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Elecciones en Perú: Pedro Castillo aventaja a Keiko Fujimori por 78 737 votos

MIAMI, Estados Unidos.- Con el 97.17 % de los votos contados a las nueve de la mañana de este martes, el izquierdista Pedro Castillo aventaja a Keiko Fujimori por 78 737 votos en la carrera para la presidencia de Perú, cuyas elecciones se celebraron el pasado domingo.

Según el diario Semana aún quedan por escrutar el 3% de las mesas de votaciones, que autoridades aseguran pertenecen mayormente a los peruanos que participaron en los comicios electorales desde el exterior, y que podría favorecer a la candidata del partido Fuerza Popular.

A pesar de que Keiko Fujimori, de 49 años, tuvo la ventaja desde el primer informe oficial entregado por la ONPE (Oficina Nacional de Procesos Electorales), el ballotage giró este el lunes a favor del maestro de escuela rural, de 51 años, a medida que avanzaba el conteo de las mesas en áreas rurales.

Castillo se impone a Fujimori este martes en la mañana por el 50.230 %, ante el 49.770 % de la hija del expresidente Alberto Fujimori.

Los resultados de las elecciones en Perú podrían tardar varios días, en lo que se contabilizan los votos emitidos en el extranjero, con un millón de electores.

El presidente interino Francisco Sagasti reaccionó tras la votación, y dijo que “los resultados que tenemos hasta el momento son una clarinada de alerta, un claro y firme llamado a la reconciliación y a la unidad nacional”.

Entretanto, Fernando Tuesta, ex jefe de la ONPE, dijo a la agencia de noticias AFP que hay posibilidades de que Castillo “pueda ganar porque falta parte del voto rural y extranjero”, y agregó que “llegará un momento en que el conteo vaya lento porque tardan en ser procesadas actas (rurales/extranjero)”.

Por su parte, el experto en derecho electoral José Tello explicó al diario peruano El Comercio que la resolución de actas observadas y su cómputo sí podrían tener algún importante efecto. “Esto está apretado por decenas de miles de votos. Por supuesto que pueden cambiar la historia y los números. Ni el señor Castillo ni la señora Fujimori pueden cantar victoria”.

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Perú en la encrucijada

MIAMI, Estados Unidos. – Este domingo el electorado de Perú determinará el futuro al que aspira. A pesar de los quebrantos padecidos, aún le resta soberanía, particularidad inexistente en los países controlados por el marxismo o el populismo castrochavista, donde no existe la posibilidad de escoger una ruta que conduzca a la alternabilidad, sino la que inevitablemente termina en la desesperanza.

La sociedad peruana ha enfrentado en estos últimos años crisis muy severas que han puesto en peligro el sistema democrático. Todo parece indicar que existe una rivalidad muy seria al interior de la clase política, el clásico cuento del cangrejo que, cuando está a punto de salir del recipiente en el que se encuentra atrapado, es derribado por sus pares.

Ignoro las particularidades internas de Perú, pero tengo la impresión ―la inestabilidad de estos últimos años lo delata― de que la mayoría de sus políticos repiten la conducta de sus pares latinoamericanos de frustrar las esperanzas que cándidamente los electores depositan en ellos, lo que al final de cuentas los conduce a elegir al peor de todos, tal y como ocurrió en Venezuela con Hugo Chávez y en Nicaragua con Daniel Ortega.

La realidad es que el electorado debería ser mejor que sus políticos, pero no siempre resulta así. El votante amargado y desilusionado opta por el suicidio político, eligiendo a quien de una vez por todas va a liquidar sus opciones futuras. Es como una especie de voto castigo doble. Se penaliza al candidato, mientras, el elector se inmola.

En una democracia eficiente el funcionario electo es seleccionado por la población entre varios postulantes y el elector debe informarse sobre las opciones; sin embargo, a pesar de estar informado, puede elegir a un sujeto contrario a sus oportunidades y prerrogativas, sepultando así las libertades y privilegios ciudadanos.

Los dirigentes sociales y los políticos en general tienen una gran responsabilidad por la situación actual, pero el juez y verdugo final es el ciudadano que, con su respaldo masivo ―así ocurrió en Cuba en 1959 y, mediante elecciones, en Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Argentina y Venezuela― le confiere el poder a propuestas y sujetos que no buscan el gobierno sino el control perpetuo del Estado.

La segunda vuelta electoral peruana es una especie de reto al electorado, que tiene la oportunidad de elegir a una fuerza política definida como marxista (a estas alturas del juego todos sabemos lo que esa guillotina de los derechos y oportunidades significa), o superar las frustraciones acumuladas y elegir un candidato dentro del sistema que, de no cumplir sus promesas, puede ser relevado de su cargo sin violencia.

Las alternativas para los votantes están muy claras, son concretas: los candidatos han sido muy específicos en sus propuestas, en consecuencia, quien resulte electo, nunca podrá ser acusado de haber faltado a sus promesas. Los votantes mostrarán si sus frustraciones les impulsaron a correr el riesgo de equivocarse nuevamente o si decidieron de una vez por todas acabar con las opciones de cambio que se les presentan periódicamente.

Hay sectores de la ciudadanía que evidentemente no simpatizan y hasta rechazan las alternativas, pero la escogencia es final. Los candidatos son realmente contrapuestos. Hay que elegir a quien se considere mejor.

Pedro Castillo, como hiciera Hugo Chávez en su momento, va por la refundación, plantea una nueva constitución que establecerá las pautas por las cuales se regirá el país. Favorece que el Estado ―en realidad los individuos que detentan el poder― sea regulador de la vida de todos y, si un Estado débil es peligroso, lo es mucho más aquel que está controlado por un grupo de “iluminados” que se sienten capaces de decidir sobre la vida de los Otros.

La sustitución del sistema económico vigente que, aunque injusto, ofrece alternativas de cambio y espacios para soluciones diferentes, afecta el futuro general de la nación. La economía al igual que la política se infiltra en toda la sociedad y determina decisivamente las opciones

Para algunos, confiemos sea la mayoría, Keiko Fujimori es la opción más prudente, porque cuando la política pasa a ser controlada en los laboratorios de estos “salvadores”, el elector puede estar seguro de que el resultado va a ser más devastador que la COVID-19.

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¿Quién ganó el primer debate presidencial en Perú?

LA HABANA, Cuba. ─ El pasado sábado se realizó el primer debate  entre los dos candidatos aún en pugna por la presidencia del Perú: el maestro Pedro Castillo y Keiko Fujimori. La discusión tuvo lugar en la Plaza de Armas de Chota, villa natal del primero, en el departamento de Cajamarca. La razón por la cual fue seleccionado ese sitio y el interés que despertó el debate… en la Argentina son dignos de una comedia de enredos.

Se hace evidente que el candidato Castillo rehúye esos enfrentamientos. Y sus buenas razones tiene para ello: pese a su vocación marxista, su desempeño dialéctico no es nada brillante. Por esa razón lanzó a su contrincante una especie de ultimátum: el debate presidencial tendría que realizarse entre sus coterráneos. Keiko aceptó el reto, y fijó día y hora.

El anuncio despertó un notable interés… entre los argentinos. Y no por razones políticas, sino por características de la variedad del castellano que se habla en el país austral. Como mismo “chota”, en Cuba, se usa para designar a un delator, en las inmediaciones de la Plata sirve para referirse… al miembro viril. Que una mujer aceptara la invitación hecha en esos términos por un hombre, sirvió para animar las redes sociales por un buen rato.

En cualquier caso, el duelo verbal se celebró en definitiva. Y con un formato que difiere del que suele utilizarse en otros países. Llama la atención que a uno y otro debatiente se le concede más tiempo para exponer sus criterios. Las que sí faltaron (al menos en esta primera entrega) fueron las preguntas dirigidas directamente por cada candidato a su contrincante.

Bien asesorado, el señor Castillo eludió identificarse con el fatídico “socialismo del siglo XXI”: “No somos comunistas”, son sus palabras. Y esto pese a que su partido (“Perú Libre”) se define como “marxista-leninista-mariateguista”. Pero ya sabemos de qué pata cojean los miembros de la secta. También Hugo Chávez, al aspirar por primera vez a la presidencia de Venezuela, calificó a Cuba como “una dictadura”; después pasaría a describirla como un “océano de felicidad”.

Pero ya lo dice el refrán: “Perro huevero, aunque le quemen el hocico”. A pesar de su interés por desmarcarse del “fantasma del comunismo”, al inicio de su intervención el líder magisterial no pudo evitar arremeter contra el capitalismo ni emplear el argot habitual de la secta. Al referirse al problema de la pandemia en el Perú, afirmó que él es “producto de la implementación de este modelo neoliberal”.

En líneas generales, el debate fue un verdadero duelo de propuestas populistas. Castillo repitió su lema de campaña (“¡Que no haya pobres en un país rico!”) y prometió revisar los contratos con las trasnacionales para que el 70% de las utilidades queden en el país; “el oro, la plata y el zinc deben ser para los peruanos”. Por su parte, Fujimori no se quedó muy atrás: Con respecto al canon que pagan las empresas mineras, planteó entregar directamente a la población el 40% de lo recaudado.

Por otro lado, don Pedro demostró ignorar la legislación: “Proponemos muerte civil para todos los corruptos”, dijo, a lo que Fujimori contestó: “Se nota que el señor Castillo desconoce las normas. La muerte civil (en casos de peculado) se aprobó en el congreso anterior”. Lo mismo con el “derecho a la salud”, que Castillo quiere incluir en la nueva Constitución que propone, aunque la actual lo proclama en su artículo 15.

Refiriéndose a un balotaje anterior (el de 2011 entre Ollanta Humala y la misma Keiko Fujimori), el gran escritor y demócrata Mario Vargas Llosa comentó: “Es como optar por el cáncer o el SIDA”. Creo que, para actualizar el dilema, podría decirse que la elección de este año equivale a escoger entre el Virus Comunista Chino y la gripe. Claro que esta última dolencia es preferible, y por eso —creo— lleva razón el Premio Nobel de Literatura cuando optó por la hija del encarcelado expresidente Alberto Fujimori.

Pedro Castillo representa una nueva edición de los regímenes autoritarios del fatídico “socialismo del siglo XXI”. Sabemos que se trata de un sistema que, en casos extremos —como los de Chávez y Maduro en Venezuela y el nicaragüense Ortega—, ha degenerado en sangrientas dictaduras.

El maestro se caracteriza por el uso de un sombrerón típico de su región de Cajamarca. Pero ese tocado me recuerda en demasía a otro personajillo funesto: el hondureño Mel Zelaya. Castillo también se exhibe montado en su yegua, medio de transporte ecológico, despacioso, barato y demagógico, el cual utiliza para dárselas de hombre modesto.

Confiemos en que nuestros hermanos peruanos presten oídos sordos a los cantos de sirena de Pedro Castillo y sus incondicionales. Que no tengan que pasar por lo mismo que sufrieron los ecuatorianos al hacerle caso a Rafael Correo o los bolivianos a Evo Morales.

O peor aún: a los venezolanos que, de manera irresponsable, otorgaron la presidencia a Hugo Chávez, el exgolpista que empezó la metamorfosis que ha transformado a su desdichado país (otrora vanguardia de Latinoamérica) en el más pobre del subcontinente.

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Keiko Fujimori vs. Pedro Castillo: una salida incierta para el Perú

LA HABANA, Cuba. ─ Advertía hace unos años Carlos Alberto Montaner que “en América Latina nadie jamás desaparece del todo, haga lo que haga, ni siquiera tras la muerte”. Para corroborarlo, ahí están  las sucesivas reencarnaciones del peronismo, el sandinismo y el aprismo, entre otros.

Las políticas de los líderes que más daño hicieron a sus naciones, como las de Juan Domingo Perón en Argentina, son las más persistentes en sus retornos. Ahora, en Perú, pudiera retornar el fujimorismo. Si no lo hace en la persona de Alberto Fujimori, es porque el expresidente ─que, secundado por su lugarteniente Vladimiro Montesino, resultó un dictador─ está imposibilitado de presentar su candidatura a la presidencia  por estar en prisión. Pero a la contienda electoral irá su hija Keiko, de 46 años.

Si Keiko Fujimori  no  logra la presidencia  será porque habrá sido derrotada por Pedro Castillo. Y eso sería lo peor que le pudiera pasar a Perú.

Pedro Castillo, un ensombrerado  maestro rural y sindicalista que no parece tener límites en cuanto a ridiculeces, es un obnubilado por el llamado “socialismo del siglo XXI” y no oculta sus intenciones, si llega a la presidencia, de reformar la constitución  e instaurar una “democracia popular y  participativa”.

Debido a las agudas desigualdades sociales existentes en el país y al hartazgo de los peruanos con los políticos corruptos que han padecido en los últimos años, es muy probable que se dejen seducir por las promesas populistas de Castillo y, perdonándole sus bufonerías y barrabasadas, voten mayoritariamente por él, dándole la presidencia. Luego, ya sabemos lo que vendrá.

Ojalá que los peruanos comprendan a tiempo que elegir a Keiko Fujimori, aun si significara la restauración de un fujimorismo light, cosa que no necesariamente tiene que ocurrir, sería un mal menor si se compara con lo que les espera bajo un gobierno de Castillo.

De Keiko Fujimori podrían salir dentro de cuatro años, en las próximas elecciones. O antes, como salieron hace poco de Vizcarra. Pero  Castillo, luego que esté en la presidencia, como sus mentores Nicolás Maduro, Evo Morales y Daniel Ortega, hará todas las trampas posibles para perpetuarse en el poder.

En el año 2011, Keiko Fujimori perdió en la segunda vuelta una elección frente a Ollanta Humala. Por suerte para los peruanos, en contra de los pronósticos de muchos, Ollanta Humala, aunque corrupto, no resultó como su hermano Antauro, el asaltador de cuarteles cuyo propósito declarado era  “limpiar Perú a sangre y fuego de la oligarquía blanca” y, bajo la bandera del cóndor y la cruz negra sobre fondo rojo, recomponer el imperio incaico del Tahuantinsuyo.

Hace diez años, cuando los peruanos tuvieron que escoger entre Keiko Fujimori  y Ollanta Humala, el escritor Mario Vargas Llosa sentenció que era como “elegir entre el cáncer y el SIDA”.

En aquella ocasión, Vargas Llosa, que había sido derrotado por Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales de 1990,  finalmente, aunque sin entusiasmo, se decidió a votar por Ollanta Humala.

Pero ahora, cuando es peor el dilema, puesto a elegir entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo, o lo que es lo mismo, entre la democracia liberal y el socialismo del siglo XXI, Vargas Llosa dio su apoyo a Keiko, la hija de su archienemigo político.

Vargas Llosa es un hombre que no suele equivocarse. Luego de presenciar las dictaduras militares  de Odría y Velasco Alvarado, el terrorismo de Sendero Luminoso, el fujimorismo y la plaga de gobernantes corruptos que le siguió, suele preguntarse, con amargura, “cuando fue que se jodió Perú”. Y no quiere Don Mario que con el populismo socialista de Pedro Castillo Perú se siga jodiendo más de lo que está.

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