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El cielo por techo

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – La Avenida de los Presidentes es una de las principales del Vedado y de La Habana. Una amplia vía característica del barrio, construido bajo las pautas urbanísticas de la ciudad-jardín.

Después de 1959, muchas de las estatuas de los mandatarios cubanos que se levantaban en el ancho paseo central que separa las dos vías, fueron removidas por el poder recién instaurado, debido a que, decían, esos presidentes representaban a una Cuba neocolonial. Las estatuas de bronce y las letras incrustadas en sus pedestales fueron desaparecidas, para hacer que la memoria de la época republicana se borrara.

En la actualidad, la calle G, nombre que identifica también a la avenida, es el sitio de reunión de diferentes grupos de jóvenes que nada tienen que ver con aquellos presidentes, y menos con el de hoy.

En las noches se reúnen allí rockeros, emos, reparteros, etc., por sólo mencionar algunas de las corrientes socio-culturales con que se identifican estos jóvenes, que buscan y encuentran en esa calle el espacio que se les niega, tanto por las autoridades, y también por algunos vecinos de la zona que se quejan de su indeseada presencia.

La calle G y la noche brindan refugio a aquellos que no han encontrado otro sitio donde reunirse, compartir sus sueños, intercambiar ideas y descubrirse en la mirada de sus iguales, o en los acordes de una guitarra. Mañana tendrán una vida diferente, pero quizá mantengan algunos de sus anhelos juveniles de libertad. Contrastan con estos jóvenes noctámbulos los pedestales sin estatuas de la avenida, como columnas truncadas para obligar a la nación a la amnesia.

Aunque no hayan sido perfectos, nuestros pasados presidentes tuvieron un papel importante en la historia de la nación. Su memoria, perpetuada en estatuas de bronce, evoca un pasado que nos pertenece y es parte de nuestra nación, tanto como lo son los jóvenes que hoy se agrupan alrededor de esta estatuas mutiladas, a pesar de que sus rostros, peinados y atuendos, nos puedan parecer extraños.

Tarde en la madrugada desaparecen los jóvenes soñadores y los jardines de la Avenida se pueblan de los que ya no pueden soñar, indigentes y desamparados que duermen en sus bancos y tienen como techo el cielo y las estrella. La calle G da refugio a todos: antiguos presidentes, jóvenes soñadores y también a indigentes. Todos somos cubanos.




Voces 5

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – El último viernes de enero volvió al ciberespacio la revista Voces, del portal Voces Cubanas, cuyo número 5 –con Voltus V en el imaginario gráfico y escritural- introduce el bisturí en textos que recrean el impacto generacional de la animación japonesa e historietas criollas como Elpidio Valdés, Yeyín y María Silvia; en convivencia con temas, autores y problemas trascendentes de la realidad insular, conectada a tantos escenarios de locura mediante el montón de creadores caribeños desparramados por el planeta.

A quienes siguen o inician este encuentro de sortilegios cocido en casa y adobado en cazuelas amigas de Barcelona, México, Miami o New York, les bastará conectarse a www.vocescubanas.com/voces, y los lectores del patio, sin acceso a Internet, tendrán la opción del Cd, la memory flash y algún impreso de los pocos que circulan de mano en mano.

La novedad de Voces 5 empieza en la foto de portada del edificio Focsa –tomada por Orlando L. Pardo Lazo-, continúa con el Índice como postre, la degustación de los textos, imágenes y caricaturas; los tradicionales juegos con letras, números y espacios, más la inserción de 9 páginas de Cartoon Webwork: El juego de la vida, de Guillermo Rosales y, como si fuera poco, la foto a color de Gorki Águila con guitarra y el dibujo-fusión Voltus-Voces V, de Rolando Pulido, diseñador del Índice y la contraportada.

Ajena a secciones, notas al pie, fichas de autores, machón editorial y otras reverencias formales, la nueva entrega de Voces renueva su visualidad y hurga con desenfado en la memoria histórica y  cultural de nuestra isla, sin obviar el abordaje de aspectos del pasado y el presente que infieren un replanteo fundacional.

Por razón de espacio solo comentaré el menú del Índice, de manera que los lectores escojan y degusten sus platos preferidos entre las 68 páginas de Voces 5. Por su actualidad, frescura y valor ético sugiero empezar con América y los traidores, del periodista Ernesto Morales, que acaba de llegar a Miami y desmitifica el “heroísmo” de los funcionarios castristas que aterrizan en la capital del exilio y compran perdón, dinero y olvido ofreciendo al mercado informativo las vísceras de sus patrones.

En esa línea socio antropológica se inscriben los ensayos breves de Miriam Celaya, autora del agudo y delicioso De oráculos y adivinos –sobre la Letra del Año-, y Dimas Castellanos con su enjundioso Corrupción y reforma, mientras el historiador Fernando Dámaso propone El rescate del General Narciso, texto erudito y justiciero.

La excelencia se mueve a su vez en los homenajes y entrevistas. Entre los primeros sugiero imprimir y leer en casa Cuba, la noche y la locura, de Ahmel Echevarria Peré, quien retoma al mítico Reinaldo Arenas a propósito del testimonio novelado de Tomás Fernández Robaina. El reverso de los homenajeados es el imprescindible José  Lezama Lima, reinterpretado en Voces por un trío de virtuosos: Alexandra Molina (La noche de los nonatos), Néstor Díaz de Villegas (Los 15 minutos de Lezama) y Carlos Alberto Aguilera (La Internacional del delirio), piezas breves y fecundas tomados del Dossier Lezama Lima en Diario de Cuba.

En las entrevistas dialogan con desenfado y galanura el escritor Emilio Ichikawa con el cantautor Frank Delgado, y la blogger Claudia Cadelo con el prisionero político Pedro Argüelles, uno de los periodistas independientes condenado durante la Primavera Negra de 2003.

La ronda de evocaciones sobre las historietas niponas y cubanas es, en cierta medida, un homenaje emocional y memorioso al mundo grafico, visual y sonoro de varias generaciones. Tres escritores toman lanzas, espadas y rayos láser para desatar los entuertos creativos de los “muñequitos” cubanos y la nipoanimacion. Jorge E. Lage recuerda que Somos pioneros exploradores, mientras Orlando Luís Pardo  trae a la bella María Silvia en In Memorian y Yoss, despierta a Voltus V y otros animados inspiradores en Generación V.

Voces 5 nos regala, además, algo de poesía (3 poemas de Luz en la Piedra, de Vicente Echerri); el relato Rompiéndose la espalda, de Daniel Díaz Mantilla; las crónicas Sabores de enero (Wendy Guerra) y Reflexiones de casino (Juan Juan Almeida), y 3 posts del blog Mujerongas, de la escritora Grettel J. Singer, quien advierte en su bitácora que dichas féminas “son no sólo las corpulentas, sino las desgarradas y las atrevidas”.




Voy a mí

LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – En parte aciertan y en parte están equivocados aquellos que hoy esperan de los jóvenes un protagonismo, digamos, esperanzador en el futuro político de Cuba. Aciertan en lo consabido, son pocos -muchísimos menos de los que calcula el régimen- los cubanos de 16 a 40 años que se atienen con agrado al actual sistema.

Pero es desacertado no prever que quizá sean menos los que sepan qué quieren, si es que quieren algo. Y menos aún los que quieren algo de la política.

Visto el asunto desde los extremos, tenemos por un lado el supuesto de que la “la rebeldía y mayor penetración social de los jóvenes”, sería base de una promisoria oposición política, por la que, según WikiLeaks, apuesta hoy la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. Mientras, por otro lado, está la confianza del régimen en haber diseñado robots para que sean como el Che.

Una y otra previsión desatienden por igual el dato de que los seres humanos son producto de sus circunstancias. Así que no pueden ajustarse a un solo molde, como los bizcochos, ni limitarse a los patrones impuestos por la lógica o el fuete.

La frase más recurrida por los jóvenes habaneros en estos días es: “Voy a mí”. Tal vez alcance para evitarnos volver a repetir lo ya dicho en torno a su abulia política y a su casi endémica indiferencia ante todo lo que no sea huir sobre los mares.

Esta frase bien podría ser un derivado irónico, o abiertamente burlón, de la consigna “Lo mío primero”, que fue puesta oficialmente en sus bocas con la intención de adoctrinarlos en la preferencia por los productos nacionales, incluido, claro, el propio régimen. Pero como finalmente no han logrado mostrarles, o mejor, demostrarles qué es en verdad lo suyo, pues surgió la ironía.

En cualquier caso, sería difícil hallar otra manera de expresar tan certera y sucintamente el proceder de los más jóvenes en la Isla. Mediante su frase del momento, “Voy a mí”, se presentan ellos mismos, con su jerga cruda, directa, y con su talante de resuelta apatía ante los puntos de vista y los intereses del resto de la gente.

No parece entonces ser en balde la familiaridad de la frase (y de la consigna que la originó) con la locución latina “Primo mihi“ (Primero a mí), que desde muy antiguo es reconocida como máxima expresión del egoísta.

Y es en la raíz de ese egoísmo donde habría que identificar el carácter apolítico de nuestras últimas generaciones. No estoy seguro de que tal identificación nos resulte prometedora. Pero al menos puede servirnos para ejercitar los sesos con más de una interrogante:

¿Se oponen los jóvenes cubanos al régimen porque desean vivir en otro sistema político, o sencillamente porque se opondrían a cualquier sistema? ¿No es acaso el apoliticismo manifestación de su indolencia y, aunque a través de un sesgo raro, de conservadurismo oportunista? ¿Hasta qué punto resulta tranquilizadora la perspectiva de ver el futuro político de un país en manos de  personas a las cuales malamente les motiva actuar según su conveniencia individual?

Por lo pronto, no viene mal que la frase del día entre nuestra muchachada, “Voy a mí”, implique que también van en sentido contrario al del régimen. Queda por establecer hasta qué punto esto sea suficiente como señal de esperanza.

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¿Cuántos fueron los boletos al paraíso?

LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – La fotografía del cartel promocional de la película es bastante elocuente. Seis freakies, tres muchachas y tres muchachos, recostados a una ruinosa fachada.  Una desvencijada ventana remendada  con tablas de cajones. Una placa en la pared indica el nombre de la calle: Desamparado. No importa si es Centro Habana. Igual pudiera ser El Cerro, Diez de Octubre o Santiago de Cuba.

Son los protagonistas de Boleto al paraíso, la nueva película del director cubano Gerardo Chijona. Narra la historia de seis jóvenes que a inicios del Período Especial decidieron inocularse el virus del SIDA para escapar del pan y el agua con azúcar del desayuno, la punzada en la boca del estómago del hambre, de la incomprensión de sus familias, las redadas de la policía, los apagones de diez horas y más, las guaguas que no pasaban, los CDR que repartían tickets para hamburguesas sólo a los revolucionarios, y anunciaban la olla colectiva para cuando llegara la Opción Cero. De todo eso y más querían escapar.

Prefirieron estar tras los muros del sanatorio Los Cocos, donde con la manía oficial de encerrar a los diferentes, encerraban a los enfermos de SIDA. Allí al menos tendrían la comida y el techo seguros.

Una muchacha infectada les hizo el favor de contagiarlos. No fue un sacrificio. En aquellos años en Cuba, lo único bueno que se podía hacer sin demasiados problemas, en cualquier lugar y con cualquiera, era el sexo.

Chijona se inspiró en  testimonios de enfermos que halló en el libro Confesiones a un médico, del doctor Jorge Pérez, que dirigió el sanatorio hasta finales de la década del 90. “Quisimos representar esa mezcla letal de inexperiencia, ignorancia, inocencia y familias abusivas, el rechazo de la sociedad en una Cuba que en aquellos tiempos difíciles vivió una situación material y espiritual muy compleja”, explicó Chijona en una reciente entrevista.

Lo que no dice Chijona es que los muchachos que se auto-inocularon el VIH en aquellos años para que los enviaran a Los Cocos no fueron seis, como en la película, sino varias decenas. Hay quien afirma que fueron más de cien jóvenes de ambos sexos. La mayoría conscientes, otros tan drogados o borrachos que no sabían bien lo que hacían.

Recuerdo que, por aquellos tiempos, la bola que se regó en La Habana de freakies que se dedicaban a pinchar con agujas infectadas con VIH a los asistentes a los conciertos de rock, creó cierto pánico, que duró poco, porque no había muchos conciertos de rock, y circulaban otras bolas, todas terribles.

Conocí personalmente a una muchacha que se inoculó el virus. Se llamaba Dalia y la apodaban La Crazy, porque quedó muy mal de los nervios después que murió su niña de apenas un año. Era trigueña, delgada, linda, con pinta de estrella de heavy metal o de gitana. Solía caer en profundas depresiones, que no lograban atenuar el alcohol y las anfetaminas. Por suerte, siempre andaba con dos buenas amigas que la auxiliaban, rockeras a rabiar, asiduas del Patio de María y que tenían apodos tan sugerentes como ella: La Pirata, La Iguana y La Cobra.

Dalia presumía de no enamorarse. Podía entregarse “para descargar un rato”, pero reservaba su corazón para Axel Rose o Slash. Finalmente se enamoró de un freakie enfermo de SIDA, en 1995. Se fue a la cama con él dispuesta a contagiarse. Había encontrado el amor y no tenía nada que perder.

La última vez que me encontré a Dalia La Crazy fue hace más de doce años en un concierto de Extraño Corazón, en la sala Atríl. Bailaba sola. Le asentaba la ropa blanca y su pelo, tan negro, corto. Se veía muy bien. Casi como siempre. Me dijo que en Los Cocos no se estaba tan mal, que se entretenía mucho con los perros pastores que cuidaba como parte de su trabajo. No me atreví a averiguar por su novio. Preferí fingir que todo era como antes.

Eso hago ahora. Quiero pensar que vive aún  y recordarla, linda como era, especialmente cuando oigo November Rain o veo una película tan triste como Boleto al paraíso.

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Hojeando la prensa castrista

PORT CHARLOTTE, Florida, enero, 173.203.82.38 -Resulta tarea engorrosa, molesta, desagradable, espinosa y aburrida hojear lo que informa, o más bien desinforma la prensa castrista y luego emitir un criterio sobre el fárrago de idioteces, sofismas, demagogias y embustes que surgen de las páginas de la llamada prensa oficialista; pero como parece que hay en mí algún atisbo de masoquismo intelectual, finalmente me decido a emprender la tarea.

Acabo de leer un artículo de Prensa Latina que reseña la entrevista que le hizo Tele Sur a ese escurridizo y taimado artesano de metáforas delirantes llamado Ricardo Alarcón de Quesada y un largo, larguísimo reportaje de Juventud Rebelde aparecido bajo el título “La Revolución y la Esperanza”; ambos muy correlacionados en cuanto a demagogia y propaganda.

¿De qué habló el Sr. Alarcón de Quesada? Pues de lo que está de moda ahora en la Cuba oficial, la llamada actualización del ineficiente modelo económico que conduce el castrismo, que, para el denominado “legislador”, representa la garantía de una profundización de la revolución.

Llegado a este punto no puedo evitar el sarcasmo, ¿Profundizar la revolución? ¿A cuántos metros bajo tierra?

De acuerdo con lo dicho por Alarcón, la actualización del modelo económico “no se trata de un regreso al pasado, eso es imposible, sino de construir un futuro mejor”. Nada nuevo tiene el argumento, es la constante repetición del concepto que se encierra en el enunciado de una de las leyes históricas que condicionan los procesos revolucionarios: La Ley de Jano. Las revoluciones siempre miran hacia el pasado como auto justificación y hacia el futuro como promesa nunca cumplida.

El futuro; es el tiempo verbal manido de la anquilosada revolución castrista.

Resulta incomprensible la aseveración que hiciera de “poder seguir garantizando a todos (los cubanos) el mínimo que nadie más fuera de esta Isla puede contar por seguro”. ¿De qué “mínimo” se trata? ¿Será acaso el mínimo de alimentación que alguien pueda tener para poder mantenerse precariamente con vida? ¿O tal vez el mínimo de condiciones sanitarias de alojamiento y vivienda, para una existencia entre ruinas, ratas y moscas y cucarachas? ¡Por Dios! ¿Cuál es ese mínimo exclusivo, privilegiado y único de los cubanos  que nadie fuera de la Isla puede tener por seguro?

Luego retomando el símil de Raúl Castro de la construcción del socialismo como un viaje hacia lo ignoto, afirma Alarcón que el socialismo es una aventura, un viaje hacia lo desconocido, hacia lo inexplorado.

Es cierto, el socialismo es eso mismo, un suceso extraño y peligroso, una empresa arriesgada, en fin, una aventura. Y si es un viaje hacia lo desconocido, por qué se arriesga la seguridad de todo un pueblo en la búsqueda de lo que no se conoce, de lo que no se sabe si es provechoso o no.

Pero se equivoca de plano Alarcón cuando dice que ir en pos del socialismo es viajar en lo inexplorado. Ya ese camino fue explorado por la Unión Soviética y se conoce muy bien a donde conduce, al fracaso. Ese camino fue explorado por China y lo abandonaron para emprender la experiencia de las economías de mercado; ese camino lo ha estado explorando el castrismo a lo largo de cinco décadas y aún no ha encontrado la luz al final del túnel.

Refiriéndose a la última jeremiada del Castro menor señaló Alarcón “que no fue autocomplaciente en lo absoluto y por supuesto que la Revolución cubana tiene muchas cosas de las cuales deberá estar siempre orgullosa, y los cubanos seremos siempre orgullosos de lo que hemos alcanzado…” ¿Se puede ser más cínico? ¿Qué ha alcanzado el cubano común, el hombre, la mujer, el anciano, durante las pasadas cinco décadas de las que pueda sentirse orgulloso?

Sueldos miserables, ciudades destruidas como bajo los efectos de un bombardeo masivo o un terremoto de gran magnitud, la proliferación de la prostitución de mujeres y adolescentes, la división de la familia, la vigilancia constante de los comités de cuadra, la ruina de la industria azucarera, la degradación de los antes fértiles suelos cubanos, el incremento de los índices delictivos hasta niveles nunca antes conocidos, la pérdida de los derechos laborales incluido el derecho a la huelga de los obreros, no son estos motivos de orgullo para nadie.

Y tampoco deja de ser cínico cuando se refiere a los “cuentapropistas diciendo: “El ‘cuentapropismo’ en nuestro país existió siempre en un sector muy importante en nuestra economía y lo fue hasta el año 1968, ya bien entrada la revolución”. Fue precisamente ese año cuando se lanzó la denominada “Ofensiva Revolucionaria” dirigida a eliminar la participación privada en pequeñas empresas y comercios minoristas y colocando toda la iniciativa empresarial bajo el control absoluto del Estado; la revolución se dijo entonces, no podía permitir que hubiera privilegiados, de gente que se enriquecía, aunque fuera con un modesto puesto de venta de frituras, fritas y tortillas. Fue entonces que se inició la debacle económica de Cuba y el incremento de las carencias para la población.

Por su parte el gubernamental Juventud Rebelde se complació colectando opiniones siempre favorables a las tesis del Sexto Congreso emitidas por jóvenes de distintas regiones del país. Veamos cuantas sandeces y gazmoñería se recogieron en el insoportablemente largo reportaje.

Una joven, Leyani Díaz que casualmente trabaja para un periodicucho oficialista de Cienfuegos declaró: “Más que revolución de la esperanza, a este empeño bien podríamos llamarle la esperanza de la revolución, pues lo que estamos ventilando es nuestro futuro”

La pobre no se da cuenta que con “este empeño” lo que se está ventilando no es el futuro de ella, sino de la continuidad en el poder a sus usurpadores.

Y Yuliet Sáez estudiante de Derecho dijo: “Confío en esto bello que se está gestando, en la generación histórica de la revolución, en sus sabias decisiones…” ¿Será cretino este, o tal vez, esta (porque por el nombre no se puede definir su sexo), estudiante de Derecho? Confía, nada más y nada menos, en los achacosos y seniles miembros de la nomenclatura comunista y, en las sabias decisiones de estos gerontócratas salidos de la Sierra Maestra que ha sido por sus decisiones los responsables del marasmo cívico, social y económico del país.

Yaneth Ochoa Pérez, que casualmente también, es directora de programación del canal Tunasvisión dijo que “llevaba tiempo aguardando por la adopción de estas medidas, virtualmente inaplazables”. ¡Así que esta chica es una precursora de los lineamientos económicos del Sexto Congreso!

Para qué continuar citando las tonterías que fueron recogidas en el reportaje de Juventud Rebelde. Con esto basta para cumplir con mi tediosa, insoportable, masoquista tarea de hacer un comentario sobre lo que acabé de hojear en la prensa oficialista del castrismo.




Amor de lejos

LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – Es linda, casi tan linda y rubia como Marilyn Monroe, que ya es mucho decir. Viste como una newyorkina, calza zapatos europeos, que no se venden en las tiendas de aquí, y luce cadena, aretes y anillo de oro.

En pocas palabras, Lily no parece cubana. Sin embargo nació en el campo, de donde vino a La Habana con sus padres cuando estos se divorciaron; aquí estudió hasta el preuniversitario.

A sus 22 años ya ha recorrido Cuba entera, los mejores hoteles, los más sofisticados centros turísticos. Cayo Coco, Cayo Largo. “Soy jinetera –me dice-, pero muy diferente a esas que andan por la calle”. Habla por su móvil, mientras conversa sobre su vida, sentadas las dos en un banco de la 5ta Avenida de Miramar. Confiesa que ya no tiene necesidad de “jinetear”, porque del cielo le cayeron los milagrosos yumas, tal como Dios le procuró el maná a los hebreos en el desierto.

Hace cuatro años comenzó la historia.

No caminó por ninguna avenida habanera y mucho menos se sentó en el muro del Malecón. Tampoco quiso amigos o amigas para “ayudar”, como ocurre a muchas. Simplemente iba a comer en los restaurantes caros de Miramar, el mejor barrio de La Habana, donde antes vivían los más ricos y hoy viven los extranjeros y líderes políticos: Café Do Porto, Casa Española, el Shanghai de las calles 3ª y70…

También, a veces, se iba a Las Bulerías, al Polinesio, del Vedado, y al restaurante Don Giovanni, de la calle Tacón. Nunca pagaba.

-Hoy soy un amor de lejos de un francés, un español y un cubano de Miami, que vienen a verme con los bolsillos llenos, hombres maduros, entre 50 y 60 años, nada vulgares, que me aman y me lo proporcionan todo.

-¿No piensas irte del país?

-No, no lo he pensado. No nací para el matrimonio. Me gusta ser libre. Eso me hace feliz. Si me fuera con alguno de ellos mi vida perdería su encanto.




Hojalatero

LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Michel es un joven frustrado, de esos muchos que encontramos a lo largo y ancho del país. Fue tan incomprendido de adolescente, que se convirtió en un rebelde. Él mismo se bautizó como “el loco”. Anda con su carretilla recorriendo las calles en busca de algo que hacer, para ganarse unos quilos y comprar su “jama” y la de la “pura”. Es noble, pero no tonto; también respetuoso y diligente. Para los ancianos y desvalidos tiene un trato especial: los ayuda a cruzar la calle, les carga las jabas. Siempre lo acompaña Canelo, su perro, que unas veces anda a su lado, y otras va montado en la carretilla.

Dice la madre que a Michel no le gustaba estudiar. No copiaba las tareas, conversaba mucho, jugaba, se fajaba, no repetía los lemas, botaba la pañoleta de pionero. Pero aún así ella logró que terminara la primaria, aunque repitió el sexto grado. Cuando comenzó en la secundaria las cosas empeoraron. En lugar de estudiar, se escapaba a casa de Melquiades, un viejo hojalatero que vivía cerca. Allí se le iban las horas mirándolo trabajar. Un día se apareció en la casa con una vieja tijera de cortar lata que Melquiades le regaló.

Melquiades no lo podía tener en la casa, porque el jefe de sector le llamó la atención. Aún así, de vez en cuando le regalaba algún material sobrante, con el que Michel se ponía a inventar en la casa, poniéndole asas a las laticas, haciendo espumaderas, etc.

Pero los problemas siguieron. Citaron a la madre al departamento de atención a menores de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) debido a las ausencias a la escuela y su mal comportamiento. Le levantaron un acta de compromiso para obligarlo a estudiar. Esto lo alteró mucho. No se cansaba de repetir que él quería trabajar, que todo el mundo no podía ser médico, ingeniero ni técnico.

A pesar de varias gestiones de su mamá en varios centros de trabajo, no logró que  lo aceptaran como aprendiz, por ser menor de edad.

Michel nunca pudo aprender el oficio que quiso. Hoy, lo único que queda de aquella vocación son los arreglos que realiza en algún que otro cacharro de su casa, o en la de algún vecino. Y sus ratos libres, que son muchos, los dedica a beber ron.




El último fracaso


LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – No se sabe cuándo desapareció el ejército de trabajadores sociales, compuesto por 30 mil jóvenes que estaban desvinculados del estudio y el trabajo, y fundado el 1ro. de septiembre de 2000, por iniciativa directa de Fidel Castro.

Para preparar a estos chicos para que se enfrentaran a la grave problemática social cubana y “pusieran orden” , se invirtió un jugoso presupuesto destinado a salarios, acondicionamiento de locales de estudio, profesores, computadoras, videos, televisores, libros de texto, tabloides, ropa, calzado, mochilas, relojes de pulsera, alimentación, etc. “Ellos se merecen todas las prebendas”, dictaminó el Comandante.

La idea de manipular y adoctrinar a la juventud no fue original de Castro, algo parecido trató de hacer Adolfo Hitler con los jóvenes alemanes.

Fidel Castro calificó a su nuevo ejército de jóvenes “médicos del alma”, cuando en 2001 recibieron la primera tarea a cumplir: pesar y medir a todos los niños que nacieran en nuestros campos y ciudades. Se quería saber por qué estaba naciendo en Cuba una generación de niños cuyo peso y talla era muy inferior a lo normal.

Bajo la consigna de llevar la justicia social a los sectores más vulnerables de la sociedad, los jóvenes trabajadores sociales comenzaron a campear por sus respetos y tomaron atribuciones que no les pertenecían. En 2005 y 2006, los jóvenes trabajadores sociales comenzaron a sentirse dueños de los efectos electrodomésticos chinos que vendían a la población, previa entrega de los viejos equipos norteamericanos, consumidores de mucha energía, pero de mejor calidad a pesar de su vejez. Ni tontos, ni perezosos, hicieron todo tipo de negocios ilegales, lo mismo con los electrodomésticos que cuando fueron encargados de mantener el control de las gasolineras, para evitar el escandaloso desvío de combustible.

Convertido en una peligrosa fuerza difícil de controlar por el régimen, el ejército de los jóvenes descarriados, que resultaron ser más corruptos que los que corruptos que debían vigilar, fue desintegrado. Como mismo le otorgaron poder, alguien los borró del mapa, sin hacer mucho alboroto.

El ejerció de jóvenes trabajadores sociales que supuestamente acabaría con la corrupción, es uno de los más recientes en la interminable lista de fracasos de Fidel Castro, que ya son demasiados.

El Comandante, próximo ya a los noventa años, como mismo no pudo hacer que la leche corriera por tuberías y producir más queso que Holanda, tener ocho millones de vacas, convertir en tierra productiva la Ciénaga de Zapata, vender al pueblo 60 millones de huevos al mes, producir diez millones de toneladas de azúcar, producir café en el célebre Cordón de La Habana, lograr uno, dos, tres Viet Nam en América Latina, y mucho menos, “vencer al imperialismos yanqui”, tampoco pudo controlar a los jóvenes delincuentes del ejercito de trabajadores sociales. Pero, de eso, como de su multitud de fracasos a lo largo de medio siglo, no se habla.