A 30 años de Las iniciales de la tierra

LA HABANA, Cuba.- Acaban de cumplirse 30 años de la publicación en Cuba de Las iniciales de la tierra, la primera de las seis novelas que escribió el escritor y cineasta Jesús Díaz (1941-2002).
En momentos en que los vientos de la Perestroika y la Glasnost llegaban a Cuba, brincando el parapeto y amenazando con despeinar concepciones que hasta entonces parecían inamovibles, aquel libro ocasionó una controversia que adquiriría matices inquisitoriales y vindicativos por parte del comisariado cultural y provocaría unos años después la ruptura definitiva del autor con el régimen que hasta entonces había apoyado, y su exilio en Europa.
Las iniciales de la tierra, que unos meses antes que en Cuba fue publicada en España, en 1987, es puro bildungsroman: la historia de la formación de un delirante seguidor del castrismo, Carlos Pérez Cifredo (¿un alter ego de Jesús Díaz?), quien es puesto a evocar su vida por la planilla cuéntamelo-todo para ser procesado para ingresar en el Partido Comunista de Cuba.
El protagonista, varado ante la planilla, además de referir sus experiencias en las milicias, la caminata de los 62 kilómetros, la escuela militar, Playa Girón y la zafra de 1970, también refleja sus muchas dudas y contradicciones sin resolver. Así, podemos apreciar cómo un idealista se convierte en un dogmático al dejar que domen y conduzcan por otros rumbos sus sueños e ilusiones.
La novela tiene un final tan abierto, sin revelar si Pérez Cifredo es aceptado o no en el PCC, que cuando la leí, allá por 1988 o 1989, pensé que a mi ejemplar del libro le faltaba la última página -no es inusual que de las imprentas cubanas salgan libros (siempre que no sean de interés del gobierno) con páginas de menos o en blanco. Pero no, ese era efectivamente el último párrafo de la última página. La historia acababa ahí. El suspense era la intención del autor.
El libro, que primero Jesús Díaz iba a titular Biografía Política, tuvo que esperar quince años para que fuera aprobada su publicación.
En 1973, con el primer título y la estructura narrativa dictada por el orden de las preguntas de la planilla partidista, Jesús Díaz envió la novela al concurso Casa de las Américas, que había ganado en 1966 con el libro de cuentos Los años duros. Pero la dirigencia del Partido Comunista le obligó a retirar la novela del concurso por considerar que era “lo más conveniente para la revolución”. Solo eso, sin más explicaciones. Y ese año Casa de las Américas no concedió el premio en novela.
A Jesús Díaz le sobró tiempo para retocar el libro. A sugerencia de Ambrosio Fornet, le cambió el título, y le dio un orden cronológico a la estructura narrativa, atendiendo al consejo de su amigo Luis Rogelio Nogueras. Y luego, lo guardó, en espera de tiempos mejores.
A finales de octubre de 1982, durante el II Encuentro de Narrativa Cubana, en Santiago de Cuba, Jesús Díaz leyó un fragmento de Las iniciales de la tierra en presencia de Armando Hart, que en 1976 había sido nombrado ministro de Cultura. Luego de la lectura, Hart conversó con Jesús Díaz y tras hacerle algunos señalamientos regañones, se comprometió a “trabajar” para que se publicara la novela. Parece que el trabajo fue largo y complicado, porque pasarían cinco años más antes de su publicación.
Algunos consideran que Las iniciales de la tierra es la novela de la revolución cubana. Pero su autor no estaba de acuerdo con esa valoración. En una entrevista realizada en 1988 por el escritor José Fernández Pequeño —y que permaneció inédita hasta el año 2013, cuando fue publicada en La Gaceta de Cuba—, Jesús Díaz explicaba: “”En esa novela de la revolución hay obras que anteceden a Las iniciales de la tierra y otras que la seguirán. Es ingenuo pensar que uno ha escrito esa novela de la revolución. Yo solo pretendía salvar ciertas memorias, angustias y tensiones. Luego de escrita la novela, me he dado cuenta de que ella es una reflexión sobre la intolerancia, sobre ese hábito permanente de juzgar a los demás que se nos fue pegando, esa paranoia quizás necesaria producida por cierto estado de la lucha de clases. Es decir, desarrollamos una enorme capacidad para clasificar el mundo y para emitir juicios acerca de las personas que nos rodeaban, hasta que un día el juzgado era uno mismo, juzgado sin apelación posible, y entonces uno rechazaba ese hecho porque creía conocerse muy bien y si no era perfecto, pues casi…”
Jesús Díaz también sería victima de la intolerancia oficial y le llegaría el turno de ser “juzgado sin apelación posible” cuando se hizo incómodo para el régimen. No le perdonaban que en 1988 hubiese sido uno de los autores de una carta de protesta de un grupo de escritores por las golpizas propinadas por esbirros del Ministerio del Interior a varios poetas que participaban en una tertulia literaria en Matanzas. Y la tapa al pomo la puso en 1992, cuando patentizó su desencanto con el castrismo en el ensayo Los anillos de la serpiente, que fue publicado en La Gaceta de Cuba con una roñosa coletilla de Fernando Martínez Heredia.
Ante los ladridos de la azuzada jauría oficialista, Jesús Díaz, que estaba en Alemania, decidió no regresar a Cuba. En 1994 se estableció en España. En 1996 creó la revista Encuentro de la Cultura Cubana, que dirigió inteligente y ecuménicamente hasta su muerte, ocurrida en Madrid en mayo de 2002.