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En el cumpleaños 93 de Mirta Díaz-Balart: Breves crónicas del castrismo

Mirta Díaz-Balart

LA HABANA, Cuba. – Era el primero de enero de 1959, y yo, que acababa de cumplir 15 años, fui uno de la docena y media de familiares (al día de hoy, el único sobreviviente) que nos reunimos en la casa de mi abuela materna, en el barrio habanero del Cerro. Fuimos a celebrar, pues en toda la extensa parentela no había ni un solo simpatizante del fugitivo general Batista. 

Era lógico —pues— que el ambiente imperante fuese de unánime alegría. Los adultos tomaban tragos; y todos partían de una base: que el futuro de Cuba era promisorio. Con el paso de los meses y años, esa premisa demostró ampliamente su falsedad, pero esto —desde luego— ni lo barruntábamos en aquel momento injustificadamente feliz.

Entre los reunidos se encontraba mi tío político Oscar Ruz Garzón. Se trataba de un primo hermano de los principales autores del triunfo revolucionario. (En aquel momento no se notaba el parecido de familia, pero este se hizo evidente cuando Raúl envejeció).

Recuerdo como si lo escuchara ahora el comentario que, en medio del jolgorio, hizo Oscar, quien —no lo he dicho— era originario de la misma zona de Birán. “Ustedes están muy contentos; ojalá tengan razón”. Yo quedé pasmado al oír esas palabras en la boca de un pariente cercano de los hermanos revolucionarios.

De inicio, vi en esa expresión una aplicación de la verdad bíblica: “Nadie es profeta en su tierra”. Después, con el paso de los años, fui comprendiendo que, a diferencia de los demás congregados en casa de mi abuela, Oscar Ruz conocía muy de cerca y bien de atrás a esos dos parientes suyos (y, en particular, al “Máximo Líder”). Sabía, entonces, qué podía esperarse de ellos en realidad. Eso explica —creo— su escepticismo.

Supongo que una valoración análoga podrían hacerla los miembros de la familia Díaz-Balart. Estos, en fecha tan temprana como 1948, quedaron emparentados con Fidel Castro. Ello, en virtud del matrimonio que este contrajo con la joven Mirta, de ese apellido. Aunque todos eran originarios del mismo término municipal de Banes, los contrayentes se habían conocido cuando estudiaban en la Universidad de La Habana.

Una vez convertidos en marido y mujer, los integrantes de la pareja Castro-Díaz-Balart desembocaron en una relación que puede ser calificada de tormentosa. A los diferendos que, por desgracia, no resultan insólitos en el seno de matrimonios diversos, se sumaban otros derivados de las características específicas de los miembros del que hemos mencionado; en especial, de él.

Aquí podemos mencionar los insistentes reclamos de pago de la renta que, ante los sistemáticos incumplimientos de los cuales eran víctimas, les hacían sus caseros. En realidad, el joven matrimonio tenía que afrontar la realidad de un cabeza de familia que era un abogado sin pleitos (y, por ende, también sin honorarios).

A lo anterior se sumaron incidencias políticas escabrosas. Esto incluyó la involucración en el asesinato de una figura prominente del mundillo universitario (Manolo Castro), ultimado a tiros a la salida del “Cinecito”, a una cuadra del Parque Central habanero. 

También la sustracción de la histórica campana del ingenio “La Demajagua”, con la que se anunció el comienzo de la primera guerra contra el colonialismo español en Cuba. El histórico y pesado artefacto escamoteado, reapareció en manos de un exultante Fidel Castro, muy satisfecho de verse convertido en centro de las cámaras periodísticas.

Pero la “joya de la Corona” fue la invitación hecha a asesinar al jefe de Estado de la República (y hacerlo, además, mediante el simple expediente de lanzarlo hacia el pavimento desde un elevado balcón del Palacio Presidencial). De haberse alcanzado el éxito, el alto cargo habría pasado a ser ocupado no por el sustituto previsto en la Ley, sino por un periodista radial que había alcanzado cierta popularidad.

Fruto de la relación nada convencional entre la joven Mirta y su turbulento marido, vio la luz el primogénito de ambos: Fidel Castro Díaz-Balart. Se trataba de un niño nacido con un destino infausto, lo cual no tardó mucho en ponerse de manifiesto.

Por lo pronto, se impuso el divorcio de la joven pareja, lo cual se formalizó poco después del putsch del Cuartel Moncada. La representación de la esposa en ese pleito fue asumida por un joven abogado y antiguo compañero del marido en la Universidad y en el Partido Ortodoxo: Aramís Taboada. Fue también este quien, una treintena de años más tarde, durante la llamada Operación Toga Sucia, se convirtió en uno de los objetivos predilectos de la represión castrista contra los togados cubanos.

Por aquellas fechas, quien esto escribe, a raíz de múltiples coincidencias en diversos juicios penales, había trabado amistad con el talentoso Aramís. Entonces se comentó con insistencia en el foro habanero que en el arresto y la feroz acusación contra el doctor Taboada había incidido un tardío pase de cuentas por su actuación en el divorcio a favor de la mujer.

También circuló una anécdota forense sobre la intercesión de un encumbrado personaje en pro del referido jurista. Según esa versión, el mayimbe, en tono quejumbroso, se dirigió al mandamás: “Supe de Aramís; está mal de salud. Parece que no va a poder cumplir la pila de años que le han echado”. Respuesta que habría dado el personaje: “No importa; que cumpla los que pueda”. De ser ciertas esas palabras, ellas resultaron proféticas; poco después falleció en prisión mi ilustre colega y amigo.

Pero volvamos al destino del joven Castro Díaz-Balart. Como era lógico, durante el resto de la etapa insurreccional, él permaneció al abrigo y cuidado de su mamá. Tras el primero de enero (la fecha que mi familia celebró de manera tan tonta), la situación cambió. Dudo mucho que esa mudanza se haya debido a una demanda incidental sobre cambio de la guarda y custodia del menor, según prevé la Ley. Sencillamente, el jefe de Cuba asumió de hecho esa responsabilidad.

En breve, la joven madre se exilió, mientras su hijo permaneció en la Isla. Cuando ya era un jovencito, este marchó a estudiar Física Nuclear en la antigua Unión Soviética, lo cual hizo con brillantez. Ya graduado, ascendió por la pirámide burocrática hasta alcanzar el cargo de secretario ejecutivo de la Comisión de Energía Atómica de Cuba.

Según declaraciones formuladas a la BBC por Juan Juan Almeida, otro hijo de mayimbe, Castro Díaz-Balart “tuvo una vida compleja”. “Se crió más como hermano de sus primos —los hijos de Raúl Castro— que de los otros hijos de Fidel”. Su tormentosa existencia terminó de modo sorprendente en febrero de 2018, como resultado de un suicidio.

Pero mientras vivió, él y su mamá contaron con una posibilidad impensable para los cubanos de a pie. Esto incluyó tanto viajes de Mirta a Cuba como visitas de Castro Díaz-Balart a su progenitora exiliada. Al parecer los necesarios permisos excepcionales provinieron no del “Máximo Líder”, sino de su segundo Raúl, excuñado y tío de los involucrados.

En cualquier caso, es un hecho cierto que este 30 de septiembre, día de su cumpleaños número 93, Mirta Díaz-Balart tendrá mucho que recordar.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Piden a Mirta Díaz-Balart que escriba las memorias de “Fidelito”

Fidel Castro, Mirta Díaz-Balart y Fidelito (mirfaces.com)

MIAMI, Estados Unidos.- El periodista, escritor y economista Carlos Alberto Montaner pidió este domingo Mirta Díaz-Balart, la primera esposa de Fidel Castro y madre del recién fallecido “Fidelito”, “escriba sus memorias y lo cuente todo”.

En un mensaje publicado en su cuenta de Twitter, Montaner escribió: “Mirta Díaz-Balart, primera esposa de Fidel Castro y madre de ‘Fidelito’, recién suicidado, tiene 90 años y ha sufrido mucho en silencio. Ahora, que ya no puede perjudicar a su hijo, debe escribir sus memorias y contarlo todo”.

Mirta Díaz-Balart se casó con Fidel Castro en 1948. Once meses después, en septiembre de 1949, nació Fidel Castro Díaz-Balart. Más adelante, en 1955, la pareja se divorció.

Varios comentaristas de la red social secundaron la iniciativa de Montaner, pidiendo que Díaz-Balart contase detalles de la vida de su hijo con Fidel Castro Ruz, desde “la infancia que tuvo su hijo hasta estos últimos momentos”.

Según dijo uno de los comentaristas, hacerlo “ya no perjudicaría a nadie y diría la verdad al mundo. ¿Fidelito era noble, inteligente, aplicado y amigo; pero muy sufrido?”

“¡Que le haga ese gran favor a la historia antes de morir, por favor!”, reclamó otro usuario

“Si los sucesores del Incinerado en Jefe sospechan que Mirtha puede escribir algo, destapar algo que no les conviene, la ‘suicidan’ sin miramientos”, escribió otro usuario de Twitter.

Fidel Castro Díaz-Balart se graduó de Física Nuclear en la Unión Soviética. Al momento de su muerte, el pasado jueves, se desempeñaba asesor científico del Consejo de Estado y vicepresidente de la Academia de Ciencias de Cuba.