1

“Los cinco”, la Asamblea Nacional y las divisiones del castrismo

De izquierda a derecha, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González (ACN)

MIAMI, Estados Unidos.- Olga Salanueva, esposa de René González, uno de “los cinco”, fue obligada a quitar de su página pública de Facebook la carta protesta por la exclusión de tres de ellos de la lista de los diputados designados para la Asamblea Nacional.

Pero eso no pudo ocultar las fracturas en las filas castristas, la inconformidad de muchos con el sistema electoral, su falta de transparencia y el poder democratizador que van tomando en Cuba Internet y las redes sociales.

Nunca antes nadie había protestado públicamente porque dejaran fuera de esa candidatura a alguien. Es primera vez que esto ocurre en Cuba y ha sido de una manera muy llamativa.

Las manifestaciones en las redes fueron múltiples. Van desde exponer que cualquiera de los cinco “tiene más mérito, está más probado y está mejor preparado que el mismísimo Díaz-Canel para ser el presidente de la República”, hasta exigir que sean incluidos los tres que faltaron en el listado o que se dé una explicación pública sobre la exclusión.

Lo cierto es que los cinco son más conocidos que Díaz-Canel en todo el país. Hasta sus familias son conocidas y han sido agasajadas. Las esposas y madres de “los cinco” participaron en toda la “batalla” internacional que se dio por su liberación. La campaña por los cinco posiblemente igualó en movilización a la “batalla” por Elián González y Olga Salanueva fue una de las voceras de aquella campaña, ampliamente conocida por muchos cubanos y extranjeros.

Unos se preguntan por qué los otros dos sí, y estos tres no. ¿Es que acaso hay “algún problema” con ellos? ¿Y por qué los otros dos no han protestado, cuando siempre iban unidos a todas partes?

Todo el mundo sabe que esa lista se cocina al más alto nivel, de manera que se trata de una protesta de las propias bases políticas del partido-gobierno, contra las decisiones de las altas esferas.

Más allá de la protesta por la falta de consideración a los cinco, lo que estamos viendo es que en Cuba dejó de existir la unanimidad sobre la cual reposaba el modelo político instaurado por Fidel Castro, al que pocos se atrevían a protestar algo desde el sistema.

Ya no es igual. Hace rato se viene diciendo que sin Fidel no es lo mismo. El modelo centralista que llega al absurdo de que la mitad de la lista de designados a diputados es aprobada por la máxima instancia y la otra mitad por los órganos intermedios dependientes todos de la dirección central del PCC, ha entrado abiertamente en contradicción con sus propias bases de sustentación, al no ser capaces de darles participación real en el sistema electoral.

Éste, de paso, entra en crisis, porque sus mecanismos antidemocráticos han dejado fuera personas de amplia popularidad y reconocido prestigio según el pensar del oficialismo mismo.

Habría que preguntarse qué otros cubanos con capacidades y cualidades nunca fueron propuestos por el sistema antidemocrático, sin que hubiera nadie que lo expresara simplemente porque no se les conocía, porque no había los medios de comunicación actual o porque fueron aislados, excluidos a propósito.

Se ha evidenciado especialmente el papel democratizador de internet y las redes sociales que han permitido la denuncia de Olga Salanueva y además de las miles de opiniones que han inundado los espacios de debate, con comentarios de figuras de la cultura y la intelectualidad como Israel Rojas, del dúo Buena Fe, la periodista Mylena Recio, el cantautor Silvio Rodríguez, el profesor Esteban Morales y otros.

Y en este momento de exclusiones, ¿cómo no recordar las presiones y acciones de la Seguridad del Estado para evitar siquiera que fueran nominados ciento y tantos opositores que aspiraban a participar en las elecciones de base? Exclusiones iguales.

Simultáneamente llama la atención la exclusión de la lista del Coronel Alejandro Castro Espín, hijo de Raúl Castro, a quien muchos consideraban su delfín y futuro Presidente. El mismo es presidente Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, que controla los aparatos de Inteligencia y Contrainteligencia; firmó importantes acuerdos de seguridad con el Gobierno ruso y negoció con la administración Obama el restablecimiento de relaciones, sin que nadie haya protestado por ello públicamente.

No es fácil explicar esa exclusión. Pero cuando todo se maneja en las sombras, cuando no hay transparencia, inevitablemente surgen las especulaciones. Ya hay quien piensa que los militares pragmáticos están incómodos con la represión que él encabeza contra la oposición y la disidencia por sus consecuencias para las relaciones comerciales internacionales, y hasta lo relacionan con los supuestos ataques sónicos que han empeorado los vínculos con EEUU y especialmente dificultado la captación del turismo estadounidense. Podría ser el chivo expiatorio con el que traten de salvar la situación ante EEUU.

Otros consideran que se trataría de un pase de cuentas del sector fidelista más retrógrado por el acercamiento “peligroso” a EEUU, o quién sabe si una combinación de ambos aspectos.

No faltan los que lo consideran una jugada maquiavélica de Raúl, sacrificando un caballo en el juego de ajedrez del poder interno, a cambio fortalecer la posición de la dama, Mariela.

De momento hay algunas conclusiones muy claras. Este hecho y la respuesta en las redes evidencia cuatro elementos fundamentales de la situación actual del Castrismo. Uno: el sistema político no es democrático ni para el mismo oficialismo. Dos: Aunque el régimen no admite discrepancias en sus filas, ya no existe la pretendida unanimidad sobre la cual descansaba el castrismo. Tres: internet y las redes sociales han demostrado su fuerza democratizadora. Cuatro: existe una contradicción irreconciliable entre el sistema centralista de control y decisiones y las demandas democráticas de las bases del propio sistema.

De momento puede apuntarse que todo forma parte de lo que parece ser el lento pero seguro final del castrismo.




El valor de Los Cinco

LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -Mi anterior trabajo dedicado al tema de los cinco espías cubanos encarcelados en Estados Unidos tuvo por título “Cinco es igual a doce”, y fue colgado en Cubanet el pasado martes. En él comencé a darle una respuesta —que deseo terminar ahora— a la serie de tres artículos publicados por el actual Presidente de la Asamblea Nacional bajo el título común de “Un reto al periodismo”.

Coincido en una cosa con lo expresado por Alarcón: Cuando en 2005 una sala de la Corte de Apelaciones de Atlanta dispuso la anulación de la sentencia y la celebración de un nuevo juicio, pensé que lo ideal era que esa decisión se mantuviese vigente. Y no por razones jurídicas (el proceso a los Cinco fue escrupuloso y exhaustivo en grado extremo), sino políticas.

Me explico: Como expuse en mi anterior escrito, durante los más de ocho meses que duraron las sesiones judiciales, la propaganda castrista no informó sobre las numerosísimas pruebas practicadas. Después, se ha dado el lujo de dar su propia versión de lo sucedido, que algunos en el mundo han creído o fingido creer, pese a que tiene bastante poco que ver con la realidad.

Un paradigma de lo anterior lo vemos en antiterroristas.cu, sitio-web especializado en el tema de los miembros de la Red Avispa. Él cuenta con una sección intitulada “El juicio”, consagrada al que fue, hasta ese momento, el proceso más largo de la historia norteamericana. Pues bien: ¡los plumíferos castristas han concentrado la descripción de los más de ocho meses de trámites judiciales en igual número de parrafitos, de los que sólo uno excede de tres líneas! Un verdadero alarde de síntesis.

Ese enfoque torcido de los hechos es el que ahora ha permitido a Alarcón —por ejemplo— describir como una “inventada acusación” y una “infame calumnia” la imputación de la “conspiración para cometer asesinato”, pese a existir —como ya dije— la transcripción de los mensajes intercambiados entre jefes y agentes de la Red Avispa, en los que todos coordinaban el derribo de las avionetas desarmadas.

Con respecto al hipotético nuevo juicio, surgen preguntas: De haberse celebrado éste, ¿habrían tenido los castristas la desfachatez de volver a no informar al público cubano sobre sus incidencias! Los que en todo el mundo han puesto la cara para solidarizarse con los Cinco, ¿omitirían informarse sobre la marcha del proceso! ¿Seguirían repitiendo Danny Glover, Peter Coyote y tantos otros compañeros de viaje y tontos útiles que el grupo de espías pretendía impedir acciones terroristas y que están encarcelados sólo por eso!

Para 2005, el actuar de Ana Belén Montes había sido desenmascarado, por lo que habría podido figurar en la nueva imputación. Como se sabe, esa otra integrante de la red de espías estaba infiltrada en el Pentágono de Washington. ¡Menudo sitio para que trabaje una agente perteneciente a un grupo que, según la propaganda comunista, no estaba interesado en averiguar secretos estatales norteamericanos, sino sólo en conocer sobre las actividades de “la Mafia terrorista de Miami”!

La decisión del pleno de la Corte de Apelaciones, al no ratificar la decisión de anular la sentencia de los Cinco, demostró una vez más que nuestro gran vecino del Norte es un estado de derecho, cuyos tribunales son independientes y actúan guiándose no por motivos políticos, sino legales.

Al comienzo mismo de su serie de artículos, Alarcón de Quesada expresa preocupación por “los muchos millones de dinero público” gastados en el juicio por el gobierno más rico de la tierra. La ansiedad del líder parlamentario cubano nos resultaría más comprensible si él mostrase análogo desvelo por las erogaciones realizadas en el mismo asunto por la hambreada Cuba.

En mi artículo “¿Un quinteto de cuatro?”, publicado por Cubanet el pasado abril, pregunté: “¿Se hará alguna vez el cómputo de los millones de dólares que cuestan los repetidos viajes, los congresos internacionales, los cócteles y cenas de trabajo, los obsequios para ganar la buena voluntad de políticos extranjeros influyentes, las becas concedidas en Cuba a familiares de los activistas más destacados, los anuncios pagados publicados en importantes —y caros— periódicos, las vallas anunciadoras ubicadas en zonas céntricas de grandes ciudades?”

Está claro que todas esas actividades y las otras que el Presidente de la Asamblea Nacional coordina como “ministro de los Cinco”, cuestan también “muchos millones de dinero público”; pero en este caso el numerario no sale del abultado bolsillo extranjero del opulento Tío Sam, sino de la faltriquera escuálida de quien personifica al pueblo de la Isla: el famélico Liborio Pérez. ¿Mostrará Alarcón por el paupérrimo presupuesto insular el mismo desvelo que por el de Washington!

El líder parlamentario castrista se queja porque “sólo se tiene una información muy parcial” sobre “el volumen de recursos utilizados” en el juicio. ¿Significa esta manifestación el anuncio implícito de que las autoridades de La Habana harán saber al contribuyente cubano cuántos millones de dólares han prodigado en su campaña mundial por Los Cinco!




Doce es igual a cinco

LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -En días recientes, el sitio-web oficialista antiterroristas.cu y el periodiquito Granma han publicado una serie de tres artículos del actual Presidente de la Asamblea Nacional cubana, en los cuales, bajo el título genérico de “Un reto al periodismo”, el alto funcionario se refiere a la situación de los espías cubanos presos desde hace catorce años en Estados Unidos.

Lo anterior es una constante en la actividad del doctor Ricardo Alarcón de Quesada. Más que dedicarse a las labores de la especie de parlamento que encabeza (el cual, como se sabe, sesiona apenas dos días al año), el encumbrado personaje suele consagrar la mayor parte de su tiempo y esfuerzos a los avatares del grupo de agentes encubiertos encarcelados.

Tanto es así, que el jefe de la flamante Asamblea suele ser llamado por el pueblo, de manera sarcástica, con el sorprendente título de “ministro de los Cinco”. En este caso específico, el referido Presidente puso su portentoso cerebro en función de esclarecer —como lo indica el nombre de la serie— la intervención que tuvieron los comunicadores en este affaire de espionaje internacional.

El líder congresional expresa su preocupación por los “artículos y comentarios repetidos día y noche” que los informadores miamenses publicaron “entre el 27 de noviembre del 2000 —día en que empezó el juicio— y el 8 de junio del 2001”. O sea: Alarcón se alarma porque los periodistas locales, cumpliendo con su deber, hayan documentado a sus lectores sobre un tema que resultaba de indudable interés para los muchos cubanos residentes en la gran urbe floridana.

Él, lleno de santa indignación, exclama: “Del caso no se habló en los despachos de las agencias cablegráficas; no apareció en las publicaciones impresas ni en la radio y la televisión fuera de la Florida”. El planteamiento es cierto, sólo que el prominente personaje olvidó precisar que esas palabras resultan aplicables también a la prensa oficialista cubana. Y esto pese a que, como es obvio, para quienes residimos en la Isla el caso revestía un interés no menor que para nuestros compatriotas exiliados.

O sea, que mientras estos últimos conocieron todas las incidencias del caso, así como lo declarado por los innumerables testigos que desfilaron ante la corte floridana, los cubanos del Archipiélago éramos mantenidos al margen de la “campaña propagandística de odio y hostilidad sin precedentes”, como diría el propio Alarcón.

Es por esa razón que, con excepción de los hispanos del Sur de la Florida, la opinión pública mundial no tuvo acceso a los detalles del caso. No supo —pues— de la declaración de los agentes del FBI que, tras descifrar las claves secretas con las que la Red Avispa se comunicaba con sus jefes en La Habana, conocieron el contenido pormenorizado de los mensajes que se cruzaron entre éstos y aquélla. Lo anterior incluía las contraseñas acordadas para que las avionetas civiles de Hermanos al Rescate no fuesen derribadas en caso de que algún agente cubano se viese obligado a abordarlas.

Ese sector ampliamente mayoritario de la población del globo tampoco conoció —esto es apenas otro ejemplo más— sobre la declaración de los siete isleños que aceptaron confesar su propia intervención en las actividades de espionaje, a cambio de recibir castigos más benévolos. Porque sí: aunque Alarcón y compañía silencien ese hecho vital, la verdad es que los Cinco eran, en realidad, no menos de doce.

La ofensiva de propaganda y agitación desatada por el régimen cubano sólo comenzó en la última sesión del juicio, cuando los acusados dieron lectura a sus respectivas deposiciones finales. En la redacción de esos textos —a no dudarlo— intervinieron juristas y responsables del Departamento Ideológico del Comité Central del partido único.

Pero después los textos recibieron, con toda seguridad, el visto bueno de la alta jefatura del régimen. Ellos estaban cuidadosamente diseñados para servir de base a la campaña (esa sí “incesante” y “sin precedentes”) desatada por el castrismo y su séquito internacional de incondicionales y tontos útiles, para dar respaldo a la omisa y distorsionada versión castrista de los hechos.




Mr. René González y el asunto de la ciudadanía

LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 – Los medios en la isla dieron a conocer el viernes y sábado últimos, a nivel de titulares: “Llegó René a la patria”.

René es de uno de los cinco espías convictos de la Red Avispa, condenados a prisión en Estados Unidos, que en Cuba fueron elevados oficialmente a la categoría de “luchadores antiterroristas” y nombrados héroes nacionales.

René González se encuentra en la fase final de su condena, cumpliendo dos años de libertad supervisada, pero autoridades judiciales en Estados Unidos le otorgaron un permiso de dos semanas para que visitara a su hermano enfermo de cáncer en Cuba.

La información divulgada por la prensa cubana especificaba que González forma parte de los cinco “antiterroristas cubanos” presos en el vecino país. Pero sucede que René González no es cubano, ni siquiera tiene doble ciudadanía. Él y Antonio Guerrero, otro de los integrantes de esa red que está aún en prisión, son hijos de cubanos, pero no nacieron en Cuba.

Guerrero y González nacieron en Estados Unidos y están inscriptos como oriundos de ese país. No se sabe que hayan renunciado legalmente a la ciudadanía norteamericana (algo que los norteamericanos pueden hacer y que de hecho algunos hacen, principalmente para evadir el pago de impuestos) y por ende son tan estadounidenses como el Presidente Barack Obama. Y la Carta Magna vigente (1976) no reconoce a los cubanos el derecho a tener doble ciudadanía. Es más, incluso especifica en el artículo 32 que “cuando se adquiera una ciudadanía extranjera se perderá la cubana”.

Claro, existen indicios de que la Constitución va a ser reformada, o remendada. Y entre los cambios que se espera sean introducidos está la aceptación de la doble ciudadanía.  Hay diversos motivos para que se introduzca el mencionado cambio en la Constitución. Entre ellos, que decenas de miles de cubanos hijos y nietos de españoles, han obtenido la ciudanía española pero se han quedado residiendo en la isla, lo que al parecer ha creado una situación un tanto especial, que el gobierno no puede acomodar dentro  del actual marco constitucional.

Otro asunto es que el régimen, según han indicado algunas de sus más altas figuras, quiere normalizar las relaciones con la enorme e influyente comunidad cubana en el exterior, la que principalmente se encuentra en Estados Unidos.

Cientos de miles de esos cubanos tienen ciudadanía de los países donde residen, y legalmente se les ha privado de su derecho natural de continuar siendo cubanos. Paradójicamente, contraviniendo su propia ley, a los cubanos que residen en Estados Unidos después de 1970 el gobierno cubano les obliga a usar pasaporte cubano para entrar al país, aunque tengan ciudadanía norteamericana. Obviamente lo anterior se debe al deseo de las autoridades cubanas de mantener mayor control sobre esas personas y, de paso, sacarles algo más de dinero en trámites consulares, pasaportes y permisos de entrada.

Por supuesto, es evidente que el nuevo deseo de “normalizar las relaciones con los emigrados” se debe a razones económicas; la cifra de las remesas familiares enviadas a la isla desde el exterior anda por los dos mil millones de dólares anuales, una considerable inyección para la arruinada economía cubana.

Pero mientras ese cambio respecto al asunto de la ciudadanía no se introduzca en la llamada Ley de Leyes, no se puede decir que René González “llegó a la patria”, porque él es ciudadano norteamericano y los cubanos no podemos tener doble ciudadanía. La patria de René es Estados Unidos.

De hecho, aunque haya sido galardonado como “Héroe de la República de Cuba”, René estaba trabajando en contra de su país (Estados Unidos) para un gobierno extranjero (Cuba) enemigo acérrimo de su patria.

[email protected]




Cindy chilla en Holguín

LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – La norteamericana Cindy Sheehan, madre del soldado Casey, muerto en Iraq, repitió la visita a Cuba, esta vez para participar en lo que llaman “Coloquio por la libertad de los cinco héroes cubanos”, evento que cerró su séptima edición el sábado 19 de noviembre con una marcha por la Avenida de las Libertades, en la provincia de Holguín.

Cindy Sheehan cambió su táctica, y en lugar de una vigilia, como la que protagonizó en enero de 2007 por el cierre de la base naval de Guantánamo, vino a congraciarse con una dictadura que reprime e impide las marchas pacíficas de la oposición. Para mayor sorpresa, Sheehan donó una medalla de su hijo a las madres de los cinco espías cubanos presos en Estados Unidos.

¿Estaría de acuerdo el soldado Casey en donar su medalla de honor a “luchadores antiterroristas” que apoyan las ejecuciones preventivas, las leyes de peligrosidad pre-delictiva, las golpizas de la policía política o los juicios sumarios contra pacifistas de la sociedad civil cubana?

Pero lo más representativo de esta “antibelicista y activista de derechos humanos”, además de violar reiteradamente las leyes del embargo norteamericano, es protagonizar una marcha en sintonía con la Federación de Mujeres Cubanas, organización subordinada al poder político en Cuba.

Cindy Sheehan desfiló junto a más de 20 mil trabajadores holguineros, entre ellos autoridades de la provincia y familiares de los cinco espías, sabe Dios si convocados a cambio de una “merienda reforzada” o el pago doble de la jornada laboral.

Mientras esto sucedía el sábado, Seguridad del Estado diseñaba estrategias para impedir que activistas de la oposición participaran en la misa que se celebra cada domingo en la iglesia capitalina Santa Rita de Casia, a la que asisten entre 40 y 60 Damas de Blanco. Los métodos ya los conocemos: amenazas, arrestos preventivos o secuestros.

Ahora que a Cindy le ha dado por caminar pacíficamente en esta isla prisión, debería saber que hace un año, a raíz del séptimo aniversario de la Primavera Negra de 2003, la inteligencia cubana emitió un documento que regulaba las marchas de las Damas de Blanco. Para marchar por la Quinta Avenida o cualquier otra calle o avenida capitalina, debían solicitar a la policía un permiso con 72 horas de antelación, además de admitir como máximo diez damas de apoyo. Según otro de los puntos del documento, tampoco se permitirían hombres en las caminatas.

Las Damas de Blanco no acataron tal absurdo y los represores archivaron la orientación.

¿Habrán solicitado Cindy y los demás extranjeros invitados al séptimo coloquio un permiso para su realización?  Si desde un principio la marcha, convocada por la Federación de Mujeres Cubanas, con el apoyo foráneo de Cindy y sus parlantes se ideó sólo para féminas, ¿por qué en el reporte televisivo de la periodista oficial Marel González aparece que “miles de hombres también recorrieron la Avenida de las Libertades?”.

Quizás sería lucrativo que en lo adelante Cuba incluyera en sus paquetes turísticos las manifestaciones pacíficas –sin represión-, por supuesto, solo para extranjeros. Con este aporte adicional de divisas, el gobierno obtendría recursos para reprimir mejor las manifestaciones de los cubanos.

¿Acaso no está enterada Cindy de que en Banes, muy cerca de donde marchó ella, fue sepultado hace menos de dos años el prisionero político y mártir de nuestra disidencia, Orlando Zapata Tamayo, y que las turbas paragubernamentales, organizadas por la policía política, reprimían violentamente a la madre y los familiares de Zapata, cada vez que  marchaban pacíficamente hacia el cementerio de Banes?

Paradójicamente, el gobierno de Cuba le ofrece a los extranjeros los derechos  que nosotros no podemos disfrutar. Cindy Sheehan chilla en Holguín, porque aunque puede hacerlo tranquilamente sin que nadie la moleste ni reprima en su país, lo mismo en Boston que en Wall Street, no conseguirá igual entonación, ni armar tanto ruido.

[email protected]




La democracia norteamericana

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Sorprendentemente los periódicos The Miami Herald y El Nuevo Herald recibieron espacio rimbombantemente positivo en el noticiero del mediodía de la televisión el 25 de enero, porque “amigos de Cuba lograron colar” un anuncio con las fotos y en demanda de la liberación de los 5 cubanos condenados como espías, y que el gobierno cubano considera héroes. Era la mayor evidencia de otra “victoria contra el imperialismo yanqui”, por eso mostraban las páginas. Indudablemente, el simbolismo es inmenso.  Esos diarios son sistemáticamente acusados de parcializados por las autoridades cubanas y los medios oficiales.

El 11 de enero el titular: “Colocan valla de los cinco en pleno corazón de Miami”, había ocupado la primera página del periódico Granma, y espacios en otros medios. Se decía que en el mismo corazón de la Pequeña Habana, exactamente a unos metros de Magic City Casino (450 NW 37th Ave), apareció una valla con los retratos de los cinco cubanos antiterroristas, con el mensaje “Free the Cuban Five”; valla auspiciada por la Alianza Martiana. Pero el 13 de enero, también en la primera página, se informaba que la valla había sido retirada: “Por 24 horas se respiró en Miami aires de tolerancia y libertad de expresión”. Según se ha sabido otros cubanos hablaron con quienes alquilaron el espacio y decidieron remover la valla.

Poco después, el programa Mesa Redonda de la televisión entrevistó vía telefónica a  Andrés Gómez, organizador de una  “caravana”  que recorrería céntricas calles de Miami para pedir la libertad de los 5, y  preveía disturbios, pero al día siguiente, en el mismo medio expresó que los autos habían recorrido las calles sin ninguna dificultad e incluso la policía los había acompañado. Posiblemente esa fue la causa de que no se encontrara en grandes letras en los periódicos de acá.

En realidad, estas  son victorias pírricas de las autoridades cubanas y quienes las apoyan, que mueven a las comparaciones hasta a la persona más ingenua y desinformada. Los hechos demuestran el respeto a la libertad de opinión, expresión, reunión y asociación pacífica, la independencia de los medios y el derecho a la toma de decisiones personales en Estados Unidos. Incluso el Sr. Gómez ha encanecido desde que viajó por primera vez a Cuba con una brigada de solidaridad con el gobierno, y son incontables sus estancias a pesar de las restricciones de viaje. Quizás haya tenido que pagar multas en su país, pero no ha permanecido hacinado en una prisión de Estados Unidos, como ha ocurrido a miles de cubanos que han intentado cruzar ilegalmente el Estrecho de Florida, desesperados por no recibir el indispensable permiso de salida del gobierno, conocido como la “tarjeta blanca”. Muchos otros han muerto en el intento.

Ahora mismo permanecen en las cárceles algunos de los prisioneros de conciencia del Grupo de los 75 que no quieren viajar a España y muchos reos políticos pacíficos más.  Lamentablemente, los conmovidos miembros de la Alianza Martiana y otros grupos de cubano-americanos y norteamericanos no se han interesado por las acusaciones injustas, los juicios sin garantías procesales y las horribles condiciones de las prisiones en Cuba, incluida la prisión provincial de Guantánamo, a pocos kilómetros de la existente en la estadounidense Base Naval de Guantánamo.

Los isleños no podemos expresar libremente nuestras ideas. No se publican nuestros escritos, ni tenemos acceso a la televisión y la radio, si no seguimos los guiones del Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). La inscripción de una organización no gubernamental, la colocación de un cartel y una reunión pública, por pequeñas que sean, no son autorizadas. Los lugares de encuentro son rodeados y hay detenciones para impedir la asistencia.  Ni pensar en recorrer calles con altavoces y consignas. Desde marzo de 2005 se restablecieron los infaustos “mítines de repudio” donde grupos de cubanos, arriados por la policía política y las supuestas organizaciones de masas, se lanzan con gritos, ofensas y, en ocasiones, hasta golpes, contra otros cubanos pacíficos e indefensos.

Ciertamente, estimulan las libertades de la imperfecta democracia yanqui.  En Cuba todavía no hemos podido llegar a ejercer el derecho de perfeccionar nuestra democracia, porque sencillamente no existe ninguna. Las autoridades cubanas tan dadas a proclamar los logros de su sistema, siempre con la intención de mostrar superioridad respecto a Estados Unidos, en su patio tendrían que permitir actividades semejantes a las de sus admiradores en las calles de Miami, Washington DC, Nueva York, El Paso, Los Ángeles y otras ciudades, que divulgan a bombo y platillo.




Moralejas que ofrece el derrumbe de un autócrata

MIAMI, Florida, enero, 173.203.82.38 -El primero de enero la prensa cubana dedicó un espacio particular para destacar el saludo oficial que enviara el presidente de Túnez El Abidine Ben Alí, en ocasión del aniversario 52 del triunfo de la Revolución. El mensaje del mandatario tunecino fue resaltado por los medios noticiosos de la Isla, entre los numerosos que por la efeméride hacen llegar numerosos gobiernos amigos o que mantienen relaciones con Cuba. En el caso del mandatario del país norafricano la rutina diplomática tenía un detalle digno de destacar. Se trataba del apoyo solidario hacia cinco agentes cubanos condenados en Estados Unidos por actos de espionaje, que el presidente de Túnez hacía patente al gobernante Raúl Castro.

Ben Ali se pronunció en la misiva a favor de fortalecer aún más las relaciones de amistad y cooperación con Cuba, e hizo hincapié en el deseo de llevar a cabo acciones conjuntas al servicio de los intereses de los dos pueblos amigos. La representación de la embajada cubana en Túnez organizó de inmediato una intensa campaña divulgativa dando a conocer este gesto amistoso de un aliado poco conocido en los ámbitos caribeños.

Mal le debe ir ahora a los funcionarios de la cancillería destacados por La Habana en la  legación diplomática tunecina, que en su euforia no supieron barruntar los malos aires que soplaban en el ambiente socio político del país donde estaban, y que traían presagios de un vendaval que acabó en apenas unas semanas con el amistoso presidente. Las primeras rachas habían sido anunciadas por el periodista Rasha Moumneh. En un trabajo publicado en los primeros días de enero, el reportero de Human Rights Watch narraba el acto de desesperación cometido en diciembre del 2010 por Mohamed Bouazizi, un joven de 26 años que se prendió fuego cuando la policía le confiscó la licencia para vender vegetales. La muerte del graduado universitario originó fuertes protestas.  No fueron las únicas. El 22 de diciembre, las fuerzas represivas mataron a una muchacha de 18 años que se manifestaba por la muerte Neiji Felhi, otra joven de 24 años, quien se electrocutó en plena vía púbica,  mientras gritaba contra la miseria y el desempleo imperantes.

Ninguno de estos hechos ocupó la atención de la prensa oficial cubana. Tal vez los personeros de la embajada en Túnez prefirieron ignorarlos, pensando que el hombre fuerte sortearía la tormenta, combinando represión y  la demagogia.

El 10 de enero el presidente Ben Alí, casi a punto de ser derrocado por las revueltas populares, cargó contra las manifestaciones como “acciones terroristas imperdonables cometidas por bandas de delincuentes.” También acusó a ciertos intereses extranjeros de instigar a los grupos internos para manipular la realidad y perjudicar la integridad nacional. Un discurso que suena familiar en Cuba, donde otra dictadura lleva casi el doble de tiempo en el poder que lo que pudo contabilizar su socio africano. Pero esta vez la receta  añeja que apela a ingredientes conspirativos, planes desestabilizadores, dosificación de arrestos, control de la libre expresión y  un puñado de violencia represiva, no surtió el efecto esperado.

Facebook y los medios masivos de comunicación llevaron al mundo la verdad que intentaba  desfigurar el régimen tunecino.  La sociedad civil se encargó del resto. Fueron los periodistas, blogueros, abogados, opositores y ciudadanos comunes, los supuestos delincuentes y agentes manipuladores, que en vez de prenderse candela o lanzarse a un cable de 300 000 mega watts, prefirieron vender sus vidas a un precio mayor.

Es llamativo que en momentos en que el amigo solidario con los Cinco haya puesto kilómetros entre su persona y la gente enardecida, Juventud Rebelde diera cuenta de los hechos que terminaron con 23 años en el poder del gobernante norafricano. En uno de sus párrafos,  el escrito del diario de la organización juvenil comunista expresa que “Las protestas populares contra la corrupción, el desempleo y la carestía de la vida en Túnez comenzaron en diciembre pasado pero adquirieron un sesgo dramático a comienzos de esta semana (10 de enero) y se extendieron a la capital del país, a pesar de las fuertes medidas de contención empleadas por la policía y el Ejército.”

Ni la represión, que es a lo que se refiere el artículo cuando habla de disposiciones contentivas,  o las promesas de crear centenares de miles de puestos de trabajo, rebajar los precios de la canasta básica e investigar las denuncias sobre corrupción, de convocar elecciones legislativas emergentes y la abstención a una nueva candidatura para prolongarse en la presidencia, lograron apaciguar a una población que vio la oportunidad de acabar con la ambición ilimitada  del autócrata que los ahogaba. Buena razón para que saquen conclusiones en La Habana y emprendan de una vez la andadura por el camino correcto.




Silencio cómplice

LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – Transcurridas ya varias semanas de que se supiera la noticia en el mundo, los medios de comunicación cubanos no han hablado sobre la nueva estrategia de los abogados en el proceso de apelación del principal de los “cinco héroes”, Gerardo Hernández. Resulta insólito el silencio de La Habana, tratándose de la publicitada causa de “los cinco”, tema constante de la maquinaria propagandística cubana.

Ni el programa Mesa Redonda ni el periódico Granma se han pronunciado sobre el nuevo giro de la defensa, obviamente aprobado por Gerardo, un hombre que, según el gobierno, “sacrificó los mejores años de su juventud para salvar a su pueblo”.

Aunque, particularmente, me parece que más sacrificados que Gerardo son los médicos cubanos enviados a  trabajar por migajas, muchas veces en terribles condiciones,  a Venezuela y otros países del Tercer Mundo. Son muchos los cubanos de cualquier edad, sobre todo los jóvenes, que desearían ser enviados a una “misión” en “la Yuma”, el imperio más rico y próspero del planeta.

El único sacrificio de Gerardo ha sido permanecer en prisión cargando las culpas de otros, que disfrutan de plena libertad. No obstante, los cinco asumieron los riesgos de ser espías, y les toca cargar con las consecuencias.

A pesar de la mudez de las autoridades de la isla con respecto al asunto, no creo que el hecho las haya tomado por sorpresa. El gobierno cubano sabía perfectamente cuál sería la nueva declaración de su “avispa mayor”.

La contradicción entre la nueva defensa de Gerardo y la posición del gobierno cubano respecto al derribo de dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate en 1996, que cobró la vida de cuatro personas, parece más bien una concesión, una última jugada de La Habana para intentar conseguir algo que se parezca a una victoria, al lograr que al menos se reduzca el castigo del espía jefe, condenado a dos cadenas perpetuas, más 15 años de privación de libertad, por conspirar para cometer asesinato.

La sentencia fue ratificada por la Corte de Apelación del Onceno Circuito de Atlanta. En Cuba se dijo que la Corte “supuso una evidencia, no demostrada”. No hay dudas que el gobierno cubano sabía cuál sería el nuevo alegato de la defensa: Reconocer que las aeronaves fueron derribadas en aguas internacionales e intentar  demostrar que Gerardo no sabía las intenciones del gobierno cubano.

No me parece que haya divorcio entre el espía y sus jefes. Desde hace meses La Habana esperaba el pronunciamiento del gobierno norteamericano respecto a la petición de habeas corpus a favor de Gerardo; recurso extraordinario establecido en la ley norteamericana para los casos cerrados como el de Hernández.

Así lo hizo saber Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional, quien obviamente tiene asignada la tarea de cacarear por el mundo la “causa de los cinco” en cada escenario que pisa.

El silencio sobre las declaraciones de Gerardo no se debe a la sorpresa, más bien es complicidad. Sin embargo, la noticia no es apta para el consumo del pueblo cubano, que permanece sin información, ajeno a los hechos, a pesar de ser el que paga los abogados y los gastos de la enorme y costosa campaña propagandista, que incluye frecuentes coloquios internacionales y los 111 comités por la liberación de los cinco, creados en todo el mundo.