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Los cuentos de Luis Cino: reflejos realistas de la cotidianidad cubana

Luis Cino, Cuentos

LA HABANA, Cuba. — El escritor y periodista independiente Luis Cino tuvo que esperar años para que se cumpliera su sueño de ver publicados sus libros de cuentos. Solo que tuvieron que ser publicados en el exterior y no en su país, porque Cino, como todos los escritores que se oponen al régimen, está excluido de las editoriales nacionales, pese a que la Constitución supuestamente recoge el derecho a la libertad de expresión.

Primero fueron publicados por Neo Club Ediciones, en Miami, Los tigres de Dire Dawa (2015) y Los más dichosos del mundo (2018). Y este año ha aparecido el tercer libro de Cino, Volver a hablar con Nelson, editado por Leiden Bokeh Press en Holanda e impreso en los Estados Unidos.

El nuevo libro de Cino está compuesto por 26 cuentos, todos escritos entre 2003 y 2011 (muchos de los cuales aparecieron en los dos anteriores libros), donde se abordan descarnadamente situaciones de la cotidianidad en Cuba.

En varios de los cuentos, se mezcla la ficción con vivencias del autor o de amigos y conocidos suyos, lo cual confiere realismo a estas historias.

Los textos se apoyan en el lenguaje y las técnicas del realismo sucio, estilo que tiene a figuras de gran renombre como Zoe Valdés y Pedro Juan Gutiérrez.

El cuento que da título al libro está dedicado a Nelson Rodríguez, el joven escritor que publicó su único libro, El regalo, en 1964 en Ediciones R, y que tuvo un trágico destino al ser fusilado después del fallido intento de secuestrar un avión para marcharse del país a inicios de la década de los 70.

Una frase que emplea el autor en este relato es verdaderamente elocuente: “Todos soñábamos con escribir libros y que los publicaran, no sabíamos cuándo, cómo ni dónde”.

Uno de mis cuentos preferidos es “Macuca”. Trata de una mujer que es abandonada por su marido al no poder concebir hijos. La soledad la conduce a refugiarse en las revistas del corazón y termina en una enajenación total. La imbricación de sus fantasías con la realidad está muy bien conseguida en el texto.

Otra historia muy bien lograda es “Una olla para la conejera”. Trata conflictos familiares frecuentes en Cuba. Un padre, antes de su muerte, solicita a sus tres hijos que siempre estén unidos. Pero los habitantes de la amplia morada heredada se multiplican con el tiempo, dividen y subdividen la casa  y conviven de modo  más o menos normal hasta que el Estado les otorga una olla arrocera, una por núcleo familiar, libreta de abastecimiento mediante. El pleito desatado para determinar quien tiene más derecho a comprar la olla da lugar a una violenta trifulca que termina con la intervención de la policía. Al final, los parientes deciden vender el equipo y repartirse el importe, y luego separarse, permutando la casona por tres más pequeñas.

“Luis Miguel nació para ser Feliz” y “Mantilla’s Blues” forman dos historias separadas en el tiempo que tienen una continuidad y un mismo protagonista.

El primero de estos relatos es el monólogo del niño Luis Miguel, y concluye: “Soy feliz soñando todo lo que tendré cuando sea grande. Tan feliz que me río solo aunque piensen que me volví loco”.

El segundo relato, muy bien logrado, refiere la frustración y el horrendo final de Luis Miguel cuando crece. Pierde a sus dos mejores amigos, uno en prisión y otro al que mata accidentalmente. Luego, en una plazoleta donde celebran un bailable público, mata a un vecino con el que tenía una querella y a un policía.

En sus cuentos, donde siempre está latente la inconformidad con el sistema, Cino aborda temas como la prostitución, el homosexualismo, el alcoholismo, la drogadicción, el suicidio, la enajenación, el Servicio Militar Obligatorio y la cárcel.

A mi juicio, Cino distorsiona un poco la realidad al poner en boca de muchos de sus personajes el gusto suyo por el rock y la música norteamericana en general, en vez de por la salsa y el reguetón tan en boga hoy, especialmente entre los marginales.

El uso del lenguaje vulgar, lleno de improperios y palabras obscenas es excesivo en ocasiones, pero Cino, basándose en que una considerable parte de la población utiliza habitualmente un vocabulario soez, insiste en que ese lenguaje es el mejor y más creíble para plasmar la realidad cubana.

Nota: Los interesados en comprar el último libro de Luis Cino pueden adquirirlo en Amazon.

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Periodista de CubaNet denuncia pésimas condiciones del Clínico de 26: “¿Será esto una sala de exterminio?”

Clínico de 26, Luis Cino, Cuba

MIAMI, Estados Unidos. — El escritor y periodista independiente cubano Luis Cino denunció este martes las pésimas condiciones en que se encuentra el Hospital Clínico Quirúrgico Joaquín Albarrán, también conocido como Clínico de 26, en La Habana.

“Estoy encerrado en una sala de aislamiento en la sala G, segundo piso del Clínico de 26. Estaba de acompañante de una tía mía que se fracturó la cadera. Y al hacerle el test de antígeno le dio alterado y nos enviaron a este salón de calabozo”, indicó Cino en su perfil de Facebook.

El columnista de CubaNet aseguró estar viviendo una pesadilla en ese centro hospitalario, donde ni siquiera hay agua para las personas que se encuentran en aislamiento.

“La comida es bazofia y llevo dos días sin bañarme porque no hay agua. No hay médico y a mi tía nada le han hecho. La anciana sigue con mucho dolor en la cadera que se fracturó el sábado, a ver cuándo coño es la operación”.

(Captura de pantalla/Facebook)

Por último, el periodista llamó la atención sobre las condiciones en que se encontraban varios de los enfermos ingresados en el hospital.

“Aquí hay varios enfermos esqueléticos, sucios, desnudos que no tienen acompañante. ¿Será esto una sala de exterminio?”.

“Aquí hay varios enfermos esqueléticos, sucios, desnudos que no tienen acompañante. ¿Será esto una sala de exterminio?”

En breve comunicación sostenida con CubaNet en la noche de ayer, Cino dijo no tener idea de cuándo recibiría el alta médica del Clínico de 26.

“Desesperado por salir de aquí. Ojalá no sea boca arriba”, señaló el periodista a través de un mensaje.

No es primer a vez que pacientes del Hospital Clínico Quirúrgico Joaquín Albarrán denuncian las condiciones en que se encuentra esa instalación. Atención médica deficiente, cortes de electricidad, problemas con la alimentación y otros servicios básicos e incidentes violentos han sido algunas de las situaciones registradas a lo largo de la última década.

En agosto de 2021, Serafín Morán, periodista cubano radicado en Miami, denunció que su abuela materna había fallecido en el Clínico de 26 por falta de atención médica.

En aquella ocasión, Morán confirmó al portal digital Cibercuba que la víctima había sido internada en ese hospital por causa de una neumonía y que el médico a cargo del caso decidió quitarle la mascarilla con oxígeno, lo que habría empeorado su condición médica.

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Luis Cino Álvarez: “De ninguna forma me considero mercenario”

Luis Cino

LA HABANA, Cuba. – Con la humildad y la sencillez que lo caracterizan, el periodista y escritor Luis Cino Álvarez nos recibe en su hogar. Luego de un fuerte abrazo de viejos colegas nos indica el camino a seguir hasta llegar al patio de su pequeña y modesta casa.

Durante una fluida charla ante la cámara de CubaNet, Cino rememoró su llegada al periodismo independiente y las causas que lo acercaron a esta profesión.

“Desde muy joven tuve inquietudes literarias; escribía cuentos y empecé varias novelas que nunca he terminado porque las he ido desarmando para armar cuentos, etc. Me habían botado de todas partes por problemas ideológicos. Entonces, tenía que trabajar en la agricultura, la construcción, de cartero, en el bacheo de calles, en los peores trabajos que pudieran darme”.

“En el año 1997 o 98 hice amistad con Mercedes Moreno, que era una comentarista deportiva del Noticiero de Televisión, la primera mujer comentarista deportiva que hubo en Cuba, que había tenido un problema ideológico y la habían botado del Noticiero. Entonces creó una de las primeras agencias de prensa independientes que había aquí, que se llamaba Nueva Prensa Cubana, y empecé a trabajar con ella como periodista independiente”, explicó Cino.

Desde ese momento, cuenta, comenzó su labor como reportero independiente, la que describe como una “tarea difícil” dentro del contexto cubano, debido al constante asedio de la Seguridad del Estado cubamo contra los comunicadores independientes. 

“La realidad del periodista independiente es bastante difícil; es un trabajo que hacemos bajo el constante acoso de la policía política, con llamadas vigiladas, con los pasos vigilados”, detalló.

Sobre si se considera o no un “mercenario”, que es el término que utiliza el régimen cubano para socavar la reputación y el trabajo de los periodistas independientes, Cino advirtió: 

“Mercenario es un término bélico; este régimen es enfermo a los términos bélicos como ‘desertor’, ‘mercenario’ o, ‘la batalla de no sé qué’. Un mercenario es alguien armado que pelea por dinero en un ejército y yo no soy un militar; cobro por mi trabajo como periodista y es lo normal. Los periodistas oficialistas también cobran, así que de ninguna forma me considero mercenario”, apuntó.

Entretanto, resalta que es un fiel amante de la música rock y el jazz. También se define como un lector compulsivo que consume toda la literatura que le llega a las manos. 

A lo largo de su destacada labor como periodista independiente, Cino perteneció al Consejo de Redacción de la revista De Cuba, fue subdirector del portal Primavera Digital y desde el año 2003 mantiene una columna de opinión en CubaNet.  

“Prefiero la mañana para escribir (…) generalmente periodismo, pero siempre trato de hacer tiempo para escribir ficción, cuentos, literatura. Si no fuera por estas circunstancias de falta de libertad de expresión bajo la dictadura, yo preferiría ser un escritor de ficción”, asegura.

Entre sus principales anhelos, según comentó, prevalece el deseo de que la prensa independiente pase a ser la prensa del futuro. 

“A lo que aspiramos ―el día que se acabe la dictadura― es a que la prensa independiente sea la prensa del futuro de este país, que no sea el órgano de un partido ni de una ideología, sino que sencillamente sea periodismo sin etiqueta, sin apellidos”.

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Interrogado y amonestado por escribir para CubaNet

Cuba represion periodismo censura Luis Cino

Cuba represion periodismo censura Luis Cino
Luis Cino, en su hogar en La Habana (foto archivo)

LA HABANA, Cuba. – En la mañana de este 7 de agosto fui interrogado y amonestado, a propósito de los artículos que escribo para CubaNet, por dos oficiales de la Seguridad del Estado, en la unidad policial del Reparto Capri, en Arroyo Naranjo.

Después que me arrestaron el 17 de agosto del pasado año en El Vedado (nunca me explicaron por qué) no había vuelto a ser molestado por los represores. Pero el martes 6 fue a mi casa un policía, uniformado y en moto Suzuki, para comunicarme que me tenía que presentar en la unidad del Capri a las nueve de la mañana del siguiente día. Cuando le reclamé al policía que la citación debía ser por escrito y con cuño, me advirtió que sería peor para mí si no iba.

Los oficiales que me entrevistaron (si es que se le puede llamar entrevista al amenazante sermón que me largaron) en la unidad policial eran una mujer y un hombre, jóvenes, de unos 20 y tantos años, vestidos de civil, que se identificaron como la primer teniente Elizabeth y el capitán Jorge, de la Seguridad del Estado. Me dijeron que ellos eran los encargados de “atender” a los periodistas independientes de CubaNet.

La conversación duró unos 40 minutos. Aunque el capitán Jorge se mostró severo y amenazante, anunciándome que “la ley les va a caer encima porque no vamos a dejar que en Cuba pase lo que en Venezuela”, la voz cantante la llevó la primer teniente Elizabeth.

Haciendo de policía buena, la teniente me aconsejó —por momentos hasta con cierta dulzura, cual si fuese una amiga preocupada por mi bienestar— que sabían que tarde o temprano yo me iría del país, y que mientras, si no quería buscarme problemas, “le sacara un poco el pie a CubaNet”, y me dedicara a la literatura (que según ella, se me da mejor que la política) y a ocuparme más de la enfermedad de mi esposa y los problemas de mis hijos.

Apenas hablé. Fui más parco de lo habitual en esas circunstancias. Además de que tenía dolor de muela, la teniente Elizabeth me hizo sentir muy incómodo. Quizás lo notó. Estoy acostumbrado a tratar con los demasiado obvios rufianes del DSE y sus bravuconerías y amenazas que he tenido que aguantar por más de 20 años en Cuba, pero no estaba preparado —rezagos de machismo que aún me quedan— para que intentara intimidarme una muchacha bonita, de voz dulce y seductora.

Como no voy a dejar de hacer periodismo, sé que habrá otros encuentros indeseados de esta clase. Ojalá la próxima vez la teniente Elizabeth no sea la interrogadora. Si tiene que haber una mujer entre los represores que me asignen, que sea una vieja gritona, repulsiva y fea, que parezca una bruja. Va y consigue asustarme…

[email protected]

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Luis Cino, periodista de CubaNet, visita Miami

MIAMI, Estados Unidos.- El periodista y escritor cubano, Luis Cino, se encuentra de visita en la ciudad de Miami.

Cino, uno de los columnistas más antiguos y seguidos de la prensa independiente en la Isla, conversará con sus lectores este viernes 9 de marzo a las 11 de la mañana, a través de la página de CubaNet en Facebook.

Nacido en La Habana, 1956. Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Es subdirector de Primavera Digital. Reside en Arroyo Naranjo, La Habana.




Cino, un rebelde con causa

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LA HABANA, Cuba.- Desde un garaje convertido en casa se escriben varios de los mejores textos que publica el periodismo independiente en Cuba. Su autor es Luis Cino Álvarez, quien de forma lacónica conversa sobre su vida, su frustración, y muestra el mayor tesoro que resguarda.

A sus 60 años mantiene la rebeldía de su juventud, que recuerda como un infierno por causas tan simples como tener el pelo largo o su afición por la música en inglés. Características que provocaron su expulsión de la Facultad de Pedagogía por ¨problemas ideológicos¨.

Memorias que Luis Cino llama ¨historias comunes a todos los tipos de mi generación¨.

Como quien quisiera sacudirse de las prohibiciones de su juventud, Cino atesora más de doscientos discos compactos (CD) con la música de su preferencia: blues, jazz y rock de los años 60 y 70.

Obligado por las circunstancias, trabajó como profesor de secundaria básica, en la construcción, la agricultura y como cartero. Durante ese tiempo nunca dejó de escribir sus cuentos para talleres literarios.

Agobiado por el sistema y con el talento para escribir, se inició en el periodismo independiente. Un paso en su vida que llama salvación.

¨De no haberlo hecho, creo que habría reventado… Siempre he tratado de mantenerme en la literatura pero tú sabes los problemas que hay para publicar en estas circunstancias¨.

Autor del blog ¨Círculo Cínico¨, jefe de redacción de la web ¨Primavera Digital¨ y colaborador permanente de CubaNet, agrega a su legado el libro de cuentos ¨Los tigres de Dire Dawa¨, un sueño cumplido que provocó la frustración de su vida: no ser publicado en Cuba.

Luis Cino escribirá durante lo que le queda de vida. “¿Cuando las causas que te llevaron a entrar en el periodismo no existan, a que te dedicarás?”, le preguntamos.

¨Haré periodismo en otras circunstancias.¨




Carta a Mick Jagger

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Mick Jagger posando delante de un ‘almendrón’ en La Habana (foto tomada de Internet

LA HABANA, Cuba.- Mi muy admirado Mick: Casi muero del susto cuando supe que The Rolling Stones piensan hacer un concierto en La Habana en marzo del próximo año. ¡Imagínese! Siempre soñé  estar en un concierto de los Stones, que son mi banda favorita de todos los tiempos. Solo que como vivo en Cuba, por las circunstancias que usted debe conocer, ese sueño me parecía imposible.

Hace unos días, cuando un amigo de Miami me llamó por teléfono y me preguntó “¿ya viste a Mick Jagger?” no sabía que usted estaba en La Habana, presuntamente para ultimar los detalles del concierto de marzo en el Estadio Latinoamericano. Eso lo supe horas más tarde, cuando casi al final del Noticiero Nacional de Televisión, luego de dar la noticia de que una poco trascendente cantante boricua, Olga Tañón, actuaría en Cuba en diciembre, un joven periodista, tan despistado que dijo que los Stones eran norteamericanos, informó brevemente que usted estaba en La Habana.

De esa visita solo he sabido lo poco que ha informado la prensa oficial, que es la única permitida en Cuba. Vi las cuatro fotos suyas que aparecieron en la página digital insignia del oficialismo, Cuba Debate: en los estudios Abdala, en el restaurante Shangri-La, con X Alfonso en la fábrica de Arte Cubano y apoyado en una vieja columna, supongo que en la Habana Vieja. Nada más. Y le confieso que me siento muy frustrado de no haber podido entrevistarlo para alguno de los medios independientes donde escribo, o siquiera agradecerle personalmente toda la música maravillosa que nos han dado ustedes durante tanto tiempo, que casi es todo el de nuestras vidas. Ojala eso pueda ser en marzo. Cruzo los dedos para que así sea.

Sé que los Stones tienen millones de fans en todo el mundo, pero tal vez coincida conmigo en que los fans cubanos, por las circunstancias a las que me refería anteriormente, somos muy especiales.

En el caso de los cubanos de mi generación, The Beatles y The Rolling Stones pusieron la música –y qué música- a la fiesta frugal y harapienta de nuestra adolescencia. Dicha fiesta, que más bien fue un jolgorio subterráneo,  cuando no era vigilada, estaba prohibida. Pero así y todo,  nos ayudó a resistir  prohibiciones,  desesperanza y represión.

Tal vez por eso, hallo algo sobrenatural en aquella música, como si hubiera sido enviada  por Dios o por el Diablo, para salvarnos. Y llegó en el momento preciso, cuando más la necesitábamos.

Me es imposible evocar aquellos años sin “As tears goes by”, “Lady Jane”,  “Jumping Jack Flash” o “Sympathy for the devil”. Aquellas canciones nos  ayudaron a capear la monotonía desoladora del paraíso revolucionario y nos salvaron de caer en picada.

Los comisarios culturales, que corporizaron en el rock las perversiones del “diversionismo ideológico”, pudieron  haber aprovechado la rebeldía antisistema de los Stones. De hecho, en plena prohibición de los Beatles, cuando regresó la música extranjera a la radio cubana, no ponían reparos a que los Stones, en el programa “Nocturno”, reiteraran sus insatisfacciones. “(I can’t get no) Satisfaction” también fue éxito en Cuba, pero no porque los comisarios supieran tanto inglés como para analizar las letras de las canciones o porque aprobaran, tras consultar el manual marxista-leninista, las perretas Jagger-Richards contra el modo de vida burgués.

También se escuchó mucho por acá Jumping Jack Flash, pero entonces vino el Decenio Gris, volvieron a prohibir la música rock, y  si no llega a ser por la radio del sur de la Florida nos hubiésemos perdido la que considero la más brillante época   de los Stones, la de los discos Let it bleed, Sticky Fingers y Exile on Main Street, que son mis preferidos.

¿Puede entender, Mr. Jagger, cómo me siento ante la posibilidad de encontrarme con ustedes, a quienes considero viejos amigos que siempre me han acompañado, tanto en las juergas como en los demasiados malos ratos?

Pero le confieso que no me gusta mucho  la idea de que los Stones vengan a Cuba. Primero que todo, para que no le den crédito con su sola presencia aquí, al castrismo tardío que simula haber cambiado y busca su readecuación internacional.

Menos mal que si el concierto de los Stones  no va a ser en la Plaza de la Revolución, que sería por lo espacioso el sitio ideal, a pesar de la mucha mala vibra que tiene, no los van a poner a tocar en el Maxim Rock o los Jardines de la Tropical,  sino en el Estadio Latinoamericano, que tiene capacidad para 55 000 personas.  Ojala no copen el estadio con ‘segurosos’ y movilizados del Partido Comunista y la UJC, como hicieron con las misas del Papa, y nos quedemos fuera los verdaderos interesados.

Por si las moscas, les aconsejaría a ustedes que pensaran bien lo del concierto en La Habana, porque con los mandarines verde olivo, tan renuentes desde siempre al rock and roll,  nunca se sabe… Créame, conozco bien las mañas de esta gentuza.  Y me niego rotundamente a que me roben, para sus propósitos politiqueros y de propaganda, a mi banda preferida, como mismo se robaron a John Lennon  y lo sentaron en un parque del Vedado.

Ojo, Mick, no se dejen manipular. No me defrauden. Si no quiere, si no puede,  no me dé la entrevista que le pido, yo entenderé, sus motivos tendrá, pero le ruego que si cuando cante “Simpathy for the devil”, Abel Prieto u otro comisario cultural intenta subir a la tarima para hacerle el corito en los uuh uuuh, échelos a patadas,  y que se vayan a cantar reguetón, rancheras o himnos maoistas  al Palacio de la Revolución, a Punto Cero, o a casa del carajo, con sus puñeteros jefes que nos prohibieron durante muchos años la música rock.

Nos vemos en marzo, si es que no se pasma el concierto.

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En Cuba, a todo llega uno a acostumbrarse

f0004347LA HABANA, Cuba.- No soy ateo ni agnóstico: soy creyente. Pero durante décadas, mi fe, como la de la mayoría de los cubanos de mi generación, estuvo rodeada de circunstancias adversas.

En el paisaje de mi niñez y adolescencia había muchas iglesias, pero la mayoría estaban cerradas. En las pocas que estaban abiertas, oficiaban los curas que no habían sido desterrados. Los pocos fieles que acudían eran vigilados por milicianos y cederistas, y a veces eran insultados y apedreados por las turbas.

En numerosas ocasiones, necesitándolo mucho, me quedé con las ganas de rezar en la paz de la casa de Dios. Uno temía que lo vieran entrar a la iglesia. Alguien podía delatarme en la escuela, donde enseñaban que la religión era “el opio de los pueblos” y “un instrumento de coacción ideológica al servicio de las clases dominantes”.

Creer era un rezago del pasado burgués. Se suponía que un muchacho nacido con la revolución respondiera plenamente a los preceptos materialistas del marxismo. De no ser así, se arriesgaba a ser un apestado. Muchas carreras universitarias estaban expresamente vedadas a los creyentes. La universidad era (y todavía es) para los revolucionarios.

En las casas, escondían los santos, las vírgenes y los cuadros del Sagrado Corazón de Jesús. Los collares y los elegguas fueron a dar al fondo de los closets y los escaparates. Los números de la revista Atalaya de los Testigos de Jehová circulaban con tanto sigilo como si fueran panfletos subversivos.

Pero la gente, aunque públicamente lo negara, no dejaba de creer. Y eso hacía todo muy confuso.

Recuerdo que cuando empecé a ir a la escuela todavía muchos carros llevaban en el parabrisas trasero la pegatina con el rostro de un niño y el letrero “De ti depende que este niño sea católico o ateo”. Había dos versiones de la pegatina: la comunista y la católica. La del carro de mi papá llevaba la versión comunista.

Mi padre se enorgullecía de haber sido comunista durante el régimen de Batista y de haber ido a la cárcel por serlo, pero estaba casado por la iglesia y sus hijos fuimos bautizados. En materia de religión, papá prefería no opinar. Mi abuela, que se negó rotundamente a ocultar sus santos, se alegraba de ello. Pero mis hermanos, que estudiaron en colegios católicos de pago, desde los tiempos de la Alfabetización hasta ahora mismo, se proclaman ateos convencidos.

En mi caso, empecé a creer debido a la influencia de mi abuela. Al principio solo pedía a Dios aprobar los exámenes. Luego pedí una novia que se pareciera a Brigitte Bardot o Jane Fonda. Y después, poder escabullirme del servicio militar. Pero ya para entonces, daba igual si Dios me complacía o no.

Un día, frente a una planilla que indagaba si tenía alguna creencia religiosa, como me reventaban las prohibiciones, me cansé de negar a Dios y escribí en el espacio en blanco: “Sí, católico”. Eso, sumado a mi manía por el rock y demás problemas ideológicos, agravó drásticamente mis problemas con la revolución y me convirtió en un paria. Pero no me pesó. Era peor cargar con el miedo y la vergüenza.

Hoy que está permitido creer y hasta es de buen gusto decir en televisión “gracias a Dios” y “si Dios quiere”, no soy un católico practicante. Sencillamente, creo. Como diría Sinatra, a mi manera. Como creen casi todos los cubanos.

Por ejemplo, tengo un amigo que dice que no cree en Dios, pero le tiene mucho miedo. Y a la brujería también le teme. Más que a Dios.

A lo que yo le temo es a no tener en qué creer. Y más en estos tiempos que corren…

Me perdonan esta descarga autobiográfica, pero deseaba aclarar ciertas cosas a los que consideran que fui demasiado escéptico ante la visita a Cuba del papa Francisco.

Después de todo, es el tercer papa que nos ha visitado en menos de 18 años. Y a todo llega uno a acostumbrarse. Hasta a las misas papales en la Plaza de la Revolución…

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