1

Lezama, el genio cautivo de la Revolución

escritores, José Lezama Lima, Cuba, Fidel Castro, Paradiso

LA HABANA, Cuba.- Cuando ya no quedaban dudas de que los Castro de Birán eran los dueños de Cuba y todo lo que ella contenía, incluyendo a sus ciudadanos que, tras enero de 1959, dejaron de serlo automáticamente, ya el escritor José Lezama Lima aparecía entre los primeros “regulados” por la dictadura de La Habana. No faltan quienes aseguran que el escritor detestaba los aviones y por esa razón se rehusaba a viajar; pero su propia hermana, Eloísa, con quien mantenía una profusa comunicación mediante cartas, aseguró que a Lezama no le permitían salir de Cuba.

El creador del grupo Orígenes llegó a ser uno de los intelectuales más vigilados por el castrismo. Su persona, su círculo de amistades y hasta su correspondencia eran observados cuidadosamente porque Fidel Castro fue, además de ególatra y narcisista, un sujeto muy temeroso de las resonancias. Sus esbirros escrutaban a Lezama, pero intelectuales del mundo entero seguían con atención el escrutinio.

Junto a Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante, Lezama Lima es considerado un nombre imprescindible dentro de la literatura cubana. Su estilo narrativo, fascinante para muchos, infranqueable para otros, sigue siendo objeto de estudio de los más versados investigadores de las letras hispanas.

Paradiso, su novela más conocida, fue publicada durante el llamado boom literario de los años sesenta del siglo XX y terminó siendo la concreción de su genio creativo, de ese intenso neobarroquismo que puede resultar desconcertante para algunos lectores. La obra de José Lezama Lima ha sido equiparada con la de autores latinoamericanos que también protagonizaron aquel estallido literario de la década de 1960, entre ellos Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges.

El gran Lezama, devoto del idealismo de Platón, conocedor a fondo de la obra de Luis de Góngora, erudito donde los hubiera, acabó siendo indomable para un tirano resentido que bajó de la Sierra prometiendo toda clase de libertades.

Muerte de Narciso, Paradiso, Fragmentos a su imán, Dador… resultaron demasiado para los rústicos comisarios de la cultura, que no pudiendo comprender al genio, ni ver en su obra cumbre más que un “peligroso homoerotismo” que debía ser extirpado de la matriz de una Revolución del macho y para el macho, decidieron silenciarlo, sepultarlo en vida, para alejar su influencia de los jóvenes intelectuales que, no obstante la censura, siguieron persiguiendo sus libros.

Lezama llevó una existencia recogida. Leía y escribía con fruición mientras el proceso revolucionario arrasaba con todo a su paso. La trascendencia de su legado literario es un hecho, aunque lo condenaran al ostracismo durante los últimos diez años de su vida, y aunque los mismos comisarios de la cultura que lo habían censurado, publicaran luego sus obras e intentaran llenarlo de honores post mortem para lavarle la cara al régimen cubano.

Hoy 19 de diciembre se cumple un aniversario más del natalicio del Maestro, uno de los pocos intelectuales que no aplaudió como foca a Fidel Castro. José Lezama Lima fue salvado por su obra en una época donde solo había dos alternativas: adulación u olvido.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




La muerte del maestro Lezama

José Lezama Lima, Cuba, Cubanos

MIAMI, Estados Unidos. — El 9 de agosto de 1976 falleció José Lezama Lima, el más importante de los escritores cubanos del siglo XX. Al morir tenía 65 años, salud deteriorada por el asma y otros padecimientos, entre ellos la amargura de verse condenado al ostracismo por los hacedores de las políticas culturales del régimen castrista.

No le perdonaban los comisarios comunistas el hecho de ser burgués, católico, incompatible con los códigos morales del castrismo-machismo-leninismo y políticamente poco confiable, particularmente después de que en 1968 formara parte del jurado que, pese a todas las presiones, concedió el Premio UNEAC al poemario Fuera del juego, de Heberto Padilla.

Dos años antes, en 1966, la narración de las andanzas homoeróticas de Farraluque en el capítulo VIII de Paradiso, una de las más importantes novelas de Hispanoamérica, había escandalizado a los comisarios culturales castristas, que calificaron de pornográfico al libro y lo prohibieron (no se volvería a reeditar en Cuba hasta 25 años después, en 1991).

“Vivo en la ruina y la desesperación”, escribió Lezama en una de las cartas que durante quince años, entre 1961 y 1976, envió a Eloísa, su hermana exiliada en Miami.

En aquellas cartas, el genio de la calle Trocadero, a quien no publicaban ni permitían viajar al exterior, lamentaba la desintegración de su familia, “la monotonía enloquecedora, el aislamiento inexorable, el agobio de ignorar la culpa que expiaba”.

Luego de la rehabilitación póstuma de la figura de Lezama por la cultura oficial en la década de 1990 al convertirlo en un escritor de culto sólo para iniciados, quieren hacer ver que el autor de Paradiso nunca fue enemigo del castrismo. Para ello, citan la ambigua invocación de Lezama al Ángel de La Jiribilla y aquel muy usado y abusado mareo teleológico del escritor cuando en 1959 afirmó que “la Revolución Cubana significa que todos los conjuros negativos han sido decapitados”.

Para las reinterpretaciones de Lezama al gusto del castrismo, la cultura oficial se ha valido, entre otros, del concurso del periodista y escritor Ciro Bianchi, asiduo de la casa de Trocadero 462, discípulo del curso délfico y frecuente comensal de la mesa lezamiana que a duras penas surtía su esposa María Luisa.

En sus artículos en el periódico Juventud Rebelde y en el extenso prólogo del libro Lezama disperso (Ediciones Unión, 2009), una recopilación de artículos y ensayos de Lezama Lima, Ciro Bianchi ha dicho que Lezama exageraba en cuanto a las vicisitudes que pasaba y ha puesto en duda que las autoridades le hubieran negado de manera continuada el permiso para viajar al exterior.

No obstante, en el prólogo de Lezama disperso, Ciro Bianchi tuvo un atisbo de sinceridad y aludió, aunque sin mencionar nombres, a los comisarios que se ensañaron con Lezama en sus últimos años. Al referirse al velorio de Lezama, que tuvo lugar un día como hoy pero hace 46 años, en el tercer piso de la funeraria de Calzada y K, escribió Bianchi: “También y sin que se separaran un solo momento del féretro, estuvieron los que fueron brazos ejecutores de la persecución contra Lezama. Algunos de los que asistieron no tenían nada que hacer allí como no fuera cumplir un compromiso oficial y simular, y a veces ni eso, un pesar que estaban muy lejos de sentir”.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




Lezama Lima, un autor multipropósito con el que algunos quieren medrar

José Lezama Lima, Cuba, Cubanos

José Lezama Lima y sus obras (Collage: Trabajadores)

LA HABANA, Cuba. – Aunque no tanto como mereciera por su importancia, y no siempre con honestidad e intenciones sanas, el nombre de José Lezama Lima ha vuelto a estar en boca de muchos intelectuales cubanos a propósito del aniversario 120 de su natalicio, ocurrido el 19 de diciembre de 1910.

Y es que Lezama, como Martí, es un autor multipropósito, que sirve para muchos usos, y no todos confesables.  

Mencionar a Lezama para medrar con su nombre, echar mano de “la fiesta innombrable” y del “ah, que tú escapes en el momento en que alcanzas tu definición mejor”, presumir de haber sido amigo del Maestro, comensal de su mesa en algún banquete lezamiano, visitante asiduo en Trocadero 162, haber tenido acceso a su biblioteca, haber sido su discípulo del curso délfico, o declararse influidos por él, son recursos muy socorridos en el muy deshonesto medio intelectual cubano y entre los muchos impostores y figurones que revolotean a su alrededor.

Algunos de los que dicen haber sido amigos de Lezama lo atacaron por elitista, por su poesía hermética, por aburguesado, desde las páginas de Lunes de Revolución y El Caimán Barbudo, y luego lo esquivaron y abandonaron cuando estaba condenado al ostracismo. Ahora, si alguien los cuestiona y los precisan en privado, jamás en público, dirán que eran tiempos duros aquellos del Decenio Negro, y qué podían hacer ellos,  inermes ante la desatada jauría inquisitorial… Total, si cuando Lezama le pidió ayuda, hasta el mismísimo Julio Cortázar, que era extranjero y podía enfrentar a los comisarios de La Habana, le viró la espalda, incluso luego de haberle profesado su devoción y pedirle que le escribiera el prólogo de Rayuela.

Y qué decir de los atorrantes y esnobistas que para epatar y darse aires de eruditos, presumen de haber leído la poesía completa de Lezama, Opiano Licario y Paradiso cuando, si acaso, solo se han leído, por puro morbo, el famoso capítulo VIII, y para eso, hasta donde termina la historia de las hazañas eróticas de Farraluque, perdiéndose así la parte final del capítulo ―una suerte de homenaje criollo, a lo Lezama, al Decamerón―, donde aparecen Godofredo El Diablo, Fileba la Insatisfecha y el enajenado Padre Eufrasio estrangulándose los testículos para eyacular agustinianamente.     

Cuando se publicó Paradiso en 1966, aquel capítulo VIII, por su homoerotismo, escandalizó tanto a los mandamases que ordenaron recoger de las librerías la más monumental y canónica de las novelas cubanas. La tuvieron engavetada durante 25 años, hasta 1991. 

Lezama, católico, políticamente poco confiable por pequeño-burgués e incompatible con los códigos morales del machismo-leninismo castrista, reunía suficientes pecados para el castigo. Para colmo, en 1968 fue uno de los miembros del jurado que premió el poemario Fuera del juego, de Heberto Padilla. Los mandamases no podían perdonarlo. 

En las cartas que durante 15 años Lezama escribió a su hermana Eloísa, radicada en Miami, refería vivir en “la ruina y la desesperación” y lamentaba la desintegración forzosa de su familia, la monotonía enloquecedora, el aislamiento inexorable, el agobio de ignorar la culpa que expiaba. 

Que censuraran Paradiso y condenaran a su autor al ostracismo, a una muerte en vida, no es óbice para que los comisarios de la cultura oficial se  apropiasen, luego de su muerte, de Lezama y que ahora lo utilicen para sus fines. Si hasta echaron mano de aquel poema del anillo en la fuente, la invocación al Ángel de la Jiribilla y aquella afirmación suya en 1959 de que la Revolución significaba “la decapitación de todos los conjuros negativos”. 

La visión teleológica de la historia cubana de Lezama (y la de Cintio Vitier y otros origenistas), aunque católica y aristocratizante, les vino como anillo al dedo a los mandamases y sus intelectuales orgánicos, cuando ya Marx y Lenin no les funcionaban y Martí, por momentos, se les hacía incómodo para su disparatada fundamentación ultranacionalista y patriotera de que en Cuba, desde Céspedes hasta Fidel Castro, hubo y hay una sola Revolución.

Luego de la rehabilitación póstuma de la figura de Lezama por la cultura oficial y su conversión en un enigmático escritor de culto solo para iniciados, quieren hacer ver que el autor de Paradiso jamás adversó al régimen castrista. 

Para esto se han valido principalmente del periodista y escritor Ciro Bianchi, quien fuera amigo de Lezama en los años 60 y 70.  

Bianchi, en sus crónicas para el periódico Juventud Rebelde y en el extenso prólogo de Lezama disperso (Ediciones Unión, 2009), una recopilación de artículos y ensayos de Lezama Lima, aseguró que el autor cubano “no fue nunca un enemigo de la Revolución” y culpó de sus infortunios no a los dirigentes del régimen, sino a Guillermo Cabrera Infante, Carlos Franqui y Heberto Padilla, por sus ataques desde Lunes de Revolución al grupo Orígenes.

Según Bianchi, Lezama, obsesionado por el temor de que pudieran faltarle la comida y los medicamentos para el asma, exageraba en cuanto a vicisitudes y carencias. Como frecuentemente pegaba la gorra en casa de Lezama, dice tener constancia de que la mesa del escritor, atendida con desvelo por su esposa María Luisa, “nunca tuvo menos de cinco platos”. Si no es que contó los platos de todos los comensales, probablemente, demasiado ocupado en las lecciones del Maestro, Bianchi no reparó en los  trajines, colas y cambalaches a los que tendría que recurrir María Luisa para lograr sus prodigios culinarios. 

Las autoridades, de manera continua e invariable, negaron el permiso a Lezama para viajar al exterior. Pero Bianchi dice no estar seguro de eso. Según él, Lezama era víctima de sus manías y majaderías, y si no viajó y se condenó a la condición de “peregrino inmóvil para siempre” en su sillón fue porque le tenía miedo a los aviones.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




José Lezama Lima, del ostracismo a la inmortalidad

José Lezama Lima, Cuba
José Lezama Lima (Foto de archivo)

GUANTÁNAMO, Cuba. – Entre el grupo de insoslayables de nuestra historia literaria está un cubano cuya gloria literaria -y quizás también su desdicha política- quedó determinada por la publicación de una novela diez años antes de su muerte.

Desde 1937, cuando apareció la revista Verbum -que dirigió junto con René Villarnovo- y hasta su muerte, ejerció una notoria influencia cultural en nuestra patria, la cual continúa más de cuarenta años después de su muerte.

No soy un ferviente admirador de su poesía, pero sí de sus ensayos y, sobre todo, de su novela Paradiso.

Ese cubano es José Lezama Lima y nació el 19 de diciembre de 1910.

Humor y chispeante agilidad mental

El libro Cercanía de Lezama Lima, de Carlos Espinosa Domínguez, publicado por la editorial Letras Cubanas en 1986, constituye una valiosa fuente de información para conocer la vida del insigne escritor.

Por él supimos que Lezama tuvo el don de la conversación inteligente. Ángel Gaztelu afirmó: “Tenía una chispa muy criolla, y por eso su conversación resultaba amena y no llegaba nunca a abrumar. Podía hablar de todo: desde los cronistas de Indias hasta el último libro de Saint John Perse”.

El propio sacerdote contó que un día estaban en una de las tertulias improvisadas en la librería “La Victoria” –situada en la calle Obispo, entre Habana y Compostela- y llegó Jorge Mañach. A Lezama le llamaban “el Maestro”, a pesar de que había publicado muy poco. Mañach le espetó: “Así que según dicen por ahí, a usted lo llaman el Maestro”. Lezama  respondió: “Mejor es que lo llamen a uno Maestro en broma y no Profesor en serio”.

Nicolás Guillén refirió que durante un almuerzo en la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) Lezama, que estaba a su lado, había terminado de comer. En una de las fuentes quedaba un bistec y eso bastó para tentar su insaciable apetito, por lo que se dirigió a otro comensal y le dijo: “¿Sería usted tan amable de traspasar a mis predios ese pobre bistec que se ha quedado  huérfano y que yo puedo ayudar con mis mandíbulas?”.

Refiriéndose a un autor que seguramente no era de su agrado dijo esta frase lapidaria: “Ese señor ha escrito un solo libro. Todo lo anterior es preparación; todo lo posterior, reiteración”.

¿Cuál fue la posición política de José Lezama Lima?

Raúl Roa menciona que Lezama Lima participó en la manifestación del 30 de septiembre de 1930, donde fue ultimado el estudiante Rafael Trejo. Al parecer ese suceso marcó indeleblemente a Lezama, porque aparece recreado en su novela Paradiso.

Según Cintio Vitier, la posición de Lezama fue de apoyo a la revolución. Pero si se analizan objetivamente los testimonios que ofrece el libro -incluido el del mismo Vitier- no resulta desatinado afirmar que el entusiasmo inicial de Lezama por ese acontecimiento sufrió un evidente desgaste.

Cuando se fundó la UNEAC ocupó una de sus vicepresidencias, pero eso no impidió que tanto él como otros miembros del grupo Orígenes recibieran furibundos ataques desde Lunes de Revolución, suplemento cultural del órgano oficial del Movimiento 26 de Julio.

Se afirma que sus cartas a su hermana Eloísa están permeadas por las secuelas del sombrío panorama que cercó su existencia después de la muerte de su madre y la publicación de Paradiso.

El propio Cintio Vitier reconoce que Lezama recibió invitaciones desde España y México cuando su novela era ya un resonante éxito literario, pero estas no fueron tramitadas oficialmente. Es decir, nunca recibió la tristemente célebre tarjeta blanca que lo autorizaba a viajar al extranjero.

Para contrarrestar la opinión de que Lezama fue  otro de los escritores lanzados al ostracismo, Cintio afirmó que después de su muerte se publicaron los libros Fragmentos a su imán y Oppiano Licario, olvidando que lo mismo ocurrió con Virgilio Piñera y con otros escritores que durante esos años fueron discriminados y hoy son alabarderos de la dictadura.

Paradiso en la cumbre de la nueva literatura latinoamericana

Con la publicación de Paradiso, en 1966, Lezama incluyó su nombre dentro de la vanguardia literaria latinoamericana.

No olvido el impacto que me causó la lectura de esa novela. Viajaba en un ómnibus “Hino” desde La Habana a Cienfuegos, una tarde de la década de los años setenta del pasado siglo, y comencé a leer aquella edición de portada roja. Dicen que tenía muchas erratas pero no solté ese libro hasta terminar de leerlo, a pesar de que su lectura me resultó difícil. Fue un deslumbramiento no exento de muchas preguntas. ¿Cómo alguien puede escribir así?, recuerdo haberme preguntado durante algún tiempo.

Gracias al libro de Espinosa y a otras lecturas relacionadas con la novela y su autor he podido captar la magnificencia de una de las obras más notables de la literatura universal.

Paradiso fue una conmoción en el ámbito cultural cubano y también en otras partes del mundo. Aquí algunos llegaron a catalogarla como pornográfica y defensora del homosexualismo en una década donde todavía existían las tristemente célebres UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de concentración de inspiración fascista donde la dictadura cubana pretendía convertir en hombres nuevos a los religiosos, homosexuales, “desviados ideológicos”, vagos y a todo ciudadano considerado antisocial.

Otros aseguran que esa incomprensión fue superada casi de inmediato, pero la novela no fue reeditada hasta más de una década después de la muerte de su autor, cuya reivindicación literaria nació por iniciativa de jóvenes poetas y escritores alrededor de 1985. El oficialismo se apropió del nombre de Lezama y de su legado literario para su beneficio, lo mismo que ha hecho con otros artistas y escritores.

La publicación de esa novela fuera de Cuba lanzó a la fama literaria a Lezama Lima, pero este no era un furibundo defensor de la dictadura cubana, como sí lo fue Alejo Carpentier, por eso murió el 9 de agosto de 1976, a los 66 años, en el más profundo ostracismo.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.




Fidel Castro en la era de Lezama Lima

Fidel Castro, Lezama, Cuba
Un cubano porta un cartel de Fidel Castro en una terraza en La Habana (Foto: EFE)

MIAMI, Estados Unidos. – En Miami, desde hace algunos años, existe un notable festival de cine auspiciado por el Miami Dade College. Tiene una creciente importancia. El domingo 8 de marzo exhibieron un gran documental. Se tituló “Cartas a Eloísa”. Lo dirigió una magnífica realizadora llamada Adriana Bosch. Es excelente. El punto de partida es la correspondencia entre el escritor y poeta cubano José Lezama Lima y Eloísa, su hermana menor. Lezama le escribía desde Cuba y Eloísa le respondía desde el exilio. A Lezama no “le daban” la salida de Cuba. Ella temía entrar (su marido, Orlando Álvarez, era un opositor notable), y él no podía salir.

Fidel y Raúl eran los dueños de todos los cubanos. Ellos decidían quienes viajaban y quiénes se quedaban en la Isla. Lezama, había nacido en 1910 y murió en La Habana en 1976 a los 65 años. Eloísa murió en Miami en el 2010. Nunca pudieron reencontrarse. Adriana ha tenido la inteligencia de servirse del libro que recoge las cartas, pero para hacer algo mucho más impactante: un film sobre la angustia de un escritor exquisito atrapado en un sitio inmundo que se degradaba peligrosa e ineluctablemente.

Lezama era gay. De closet, pero gay. Se casó con una señora para que lo cuidara y para protegerse de la homofobia oficial. También era gordo, asmático y abogado. Su amigo –no eran pareja-, también poeta, Gastón Baquero, antes de la revolución le había conseguido un “trabajito” en la junta que estudiaba los expedientes de los presos comunes y recomendaba o negaba la libertad a esos reos. (Parece que Lezama era muy severo).

Cuando le pregunté a Gastón, exiliado en Madrid, por qué respetaba tanto literariamente a Lezama, pese a que habían tomado caminos divergentes en el campo poético –la poesía de Gastón era directa y transparente-, me miró fijamente y me dijo, con toda certidumbre: “porque un día las enciclopedias dirán que Fidel Castro era un dictadorzuelo menor en la era de Lezama Lima”. Su devoción por el poeta creador del grupo Orígenes era total y auténtica.

¿Ya ha comenzado la era de Lezama Lima? Tal vez. No sólo se ha estrenado el documental con vocación de Oscar, sino se ha reeditado su novela Paradiso, un monumento barroco de 600 páginas, eliminando numerosos errores de la descuidada edición original de Cuba de 1966. No soy un fanático de la literatura barroca, pero entiendo que otros lo sean. Por ejemplo, a Julio Cortázar y Octavio Paz les fascinaba ese mundillo laberíntico de formas alambicadas, vocabulario sorprendente y alusiones literarias e históricas cultísimas e inesperadas.

Sin embargo, Paradiso no ha llamado la atención de muchos lectores cubanos (y no cubanos) por sus virtudes barrocas, sino por su capítulo ocho, el texto homoerótico que hablaba del homosexualismo sin tapujos, aunque Lezama se escudaba tras el personaje de José Cemí, lo que provocó una agresiva reacción de la cúpula revolucionaria, especialmente de Fidel, Raúl y Ramiro Valdés –el Che Guevara, el otro gran homófobo, ya se había marchado de Cuba-, al extremo de que en la Isla se comenzó a hablar de “machismo-leninismo”.

Llamarle al ano “círculo de cobre”, y explicar que “la configuración fálica de Farraluque (un personaje de la ficción inspirado en un señor de carne y hueso) era en extremo propicia a esa penetración retrospectiva”, era más de lo que la escasa sensibilidad de aquellos barbudos feroces podía tolerar.

Era la época de la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción, 1965-1968). Encerraban a los varones homosexuales en campos de concentración para reeducarlos y extirparles a látigo y tentetieso las “costumbres burguesas” de amar o sentirse atraídos por personas de su mismo género. El inútil castigo se saldó con decenas de suicidios y Conducta impropia, un extraordinario documental realizado por Orlando Jiménez Leal y Néstor Almendros (ganador de un Oscar), en el que algunos de los encerrados en la UMAP contaban con amargura lo que habían sufrido junto a numerosos creyentes religiosos.

Eventualmente, la dictadura reconoció el estúpido crimen y disolvió los campos de la UMAP, pero los criminales no fueron castigados. La lista incluía a Fidel, Raúl y al resto de la dirigencia, y la revolución siguió siendo “machista-leninista”. En los años ochenta continuaron expulsando de sus trabajos o de las universidades a los gais, acusándolos de “escoria”. Lezama estaba muerto, pero su prestigio literario crecía bajo la hierba. Hoy no existe la menor duda: la figura de Fidel Castro se encoge bajo el peso acusatorio de sus propias palabras en las filmotecas, mientras la de Lezama se agiganta. ¿Se cumplirá la profecía de Gastón Baquero?

Si tienes familiares en Cuba comparte con ellos el siguiente link (descargar Psiphon), el VPN a través del cual tendrán acceso a toda la información de CubaNet. También puedes suscribirte a nuestro Boletín dando click aquí.




Cortázar salvó a Lezama Lima del ostracismo revolucionario

José Lezama Lima, Cuba, Bosch

José Lezama Lima, Cuba
José Lezama Lima (Foto: Internet)

MIAMI, Estados Unidos. – Catorce años le tomó a Adriana Bosch armar “Letter to Eloisa”, un documental que cuenta cómo la revolución cubana censuró y condenó al ostracismo al escritor José Lezama Lima por su novela “Paradiso” por un capítulo homoerótico y cómo el argentino Julio Cortázar salvó al cubano incluyéndolo en el “boom”.

El documental, con la voz del artista británico Alfred Molina, la música original de Arturo Sandoval y el testimonio de escritores como Mario Vargas Llosa, se estrena mundialmente este domingo en el Miami International Film Festival.

El refinamiento de Lezama es precisamente “la antípoda de lo que debía ser la cultura para la revolución”, afirma el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa ante la cámara de Bosch.

“Yo conocí a Lezama en esos años 60, lo vi varias veces, estuve en su casa (…) En él había reticencias hacia la revolución, discretas, porque era un hombre más bien prudente”, recuerda Vargas Llosa sobre el cubano que, milagrosamente, logró entrar al denominado “boom” latinoamericano con “Paradiso” (1966).

“Letters to Eloisa” se basa en la correspondencia privada que Lezama tuvo desde Cuba con su hermana Eloísa, que había partido al exilio y a quien nunca más volvió a ver.

En entrevista ofrecida a EFE, Bosch, nacida en Cuba y exiliada en Estados Unidos desde que tenía 14 años, dice que “Vargas Llosa hace una contribución clave” para el documental.

El escritor peruano “conoce a Lezama y es un testimonio de primera mano que apoya la trayectoria de las cartas, que es la desilusión de Lezama Lima con la revolución, y además, a su manera, nos da la medida de Lezama dentro del ‘boom’, desde adentro”.

La realizadora cuenta las dificultades que tuvo que vencer para lograr sacar adelante su documental, porque los productores a los que se acercaba no conocían al novelista y poeta cubano.

“A Lezama no lo conocía un sector amplio fuera de Cuba, con esta piedra choqué repetidamente a lo largo de los 14 años que me tomó armar el documental”, dice Bosch, autora de series y documentales para el Servicio de Transmisión Pública (PBS) de los Estados Unidos.

Bosch quedó impactada con el contenido de un epistolario, el de Lezama Lima y Eloísa, revisado a hurtadillas por el Estado cubano.

“Me costó muchísimo trabajo hacerlo porque quería mantener la estructura y narrativa original del documental. Todo estaba planteado a partir de las cartas”, revela Bosch.

“Una carta es uno de los pocos instrumentos que tiene un biógrafo para conocer el interior de un personaje. Estas cartas explicaban de primera mano los acontecimientos en Cuba, y en segundo lugar el sufrimiento de Lezama y lo que él estaba pasando. Esto, comunicado a la persona más cercana, que era su hermana”, dice la directora.

Pero, según se puede leer en la página web de “Letters to Eloisa”, el documental se detiene para hacer una pregunta crucial: ¿Lezama desafió la homofobia del régimen o la publicación de “Paradiso” en ese momento fue una mera coincidencia?

A esta pregunta responden escritores y críticos literarios que Bosch logró reunir en su filme.

“Lezama publica ‘Paradiso’ cuando hay un montón de gente encerrada en la UMAP (campos de trabajos forzados a donde enviaron homosexuales en Cuba en la década de los años 60). Él estaba muy consciente de su entorno, no puede haber ignorado el momento en que él publica esta novela”, afirma Bosch.

Desafiar de esa manera al régimen comunista le costó al cubano el ostracismo, que no le permitieran viajar fuera de la Isla y que incluso lo retiraran oficialmente como referencia literaria.

De acuerdo con Bosch, el responsable de que “Paradiso” se entroncara con el “boom” literario latinoamericano fue el argentino Julio Cortázar, que “saca la novela de Cuba y la publica en México”.

“Las cartas a Eloísa son documentos tremendamente políticos”, dice Bosch, que afirma haber luchado mucho consigo misma “porque quería darle crédito a Cuba en el momento en que lo rescataron (a Lezama)”, en 1991 con una nueva publicación de “Paradiso”.

“Hasta que me di cuenta de que Lezama no necesitaba rescate. Los que se tenían que rescatar eran ellos, que fueron los que se equivocaron”, reprocha Bosch.

Las cartas a Eloísa pueden consultarse en la web del Cuban Heritage Collection, de la Universidad de Miami (UM).

“Me dio mucho trabajo llegar a entender qué es lo que le cuesta a Lezama el ostracismo”, reitera Bosch.

(EFE)

Si tienes familiares en Cuba comparte con ellos el siguiente link (descargar Psiphon), el VPN a través del cual tendrán acceso a toda la información de CubaNet. También puedes suscribirte a nuestro Boletín dando click aquí.




Documental reconstruye por primera vez vida de novelista cubano Lezama Lima

escritores, José Lezama Lima, Cuba, Fidel Castro, Paradiso

José Lezama Lima (vanguardia.com)

MIAMI.- José Lezama Lima (1910-1976), uno de los precursores del denominado “boom literario latinoamericano”, fue un “cubano sabroso” y marginado, según dice a Efe Ernesto Fundora, autor de un documental biográfico que acaba de estrenarse en Miami.

“Lezama Lima: Soltar la lengua”, presentado esta semana en la Universidad Internacional de la Florida (FIU), es el primer largometraje que se hace sobre la vida del autor de “Paradiso” (1966), una novela enjundiosa y barroca que de cierta manera puso al descubierto los prejuicios de la revolución cubana.

“La revolución lo apartó. Fue un estilo de Fidel (Castro) con aquellas figuras públicas que tuvieran una convocatoria poderosa (…). Fidel trataba de quitarle resonancia a estas personas y Lezama era una figura incómoda para él, muy incómoda”, expone el también cubano Fundora en una entrevista con Efe.

El reconocido creador de videoclips musicales menciona que en los casos de Lezama y de la cantante Celia Cruz detectó que fueron marginados “por celos” del dictador cubano.

“Celia Cruz, con quien tuve amistad e hice sus últimos cuatro proyectos, percibía que hubo celos de Fidel”, apunta.

De Lezama dice que cuando publicaron toda su obra en 1970 a los censores “se les escapa el capítulo 8 de ‘Paradiso’ (el del homoerotismo), que a fin de cuentas se ha demostrado que es un capítulo imberbe, inocente”.

Al año siguiente, cuando Castro pronunció el discurso “Palabras a los intelectuales” y el poeta Heriberto Padilla fue encarcelado por sus críticas a la revolución en el libro “Fuera de juego”, “ahí es donde revientan a Lezama, ahí encuentran el pretexto idóneo para atacar a un intocable”, detalla.

Sin apenas imágenes en movimiento disponibles, Fundora logró una semblanza de horas de duración del erudito, aquel que sin salir de Cuba “conoció el mundo” a través de la investigación literaria y logró asombrar a autores tan únicos como el argentino Julio Cortázar.

Veintiocho entrevistas a personas que lo conocieron, repartidos entre Miami, La Habana, Ciudad de México, donde vive Fundora hace 25 años, y San José (Costa Rica), dan cuerpo a “Lezama Lima: Soltar la lengua”, un material que ha comenzado a caminar en universidades estadounidense y latinoamericanas y del que su realizador no descarta que pueda pasar a circuitos de festivales de cine.

Ocho de sus entrevistados, “discípulos lezamianos” o si se quiere tan solo amigos, han muerto ya, de manera que este largometraje sirvió como última entrevista a reconocidos escritores, como Cintio Vitier y Eliseo Alberto Diego (Lichi).

Las grabaciones comenzaron en 2008.

Fundora utilizó unas imágenes silentes de archivo, de un programa de televisión de 1957 o 1958, no puede precisar, que se llamó “La universidad del aire”, cuyos panelistas eran Guillermo Cabrera Infante, José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Jorge Mañach y Edmundo Desnoes.

“Me fue difícil conseguir esas imágenes, es lo único que existe”, resalta el director y anota que hacer cualquier gestión en La Habana es “un dolor de cabeza” y cuesta dinero.

Cuando apareció en Miami la colección del fotógrafo Iván Cañas, unos de los pocos que siguió a Lezama en los primeros años de la revolución, el documentalista vio la luz.

“A partir de ahí hice un ejercicio muy austero con la voz de Lezama, que grabó textos suyos para Casa de las Américas: ‘Rapsodia para el mulo’, ‘Ah, que tú escapes’, unos segmentos de ‘Paradiso’, ‘Una oscura pradera me convida’ y algo de ‘Muerte de Narciso'”.

“Agarré fragmentos de esos textos narrados y animé fotos para darle un poco más de humanidad”, explica.

“Ves que Lezama se va deteriorando a través de las fotos. Termina con la ropa zurcida. Se va poniendo flaco, percibes su deterioro físico y eso es muy doloroso. A la gente le gustó, a pesar de que yo lo veía como algo irrespetuoso”, reconoce Fundora del estreno en Miami, al que asistieron, afirma, dos sobrinos del gran escritor.

Fumador de puros, obeso y muy casero, Lezama Lima, nombrado en la película “Fresa y chocolate” (Tomás Gutiérrez Alea, 1993) como una suerte de sibarita de la gastronomía nacional, fue condenado al ostracismo hasta que 25 años después del silencio la propia revolución reeditó “Paradiso”.

A Fundora le gustaría que su documental se exhiba en la isla y adelanta que le montará “a Lezama” un canal en YouTube con material que no cupo en el largometraje.

(EFE)




El capítulo VIII y la censura de hoy

Portada de la primera edición de Paradiso en 1966

LA HABANA, Cuba.- Hace 52 años, en 1966, cuando fue publicada Paradiso, de José Lezama Lima, el capítulo ocho de los catorce que conforman el libro, escandalizó de tal modo a los mandamases -o más bien a sus comisarios culturales, que seguramente fueron los que lo leyeron porque los jefazos, siempre tan ocupados, no deben haber tenido tiempo, paciencia ni sesos para aventurarse en la densa prosa lezamiana- que decretaron la proscripción de la más monumental novela que se haya escrito en Cuba. Una proscripción que duraría un cuarto de siglo.

Imagínese cómo se pondrían de indignados los testosterónicos y muy machistas jefes, que habían recién estrenado las UMAP, cuando los comisarios encargados de leer por ellos les contaron el capítulo donde Lezama, en la antípoda del realismo socialista y los cantos a la revolución, describía la leptosomática verga de Farraluque, con el glande parecido a su rostro, el frenillo a su nariz y la cúpula de su membranilla a su frente abombada.

Dio mucho de qué hablar por aquellos tiempos en Cuba aquel capítulo ocho, donde Lezama refería cómo Farraluque penetra, por diferentes vías y siempre en tardes de  domingo, a una criada española, una cocinera mulata color mamey y su hermano, y al enmascarado esposo de la señora de enfrente del colegio, ocasión esta última en que los telúricos movimientos de la cópula contra natura ocasionan el derrumbe de una carbonería.

Aun hoy, muchos de los que presumen de haber leído Paradiso, lo más probable es que solo hayan leído el capítulo VIII, y para eso, hasta donde termina la historia de las proezas eróticas de Farraluque, perdiéndose así la parte final del capítulo -una suerte de homenaje lezamiano al Decamerón-, aquella donde aparecen Godofredo El Diablo, Fileba la Insatisfecha y el enajenado Padre Eufrasio, que se estrangulaba los testículos  para eyacular agustinianamente.

Según el académico cubano-americano Roberto González Echevarría, especialista en literatura hispanoamericana: “Paradiso sobrepasa la estética… La novela de Lezama, como toda su obra, se desentiende de lo bello como meta, combinando a veces lo grotesco con lo francamente de mal gusto e ignorando olímpicamente los más caros preceptos del arte novelístico, como señaló Cortázar. En gran medida, lo sobrecogedor en Lezama es precisamente la falta de medida, de decoro; la mezcla de niveles retóricos con un desenfado que oscila entre la ingenuidad más enternecedora y la originalidad más chocante”.

En agosto de 1966, la tirada de 5 000 ejemplares de Paradiso se agotó en un santiamén. Pero muchos de los ejemplares fueron recogidos de las librerías porque las autoridades consideraron que el libro era pornográfico y enaltecía el homosexualismo.

La ojeriza del régimen contra Lezama se hizo mayor en 1968, cuando el escritor no cedió ante las presiones a que fue sometido, como miembro del jurado de poesía de la UNEAC, para que no votara por la concesión del Premio Julián del Casal al poemario “Fuera del juego”, de Heberto Padilla. Lezama permanecería en el ostracismo hasta su muerte, el 9 de agosto de 1976.

No habría otra reedición de Paradiso hasta 1991. Editado por Letras Cubanas, con prólogo de Cintio Vitier, la tirada fue insuficiente para satisfacer el interés del público.  Para comprar el libro acudió una muchedumbre a los portales del Palacio del Segundo Cabo, sede del Instituto Cubano del Libro, y hubo una rebatiña que impidió que se pudiera efectuar la presentación del libro, que tuvieron que vender a través de una reja y bajo custodia policial.

Podría pensarse, con la absorción de Lezama por la cultura oficial, que la proscripción de Paradiso, motivada por el mediocre puritanismo de los censores, es agua pasada. Pero más de medio siglo después no ha mejorado la situación de la libertad artística en Cuba. Por el contrario, parece que empeorará. Por medio del decreto 349, los comisarios  revestidos de moralina y patrioterismo decimonónico y corrección política-ideológica neoestalinista, se arrogan el derecho de prohibir a los creadores, entre otras cosas, “el uso de los símbolos patrios que contravengan la legislación vigente”, y lo que consideren que contenga “pornografía, violencia y lenguaje sexista, vulgar y obsceno”. Y lo peor, está el muy abierto inciso del decreto, donde cabe todo lo que se les antoje a los censores que “infrinja las disposiciones legales que regulan el normal desarrollo de nuestra sociedad en materia cultural”.




Lezama Lima: ni imagen ni posibilidad

José Lezama Lima (vanguardia.com)

LA HABANA, Cuba.- Por el poeta Jorge Luis Borges supe que Emerson veía una biblioteca como un gabinete mágico ocupado por muchos espíritus hechizados que despiertan cuando los llamamos; y también nos advirtió que mientras no abrimos ese libro lo estamos convirtiendo “en una cosa entre las cosas”. Hoy en Cuba se cometió una de esas macabras irreverencias, insolencias sería mejor, pero más exacto: apostasía, descaro.

Mientras escribo estas líneas todavía transcurre el noveno día del mes de agosto, y esa fue la razón que me llevó a buscar en la prensa oficial alguna referencia a la muerte de José Lezama Lima, pero ninguna mención hizo el Granma al autor de “Paradiso”, aunque alguna vez escribiera, quizá embrujado, “El 26 de julio, imagen y posibilidad”. El diario de los comunistas cubanos ocupa sus páginas más visibles con los argumentos que ofrece Nicolás Maduro mientras intenta explicar la muerte que le habían preparado desde EEUU y Colombia.

La página cultural se ocupó dando detalles de la programación de la televisión nacional, y también en advertirnos que la Sinfónica Nacional cerraba su temporada con dos estrenos mundiales, mientras que el Consejo de las Artes escénicas cuenta de su verano muy cargado en presentaciones teatrales, y también del circo nacional, mientras que en la última de sus páginas, en ese cintillo en el que se destacan las más sonadas efemérides, nos recordaron el lanzamiento de la bomba atómica en Nagasaki y la muerte de un boliviano, integrante de la guerrilla del Ché, en la selva boliviana.

Ese olvido voluntario prueba cómo este gobierno se empeña en usar el silencio como castigo, aun cuando ya el poeta conociera, en vida, de condenas, de patrañas, de “enemigos rumores”. Y es que Lezama, a pesar de su entusiasmo con el ataque al Cuartel Moncada, sufrió el ostracismo que decidieron para él aquellos atacantes que luego subieron al poder. El poeta, ese que colaboró desde los primeros días en el periódico “Revolución”, sufrió las embestidas de los “revolucionarios” por todos los flancos de su inmensa anatomía. Hasta se le dio el título de viajero inmóvil, como si tanta quietud fuera su culpa.

Al poeta, de quien se dice que adoraba su casa de “Trocadero”, le impidieron viajar cada vez que lo intentó, y peor le fueron las cosas tras la publicación de Paradiso, esa novela que puso los pelos de punta a los “revolucionarios” cuando se enteraron de aquellos pasajes llenos de erotismo homosexual. Fue entonces cuando vinieron sus peores días, fue entonces cuando tuvo para él solo un espía con atuendos de galeno, y que lo escoltó hasta el último de sus estertores.

Hace poco pasé cerca de las faldas del Castillo del Príncipe y miré sus empinadas escaleras, imaginé esas trepadas a las que tuvo que sobreponerse aquel hombre al que algunos todavía llaman el “viajero inmóvil”, lo supuse jadeante, agobiado por su amarga respiración, y también desandando su barrio de la Habana del Centro, soñando con encontrarse con su hermana Eloísa, y también contrariado con cada negativa del gobierno que le impidió tantas veces alejarse por unos días de la isla y de aquellos asaltantes al Moncada a los que antes hiciera algunos guiños.

Ahora imagino el disgusto de Heberto Padilla, hurgo en los hostiles comentarios que le provocara la lectura de esa “Corona de frutas” que escribiera el poeta de Trocadero y que publicó “Revolución”. Supongo  también a Lezama, unos años después, defendiendo entusiasmado  los versos de “Fuera del juego”, aquellos que cuestionaron el accionar de los “revolucionarios” que asaltaron el Moncada, que subieron a la Sierra, y luego al poder.




Reúnen en un solo libro la poesía completa de Lezama Lima

escritores, José Lezama Lima, Cuba, Fidel Castro, Paradiso

José Lezama Lima (vanguardia.com)
José Lezama Lima (vanguardia.com)

MADRID, España.- Lezama Lima narrador y ensayista, autor de “Paradiso”, novela incalificable comparada, por su experimentalismo y su asombrosa verbalidad, con el “Ulises” de Joyce, fue también uno de los poetas más barrocos y excelsos en lengua española del siglo XX. Ahora un libro reúne su poesía completa.

Publicado por Sexto Piso, el volumen, de más de mil páginas, encierra ahora la totalidad de la poesía de José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) en una nueva exhaustiva nueva edición, que incluye poemas que nunca antes se habían publicado.

Una edición que sale cuando se cumplen el 80 aniversario la muerte de Lezama Lima. El libro se abre con su icónico poemario “La muerte de narciso” e incluye “Aventuras sigilosas”, “La fijeza 1949”, “Dador 1960”, “Fragmentos a su imán” 1977, Poemas no publicados en libros; “Sobre el crepúsculo y monstruos del agua”, “Inicio y escape” y “Otros Poemas”.

Y se cierra con un epílogo sobre el escritor, firmado por César López, con el título “Lezama Lima y la primera palabra”.

Luz y oscuridad recorren las páginas escritas por este creador inabarcable, hacedor de un mundo propio en el que el torrente de palabras y metáforas las puso al servicio de las imágenes y la música.

Nacido en la ciudad de La Habana, el 19 de diciembre de 1910, Lezama Lima estudió Derecho, pero fue sobre todo un gran erudito, un lector empedernido de toda clase de temas, que le dieron una gran cultura.

Murió a los 65 años de asma, la enfermedad que le persiguió desde la infancia y que le obligó a permanecer en cama durante largos periodos, tiempo que aprovechó para numerosas lecturas que acompañaron a su licenciatura en Leyes por la Universidad de la Habana.

Pero, a pesar de convivir con esta enfermedad, siempre fue un empedernido fumador y amante de la buena mesa, de ahí su gran peso. “Una buena mesa, una buena conversación, y un buen mantel renacentista es una de las cosas que más pueden apetecer en este mundo”, decía Lezama al respecto.

Fue uno de los grandes lectores de los clásicos del siglo de Oro español. “Su obra es una consecuencia de Góngora, y desde luego continuador de San Juan de La Cruz”, decía José Ángel Valente, el fallecido poeta español en cuya obra el escritor cubano dejó más legado que en ningún otro.

Lezama está considerado como un avanzado de su tiempo y a su origen caribeño incorporó varios conceptos de las vanguardias europeas como la idea del predominio del sonido y la imagen sobre el sentido o el concepto de la palabra, tesis que compartían los poetas de vanguardia rusos.

Pero la obra de este poeta, no se entiende sin Cuba. “No podría escribir fuera de Cuba. No concibo otra cosa que ser cubano. Nuestra flora, nuestra fauna”, declaraba Lezama.

El escritor trabajó en el Ministerio de Educación y en otras entidades culturales cubanas durante los primeros años de la Revolución con Castro a la cabeza. Y creó En 1944 una de las revistas literarias más importantes y longevas de Latinoamérica, “Orígenes”.

“Al final, Lezama murió solo, acompañado por su mujer y abandonado en un hospital por las autoridades políticas”, recordaba precisamente a Efe Valente, quien relataba que fue su propia viuda, María Luisa, la que le escribió contándole así sus últimos días.

“Dance la luz reconciliando/al hombre con sus dioses desdeñosos. Ambos sonrientes, diciendo/los vencimientos de la muerte universal y la calidad tranquila de la luz”, escribió el poeta cubano.

(Carmen Sigüenza/EFE)