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Lo que no pudo Obama lo consiguió la COVID-19

economía Cuba mandamases

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Foto archivo

LA HABANA, Cuba.- La movida de fichas por parte del régimen castrista  que no logró Obama con su engagement complaciente, la consiguió la COVID-19: los mandamases, como parte de su nueva estrategia económica para enfrentar la apabullante crisis ocasionada por la pandemia, anuncian, entre otras medidas, que consentirán la existencia de pequeñas y medianas empresas, que permitirán exportar e importar al sector privado (aunque a través de empresas estatales)  y que quitarán el ominoso gravamen del 10% al dólar estadounidense que impuso Fidel Castro hace 16 años.

Justo cuando estaban empeñados en la implementación de reordenamientos a la cañona y requisas cuarteleras contra el sector privado, que recordaban el comunismo de guerra del bolchevismo leninista o la colectivización forzosa de Stalin, y que solo empeoraban la situación, los mandamases, con el agua al cuello, por puro instinto de conservación, parecen tener un poco de sensatez y empiezan a coger el rumbo contrario. Al menos, hasta que puedan respirar.

Estas medidas, que si tuvieran un poco de sentido común y no fueran tan esquemáticos y asustadizos los bonzos retranqueros del inmovilismo, las debían haber tomado mucho antes. Después de todo, no contradicen los muy cacareados Lineamientos del Partido Comunista y la conceptualización del modelo económico.

La nota desesperanzadora respecto a la sensatez de los mandamases la dio el inefable ministro de Economía, Alejandro Gil, que en sus explicaciones sobre la estrategia, amén de cual técnico en electrónica habla del cierre de circuitos, siguió insistiendo en la planificación centralizada y en la posibilidad de hacer que sean eficientes las empresas estatales.

La aprobación de la nueva estrategia económica fue anunciada con más roña que reluctancia por el presidente Díaz-Canel, visiblemente contrariado por tener que dar explicaciones sobre las tiendas en dólares y las que seguirán vendiendo —lo poco que tengan— en pesos y CUC, ante la avalancha de quejas y reclamos en las redes sociales y los reportes de los periodistas independientes.

Con esto de las tiendas que venderán alimentos en moneda libremente convertible, como antes con las de electrodomésticos y automotores, los mandamases, con su mentalidad de chulos peseteros, una vez más cuentan con los dólares de las remesas de los cubanos en el exterior para salvar del naufragio al maltrecho galeón castrista. Saben que los que se fueron no dejarán que mueran de hambre sus familias en Cuba, aunque sepan que su dinero terminará en las arcas del régimen.

Respecto a los cubanos que no reciben remesas o si las reciben no es en cantidad suficiente, que son muchos, si es que no la mayoría, el régimen cuenta con su aquiescencia. Espera que queden enredados en la telaraña de las explicaciones sobre el bien común. Que se conformen con lo que puedan comprar en las tiendas en moneda nacional, colas cuidadas por la policía mediante, y las dos libras de arroz y las seis onzas de frijoles adicionales que les venderán en julio y agosto por la libreta de abastecimiento.

Que algunos viven mejor que otros, que hay diferencias sociales cada vez más hondas, eso no es noticia nueva. Ya se encargarán el periódico Granma y el NTV de recordarnos que, en otros países, por culpa de las políticas neoliberales, todo es peor, mucho peor.

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Los cacerolazos que vendrán

protesta mandamases

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Protesta en La Habana en 2019. Foto archivo

LA HABANA, Cuba.- El 19 de junio de 1962, en Cárdenas, Matanzas, una multitud se lanzó a las calles, gritando y sonando los calderos, para protestar por la implantación de la libreta de racionamiento.

Cincuenta y dos años después, ante las penurias que estamos viviendo los cubanos, cuando todo escasea, aun lo más elemental, hasta el agua, al borde ya de la hambruna, parece de una idílica abundancia el tiempo de aquel racionamiento que se iniciaba y sacó de quicio a los cardenenses, haciéndolos enfrentar al régimen.

Hace unos días, en San Antonio de los Baños, una madre y sus dos hijos se quitaron la vida, volando su casa, luego de dejar una nota donde explicaban que no querían pasar más hambre. Y es que son tantos los desesperados que no dudo haya en Cuba muchos potenciales suicidas más.

A juzgar por el descontento existente se puede imaginar la magnitud de los cacerolazos que vendrán. Para contenerlos no bastarán, como en Cárdenas en 1962, las tonfas de los policías y la posterior  visita —con discurso incluido— del presidente designado (en aquella época Osvaldo Dorticós Torrados) y un puñado de dirigentes regañones. Tampoco podrán, porque Estados Unidos ha advertido que no lo volverá a permitir, recurrir a un éxodo masivo, como hizo Fidel Castro en el verano de 1994, luego de aplastar el Maleconazo.

Es de suponer que los generales de las FAR y el MININT ya tengan preparado un plan para reprimir al pueblo con sus tropas elite cuando este no pueda soportar más hambre, privaciones y abusos, y estalle.

Sería mejor que en vez de planes represivos de contingencia, los mandamases se decidieran a hacer las reformas necesarias para intentar enderezar siquiera un poco la economía. Pero no. Lo que hacen es ir en sentido contrario. Siguen apostando por la hegemonía de las probadamente ineficientes empresas estatales e imponen cada vez más trabas para sofocar al sector privado.

Recurren tercamente a las mismas fórmulas antieconómicas que han fracasado una y otra vez. Como las empresas de acopio, que dejan que se pudran las cosechas en el campo por falta de envases para recogerlas o de combustible para los camiones que las transportan, antes que desatarles las manos a los campesinos para que produzcan alimentos para la población.

Para enfrentar el caos económico en que se debaten, la única fórmula que se les ocurre es recurrir a más planificación, como dijo Alejandro Gil, el inefable ministro de Economía.

Con la crisis originada por la COVID-19 y el recrudecimiento de las sanciones norteamericanas, el régimen escogió el peor momento para reforzar el control estatal, y con el pretexto del combate a las ilegalidades, asfixiar a los productores privados.

Así, en Cuba, hay muchísimas más multas, arrestos y decomisos que contagiados por el coronavirus.

¡Y luego hay que escuchar a los mandamases panzudos que no se cansan de tanta cháchara y reuniones,   hablar de “desatar las fuerzas productivas” y aumentar la producción de alimentos!

Dicen que Dios ciega y confunde a los que quiere que se pierdan. Es lo que parece estar haciendo con los mandamases castristas, que triunfalistas, disociados de la vida real, no quieren acabar de enterarse de que están jugando con fósforos, arrellanados sobre un barril de dinamita.

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