y hostilidad del gobierno de Estados Unidos con su persecución naviera”.

“Hay medidas que deberán quedarse para siempre, aunque tengamos chorros de combustible”, aseguró, pues según él algunas cosas que “se ejecutaron durante el Período Especial se abandonaron y nos acomodamos a lo que teníamos después”.

Y siguió con su cantaleta, “a la normalidad a la que vamos cuando salgamos de la situación actual será una normalidad distinta, con más ahorro”.

Por su parte, para Alejandro Gil Fernández, ministro de Economía y Planificación, que también estaba en la reunión, lo realmente necesario en Cuba es “sistematizar las medidas de ahorro, todo lo que se pueda hacer para en 2020 lograr una economía más equilibrada”.

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