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Conceden Premio Nacional de Restauración de Monumentos al Centro Fidel Castro Ruz

Centro Fidel Castro Ruz

MIAMI, Estados Unidos. – El Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Cuba otorgó este martes el Premio Nacional de Restauración de Monumentos al Centro Fidel Castro Ruz, una institución creada para estudiar, investigar y difundir la vida y obra del fallecido dictador cubano.

De acuerdo con medios oficiales, la distinción reconoce la calidad integral de la intervención realizada en el inmueble, que recuperó su antiguo esplendor. El acta del jurado también destacó el alto nivel de creatividad y la incorporación de elementos contemporáneos en las áreas de su entorno.

La obra fue desarrollada por la empresa Restaura, especializada en proyectos de arquitectura y urbanismo con un alto impacto en la preservación del patrimonio, adscrita a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

En noviembre de 2021, luego de tres años de construcción y en medio de una crisis económica y sanitaria sin precedentes, el régimen cubano inauguró el Centro Fidel Castro Ruz al interior de una restaurada mansión de finales del siglo XIX, sita en el Vedado habanero.

Las obras de restauración del Centro comenzaron tras la aprobación por la Asamblea Nacional del Poder Popular de la Ley No. 123 “Sobre el uso del nombre y la figura del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz”, en 2016.

A pesar de que su voluntad fue que lugares públicos ni instituciones llevaran su nombre, ni que se erigieran monumentos o bustos en su memoria, el culto a la imagen del dictador se percibe en cada rincón de la institución.

El Centro está equipado con alta tecnología, en función del adoctrinamiento de niños, adolescentes y jóvenes.

La institución cuenta con nueve salas de exposiciones, una biblioteca y varios salones de reuniones. Además, dispone de un anfiteatro y un jardín con bancos, luces, puertos USB y códigos QR que remiten a la web de la institución. 

El inmueble, de fines del siglo XIX, perteneció a Enrique Conill Refecas, un capitán del Ejército Libertador en la Guerra de Independencia de 1895. Fue elegido como sede del Centro Fidel Castro Ruz tras la propuesta del fallecido historiador de La Habana, Eusebio Leal Spengler.

El Centro fue inaugurado el pasado 25 de noviembre de 2021, en el quinto aniversario de la muerte de Castro. La ceremonia contó con la presencia sorpresiva del dictador venezolano Nicolás Maduro.

En el acto, cerrado a los medios de prensa internacionales, también participaron el gobernante de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y el exmandatario Raúl Castro.




Una catedral que surgió casi de carambola

Catedral de La Habana

LA HABANA, Cuba. — Antes que la icónica Catedral de La Habana fuese bautizada como tal, el edificio que hoy ocupa estaba destinado a ser una simple iglesia de la orden Jesuita, a la cual quedaría adosado el Seminario de San Carlos para la formación de sus sacerdotes. El seminario fue concluido en 1761, pero los jesuitas nunca lo habitaron porque fueron expulsados de América en 1767, acusados de conspirar contra el catolicismo.

La Habana, dicho sea de paso, había sido despojada de su más notable construcción religiosa por causa de la explosión, en 1741, del buque “Invencible” de la Armada Española, cuyo casco -dicen- aterrizó sobre la Iglesia Parroquial Mayor, dejándola inutilizable.

La expulsión de los jesuitas vino como anillo al dedo a los clérigos que llevaban años escribiendo desesperadas misivas al rey de España para obtener el permiso de construir un templo más grande y con mejor gusto. La Iglesia de San Ignacio, a medio construir, era el espacio ideal no solo para realzar la imagen y poderío del catolicismo en la Isla; sino para que La Habana, ciudad capital que progresaba aceleradamente, tuviera por fin su catedral.

No fue hasta el año 1772 que se aprobó por Real Cédula el traslado de la Parroquial Mayor de San Cristóbal de La Habana hacia la Iglesia de San Ignacio. En 1789 fue erigida Catedral bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María; pero distaba mucho de los paradigmas de la tipología en cuanto a dimensiones y concepto.

Cundió entonces una fiebre de reformas para imprimirle, en la medida de lo posible, un aire más catedralicio. El antiguo oratorio fue remodelado y se construyó el abovedado en piedra bajo el original de madera; mientras que a la fachada, de fuerte impronta barroca, se le fundió un hastial que no logró ocultar del todo el tradicional techo a aguas que solía coronar a todas las iglesias de menor jerarquía.

La estrechez de la calle San Ignacio fue un problema al momento de construir la segunda torre-campanario, de obligada inclusión para merecer el título de “Catedral”. El resultado terminó atentando contra la simetría de la fachada; pero constituye, sin dudas, otro de sus rasgos excepcionales.

La devoción y el buen gusto del Obispo José de Espada terminaron por conferirle gracia, solemnidad y tintes modernos el inmueble, con la introducción del estilo neoclásico en el mobiliario y la decoración interior.

Mestiza, fortuita, surgida casi de carambola, la Catedral es un orgullo para los capitalinos y un modelo apreciable de la arquitectura barroca en el Caribe. Un día como hoy, hace 233 años, fue consagrada por el primer obispo, Felipe José de Trespalacios, para gloria de la pujante Villa de San Cristóbal de La Habana.

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Matanzas, la Atenas de Cuba cumple 329 años

Ciudad de Matanzas

LA HABANA, Cuba. — El 12 de octubre de 1693 fue fundada la ciudad de San Carlos y San Severino de Matanzas, en el occidente cubano. Bañada por los ríos Yumurí, Canímar y San Juan, su nacimiento estuvo marcado por la necesidad de proteger la bahía, objetivo habitual de los ataques de corsarios y piratas. La necesidad de fortificar el cinturón comercial para evitar que los aventureros se apropiaran de tan importante enclave, condujo a que el rey de España, Carlos II, ordenara levantar la ciudad, lo cual se llevó a cabo mediante misa oficiada por el obispo Diego Evelino de Compostela y el entonces Gobernador Interino, Severino de Manzaneda.

Concebida como ciudad y no como una simple villa, responde a los principios político-militares del período renacentista, y a la imperiosa necesidad de resguardar la capital de ataques enemigos. El castillo de San Severino, una de las grandes construcciones militares de Cuba, atestigua la importancia que se le confirió a Matanzas, primera urbe del país erigida bajo la voluntad estatal explícita en los documentos emitidos por el Rey de España.

La también conocida como “Ciudad de los puentes” mostró un pujante desarrollo a partir del siglo XIX con la introducción de la imprenta, y despuntó en casi todos los sectores de la economía: energía, industria, comercio, ganadería y producción agrícola, especialmente el cultivo de la caña de azúcar. Se considera que el año 1813 marcó el inicio del Siglo de Oro de Matanzas, cuyo auge económico y cultural se mantendría en ascenso al punto de que, en 1860, fue bautizada públicamente como “La Atenas de Cuba”, epíteto que sus pobladores han sostenido con orgullo hasta la actualidad.

Entre sus hijos ilustres sobresalen el escritor y dramaturgo José Jacinto Milanés, el profesor Miguel Teurbe Tolón, quien diseñó el escudo y la bandera de Cuba a partir de una idea del patriota Narciso López; así como los músicos Dámaso Pérez Prado, Arsenio Rodríguez y Carlos Manuel Alfonso “Caíto”, percusionista y fundador de la legendaria Sonora Matancera.

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Denuncian al alcalde de Palma por ceder la silla de Maceo a Cuba

Denuncian al alcalde de Palma por ceder la silla de Maceo a Cuba (Foto eldiario.es)

MIAMI, Estados Unidos. – El presidente de la formación política española Actúa Baleares, Jorge Campos, presentó este viernes una denuncia en la Fiscalía contra el alcalde de Palma, Antoni Noguera, al considerar que hubo irregularidades en la entrega a Cuba de la silla que perteneció al general cubano Antonio Maceo, informó EFE.

La denuncia se produce una semana después de que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, materializara la cesión temporal renovable de la silla al Museo de la Ciudad de La Habana.

La silla del héroe independentista cubano, tallada en un tronco de palmera, fue tomada como botín por el general mallorquín Valeriano Weyler, quien ostentó el cargo de Capitán general de Cuba entre 1896 y 1897.

“Consideramos que el alcalde Noguera podría haber cometido una presunta prevaricación al ceder este patrimonio a Cuba”, ha manifestado Campos, quien se mostró incrédulo ante la posibilidad de que la pieza regrese a España.

“Se dice que es una cesión por dos años pero creo que, con toda probabilidad, la silla de Maceo no va a volver a Mallorca”, comentó Campos a las puertas de la Fiscalía.

La silla de Maceo perteneció al legado del general Weyler, cuya familia la cedió al Ayuntamiento de Palma en 1931 y actualmente forma parte de los bienes patrimoniales de titularidad municipal.

Según el propio Campos, la familia de Weyler “ya avisó por escrito a Cort de que no estaba de acuerdo con la cesión, pero el Ayuntamiento hizo caso omiso”.

Asimismo, el líder Actúa Baleares aseguró que la decisión de entregar la silla a Cuba podría tener un matiz político debido a que el partido separatista MÉS, al que está adscrito el alcalde de Palma, ha llegado a asegurar que el general Weyler fue un genocida.




El olvidado patrimonio de un ingenio cubano

(Foto: Jorge L. González)

LA HABANA, Cuba.- En la carretera de Santa Fe a Cangrejera, en el municipio Bauta, hay una reliquia histórica única en la capital: la finca Taoro. Allí están las ruinas del ingenio construido en 1878 y que fuera propiedad de Don Pablo Pérez Zamora. Fue el último ingenio azucarero destruido por la tea incendiaria mambisa durante la Guerra de Independencia de 1895.

Enclavadas en un paisaje encantador, las ruinas conservan aun elementos originales de la época, con características no comunes. Todavía quedan en pie los restos de la antigua casa, a la que estaban adosado el barracón de los esclavos, con sus muros de piedra; una disposición única, pues los barracones siempre estaban separados de la vivienda de los terratenientes.

Cerca se hallan los cimientos del batey, la casa de calderas y otras dependencias del ingenio.

Busqué datos en la enciclopedia cubana Ecured, que brinda una información aceptable sobre la historia y los diferentes dueños del lugar hasta el triunfo de la revolución. Explica que una investigación hecha por especialistas valoró el emplazamiento del ingenio como “un patrimonio arquitectónico”, y que hace varios años, la Academia de Ciencias realizó un estudio arqueológico en la zona.

En la finca, en la década de los 50 del pasado siglo, se cultivaban frutas para la producción de los jugos Taoro, de fama internacional.

Crucé los dos arcos de la entrada y penetré en los terrenos de la finca sin dificultad alguna, al no existir cerca perimetral ni haber custodios. Fotografié las ruinas sin que ninguna persona me lo impidiera.

Aunque parece que cortan la hierba con cierta frecuencia —no hay maleza crecida—, el sitio permanece desde hace años en total abandono, a merced del vandalismo.

No aparece letrero o inscripción alguna que señale el lugar y su importancia histórica.

(Foto: Jorge L. González)

Un poblador de la zona me dijo que allí se han hecho filmaciones para programas televisivos y algunas películas. Según dijo, “Eusebio Leal no quiere que toquen nada”.

Otra persona que nació en esta zona me comentó que el lugar está más descuidado que hace un tiempo y que cada vez es más el abandono. Las autoridades competentes no dan muestra de hacer algo por la reconstrucción del sitio y su conservación.

¿Por qué no se rescata este singular paraje histórico? No creo que existan en Cuba muchos lugares como este. Estaría más que justificada su recuperación para la explotación turística, ya que tan importante es para la economía nacional. El presupuesto que se invierta en la reparación del lugar, seguramente se revertiría con creces.

Estamos en presencia de un caso más de pérdida de valores patrimoniales sin una justificación razonable. Demuestra la despreocupación de las autoridades competentes al no actuar en rescate de un sitio de interés histórico.

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Máximo Gómez y la ingratitud humana

(Foto El Toque)

LA HABANA, Cuba.- El cadáver medía un metro y setenta centímetros, y quizás no llegaba a las 140 libras. El hombre tenía 69 años mal cumplidos. La guerra, el frío y el mal comer en los campos irredentos habían pasado la cuenta a su cuerpo siempre esquelético y nervioso. Nunca tuvo suerte en los negocios. La vida le sonrió pocas veces y siempre de medio lado. A su primera novia la asesinó, a machetazos, un oficial español durante la Guerra Grande. Sus hijos pasaron hambre y él mismo tuvo que empeñar el reloj, el revólver y sus lentes para seguir peleando por Cuba.

Aunque hicieron falta veinte carrozas y una larga fila de personas para cargar las ofrendas fúnebres que acompañaban su cortejo (lo cuenta Ciro Bianchi en una crónica minuciosa), nadie se imaginó que el mismo día de su muerte, el general Máximo Gómez iniciaba la más cruenta de sus batallas: la que aún libra contra el olvido.

La casa donde murió, el 17 de junio de 1905, brinda un pobrísimo espectáculo en el centro del Vedado habanero, calle D esquina a 5ta. La visité hace poco y, aunque solo estuve unos instantes a su alrededor, me conmovieron el abandono y el aire de miseria que ronda el lugar: las paredes desconchadas, el césped despoblado y repleto de escombros, el busto macrocefálico sobre una columnata de cemento crudo.

Alguna explicación debe haber para que Máximo Gómez tenga tan poco éxito en el altar de la Patria. Cuando uno lo veía por primera vez no parecía un general, sino un estricto campesino de Baire o el Camagüey. Era flaco, de mirada viva y penetrante, modales ásperos. Así lo describe José Miró Argenter en sus Crónicas de la Guerra. También dice que su voz era invariablemente autoritaria, lo mismo con sus subordinados que con sus amigos, incluso, sus hijos.

Igual de inflexible era consigo mismo. Se acostaba al anochecer y se levantaba con las primeras luces de la mañana; comía rápido y sin alzar la cabeza; dormía en campo abierto como el más bajo de su tropa. Una vez le enviaron desde París una hermosa tienda y él la cortó en trozos para vestir a sus soldados harapientos.

No permitía robos en el campamento ni abusos de autoridad. Tampoco admitía bromas ni sobornos. Fue siempre una espina para aquellos que medraban a la sombra del coraje, una flor de piedra que solo prosperaba en lo más crudo de la manigua.

(Foto El Toque)

La vida lo enfrentó con sus iguales: Carlos Manuel de Céspedes lo cesanteó por un asunto de convoyeros; tuvo sendas disputas con Flor Crombet y Antonio Maceo. Pero jamás aceptó recibir compensación por sus servicios a la Patria. “Prefiero libertar hombres a gobernarlos”, respondió cuando le propusieron la presidencia de la República.

Buscaba la tarja que explica el pasado glorioso de esta casa, cuando vi un andamio… o algo parecido. La custodio me observaba recelosa desde la puerta del edificio.

—¡Qué bien! — le dije — parece que están reparando el lugar.

—¿Reparar?, aquí no están reparando nada —respondió ella.

Traté de cruzar la cerca ruinosa, mirar un poco el espacio donde vinieron a despedirse de Gómez los generales Emilio Núñez y Alejandro Rodríguez, el presidente Estrada Palma, pero la vigilante me detuvo con gesto autoritario:

—No puedes entrar, esto es una empresa estatal.

—¿Qué hay aquí?

—Un atelier —dijo la mujer poniéndose las manos en la cintura con una especie de orgullo infantil.

—¿Usted no sabe que aquí murió el general Máximo Gómez?

La vigilante miró hacia todos lados con una risa incrédula.

—No hijo, claro que nooooooo —concluyó con una carcajada.

Cuando la escuché decir eso pensé con amargura lo caro que Máximo Gómez pagó su rectitud y sobriedad. Su osadía de aconsejarle al pueblo cubano que no eligiera ministros ni administradores que alfombraran sus casas y usaran carrozas mientras las espigas no maduraran con abundancia en los campos de la Patria. Su escarnio público al mismo Estrada Palma, a Manuel Sanguily, a Calixto García y todo el que se puso a tiro de su lengua insobornable.

Comenzó a recorrer ese calvario aún en vida, y poco a poco lo despojaron de todo lo que había ganado con sudor y sangre. Le quitaron su cargo de general en jefe del Ejército Libertador, quisieron expulsarlo a Santo Domingo. El colmo fue que un político y libertador eminente amenazó con fusilarlo porque Gómez se negó a apoyar el empréstito del banquero Cohen. Y aunque el primer gobierno republicano le regaló esta casa para que muriera en paz, ella también ha comenzado a desmoronarse.

Después que tanto ha llovido solo se le cumplió al viejo general la promesa que le hizo Martí cuando reclamó sus esfuerzos para iniciar la Guerra del 95: “no tengo más remuneración que ofrecerle que el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres”.

(Foto El Toque)

(Publicado originalmente en El Toque)




Los verdaderos ladrones del patrimonio nacional

Fidel y Raúl Castro, congreso PCC 2011 (foto: AP)
Fidel y Raúl Castro, congreso PCC 2011 (foto: AP)

LA HABANA, Cuba.- Bajo el sugerente título “Espejitos por oro”, acaba de ser publicado un extenso reportaje a dos planas completas en la edición dominical del periódico oficial Juventud Rebelde (Hugo García, 20 de noviembre de 2016), donde se aborda el siempre interesante tema del tráfico de “objetos y documentos patrimoniales”  de la Isla, y del trabajo conjunto de agentes de la Aduana y especialistas del Registro de Bienes Culturales (RBC) para impedir que “nuestras propiedades espirituales más valiosas sufran la expoliación internacional”.

Todo sugiere que el incremento del turismo extranjero, que se ha estado verificando en los últimos años, ha aumentado el comercio ilícito de objetos que son considerados bienes patrimoniales.

En el caso del reportaje de referencia, el aeropuerto internacional de Varadero, en la provincia de Matanzas, fue elegido por el autor para documentarse sobre el tráfico del patrimonio. Allí fue informado que gracias al celo de los especialistas en los controles de la frontera en esa terminal aérea “durante más de 20 años se han rescatado miles de piezas, con valor cultural y profesional”, que turistas extranjeros han tratado de extraer del país. La lista de objetos que suelen decomisarse a los traficantes y que son considerados como patrimonio cultural mueble incluye “documentos, fotografías, artes decorativas, pinturas, dibujos, esculturas”.

Varias fotografías que ilustran el trabajo periodístico muestran varios de esos objetos incautados a los pasajeros: una colección de relojes de bolsillo, un juego de tocador de plata del siglo XIX, una colección de armas antiguas, una placa conmemorativa, una tosca imagen en bronce de la Virgen de la Caridad, un libro antiguo, una colección de carteles de propaganda nazi de la Segunda Guerra Mundial y una colección de fotografías donde aparece el ex Invicto, difícilmente digna de ser considerada Patrimonio de la nación.

Un comentario desprejuiciado  sobre el tema obligaría a aceptar el legítimo derecho que asiste a cada nación de proteger y conservar su patrimonio cultural. Sin embargo, el Decreto 118/83 (Reglamento para la Ejecución de la Ley de Protección al Patrimonio), que define en Cuba el patrimonio de la nación, resulta extremadamente ambiguo, parcializado y anacrónico.

Según refiere una funcionaria del RBC, citada en el reportaje, dicho Decreto establece que el patrimonio “está integrado por aquellos bienes, muebles e inmuebles, que constituyen la expresión o el testimonio de la creación humana o de la evolución de la naturaleza, y que tienen especial relevancia en relación con la arqueología, la prehistoria, la literatura, la educación, el arte, la ciencia y la cultura en general”.

Sin embargo, es sabido que las instituciones estatales encargadas de determinar la naturaleza y valor del  “patrimonio de la nación” en una sociedad bajo un gobierno autocrático representan los intereses del Poder, y es éste en última instancia quien se reserva el derecho de decidir a voluntad sobre el uso y destino de ese patrimonio. De esta forma, los términos patrimonio de la nación y propiedad del Estado que definen de jure propiedades públicas, en el régimen castrista se funden en uno solo para definir lo que de facto es heredad particular del clan Castro.

Es por eso que reconocer acríticamente los derechos patrimoniales de los que ufana la prensa oficial equivaldría a consentir la arbitrariedad de ese Poder autocrático, representado en las instituciones a su servicio, en detrimento de los derechos de los cubanos sobre el patrimonio de la nación y el suyo personal.

Así, pongamos por ejemplo, mientras a un cubano común no se le permite el legítimo derecho de disponer libremente de bienes familiares, dígase un reloj de bolsillo de oro heredado de un abuelo –que no puede vender a un coleccionista extranjero so pretexto de que pertenece al “patrimonio de la nación”– o de otros de su propiedad particular, las instituciones del Estado se arrogan el derecho de disponer inconsultamente de los bienes patrimoniales de la nación, ya sea para medrar a su costa, para ocultarlos o para destruirlos.

La línea entre el patrimonio privado y el “nacional” se desdibuja cuando entran en juego los intereses del Gobierno, hasta tal punto que, si bien en la legislación abundan los términos que engloban al segundo, no se establecen definiciones para el patrimonio personal (patrimonio privado). Y esto es así porque patrimonio es sinónimo de propiedad, un término excomulgado del diccionario comunista. Por tanto, puede afirmarse que en Cuba el patrimonio privado mueble y comerciable no existe.

Pero, volviendo al reportaje del libelo oficial, ¿acaso las fronteras del país son el escenario principal de la depredación del patrimonio de la nación debido al auge del turismo y a los manejos de los traficantes internacionales? Afirmar esto sería ignorar que las mayores pérdidas patrimoniales se han producido desde y en el interior del país a lo largo de casi seis décadas, responsabilidad de la desidia de la cúpula de gobierno y de sus funcionarios. Los peores traficantes del patrimonio habitan el palacio de la Revolución.

Una parte de ese patrimonio ha salido al exterior justamente con el objetivo de alimentar las insaciables arcas del gobierno. Es el caso de ciertas pinturas de autores famosos, pertenecientes a los fondos del Museo de Bellas Artes, que han sido subastadas o vendidas a museos y coleccionistas privados extranjeros.

Otro hecho repetido ha sido la apropiación de piezas únicas y valiosas del Patrimonio para decorar espacios cerrados del Poder, como es el caso de la pieza arqueológica de arte aborigen taíno conocida como “Ídolo del Tabaco”, que adorna un salón de la sede del Consejo de Estado, muy lejos de las miradas de los legítimos dueños del patrimonio nacional.

También han desaparecido muchos de los carísimos muebles y adornos que decoraban los espacios interiores del Capitolio desde los años en que estuvo ocupado por la Academia de Ciencias. La feroz rapiña fue obra tanto de ciertos altos funcionarios y directivos de la Academia de Ciencias –como el muy respetable Antonio Núñez Jiménez, entre otros acreditados revolucionarios– como de decenas de investigadores y subalternos que dispusieron impunemente del patrimonio público.

Podría extenderse el listado del patrimonio fantasmal con el misterioso destino del diamante del Capitolio, o del desaparecido clavo de oro a los pies de la estatua de José Martí, en el Parque Central de La Habana. O habría que incluir entre los daños patrimoniales irreversibles la brutal destrucción de la Biblioteca del Senado, cuando en 1987 el Magno Orate concibió el (también) fallido proyecto de fundar en el mayestático edificio insignia de la República la mayor biblioteca de ciencia y tecnología de Latinoamérica.

El sistemático saqueo de los más antiguos y valiosos fondos de la biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País, la primera de Cuba y una de las más ricas colecciones bibliográficas del país, hoy casi aniquilada, fue otro daño infligido impunemente al patrimonio histórico y cultural de la nación.

Podríamos abundar en ejemplos sobre la pérdida de otros muchos exponentes de nuestro patrimonio nacional, o añadir otros tantos comentarios sobre el laudatorio reportaje del periodista de Juventud Rebelde, pero sería tan inútil como redundante. El evidente (des)enfoque que exhibe en el tratamiento del tema demuestra que no tiene la menor intención de comprometerse a fondo.

Baste cerrar estas reflexiones con una breve consideración sobre el párrafo que inicia su trabajo y que, en referencia al comercio ilícito de bienes patrimoniales y los bajos precios en los que supuestamente los nacionales los venden a los turistas– reza textualmente: “Aquella práctica de cambiar espejitos por oro a inicios de la conquista española, cuando los aborígenes se deslumbraban ante las bisuterías, parece regresar en esta época”.

No, García, no ofendas la memoria colectiva de los cubanos. En realidad “aquella práctica” no está regresando “en esta época”, sino que data de unas tres décadas atrás, cuando a finales de los años 80 y principios de los 90, en el lapso breve de la agonía y muerte de la URSS y sus satélites, la amenaza real de un futuro sombrío comenzó a proyectarse sobre la Isla y desató una desesperada búsqueda de divisas, protagonizada por el llamado “Departamento MC”, de triste recordación, perteneciente al Ministerio del Interior.

Hasta entonces, solo unos pocos elegidos –funcionarios oficiales, técnicos y estudiantes extranjeros, y marineros– podían comprar algo en las “diplotiendas” y “tecnitiendas”, así que, aprovechando la miseria de casi la totalidad de la población de la Isla, se abrió en la avenida 31 del municipio Playa, en la capital, la famosa “casa del oro y la plata”, popularmente rebautizada como “casa de Diego Velázquez”, en las que “a precio de animal enfermo” el Estado usurero tasaba las joyas y objetos de oro y plata de miles de infelices que así perdieron lo más valioso de su patrimonio familiar, a cambio de “certificados” que les permitieran comprar unos pocos bienes de consumo imprescindibles, como ropas, zapatos o algún efecto electrodoméstico, a los que de otra manera no hubiesen podido acceder.

Señor García, no se pueden lanzar esas piedras cuando el tejado propio es de vidrio. Al parecer usted padece de una grave amnesia selectiva, pero con seguridad los cubanos jamás olvidarán la humillación y la pena de aquel abusivo trueque en que el más ladrón de los gobiernos que haya fustigado jamás a esta Isla se apropió del oro de los infelices “aborígenes”  a cambio de algunos deslumbrantes “espejitos”.




En Guanabacoa se derrumba la historia

La casa de las cadenas data del siglo XVIII (foto de Camilo Ernesto Olivera)
La casa de las cadenas data del siglo XVIII (foto de Camilo Ernesto Olivera)

LA HABANA, Cuba.- Por estos días los guanabacoenses notan el cierre a la circulación vial en el tramo de la calle Independencia entre Martí y Cadenas. Esta medida se debe a que la edificación más antigua del pueblo, conocida desde el siglo XVIII como La Casa de Las Cadenas, se  derrumbará por completo en cualquier momento.

Ha llovido bastante en la capital cubana, y ya el extremo de la pared frontal del mencionado inmueble, que da hacia la calle Independencia, presenta una rajadura que pone en peligro la estabilidad de la estructura. Esta situación ha sido precedida por derrumbes parciales en todo el piso superior, que se han extendido a varias zonas de la planta baja.

La tradición oral, documentada por Elpidio de la Guardia en su “Historia de Guanabacoa”, expone que “fueron resguardadas en ese lugar las imágenes religiosas de la aledaña Parroquial Mayor, durante un fuerte temporal que destruyó al pueblo” en 1730. También se oficiaron allí las misas en ese periodo.

Como compensación, el dueño de la casa fue acreditado por el Rey Felipe V de España, para conceder derecho de asilo a fugitivos de la justicia. Solamente otras dos edificaciones en todo el Imperio Español tuvieron esta prerrogativa. Una todavía se conserva en la ciudad española de Cádiz, la otra en Ciudad de México.

Según explicó a CubaNet un arquitecto conocedor del tema, quien pidió el anonimato pues trabaja para una empresa estatal, “la Parroquial Mayor era, en ese momento, una iglesia primitiva, no había evolucionado al tipo de estructura que adoptó luego en el siglo XIX. La Casa de Las Cadenas, en cambio, sería en 1730 la única realmente sólida y arquitectónicamente completa en todo el poblado”, dice el especialista.

“Si esta edificación desaparece, se rompe la preservación de la planificación constructiva en esa área. Este planeamiento data del primer periodo de evolución y consolidación del centro urbano de Guanabacoa. En los siglos XVIII y XIX, ese proceso se verificaba en Cuba alrededor de las iglesias. En este caso, lo que hoy se reconoce como Centro Histórico Urbano de esta localidad, tiene su epicentro en dos edificaciones cercanas entre sí, la Parroquial Mayor y La Casa de Las Cadenas”, añadió el arquitecto.

Hace varios años, el denominado Centro Histórico Urbano de Guanabacoa fue declarado “Monumento Nacional” por la Comisión Nacional de Monumentos del Ministerio de Cultura.

Cubanet intentó contactar, sin éxito, con funcionarios del Consejo de la Administración Municipal en la sede del Poder Popular, el gobierno local. Por su parte, la Oficina del Historiador de La Habana respondió parcamente que “ese es un problema que debe ser solucionado por las autoridades del gobierno en la localidad”.

Una fuente cercana a la Dirección Municipal de Cultura, quien pidió no ser nombrada, reveló que “no hay recursos para preservarla. Está condenada a correr la misma suerte que la casa natal de Ernesto Lecuona. Las autoridades están esperando a que se desplome, para ubicar allí un parqueo o un mercado para productos agropecuarios”, concluyó.




El Círculo de Artesanos y su triste destino

Así está el Círculo de Artesanos (foto de RCCC)
Así está el Círculo de Artesanos (foto de RCCC)

ARTEMISA, Cuba – Para quienes viven en el municipio de San Antonio de los Baños, provincia de Artemisa, el cierre del Círculo de Artesanos, surge como resultado del abandono y desinterés de los directivos de cultura y del gobierno municipal, a lo que puede adicionarse la falta de gestión por parte de estas autoridades.

Al pasar por el viejo edificio, ubicado en la Avenida 39 esquina a 60, y mirar a su interior por sus destruidas ventanas, se pueden constatar los estragos que ha hecho el tiempo y la gente necesitada: en el piso hay huecos, por la pérdida de las losas; así como escombros amontonados, que no son más que pedazos del repello del techo que se han desprendido.

En un pequeño espacio que tenía al aire libre, y por el cual se entraba al Salón Colonial, que era una especie de cabaret, sólo se ven puertas y ventanas tapiadas. Las lámparas en el techo del salón están todas destruidas, sin luces y a punto de caerse.

El Círculo de Artesanos era, en los años cincuenta del siglo pasado, la sociedad donde se celebraban bailes, actuaban importantes músicos y orquestas de aquella época, para lo cual había un gran salón iluminado. Un sitio como este, amplio, y que muy bien pudiera haberse utilizado para actividades culturales en San Antonio de los Baños,  incluso sería el lugar ideal para que oyeran música y bailaran los jóvenes hoy, de manera que fuera aprovechado por la comunidad.

Pero ya, de lo que fuera el Círculo de Artesanos cada vez va quedando menos. No son pocas las construcciones antiguas y patrimoniales pertenecientes a este municipio, que igual han corrido este triste destino.

Las generaciones venideras de ariguanabenses –como también se les llama a los que viven en esta región– no podrán conocer personalmente nada de aquello que ha constituido patrimonio y símbolo de su localidad. Los que pudieron asistir a él en su época de esplendor, al ver las condiciones actuales del lugar, sienten tristeza; pero además la certeza de que quizás en lo que les queda de vida, no han de volver a ver este lugar restaurado y utilizado como centro cultural, a pesar de que forma parte de los elementos que son símbolo de la cuenca del Ariguanabo.

(Bárbara Fernández Barrera)




Dos hallazgos culturales

LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 – Dos murales del pintor Domingo Ravenet Esquerdo (Valencia, España, 1905-Matanzas, Cuba, 1969), ignorados por cuarenta años, fueron descubiertos por una afortunada casualidad al desmontarse el falso techo de la Biblioteca Central de la Universidad  de La Habana.

Prometeo encadenado y Prometeo raptando el fuego, pinturas de 1945, quedaron ocultas en la década de 1970 al construirse el falso techo para mejorar la iluminación y acústica del salón.

Ana Ravenet Ramírez, hija y albacea del famoso pintor, dijo sentirse satisfecha porque el descubrimiento y labores de conservación de las pinturas de su padre favorecerán el rescate de uno de los más destacados pintores de la primera oleada vanguardista de Cuba.

Otro descubrimiento reciente en que también intervino la casualidad  corresponde al Séptimo Arte. El cineasta Enrique Pineda Barnet (La Bella del Alhambra, 1989) explica que, en 1963, Sandú Darié, cineasta cubano-rumano le comunicó por encargo de Alfredo Guevara, director del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), que podía disponer a su antojo de mil pies de película, regalo de la compañía ORWO, interesada en promover ventas al ICAIC.

“¡Tenía mil pies de película!  En aquel momento para cualquiera aquello era un tesoro! ” –dijo Pineda al periodista Eliecer Jiménez.

“Llamé a Jorge Haydú, camarógrafo húngaro que vivía en Cuba. Era un hombre experimentado, precursor del cine cubano que participó en El Mégano (de Julio García Espinosa, 1956). Le dije que tenía aquella joya para experimentar”. Buscó a Sandú, “otro loco con muchas ideas que nos abrió los brazos y enseñó todo lo que tenía de arte cinético en su casa: figuras abstractas pegadas a ventiladores, a platos de tocadiscos, a cualquier cosa que se moviera, y filmamos distintos fragmentos de todo aquello.”

Nacía Cosmorama. Unos ochocientos pies de película, cinco minutos de proyección y destino inseguro.

El filme lo conformaba un poema abstracto de Pineda montado por el editor Roberto Bravo, música de Henry Sheafer y Bela Bartok y notas de Carlos Fariñas. La banda sonora, de Germinal Hernández.

“Empezamos a buscar sonidos muy intensos: el  Sena, calles de París, Roma, de distintos lugares del mundo hasta terminar en La Habana. Recalqué sobre todo que quería que predominara una atmósfera acuática porque veía que aquellas imágenes tenían que ver con mar, con puerto y el poema estaba escrito a voces. Pedí a Roberto Bravo hacer catorce bandas sonoras y él me respondió: “Esto es una locura, catorce pistas sonoras nadie las va a oír”. Sabía que era arriesgado, pero yo quería catorce pistas incluyendo la música”.

“Pudimos lograr que Cosmorama se exhibiera en los cines de Cinemateca, Capri y La Rampa. Algunos escribieron sobre el suceso, más bien cronistas de arte que de cine. Una copia fue regalada a Norman McLaren, relevante cineasta canadiense de experimentación fílmica”.

Nunca más se supo de Cosmorama. Se creyó perdido definitivamente.

Una llamada del Museo Reina Sofía, de Madrid, conmovió a Pineda Barnet. ¡Le pedían Cosmorama! Pero, ¿existía el corto?

Pedro Beltrán, con memoria de elefante, fundador del Archivo ICAIC, dijo: “Sé dónde encontrar Cosmorama”.

El sagaz empleado rebuscó y sacó una lata de película oxidada con la etiqueta ilegible. La abrió cuidadosamente. Apareció algo enigmático: un sobre de celofán con algo dentro

“Era el máster de Cosmorama. No hubo que restaurarlo, estaba intacto dentro del paquete de espaguetis” -asegura Pineda.

Cosmorama, filme patrimonial de Cuba, precursor de la fusión de arte y video, abrió el camino del mundo en esa expresión vanguardista  contemporánea.

Pineda Barnet recomienda: “¡Es bueno guardar películas en sobres de espaguetis!”

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