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La historia de Coco, la perrita que viajó a Estados Unidos por parole junto a su dueña

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Ciudad de México, México.- Toda la familia de Carla Paredes había logrado huir a Estados Unidos, por lo que ella estaba sola con Coco, que durante tres años fue prácticamente su única compañía. Para ella, su mascota era parte de su familia, así que no la iba a dejar abandonada en Nicaragua, donde residían.

Un mes atrás los familiares de Carla en Estados Unidos empezaron a tramitarle el parole humanitario. A la par ella empezó las gestiones para llevarse a Coco.

“Decidí llevármela para no dejarla sola porque nadie la iba a cuidar mejor que yo”, dijo Paredes en entrevista a 100%Noticias.

El programa de parole humanitario del Gobierno del presidente Joe Biden prometió conceder 30,000 visados mensuales a migrantes de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití, pero no estaba claro qué pasaría con las mascotas.

Cuando Carla comenzó a hacer las investigaciones pertinentes comprobó que no era complejo. Podía llevarse a Coco con ella si seguía los procedimientos habituales de cualquier persona que viaja con un animal a Estados Unidos.

Carla se aseguró de tramitar sus cartillas de vacunación y demás documentos de Coco. Ya con la documentación en regla, compró la salida del can como maleta documentada que es una caja para viajar y su chip con los datos personales de ella como dueña del parole.

En el caso de las mascotas cubanas el procedimiento es muy similar. Lo primero que se necesita es el Certificado Zoosanitario de Exportación de mascotas, que se expide en las clínicas veterinarias municipales. Una vez obtenido el documento, debe legalizarse en la Dirección Nacional de Sanidad Animal.

Los beneficiarios pueden viajar con sus animales a Estados Unidos siempre y cuando las mascotas cumplan con las normas de la USDA APHIS y otras agencias federales. Entre esos requisitos está que el animal lleve un chip. Estos no se comercializan en Cuba de manera oficial, pero los veterinarios privados los insertan.

Además, según el estado de destino, algunos requisitos pueden variar.

Finalmente Coco y Carla están ya en Estados Unidos, adaptándose a su nueva vida.

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Rebelión en la clínica de las mascotas

mascotas clínica La Habana
Foto del autor

LA HABANA, Cuba.- “Siempre que llueve escampa”, así dicen los cubanos cuando parece imposible que florezca el consuelo que precisan, después de las tantísimas tribulaciones que la vida nos prepara. “Siempre que llueve escampa”, así también me dijeron, y muchas veces, los amigos que intentaron calmar en algo mis angustias. Y es que he vivido algunos tiempos difíciles, meses angustiosos, días de enfermedades y pérdidas, de esas pérdidas que muchos consideran, con algo de cursilería, irreparables.

Ya acumulé tantos días feos que hasta puedo suponer que algunos de ellos son sutilmente bellos, como resultó, sin dudas, este miércoles último durante una larga estancia en la clínica veterinaria de Carlos III. Y fue tanta la bondad de esa mañana, que poco importó la lluvia mañanera, algo intensa, que estuvo molestando sin sosiego a los perros, a los gatos, y a sus protectores. Poco importarían las diatribas que dedicaron los dueños de mascotas al personal administrativo de la clínica y también a los CVP, e incluso a los veterinarios, pero todo se olvidó en un instante; bastó un segundo para conseguir la reconciliación más absoluta, y entre todos.

Resulta que esa mañana, y en medio de la lluvia, aparecieron unos policías en la clínica y provocaron, sin que al parecer estuviera entre sus presupuestos, la unidad de los dueños de mascotas, y quizá hasta la alianza entre las mascotas, de aquellos perros y gatos enfermos que ladraron y maullaron con las fuerzas que les quedaba. Todo sucedió tras la llegada de la “autoridad”, esa policía que es capaz de “aguar”, incluso, la más alegre de las fiestas, la más tierna esperanza de sanación que, supongo, asiste a las mascotas y, por supuesto, a sus dueños.

Ni la lluvia, ni los tantos desacuerdos en la muy larga cola, ni siquiera las arbitrariedades en la “organización” que decidieron las autoridades de la clínica, ni los coleros que decidían “colarse” sin mostrar recato alguno, impidieron la reconciliación. Todos se pusieron de acuerdo cuando uno de los policías dijo que venían a apresar al médico veterinario, el único médico que ofrecía asistencia durante esa lluviosa mañana habanera. Y resultó tremendamente curioso que nadie preguntara el por qué de la detención.

Resultó inquietante que aquella mujer peleona de la administración, esa mujer que unos minutos antes pidiera con vehemencia que nos organizáramos, esa mujer que también nos amenazó con cerrar la clínica, se pusiera luego de nuestra parte, y de parte del médico veterinario al que pretendían apresar sin que supiéramos por qué. Y resultó curioso que todos, menos la policía, se pusieran del lado de las muchas mascotas enfermas, asegurando al intruso policía que nadie se iba a llevar al médico, que el médico no saldría de la clínica.

Y también insistió aquella mujer preguntando a los policías si habían notado la cantidad de gente que estaba allí, bajo la lluvia, cargando a sus mascotas enfermas. Ella hizo notar a todas esas personas que de seguro impedirían hacer a los policías todo lo que se proponían, y con toda la seguridad del mundo advirtió que las mascotas harían su parte, y que la exaltación podría crecer y crecer, y sumar a los transeúntes que andaban por Carlos III, a los que venían de algún mercado después de hacer colas larguísimas en las que consiguieron poco, muy poco. Y de lo que sucedió después, entre paredes y lejos de nosotros, no supimos nada, pero el veterinario no fue apresado ni la consulta se detuvo, y todos los dueños de mascotas pudimos comprobar luego cómo el policía salió de allí con “el rabo entre las patas”, como si fuera un animalito enfermo, uno de esos perros enfermos que baja la cabeza cuando algún malestar lo aqueja, y cuando sienten frío, cuando tienen hambre, cuando no pueden salirse con la suya, y no les queda otro remedio que, permítanme la insistencia, marcharse “con el rabo metido entre las patas”.

Y eso sucedió en la clínica de Carlos III delante de muchos testigos, de dueños de mascotas, y de mi, que muy pronto me entusiasmo en situaciones como esas, hasta llegué a creer que había vivido un momento notable de la historia cubana, sencillo pero esencial. Un grupo de atribulados dueños de mascotas enfrentaba a un policía autoritario y recibía el empuje inicial, el apoyo incondicional, de una trabajadora de la institución…

Y alguien podrá decir que estoy armando una alharaca por un hecho trivial, un hecho sin importancia, pero a quienes subestimen mi entusiasmo les insistiré recomendando que atiendan también a esos pequeños eventos, a esas leves “disidencias”, esas desavenencias que ya nos van advirtiendo de la inconformidad de los cubanos, esa gente “común”, con la “vida que viven” en esta Isla en la que todos, supongo, ya empezamos a contar, y muchos ya decidieron chillar algunas verdades, y sobre todo a exigir, a enfrentar a los que detentan el poder.

Sin dudas esos breves eventos que se diluyen en la tan fea cotidianidad cubana podrían ser aquel “motor impulsor” del que hablaron siempre los adoradores del marxismo leninismo, del “comunismo”. Esa breve pero intensa reyerta podría ser el inicio de nuestra manifestación de San Petersburgo, de aquella comandada por Gapón, el sacerdote ruso, e incluso el preámbulo de algún equivalente a la Toma de la Bastilla, o la inauguración de nuestra “Rebelión en la granja”, como aquella de George Orwell, y quizás hasta una cotorra nos hace el relato de lo que vio mientras esperaba, enferma, a que su médico veterinario la tratara. Algo así podría, también, ser el inicio de nuestra “Rebelión en la clínica”.

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Dueños de mascotas en Venezuela obligados a abandonarlas por la crisis

Foto Infobae

MIAMI, Cuba.- La vida para muchas mascotas en Venezuela se ha vuelto bien difícil, sobre todo si tenemos que cuenta que ya lo es para la mayoría de sus dueños. Los problemas económicos del país y la inflación han recrudecido la situación, y los alimentos y la atención veterinaria no están al alcance de millones de personas. Un kilo de comida para perros, por ejemplo, ahora cuesta el equivalente a tres semanas de salario para un trabajador con salario mínimo.

Según un texto, publicado por Infobae, el resultado de la crisis ha sido una población de perros abandonados en las calles y un aumento del número de refugios con insuficientes fondos. Aunque no hay cifras oficiales confiables sobre el fenómeno, funcionarios de ocho refugios en la capital, Caracas, señalaron que habían visto un aumento de aproximadamente el 50 por ciento en el número de mascotas en sus instalaciones este año. Al mismo tiempo, las adopciones de mascotas han disminuido hasta en un tercio.

“Las personas se ven obligadas a elegir sus prioridades, los perros, en su mayoría, no lo son” apuntó Esmeralda Larrosa, propietaria de la Fundación de Animales Kauna, un refugio en Caracas. Su refugio ahora está luchando por alimentar a sus 125 perros, incluidos 15 que llegaron hace dos semanas. “El aumento del abandono que estamos viendo es una locura”, comentó.

“Todos los días son increíblemente tristes”, dijo Aida López Méndez, de 52 años, propietaria de uno de los refugios. “Nunca pensamos que la situación pudiera volverse tan trágica”.

La mayoría de las vacunas y los tratamientos médicos para los animales han tenido que suspenderse a medida que aumentan los precios de los bienes y servicios, apuntó Larrosa. Las inyecciones de anestesia para operaciones con animales, por ejemplo, pueden costar grandes sumas de dinero.

Las donaciones, al mismo tiempo, han disminuido drásticamente. Para subsistir, Larrosa está alimentando a sus perros con piezas de carne desechadas de un restaurante cercano. Y nuevos animales están llegando en condiciones cada vez peores.

“En la mayoría de los casos, recibimos perros desnutridos”, reveló. Tres de esos perros fueron dejados en su puerta el mes pasado. Dos murieron en pocas semanas.

Es probable que la crisis empeore tanto para las mascotas como para las personas. “Los problemas de este país petrolero son el resultado de una combinación de factores, que incluyen precios más bajos del petróleo, corrupción y políticas socialistas fallidas”. Reza el texto.

“Es una situación crítica porque tenemos que gastar tres veces más de lo que solíamos para mantener a cada animal”, lamentó Mariant Lameda, propietaria de la Red de Apoyo Canino, que tiene 270 perros. Solo uno ha sido adoptado este año, en comparación con los 13 del año pasado y más de 200 en 2015.

Algunos refugios están considerando cerrar una vez que puedan colocar a todos sus perros.

En un intento por estabilizar la economía, el presidente Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez -que murió en 2013-, anunció un aumento del salario mínimo del 3.000 por ciento el mes pasado. Hasta ahora, sin embargo, esa medida y otras parecen haber fracasado, y los precios de los productos básicos casi se han duplicado.




Entrenadores de animales, un oficio polémico

Javier Corrales entrenando un ‘quarter’ (Foto: Ernesto Aquino)

LA HABANA, Cuba.- Con el incremento del interés por la adquisición de animales afectivos, sobre todo perros de raza, gatos y caballos, ha prosperado en la población cubana lo que muchos consideran “el vicio de entrenar animales”.

José Luis De Jongh Acosta, de 65 años, es un especialista en Instrumentación Industrial y Controles Automáticos que desde hace 20 se desempeña como entrenador canino profesional.

De Jongh Acosta, quien ha participado en múltiples eventos nacionales e internacionales, considera que “el bajo poder adquisitivo promedio afecta la calidad de la mayoría de los servicios profesionales dentro del mercado laboral privado”.

“Por una parte está la gente que para ganar dinero se ofrece como profesional de ‘cualquier cosa’, y por la otra están los que necesitan el servicio pero tienen una economía pobre, y la resultante de esta ecuación son las improvisaciones lamentables que desprestigian cualquier profesión, como está sucediendo con los entrenadores de animales afectivos”, continúa el entrenador.

José Luis, quien también entrena a los dueños de perros de raza para que ellos mismos los manejen en los eventos competitivos, refiriéndose al importe de las sesiones aclaró que “no existe una tarifa fija. El precio depende de la edad y raza del perro, el tipo de entrenamiento y el tiempo de duración”.

Pero los entrenadores de perros para pelea opinan diferente sobre el pago por su trabajo. Uno de ellos, que se reservó su identidad porque “las peleas de perros son ilegales”, comentó que “un entrenamiento intensivo de 30 días de un staffordshire (conocido en Cuba como stanford) puede costar entre 150 y 300 dólares, ya que en estas peleas las apuestas son muy altas”.

El hombre considera que “la gente está pagando precios muy altos por los ejemplares de raza, desde 50 hasta 250 dólares por cada uno, sin contar todo el gasto en vacunas y alimentación, de manera que si también quieren tener un perro bien entrenado, pues que paguen. En Cuba, tener un perro de raza y además entrenarlo, es un lujo. El cubano está más para comerse a los perros que para tenerlos de mascota”.

José Luis junto a uno de los perros que entrena (Foto: Ernesto Aquino)

Otro de los animales que se ha popularizado en los últimos 10 años en la capital habanera es el caballo que, acoplado a un coche de paseo o carretón improvisado ha encontrado su lugar como alternativa a la escasez de transporte.

Conversamos con Javier Corrales Moreno, de 37 años, un técnico medio en Cultura Física y especialista integral de Ganadería, que ha participado en diversos eventos como juez de rodeo.

Corrales Moreno, quien lleva “más de 10 años” según él mismo dedicándose al entrenamiento de caballos, opina que “con independencia del conocimiento especializado que pueda poseer un entrenador de animales u otro profesional, la realidad es que el trabajador privado no cuenta con los recursos ni las condiciones mínimas adecuadas para brindar un servicio de calidad”.

“En Cuba, el trabajo privado carece de una infraestructura y respaldo jurídico básico que le permita funcionar con la seriedad y garantía que deseamos todos. Si hay tanta gente improvisada usurpando el profesionalismo es porque, de hecho, el trabajo por cuenta propia es una opción laboral nacida de la peor improvisación”, continúa explicando Javier.

Opiniones que cuentan

Algunas personas que ofrecieron su testimonio, entre discrepancias y acuerdos, coincidieron en señalar que “la vida del cubano no la entiende ni el propio cubano”; pero lo que sí está claro para la mayoría es “la necesidad de buscar motivaciones, incentivos y responsabilidades que nadie te imponga para levantarnos cada día”.

Esperanza Rentería Villalta, una jubilada de 69 años que laboró en el sector de la cultura considera que “cada día cuesta más educar a las personas y crear vínculos afectivos entre ellas, puede que eso haya incrementado el interés de mucha gente por entrenar a sus mascotas”.

Javier Corrales entrenando a un animal (Foto: Ernesto Aquino)

“En cuanto al riesgo que se corre de elegir mal a las personas que deben servirnos creo que ese es el problema que ha caracterizado siempre a los cubanos. Nos pasó durante el período republicano y en 1959 le pusimos la tapa al pomo”, asegura Rentería Villalta.

Marcos Rosales castillo, un profesor de música retirado, de 76 años, de los cuales dedicó 10 a entrenar cotorras y sinsontes, fue muy categórico cuando expresó: “El consumidor tiene un peso extraordinario en el mercado. El buen servicio se mide por los resultados. Fíjate que ni siquiera cuenta que tengas un certificado de conocimientos, porque aquí en Cuba los títulos se compran o se intercambian por favores”.

“Hay mucha gente empírica ofreciendo resultados laborales excelentes”, defendió Rosales Castillo. “Esa fama tan difundida de que el cubano es un busca vidas que hace cualquier cosa para ganar dinero, es un mito. Es cierto que somos muy polifacéticos y que en la canasta de nuestras batallas te puedes encontrar de todo; pero también es cierto, y mucho, que sabemos ganarnos la vida sin estafar a nadie”.




Tan peligroso como ser palomero

LA HABANA, Cuba.- Luego de haber permanecido durante casi un mes en una sala de cuidados intensivos del hospital Julio Trigo, Orlenis, un joven que se debatiera entre la vida y la muerte debido a la llamada “enfermedad de la paloma”, ha decidido continuar con su “afición”.

En la casa todos escucharon las sugerencias del equipo médico sobre mantener los criaderos de palomas alejados de la vivienda, para así evitar nuevas reinfecciones en un muchacho inmunodeprimido. Sin embargo, tanto Orlenis como sus padres no han querido renunciar a una actividad que, con el tiempo, se ha convertido en algo muy distante de ser un entretenimiento.

Sobre los techos de la casucha donde viven, en el reparto La Güinera, en Arroyo Naranjo, aún conservan las jaulas, hechas de trozos de metal y de madera extraídos de los basurales, donde mantienen a unos treinta ejemplares de esos animales a los que nadie reprocha lo sucedido, ya que de ellos depende la economía familiar.

Maryolis, la madre de Orlenis, aunque temió y aún teme por la vida de su hijo, nos habla de lo sucedido como si se tratara de un “accidente laboral”. Para ella todo oficio implica un riesgo y la vida es una encrucijada entre ganar y perder. “Si dejamos de criar palomas, ¿de qué vamos a vivir? Se gana o se pierde. Además, si quitamos el palomar, aquí alrededor de la casa hay como diez más. No hacemos nada quitándolo. Por aquí todo el mundo vive de las palomas”, dice como cualquier ser resignado a su destino, asumiendo su tragedia personal sin demasiados lamentos.

En los barrios más pobres como La Güinera, Párraga, Mantilla, El Calvario, todos en la periferia de La Habana, no es raro escuchar hablar de la enfermedad de la paloma. Todos conocen de los casos, incluso de los fatales, pero pocos se asustan. El nivel adquisitivo de los pobladores de esas zonas es demasiado bajo, también el nivel de instrucción. El precio de una paloma, en dependencia de la especie, puede alcanzar hasta más de 100 dólares, una razón suficiente para ignorar los riesgos.

“Yo he visto vender palomas en doscientos, trescientos dólares. Aquí hay gente que se ha matado por una paloma. (…) Hay reglas entre los palomeros pero siempre está el que quiere hacer las cosas a su manera (…). El que cría sabe que se arriesga a que le roben. (…) Si en mi techo cae cualquier paloma, olvídate que no aparece más. La paloma es dinero”, comenta Fabián, vecino de Orlenis y también criador.

Un primo de Fabián falleció hace tres años debido a la enfermedad de la paloma, sin embargo, eso no impidió que la familia heredara los animales y las jaulas posiblemente infectadas.

“Eso es así, hay que seguir hasta donde se pueda. Aquí estuvo Salud Pública haciendo preguntas pero no pasó de ahí. Nos dijeron que teníamos que deshacernos de las jaulas pero no es tan fácil. Esto es un negocio como otro cualquiera”, afirma Fabián, quien reconoce los peligros a los que se expone a diario. “Las palomas son parte de la vida de uno, viven con uno, nos dan de comer, de vestir. Hay gente que cría puercos, y eso también trae enfermedades (…) Ojalá uno tuviera un patio donde criar pero desgraciadamente tienen que estar en el techo de las casas, y si viene un ciclón tenemos que meterlas en los cuartos, en la sala, en el baño, donde sea. Es un riesgo que hay que asumir”, opina Fabián.

La crisis económica de los años 90, el momento más dramático del llamado “Período Especial”, redujo el número de criadores en las ciudades, sin embargo, a partir del año 2000, la colombofilia alcanzó la magnitud de una verdadera fiebre.

“En los 90 se puede decir que desaparecieron porque no había con qué alimentar a los animales. El chícharo era difícil de encontrar, y el poco que conseguías no podías dárselos a las palomas”, explica Alfredo Larraín, criador y miembro de la Sociedad Colombófila de Cuba: “También el hambre hizo que la gente comenzara a incluirla en la dieta. Gente que incluso jamás había probado la famosa sopa de pichón, comenzó a comer palomas. (…) Cuando aquello comenzaban a introducirlas en las plazas de la Habana Vieja y la gente iba hasta allá a cazarlas, pero no para criarlas sino para comer. (…) Después del 2000 muchos encontramos en la cría un negocio. (…) Se usa mucho en la santería. Los santeros las compran por montones. Están también las competencias de interés y la gente que las cría por placer. (…) Hoy en Cuba hay barrios enteros de criadores porque es una fuente de ingresos relativamente fácil aunque hay que tener condiciones, y mucha gente ignora lo peligrosas que pueden ser si las condiciones de cría no son las mejores. Hay ciudades en Europa donde les han declarado la guerra, donde las consideran una plaga, incluso las llaman ratas con alas”, comenta Larraín.

Clima húmedo y caluroso, condiciones higiénicas deplorables, hacinamiento poblacional, pésimo abastecimiento de agua, son algunas de las variables que favorecen el incremento de enfermedades asociadas a la cría de palomas en los barrios marginales de Cuba.

Las infecciones con criptococos, la histoplasmosis, la alveolitis alérgica, son algunas de las afecciones que en sus formas severas han cobrado la vida tanto de criadores como de personas que han sido expuestas a los agentes patógenos dispersados en el aire y disueltos en las aguas de consumo humano.

Se estima que tan solo en La Habana se reportan diariamente unos veinte casos de pacientes con manifestaciones de dolencias agravadas que guardan relación directa o indirecta con la cría de palomas.

“No siempre son criadores, también son las personas que viven en las cercanías de un palomar o que consumen aguas y alimentos que provienen de fuentes contaminadas”, considera el doctor Manuel Zaldívar, del Hospital Julio Trigo. “Todos los días se reporta al menos un caso, ya sea leve o grave, en el hospital, sobre todo porque atendemos los municipios periféricos, donde hay mayor número de criadores y peores condiciones higiénicas. (…) Hay muchas de estas enfermedades que transcurren de manera asintomática o que un sistema inmune normal combate sin necesidad de medicamentos, otras se manifiestan como afecciones respiratorias agudas y nadie las relaciona con la cría de palomas, pero otros casos tienen consecuencias fatales y no son casos raros. Se han convertido en parte de la rutina diaria de cualquier hospital de Cuba”, afirma el especialista.

Las palomas, más que símbolo de paz, se han transformado para muchos en una peligrosa opción de sobrevida. Los palomares, unos nada sofisticados y otros edificados como parte estructural de la vivienda, ya se han integrado a nuestro paisaje debido a esa necesidad de los cubanos de encontrar alternativas para resistir un entorno económico tan duro y difícil que ni siquiera el peligro inmediato de enfermar o morir es argumento suficiente para abandonar la batalla diaria por salir adelante.




Aves de fantasía, un negocio que vuela alto

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VILLA CLARA, Cuba.- El 20 de septiembre de 2013, enmarcado en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido Comunista de Cuba, que rige la política inaugurada por el Raulismo, se creó la Cooperativa Ornitológica de Cuba Importadora y Exportadora (COCIE), con sede en La Habana y vinculada a la Asociación Nacional Ornitológica. En lo adelante la entidad se encargaría de vender, en el mercado mundial, las aves de fantasía u ornamentales que se crían en el país.

Aunque en sus estatutos queda contemplado el carácter autónomo de la COCIE, en realidad es un instrumento estatal cuya función primordial es servir como intermediaria entre el gobierno cubano y las 16 Cooperativas No Agrícolas (CNA) Ornitológicas, fundadas en cada provincia del país, siendo la única entidad con capacidad legal para exportar aves, lo que obliga a sus pares provinciales a venderle los pájaros que crían y aceptar sin reparo los precios que establezca.

Nace un gran negocio

Según el artículo aparecido en el diario Juventud Rebelde, en noviembre de 2006 titulado: “Garantiza Cuba reproducción de aves en cautiverio”, “en el país existe más de 30 especies de aves en cautiverio. La mayoría son de la familia de los paseriformes (donde se incluyen los canarios), así como de las sitácidas (cotorras, periquitos) o de las columbiformes (palomas)”.

Entre las especies más cotizadas fuera del país se encuentran los periquitos australianos, periquitos ingleses, agaponis, nifas o cacatillos, siendo México el mayor mercado.

Para tener una idea de cuán lucrativa es esta empresa, podría recordarse que en el 2003 la Cooperativa No Agropecuaria de Ornitología de Artemisa, la mayor del país, logró ventas en el extranjero por un valor de 700 mil dólares. En el 2004 exportó hacia México, Corea del Norte, Guatemala, Canadá, Venezuela, Honduras y Panamá, entre otros países, unos 1 300 pájaros.

Ya desde entonces se preveía que la actividad tendría un desarrollo vertiginoso, pues directivos de la cooperativa señalaban a medios de prensa nacionales, que en breve sobrepasarían el millón de dólares recaudados por concepto de venta.

Ley del embudo

El hecho de que sea el Estado quien controle la venta de las aves en el exterior repercute negativamente en quienes hacen el mayor aporte, los criadores. Durante el 2004 la CNA Ornitológica de Artemisa sólo recibió 78 mil dólares de los 700 mil recaudados a partir de las ventas de las aves, lo que significa algo más del 10%.

Según dijera a la agencia AIN el criador de canarios de color Lázaro Fiallo, de Güira de Melena, quien es miembro de la Asociación Ornitológica de Cuba desde 2002, un cacatillo blanco es comprado por la COCIE en 9,00 CUC, uno mutado en 7,90 y el gris en 5,60; en cambio, los canarios son vendidos a 17 CUC.

A río revuelto…

Sin embargo, los criadores no tienen certeza del precio final al que se venden sus aves en el extranjero, pues la COCIE no se toma el trabajo de informárselo. Lo poco que conocen lo deben a comentarios surgidos de otros criadores.

Según el villaclareño Ernesto Bazos Bruné, por un canario, la cooperativa a la que está afiliado paga entre 4 y 6 CUC, cuando se venden en el exterior a 50 dólares. De confirmarse, lo que pagan a Ernesto Bazos constituiría el 10% de su valor real en el mercado internacional.

Otro de los aspectos a significar es que, al ser preguntados los criadores Emérito Ibalgollin Ortega y Frank Rodríguez Denis sobre los precios de las aves, las respuestas no fueron coincidentes. Para el criador Cienfueguero Roberto Mas González esto muestra la posibilidad de que las cooperativas no estén utilizando una tarifa universal por especie, dejando que sea el comprador quien arbitrariamente fije los precios.

Con los dineros recaudados los criadores deben comprar a la cooperativa a la que están afiliados el alimento de las aves, las jaulas, los bebederos y hasta el producto químico empleado para dar coloración a las plumas de los pájaros; lo que les deja, al final, un estrecho margen de ganancia que desestimula el empeño por mantener la actividad.




Tener un perro, otra complicación

Un niño espera el turno para su perro en la Clínica Veterinaria de Carlos III
Un niño espera el turno para su perro en la Clínica Veterinaria de Carlos III

LA HABANA, Cuba – A través de los tiempos los perros han servido de compañía al hombre, y aparecen como parte del proceso cultural de la civilización humana. La fidelidad hacia sus dueños está probada en estos animales. Hoy, existen cientos de razas de perro reconocidas en el mundo.

Pero criar alguno en la Isla es una cosa muy seria. No sólo se trata de las dificultades para darles una alimentación adecuada –un tema tan peliagudo para los cubanos–, sino de lo complicado que se vuelve el mantener la salud de estas mascotas, víctimas también del desabastecimiento de medicamentos esenciales que sufre el país. En caso que se enfermen los perros, la mayoría de sus dueños deberá compartir sus escasos medica­mentos con ellos, si no tienen dinero para comprarlos en el mercado negro o en las tiendas dolarizadas.

Muy costosos resultan los tratamientos médicos efectivos, por ejemplo, para las enfermedades parasitarias gastrointestinales. Y sobre todo el poder combatir el ataque de los aradores de la sarna, de las pulgas y las garrapatas, cuando llega el intenso calor del verano.

Mayito, residente en el Vedado y dueño de dos perritas que se llenan constantemente de garrapatas, se dispuso a llevarlas a la Clínica Veterinaria de Carlos III. “Allí me indicaron el Fipronil [a 20 pesos el cc para untarlo en el lomo del animal] y el Amitraz [un líquido para fumigar la casa, por idéntico precio]”, cuenta. “Ambos productos me servirían supuestamente para eliminar las garrapatas y las pulgas. Después de varias semanas bajo tratamiento, los bichos permanecían aún en el cuerpo de mis mascotas y creo que hasta engordaron. Ahora subían con más fuerza por las paredes hacia los techos altos de la casa”.

No fue hasta encontrar un fumigador, de esos que se auto promocionan en Revolico.com –el sitio de clasificados más famoso de Cuba, ilegal según el gobierno del país– y al que tuvo acceso gracias al paquete semanal –también demonizado por las autoridades–, que pudo resolver su problema. Con productos de calidad y una garantía por seis meses, al precio de entre cinco y diez CUC de acuerdo al tamaño del trabajo. “Eso que venden en Carlos III es una estafa”, concluye.

Fuera de la clínica, los particulares anuncian los servicios que el Estado no ofrece. Foto del autor.
Fuera de la clínica, los particulares anuncian los servicios que el Estado no ofrece. Foto del autor.

Sobre este tema hay más tela por donde cortar. La habanera Jennifer Fonseca es una de tantos cubanos que no pudieron llevar consigo su mascota al país adonde emigró, por lo engorroso y caro que se torna su traslado. Hace unos días Alfredo, su hermano residente en Cuba, recibió un correo electrónico desde Tampa, donde ella le imploraba que no se deshiciera de la perrita Kelly, la cual le había dejado bajo su custodia al marcharse. “No sabes cuánto la extraño”, le escribía Jennifer, que espera tener pronto el dinero para mandar a buscar a su perrita.

Por su parte, Alfredo jamás había lidiado con perros ni gatos. Al preguntarle por qué decidió quedarse con la perra de su hermana, explicó que desconocía que “hasta tener una mascota en Cuba es una complicación” y que “los tratamientos médicos primarios para los perros son muy caros, los gastos son enormes”. Una inyec­ción de dudosa calidad, para desparasitarlos, cuesta entre 5 y 8 CUC. Y la vacuna penta­valente, imprescin­dible para inmunizarlos, vale más de 10 CUC. “Pero lo peor es que después de gastarme el dinero en sustancias que venden en la Clínica de Carlos III contra las pulgas y garrapatas, Kelly sigue con la misma colonia de bichos a cuestas”, se queja.

En un artículo aparecido en Granma el 10 de julio del 2015, titulado Yo puedo ser tu amigo, la periodista Lilibeth Alfonso Martínez subrayó: “Podemos criticar a los encargados del saneamiento, pero en la práctica es vital el trabajo de Salud Pública para eliminar de las calles animales que, sin cuidado, son una fuente potencial de enfermedades”. ¿Pero qué buen trabajo podrá emprender dicho organismo del Estado si hasta las propias mascotas con dueños carecen de los medicamentos capaces de curarlas cuando se enferman?

Abandonados a su suerte, muchos perros deambulan por las calles de la ciudad. Foto del autor.
Abandonados a su suerte, muchos perros deambulan por las calles de la ciudad. Foto del autor.

Fuentes médicas aclaran que la mayoría de las picaduras de garrapatas son inofensivas, pero se ha descubierto recientemente que pueden trasmitir la enfermedad de Lyme, cuyos síntomas son similares a los de una gripe común (fiebre, dolor muscular, malestar general, cefalea y fatiga), también causante de artritis, trastornos cardiacos, así como encefalitis o meningitis. En tanto, las pulgas son trasmisoras de la peste, una enfermedad que llegó a eliminar hasta un tercio de la población europea en el medioevo.

En Cuba no sólo se violan los derechos ciudadanos, sino que tampoco interesa la protección de los animales. Nada se ha legislado para su salvaguarda.