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Marthadela Tamayo y las caras de la violencia política en Cuba

Marthadela Tamayo, Cuba, Red de Mujeres por la Igualdad

Marthadela Tamayo, Cuba
Marthadela Tamayo (Foto de la autora)

LA HABANA, Cuba. – Marthadela Tamayo, activista por los derechos humanos e integrante del Comité por la Integración Racial (CIR), cree en las alianzas como una de las estrategias que debe considerar la sociedad civil cubana, sobre todo entre quienes están intentando que exista en Cuba una Ley Integral de Género pero, ¿a quiénes aliarse? ¿Con qué objetivos?, le pregunto.

“Creo en las alianzas. Yo firmé la Solicitud de Ley Integral, y como yo otras mujeres de la Red. Firmamos de la manera que lo estaba pidiendo, digital, y ¿sabes por qué?” -pregunta Marthadela- por que “no importa qué plataforma gane la ley, ya sea YoSíteCreoEnCuba, la Red de Mujeres por la Igualdad del CIR, la Red Femenina de Cuba, la Alianza Cubana por la Inclusión, la Plataforma Femenina, o María, pidiendo una ley como actor independiente de la sociedad civil, lo que importa es que la ley exista”.

Todo parece indicar que eso lo tienen claro, aunque la Solicitud de Ley Integral contra la violencia de Género, que hicieran cuarenta mujeres en noviembre de 2019 a la Asamblea Nacional del Poder Popular, no se detiene en la violencia política de la que es víctima la entrevistada.

Las alianzas no implican -según Tamayo- “andar todos de la mano como en el gran placer, sino no darnos la espalda, ver los puntos de encuentro dentro de los desencuentros, ver lo que nos une en la diferencia y a lo mejor, dentro de las doscientas personas que llegaron a ser firmantes de la Solicitud, hay ciento noventa que no quieren hablar de violencia política, pero habrá diez que sí”, y dice confiar en esta cifra.

Pero de lo que está segura la activista es “que si seguimos nosotras dando la espalda, más el gobierno invisibilizándonos totalmente, llevándonos todas las iniciativas, porque tienen los recursos para hacerlo, nuestra voz se va quedando ahí apagada”.

Marthadela reconoce que esta es una de las caras de la violencia política de la que no se quiere hablar: “entonces esas incidencias en las que, como plataforma de género, intentas hacer dentro de las instituciones cuando puedes llegar, no pasarán nunca”. Al afirmar esto, la activista recuerda el último incidente que vivieron varias mujeres del CIR cuando intentaban llegar a la proyección del documental “En busca de un espacio”, de Marilyn Solaya, basado en el libro “En busca de un espacio. Historias de mujeres en Cuba”, del historiador Julio César González Pagés.

“Intentamos llegar a la proyección y no nos dejaron salir ni de nuestras casas”, dice Marthadela, que recuerda a los represores apostados en la calle, amenazando.

“Algunas de las mujeres que estarían allí no se proyectaron públicamente sobre lo que estaba pasando, pero yo tengo tres que me escribieron: ´¿Marta, qué te pasó? ¿Por qué no pudiste llegar?´, y otra que dijo: ´Oh, ¿y esto?, ¿qué pasó?´”.

Tal episodio lo cuenta como si empezar a ser testigos, enterarse de primera mano de lo que viven las mujeres que se oponen políticamente, formara parte de la estrategia de establecer alianzas, más cuando la imagen que el régimen proyecta en las redes sobre el tema es distorsionada a propósito.

Para Marthadela, la solidaridad también se construye: “Ellas, capaz que no tengan en la mira el tema, pero la violencia política es un rostro dentro de la violencia de género, es una manera también de violentarnos y nosotras hemos sido víctimas de ello. Nosotras, las Damas de Blanco y otras tantas”, asegura, a la vez que concretiza los puntos que tiene en común la Red de Mujeres por la Igualdad, del CIR, con las demás organizaciones.

“Desde el CIR apoyamos la campaña #UnidasPorNuestrosDerechos donde confluyen diferentes organizaciones, periodistas, activistas, alguna ama de casa. Y tenemos tres propuestas muy básicas”. Todas coinciden con el sentido común y con la necesidad de que cese la violencia contra las mujeres y las niñas: “que se actualicen los datos reales de los feminicidios en Cuba; que los funcionarios, policías, no revictimicen a las mujeres que llegan violentadas; y número tres, que se tipifique en el código penal cubano la existencia de la violencia de género y, dentro de ella, la violencia que hay hacia ti, hacia mí, hacia las activistas y defensoras de derechos humanos, la violencia política”.

Es evidente que tal agenda coincide en casi todos los puntos con la de otras organizaciones dentro de Cuba, entonces, ¿cómo se justificaría el hostigamiento sobre este grupo de mujeres en particular?

“Molesta todo aunque parezca que abarca mucho esta palabra”.  Marthadela habla del hostigamiento que ella misma ha sufrido desde que regresó a la Isla luego de concluir la beca de género Andi Parhmovich , otorgada por el Instituto Nacional Demócrata (NDI, por sus siglas en inglés), y de cómo incomoda a algunos el trabajo que ha venido desarrollando el CIR en barrios periféricos de la ciudad.

“Nos centramos en las mujeres afrodescendientes, que viven en esos “llegaypón” donde habita una pobreza extrema femenina, y donde la mujer como único se percibe es desarrollando una labor doméstica, vendiendo útiles del hogar o limpiando casas para sustentar a sus hijos”, dice Marthadela. Ella también señala aquello que más les preocupa como organización es que para estas mujeres no hay otros horizontes.

Así, concluye expresando lo que piensa abiertamente sobre la espera a la que el Estado cubano obliga a las mujeres que han pedido una Ley Integral: “No hay una voluntad política, por eso hay que esperar hasta el 2028”, afirma. Su denuncia deja ver otra arista de violencia política, aún así, tiene la esperanza de que la falta de solidaridad solo sea “el temor” a que “las satanicen como se ha hecho con los derechos humanos y sus defensores porque el oponente contra el que se está luchando es fuerte, y si andas con Marta o con Nancy, te vamos a catalogar igual”. Eso implica represión, hostigamiento, vigilancia, interrogatorios, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias.

“Tiene que ser solo temor porque todas las mujeres que están abogando por los derechos de todas están altamente preparadas. Yo he hablado con algunas de ellas y estamos convencidas que hace falta la Ley, y eso nos une”, concluye la activista.

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