1

En el país de Maité Vera

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Luego de la tormenta de moralina y asquitos que provocaron los chicos malos, la pareja de lesbianas y la cándida jinetera y su madre y hermanos desalmados de la telenovela Aquí estamos, muchos temimos la inminente reposición de El viejo espigón, aquel  clásico del realismo socialista televisivo de finales de los años 70 que hubiera hecho babear de felicidad a Hugo Chávez, ahora que clama por las telenovelas socialistas para los venezolanos.

Resulta que no andábamos mal encaminados, porque justo cuando parecía que las telenovelas nacionales empezaban a parecerse un poco a la vida de los cubanos, Maité Vera ha vuelto por sus fueros. Sólo que ya sus tramas no tratan de amores en medio de la explotación capitalista, la clandestinidad y las luchas sindicales. Las tramas y sub-tramas de Añorado encuentro, la telenovela nacional de turno, tienen que ver con amores contrariados en la Cuba de hoy, donde se asume que todos son razonablemente felices y revolucionarios, o al menos, conformes y obedientes.

Maité Vera pertenece a la generación de escritores de la televisión cubana que en los años 60 y 70, tratando de reorientar el legado estético e ideológico de las telenovelas por los caminos de la revolución, milicianos, macheteros y vanguardias de la emulación mediante, perdieron el oficio y la perspectiva.

La veterana escritora de culebrones ha intentado adaptarse a los tiempos de post-revolución que corren, aunque sin renunciar del todo a las moralejas del realismo socialista. En definitiva, el principio de las telenovelas, antes y ahora, aquí o allá, es el reconocimiento y el triunfo público de la virtud.

Pero Añorado encuentro no parece desarrollarse en Cuba, sino en un país imaginario (¿el mismo del Noticiero de Televisión?).  Un proyecto cultural comunitario funciona a las mil maravillas en un barrio capitalino limpio y tranquilo, donde la principal preocupación de sus pobladores es bailar danzón, los ancianos, y competir en una rueda de casino los jóvenes. Los que van a la cárcel se reintegran a la sociedad sin problema alguno. Los basureros, que son los galanes, ganan suficiente dinero como para vestir a la moda, viajar en almendrones de alquiler y mantenerse en forma en el gimnasio. Y lo  mejor de todo: un escultor y un artesano están permanentemente conectados en sus casas a Internet y chatean cada vez que lo desean.

Ni siquiera existen los permisos del Ministerio del Interior para las salidas o entradas del país. Noris, la protagonista, luego de una adolescencia difícil en Dinamarca, adonde se la llevó su madre de pequeña, viene a Cuba de visita, se convierte en una muchacha modosita, curada de sus traumas, dechado de virtudes, se readapta enseguida a su vida anterior y tras reencontrarse con el novio de la infancia, decide quedarse aquí y lo hace sin ninguna dificultad.

¿No les parece todo demasiado idílico? ¿Dónde vivirá Maité Vera? Pregunto sólo por curiosidad. No me interesa permutar. Supongo que una vida tan perfecta sea demasiado aburrida. Hasta para verla por la televisión.

[email protected]