Exhibicionistas sexuales en La Habana: un mal que crece


LA HABANA, Cuba. – Como “un grave problema” catalogan los vecinos de la barriada capitalina de Párraga la constante presencia de exhibicionistas en lo que fuera el antiguo hospital materno Lebredo, hoy ruinas que dan cobijo a drogadictos, delincuentes y todo tipo de lacra social que busque refugio momentáneo de las autoridades.
Como si su presencia formara parte del deteriorado lugar y tratando de llamar la atención de todo el que se acerque a ese edificio, “día tras día se puede ver a estos individuos manoseando sus órganos genitales y totalmente encueros a la vista de todos”, asegura Matilde, una vecina de la zona.
Por su parte, Leandro, un joven habitante del sitio, nos explica que “lo peor de todo este problema no radica en la mera presencia de estos personajes, que de por sí bastante desagradable, sino en el daño psicológico y social que generan en la comunidad, que bastante dañada ya está”.
Las ruinas del Lebredo se ubican en una de las rutas más cortas entre Párraga y La Guinera. El paso por el antiguo hospital es, además, una vía de rápida de comunicación entre esas comunidades y el hospital Julio Trigo López, por lo que resulta casi obligado el tránsito de personas a toda hora del día, algo que los exhibicionistas conocen y aprovechan en su beneficio.

Yurima y su pequeña hija de 10 años han sido víctimas y testigos de lo que cada mañana ella denomina su terror matutino. “Aunque pudiera tomar otros caminos, este es el único que me permite llevar a mi hija a la escuela y regresar para mi trabajo sin perder mucho tiempo, y es por eso que lo utilizo. Cada vez que paso por ahí sale el tipo ese con la cara tapada como delincuente y encuero a la pelota masturbándose y silbándome para que tanto mi hija como yo miremos. Tantas veces nos ha sucedido que, aunque jamás he permitido que la niña mire, ya ella ni se asusta. Sin embargo, no deja de ser un peligro, me preocupa que un día quiera hacer más que eso y nos agreda físicamente”.
¿Un deporte más?
Los alrededores de la Sala Polivalente Ramón Fonst no solo acogen a los amantes de la cultura física y a los músicos carentes de un espacio para practicar sus instrumentos, sino que también se vuelven sitio de aquellos que tienen por norma mostrar sus intimidades a todo el que pase por la zona.

“Ellos no tienen horario”, asegura un custodio de la Sala Polivalente. “Con nosotros no se meten y ya nosotros a ellos los damos por incorregibles. No somos la autoridad y nadie hace nada, así que nosotros tampoco, mientras no entren al edificio es como si nada pasara. Ya estamos cansados de llamar a la policía y nada resuelven. Por tanto, esa guerra que la luche otro”.
Yoel es trompetista y por no tener espacio en su casa para ensayar sin molestar a nadie ha decidido, junto a un amigo violinista que tiene el mismo problema, acudir a las inmediaciones de la Fonst.
“Al principio fue muy chocante, ver hombres masturbándose provocó que en varias ocasiones apedreara a unos cuantos y hasta llamara a la policía, y eso es lo que hoy los mantiene lejos de nosotros, pero a cada rato se aparece uno nuevo, como si de un deporte más se tratara, para acosar a cuanta persona pase por aquí, ya sea hombre o mujer, porque les da lo mismo. Es muy desagradable y nadie hace nada”, apuntó.
Ciegos, sordos y sin personal
El artículo 303 del Código Penal de Cuba establece sanciones de privación de libertad de tres meses a un año o multas de cien a trescientas cuotas para todo aquel al que acose a otro con requerimientos sexuales y “ofenda el pudor o las buenas costumbres con exhibiciones o actos obscenos”.
Ante esta realidad, nos dirigimos a la estación de policía del reparto Capri, en Arroyo Naranjo, con el objetivo de conocer cual es el proceder de las autoridades con este tipo de personas y qué medidas se estaban tomando para capturarlos. Sin embargo, la única respuesta obtenida confirmaba lo antes mencionado por Yoel, el trompetista.
“Al principio, hace mucho tiempo atrás, no les dábamos respiro, pero ya no hay quien pueda con este tema”, comentó de los agentes del orden de la estación.
El policía aseguró también que, al menos en Capri, se reciben quejas de la población sobre hombres masturbándose públicamente, sin embargo, no se atienden la mayoría de los reclamos “por falta de personal y el desinterés de los jefes por el tema”.
“Cuando nos envían a atender este tipo de problemas nuestro objetivo es solamente asustarlos, pues no es la primera vez que los logramos capturar y al rato están sueltos y haciendo lo mismo. Ya es suficiente con que nos pagan mal y con la cantidad de problemas que tenemos que enfrentar en las calles como para que también hagamos un trabajo que nada resuelva”, comentó indignado el policía.