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¿Joven como el primer día?

ArlinLA HABANA, Cuba -No sé desde que ángulo es su observación, pero de veras que no atino a ver la pretendida juventud de la revolución cubana por ningún lado.

La periodista Arlín Alberty Loforte, expuso recientemente en el diario Granma los fundamentos de esa cuestionable lozanía.

Mediante una serie de entrevistas a jóvenes profesionales, todas favorables al proceso político que cumplió 56 años de duración y que ella también engrandece con loas de su cosecha, establece los parámetros para un criterio con muchos detractores en todos los estratos sociales del país.

El punto de vista de la comunicadora choca con miles de opiniones despojadas de ese halo romántico y que jamás llegan a los espacios de la prensa oficial. Los atisbos de modernidad que Raúl Castro ha autorizado no son suficientes para esconder los efectos de la depauperación.

Más allá de los esfuerzos políticos y mediáticos por recomponer el desastre, lo que prevalece en el entorno son las imágenes de la decadencia y el hastío. El vigor del sistema de partido único y centralismo económico, hoy un tanto menos ortodoxo que hace 10 años atrás, es una caricatura.

Algunos críticos lo caracterizan como una vieja con coloretes, para otros se trata de un avejentado engendro que se ha tragado las esperanzas de varias generaciones. El fulgor del modelo que pretendía convertirse en un paradigma mundial se extinguió apenas 9 años después de su implantación.

Bajo los rodillos de la Ofensiva Revolucionaria de 1968 se hicieron añicos las perspectivas de una nación sostenible, en el más amplio sentido del término. Desde entonces, la involución ha sido uno de los distintivos, que pese a los camuflajes de turno, salen a relucir a la vista de todos. Lástima que haya tantos ciegos o visualizaciones tan sospechosamente subjetivas.

La senectud del liderazgo histórico, con el general-presidente a la cabeza, tiene su reflejo en cada palmo de la Isla y en el drama existencial de la mayor parte de las familias. A cuatro años de cumplir un sexenio, el socialismo cubano no tendrá un destino diferente a los otros que se erigieron en Europa y Asia.

El que fundó Fidel sigue en pie, pero tambaleándose y con la fábrica de ruinas a todo tren. Envejeció más rápido de lo pensado. Lástima que Arlín no tenga la agudeza visual para advertir las arrugas y su paso renqueante.

Quizás deba cambiar de posición para mejorar el enfoque. Solo es una sugerencia para salvarla del ridículo. El español Juan Ponce de León no tuvo suerte de encontrar la Fuente de la Juventud en 1513. Murió pensando en una zambullida en las escurridizas aguas de la inmortalidad. La revolución sufrirá la misma decepción.

Está en el umbral de su muerte, a pesar de los empeños en desvirtuar una realidad a prueba de escamoteos.

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