Mailén Díaz contra las “ciberclarias” castristas

LA HABANA, Cuba. — Otra vez ha vuelto a ser noticia la joven Mailén Díaz Almaguer. En mayo de 2018 nos identificábamos con ella por ser la única sobreviviente del espantoso accidente que, a poco de despegar del Aeropuerto “José Martí”, sufrió un avión que cubría la ruta entre La Habana y Holguín. Ahora vuelve a estar en el centro de las informaciones a raíz de solicitar ayuda para obtener un medicamento y determinados insumos de enfermería que necesita para enfrentar las secuelas de aquella catástrofe.
Es el caso que, para poder orinar, la accidentada tiene que usar con carácter intermitente una sonda, para cuya adecuada inserción necesita guantes y lubricante. También le resulta indispensable consumir tabletas de nitrofurantoína para evitar cualquier posible infección. Nada de esto lo encuentra hoy en Cuba. Por eso hizo una directa en Facebook en la cual denuncia esta situación y solicita la ayuda de algún buen samaritano.
Según informó Mailén, ella “realiza llamadas todos los días al personal médico que la atiende”, pero con resultado adverso. Un alto funcionario le comunicó que “no hay guantes ni lubricante en el país entero”. El marido de la joven también solicitó una entrevista con el presidente Díaz-Canel. Esa petición no fue satisfecha, lo cual parece indicar que ni siquiera a ese máximo nivel puede resolverse el problema (pues cabe suponer que, en caso contrario, el también Primer Secretario del único partido sí habría accedido a realizar el encuentro).
Fue sólo a raíz de esos repetidos fracasos que la joven afectada se animó a publicar la directa. No se hicieron esperar las reacciones a esa publicación (en particular, del lado castrista). Ella hizo un planteamiento tajante: “Yo no tengo que darle gracias a la salud cubana”, aunque sí lo hace con cada uno de quienes la atendieron y curaron. En respuesta, un usuario identificado como “Reinier Alejandro” se consideró en el deber de contestarle: “Sin la ‘salud cubana’ que ahora ningunea y desprecia, difícilmente se hubiera salvado”.
Otros prefieren emplear calificativos más virulentos: “Desagradecida”, “egoísta”, “miseria humana”, son algunos de ellos. “¡Vergüenza!”, “¡ingrata!”, escribió la locutora Arletty Roque Fuentes. El inefable jurista y agitador Humberto López se abstuvo de mencionar directamente a Mailén, pero aprovechó para citar a autores clásicos que escribieron con amargura sobre la ingratitud humana.
Este mismo presentador televisivo compartía una publicación del ya mencionado Reinier Alejandro. Este, como buen castrista, quiso realizar un elogio del régimen. Pero sólo alcanzó a hacer, en un lenguaje tan reñido con la sintaxis castellana como con el anticomunismo, una breve crónica de la miseria imperante: “Es un sistema, en un país, que el poco de dinero que tiene debe hacer malabares para distribuirlo y cubrir entre tantas demandas socioeconómicas insatisfechas”.
A todos estos que atacan ahora a Mailén conviene aclararles que, para empezar, el espantoso accidente al que sobrevivió de modo milagroso debe agradecérselo al mismo régimen castrista. Este, a pesar de las constantes invocaciones que, venga o no al caso, hace a la “soberanía”, subcontrató un vuelo entre dos ciudades cubanas a una compañía extranjera.
Esta entidad, de nacionalidad mexicana, carecía de cualquier solvencia aeronáutica o moral. De hecho, se comportaba como una especie de empresa-pirata. Tras el accidente, el castrismo se desentendió de lo sucedido, no brindó mayor información y actuó ateniéndose a un principio ilegal, inmoral y descarado: “Aquí no ha pasado nada”…
Para suerte de Mailén, sus actuales quejas no han caído en el vacío. Andy Vázquez, popular actor ahora radicado en Miami, a raíz de conocer la petición de la joven, compró para ella 1 000 guantes y 800 paqueticos de lubricante. Ahora busca una vía para hacérselos llegar, lo cual no es poca cosa, si tomamos en cuenta que, si se limitase a remitir el paquete, este se sumará durante meses a los muchos miles más que atiborran los almacenes regenteados por el ineficiente castrismo, que no es capaz ni siquiera de hacerlos llegar a sus destinatarios.
La denuncia de la joven siniestrada ha servido también para que nos enteremos de algunas otras facetas que ponen al descubierto las turbias esencias del castrismo: como el hurto al carterismo que perpetraron contra ella los ambulancieros que la conducían al hospital. O como el hecho de haberse caído de la camilla en que la transportaban (hecho que pinta bien a las claras cuál es el nivel profesional de los paramédicos comunistas).
En cualquier caso, esta escaramuza (que es la más reciente dentro del constante enfrentamiento entre los ciudadanos desvalidos y el régimen comunista que los oprime) demuestra una cosa: hay que chillar. Como bien reza el refrán: “Niño que no llora, no mama”. Quedarse callado sólo sirve para garantizar que los castristas nos jodan más y mejor.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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