Los 14 minutos que estremecieron a la revolución

LA HABANA, Cuba. – P.M., aquél breve documental realizado por Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante, fue el principio del fin de la libertad de expresión en la cultura cubana. Concebido en sus inicios como un reportaje de cuatro minutos que establecía un paralelo entre los milicianos que instalaban cañones en el Malecón habanero y la gente que se divertía en los bares, durante los días previos a la invasión por Playa Girón, el filme fue prohibido por subversivo.
Según sus propias palabras, Jiménez Leal quiso reflejar el carácter del cubano que trataba de reconciliar, a toda costa, “su responsabilidad histórica” con la rumba. Era una especie de homenaje al gracejo popular que se le ocurrió cuando, en lugar de la consigna oficial de Fidel Castro de “Patria o Muerte”, le escuchó decir a una mulata una noche en un bar mientras se contoneaba: “¿Por qué no Patria o Lesiones Leves?”.
El director del Canal 2 de la televisión catalogó a P.M. como conflictivo. Sorprendido por la respuesta, Jiménez Leal decidió mostrárselo a Sabá Cabrera Infante, y juntos lo convirtieron en el corto de 14 minutos que estremeció a la revolución.
Desde su casa en Miami, el realizador expresó a este periodista de Cubanet: “Le propuse que hiciéramos un corto que no fuera político, sino un simple poema a la noche. Se llamaría Pasado Meridiano o, más sencillamente, P.M.”.
Expuesto a la censura en mayo de 1961, P.M. desató la ira de neo estalinistas, como Alfredo Guevara y Mirta Aguirre, que se habían erigido en defensores a ultranza de la revolución. Ambos desataron una guerra contra la película que, luego de protestas, aplausos y rechazos, condujo a varias reuniones hasta que, el 30 de junio, Fidel Castro expresara sus palabras a los intelectuales: “Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada”.
“En esos momento me sentí contrariado”, confiesa Jiménez Leal, “no vi nada subversivo en el filme. Creí que toda manifestación artística era de por sí revolucionaria. ¿Cómo, entonces, una peliculita podía provocar a nadie? Pero pensé que se trataba de un estado de emergencia temporal. Lo que no sospechaba es que Cuba iba a estar en estado de “emergencia temporal” toda la vida”.
Desde aquel entonces frases como “emergencia temporal”, “no es el momento histórico” o “los trapitos sucios se lavan en la casa” fueron el argumento para censurar las obras de arte y literarias consideradas “fuera de la revolución”. Esa marca excluyente se constituyó en un delito que, hasta nuestros días, ha condenado al ostracismo, la cárcel o el exilio a no pocos creadores.
Sujetos críticos desde su orientación sexual o religiosa, color de la piel o proyección política contraria el régimen, entre otros pecados capitales de los artistas y escritores cubanos, integraron e integran una lista negra de creadores marginados del templo de la política cultural de la revolución. Muchos autores y obras permanecen fuera del acervo cultural de la nación.
¿Acaso no fueron encarcelados por ser sujetos críticos los escritores José Mario Rodríguez, Ana María Simo, Manolito Ballagas, José Lorenzo Fuentes, Lina de Feria, Heberto Padilla, María Elena Cruz Varela y Raúl Rivero, por solo mencionar a los más conocidos? ¿Los integrantes de Arte Calle, los grupos Paideia, Puré y Cacharro, no fueron marginados u obligados al exilio?
Hoy se encuentra preso el escritor Ángel Santiesteban, autor del blog Los hijos que nadie quiso, y ganador de los premios Julián del Casal, Alejo Carpentier y Casa de las Américas, entre otros de alcance nacional e internacional. El grafitero Danilo Maldonado “El Sexto” también se encuentra en prisión por pintar de verde dos puerquitos y nombrarlos Raúl y Fidel.
Tania Bruguera, por su performance El susurro de Tatlin, ha sido detenida, se le retiró el pasaporte y es acusada de cometer un delito de desacato. A Gustavo Pérez Silverio se le canceló el contrato como profesor de la Facultad de Estudios Socioculturales en la Universidad de Santa Clara, le cerraron un espacio radial, y está siendo expulsado como investigador de la danza y el teatro por ser un sujeto crítico con la revolución.
Con esos truenos no hay quien duerma. A menos que se nombre sujeto crítico a quien cuestione la prohibición de una obra literaria o el encarcelamiento de un autor en Tahití, la realización de un performance en Perú, o la pintada de un grafiti en una pared en Kandahar. Lo demás es bla bla bla bla, pose, pamplinas de ocasión. No obstante, los voceros llaman a criticar.
Nadie como un intelectual orgánico cubano para emitir sandeces, prometer lealtades, armar un nuevo discurso sobre otro borrado y ocultar las historias pasadas, una dentro de la otra, como matrioskas núbiles a la puerta de un mercado negro de opiniones o un prostíbulo de ideas en la calle Arbat. Su elocuencia es proverbial, larga sus manos, y su lengua un patíbulo medieval.
Por eso no me extraña que los señores Abel Prieto y Julián González, asesor cultural del presidente cubano y Ministro de Cultura, respectivamente, hicieran desde las Romerías de Mayo ―evento del arte, la literatura y el vacilón político que se desarrolla cada año en Holguín― un llamado a la formación de un sujeto crítico en cada joven creador en Cuba.
Fieles a su estrategia de ocultar bajo las alfombras de un falso reformismo los restos de la libertad de expresión, borrada por un discurso precedido de un pistoletazo ―que aún retumba en el abrevadero de la intelectualidad― sobre una mesa de la Biblioteca Nacional, los “neoseniles” formadores de juventudes intentan una nueva farsa sobre la desmemoria nacional.
La plastilina está lista, el modelo también, solo faltaría agregar los ingredientes revolucionarios básicos, que van desde una sobredosis de incondicionalidad política, altos niveles de rumbón ideológico y una pizquita de sales de identidad nacional, hasta el toque perfecto de una mezcla con olor a banderolas, a retablo y a pueblo. El sujeto crítico estará listo para actuar.