¿Policía política contra Chica Bond? No me lo creo

LA HABANA, Cuba. – He buscado alguna opinión de Ana de Armas sobre el “encuentro” de la policía política cubana con su hermano, y creo que hasta el momento en que yo escribía estas líneas no existía algo parecido a una declaración o comentario al respecto.
Tampoco es necesario que la actriz lo haga, más cuando la sangre familiar “no llegó al río” y la actitud acertada, ecuánime e inteligente del fotógrafo Javier Caso son suficientes para confirmar al menos dos aspectos que algunos todavía niegan: en Cuba no existe libertad de expresión, y en Cuba ser “independiente” constituye un delito y grave.
Esta vez no lo ha dicho la prensa “enemiga”, lo han recalcado esos dos policías que parecen no sentir vergüenza al desempeñar un papel, digamos, tan triste.
No es esta la primera grabación de su tipo que sale a la luz ni tampoco es la única que deja muy mal parados a quienes se jactan de estar entre los cuerpos policiales más “eficientes” del planeta, pero quizás sea una de las que más ha llamado la atención en las redes sociales, dentro y fuera de Cuba, debido a que implica al hermano de una celebridad internacional.
Pero bueno, la verdad es que no sabemos cuán “buenos” sean estos “polis” cuando por ahí circula más de un estudio e investigación serios que ni los menciona o categoriza, aunque ya no quedan dudas de que quizás sí clasifican entre los tres primeros en intimidar a los ciudadanos, en irrespetar leyes internas y convenios internacionales o en usar métodos y argumentos tan desesperados como esos que se resumen en “porque me da la gana y ya”.
No sé a qué ilustre jefe inquisidor se le ocurrió la idea de intentar amedrentar, perdón, “advertir” o “avisar” a Javier Caso pero, ciertamente, si lo que intentaban era reforzar el aislamiento alrededor de esos dos “amigos peligrosos” el resultado de tan “exquisita” táctica fue todo lo contrario, y ahora son multitud quienes, a modo de desafío, replican en sus perfiles de las redes sociales las publicaciones de Lynn Cruz y Miguel Coyula.
No sé quién los ubicó en ese quinto lugar de no sé cuál Olimpiada policial pero tan solo por esa jugada fallida deberían pasar a lo último de la tabla, incluso quedarían fuera, sin clasificación ni derecho a la revancha.
Con algo de “imaginación olímpica”, hasta pudiera ser visto el “intercambio” como un caso de “dopaje” en tanto el disparate les salía en ráfaga a estos policías, incontenibles, tal vez como reacción adversa a una dosis casi mortal de prepotencia.
Clasificar a un artista de criminal por el simple hecho de no pertenecer a ninguna institución gubernamental, por declararse independiente y contrario a una ideología o gobierno es una estupidez tanto aquí como en el otro extremo del universo.
Si quieren estos “oficiales” que respeten su “trabajo” y “autoridad” deberían comenzar por intentar comprender qué cosa es un artista y por qué no deberían emplear el tiempo en criminalizarlo. No sólo porque la gente normal ya no gusta de las inquisiciones sino porque es contraproducente para cualquier gobierno.
El arte y su ejercicio más auténtico alcanzaron sus mejores momentos en la historia de la humanidad cuando más independientes fueron los artistas. Es deber de los gobiernos y sus instituciones velar por que lo sigan siendo aunque el contenido de las obras no sea del agrado de algunos.
Dedicar cantidades considerables de recursos financieros, supuestamente tan escasos, a perseguir, monitorear y reprimir las actividades de un artista o grupo de estos es irrespetar a un pueblo que necesita de ese dinero despilfarrado para comer, sanar, vestir, crecer como personas, que es la única y verdadera forma de hacerlo como país, pero sobre todo soñar, imaginar, expresarse desde la individualidad y la libertad. Y el arte, profundamente independiente, le brinda esas cosas al ser humano.
Cuando escucho la grabación que hizo pública Javier Caso no dejo de pensar en qué estaría pasando ahora de haber sido su hermana famosa la interrogada, la amenazada, la advertida.
Si en lugar de la voz del fotógrafo escucháramos en similar actitud la de Ana de Armas, el notición sí le daría la vuelta al mundo varias veces para hacer despertar a unos cuantos que allá en Hollywood, en Nueva York, Miami o Washington gustan de esconder la cabeza bajo la almohada cuando alguien les demuestra que Cuba es mucho más que la experiencia glamorosa de una “Single Lady” o “Material Girl” que se hospedan en el Hotel Saratoga, o en el Manzana, o de “celebrities” que pujan por un lote de cigarros durante el Festival del Habano.
Lanzarle el reto a Ana de Armas para que visite Cuba no sería mala idea. Ver a la “Chica Bond” enfrentándose verbalmente con el “quinto mejor cuerpo represivo del mundo”, después de lo que pasó con su hermano Javier, sería algo así como la película de acción ‒más bien el “reality show”‒ que quizás necesiten unos cuantos para acercarse al tema “Libertad de expresión en Cuba” con la objetividad que requiere y, finalmente, comprender nuestra profunda tragedia como país.
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