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La noche en que el Artime resultó chiquito

MIAMI, Estados Unidos. – La noche del martes 27 asistí al teatro Manuel Artime de Miami, donde enfrenté algo que rotundamente considero como una de las veladas culturales más entrañables entre todas las que hasta hoy me han tocado vivir. El director Lilo Vilaplana, conocido por su exitosa serie “El Capo”, el corto “La muerte del gato” y, más recientemente, “Leyendas del Exilio”, presentó un cortometraje que realizó con un pequeño presupuesto, y que le permitió crecerse con un documento de una sorprendente calidad estética, en el que sobresalen las actuaciones, la fotografía, la dirección, y la producción general, nacida de la complicidad entre América TeVe y Vilaplana Film.

La cinta cuenta la historia de una española, romántica, amante de la “revolución cubana, de Fidel Castro y el Che Guevara”, que viene a Cuba y asiste a la Feria del Libro en La Habana. Con solo llegar a la Cabaña compra un pulóver que exhibe la imagen del guerrillero argentino y recorre esa fortaleza convertida por los comunistas en recinto ferial cada febrero.

Paseando se encuentra con un joven que lee al poeta cubano decimonónico Juan Clemente Zenea. Ella se le acerca y él la recibe declamando unos versos del poeta bayamés, le pregunta por qué viste un pulóver que exhibe la imagen de un asesino.

Ella se sorprende, y él joven insiste, le pregunta por el libro de Fidel que también trae consigo, la recrimina, quiere saber por qué se empeña en leer a esos verdugos que fusilaron, en ese mismo sitio, a muchos hombres sin que se les permitiera tener, al menos, un juicio justo.

La española también cuenta entonces que de La Habana viajará a Miami, y el lector del Zenea fusilado en esa Cabaña que usan hoy los comunistas como recinto ferial, le asegura que sus padres viven desde hace años en esa ciudad, sin que de ellos tenga alguna noticia. La mujer promete visitarlos si él le advierte como ubicarlos, y ya en Miami los busca y se encuentra con la madre, quien le hace saber que su esposo ya está muerto.

Apenada y tratando de alegrar a la anciana, la visitante cuenta de su viaje a Cuba, y de su hijo, el mismo que aparece en el retrato que cuelga de una pared de aquella casa miamense, y a quien ella conoció en la isla. Entonces llega un giro inesperado en la trama, que a su vez concluye la historia.

El guión, escrito desde lo más recóndito del alma cubana, salió del talento y la inteligencia de Juan Manuel Cao, quien también conoció de los desmanes de un poder dictatorial que nos obliga a reflejar asuntos que nos atañen de manera significativa y que no podemos evadir quienes conocemos las entrañas del monstruoso comunismo.

Yo, que conocí en mi más temprana juventud esa Cabaña, que conocí el infierno de otras prisiones, terminé conmovido, y agradezco a estos artistas cubanos su empeño por hacer visible esa vibrante historia, que sin dudas cuenta también con la autoría siniestra de los hermanos Castro. Este empeño; evocador de una época llena de injusticias que hasta hoy crece, se convertirá en un documento esencial para revelar una historia de desmanes que no cesan.

Sin dudas nuestra filmografía deberá nutrirse de esas injusticias que tienden a ser olvidadas o tergiversadas; y que ahora muestran las lágrimas que salieron de aquellas mazmorras y que enfrentan, denunciando, a una atroz dictadura. Emocionante me resultó mirar un teatro abarrotado que era capaz de ablandar el hierro forjado en dictadura. Un acto como ese puede ser entendido como venganza, pero más que todo como la denuncia a una dictadura que hundió en el légamo a muchas generaciones de cubanos.

Estar allí fue una experiencia única, reivindicadora. Contemplar un teatro abarrotado, con personas de pie en los pasillos, y con un mundo afuera que no consiguió entrar, resultó gozoso aunque miráramos el detritus que provocó la familia Castro. Esa fue la mejor respuesta de un exilio ávido, y agradecido tras un empeño como ese. Tengo la certeza de que, aún pasados muchos años, recordaré ese martes, y persistirán en mi memoria los rostros conmovidos, las lágrimas.

Fueron emotivos, conmovedores, los aplausos, los gritos exaltados que hacían correspondencia con el fervor que despertó en los asistentes el estreno de una cinta que filmó escenas en las mismísimas narices del régimen, aun cuando corrieran el riesgo de ser detenidos y decomisados todos los equipos de grabaciones, haciendo que se malograra el proyecto.

A los actores, y al equipo incógnito de fuera y dentro de la isla que hicieron posible la película, no solo hay que tomarles en cuenta su calidad en los oficios, sino también la valentía de enfrentar los peligros y superar la tensiones, concentrarse y darnos esta factura de tanta excelencia que enfrentamos en el teatro Manuel Artime.

Quienes vimos el rodaje, sabemos de todo el esfuerzo que se precisó para realizar lo que alguna vez fue solo un proyecto, a los demás no les será difícil imaginarlo, porque todos tenemos nuestras propias historias personales de la difícil vida que el régimen totalitario nos hace padecer. Caminar de incógnitos y disfrazados para no ser reconocidos, en medio de un evento oficialista como es la Feria del Libro de La Habana, siempre custodiada por los muy diversos cuerpos represivos, fue una burla significativa que el régimen jamás perdonará.

Las personas que participaron saben que ahora mismo tienen abierto un expediente de causa en el cuartel general de la Seguridad del Estado en Villa Marista. Supongo que hoy se reunieron para esclarecer los hechos y pedir responsabilidades a los oficiales que cubrieron el evento. Quizá ahora mismo estén revisando videos de seguridad de aduanas de aeropuerto, intentando reconocer a los “travestidos”, a quienes vigilarán con denuedo en lo adelante. La dictadura no olvida y es rencorosa; oculta sus garras pero no las guarda.

Todo ha sido conmovedor, pero también triste al comprobar, tras el despertar en la mañana que siguió a esa noche, que los medios informativos de la ciudad no reseñaron el evento. Y ese silencio duele, porque suponemos, en la isla, que Miami es la ciudad que grita por nosotros, los que intentamos gritar desde la isla. Más triste aún es reconocer que si fuera un chisme de farándula los ecos no habrían cesado aún.

Esa fue una noche histórica y de expresión cívica.  Gracias, en el nombre de muchos y el mío propio, a Carlos Vasallo, Presidente de América TeVe –a quien miro como una especie de Obispo Espada en nuestro tiempo—, gracias a Vilaplana Film, por hacernos recordar que con poco se puede hacer mucho, gracias a quienes trabajaron tanto sin pensar en retribuciones monetarias, pero que recibieron el aplauso cerrado con que, una hora después de terminada la puesta en el Artime, fueron recibidos en el restaurante Versailles.




Se estrena en Miami corto de ficción rodado clandestinamente en Cuba

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“Irene en La Habana” (elnuevoherald.com)

MIAMI, Estados Unidos.- El director cubano radicado en Miami Lilo Vilaplana rodó clandestinamente en Cuba la mayor parte de un corto de ficción, “Irene en La Habana”, sobre una joven española enamorada del proyecto socialista que en la isla descubre otra realidad, porque, según dice, le gusta “correr riesgos”.

En una entrevista con Efe en Miami pocos días antes del estreno, Vilaplana, que en 2014 rodó en la isla el cortometraje “La muerte del gato” (2014), también clandestinamente, subraya que esta vez la historia se centra en las ejecuciones extrajudiciales de opositores de la revolución de Fidel Castro.

“Me gusta correr riesgos y contar las historias que ellos (el Gobierno cubano) no quieren contar”, dice Vilaplana, que ha dirigido series de televisión como “El capo” (Fox Telecolombia, 2009-2010).

Con 30 minutos de duración y filmado un 70 % en la capital cubana y el resto en Miami, “Irene en La Habana” toma como punto de partida el viaje que por primera vez hace a Cuba una joven española simpatizante de la revolución.

El personaje es interpretado por la española Irene Díaz, que trabaja como presentadora en el canal América Teve de Miami y, de acuerdo con Vilaplana, nunca antes trabajó como actriz.

“Todo estuvo muy cronometrado; cualquier error hubiera sido grave para nosotros”, afirma sobre este proyecto clandestino del cual tuvieron conocimiento solo el equipo técnico y los actores.

Se rodó en febrero durante la Feria del Libro de La Habana, un evento que habitualmente se instala en la fortaleza de La Cabaña.

“Conseguimos muchas cosas con gente que tiene cargos allá adentro. Hubo que dar dinero y tocar relaciones”, asegura Vilaplana.

El corto, que se estrena el martes próximo en el teatro Manuel Artime de La Pequeña Habana, en Miami, fue escrito por el también presentador de televisión y periodista cubano Juan Manuel Cao.

Si guionista y director viajaron a La Habana es algo que Vilaplana prefiere mantener en suspenso.

“Se rodó en cinco días. El equipo voló desde varios países y con diferentes líneas aéreas para no levantar sospechas. Luego sacamos copias del material por varias vías, aunque dejamos una escondida en Cuba por si fallaban las otras”, reveló.

El director explica que en el filme Irene “llega en busca de la propaganda que ha dado el castrismo. Allí encuentra a un joven que le habla de La Cabaña (fortaleza colonial de la rada habanera), donde el Che Guevara comandó un pelotón de fusilamiento”.

Según el realizador cubano, el personaje central experimenta un punto de giro muy grande.

“Llega buscando al ídolo Che Guevara, incluso lleva puesta una camiseta con su imagen, y allí descubre los procesos sumarios de ejecución que, bajo el mando del denominado ‘guerrillero heroico’, se realizaron contra gente que se oponía al proceso castrista”, detalla.

Vilaplana, director de la serie “Leyendas del exilio” de América Teve, un docudrama basado en entrevistas a los primeros exiliados cubanos, asegura que los fusilamientos del castrismo no son solo de los primeros años de la revolución.

“No solo se fusiló en La Cabaña; en la guerra de Angola (1975-1991) se fusilaba a los soldados por indisciplina y luego repartían vídeos a la tropa a manera de escarmiento”, indica.

El director recordó el fusilamiento en abril de 2003 de tres jóvenes cubanos, Lorenzo Enrique Copello Castillo, Bárbaro Leodanis Sevilla y Jorge Luis Martínez, que secuestraron el transbordador de pasajeros “Baraguá” para intentar llegar a la Florida (EE.UU.).

“No hubo siquiera heridos y los ejecutaron al amanecer”, sostiene Vilaplana, que hizo una sólida carrera en medios audiovisuales de Colombia antes de asentarse hace pocos años en Miami.

Su cortometraje “La muerte del gato” (2014), en el que tres amigos, Raúl, Camilo y Armando, planean matar el gato de una vecina para poder comer carne en plena crisis en la Cuba de los años 90, es considerado un material “de culto” por la osadía de filmar en escenarios naturales en Cuba.

“La muerte del gato” contó con tres actores muy conocidos por el público cubano: Jorge Perugorría, Alberto Pujol y Bárbaro Marín.

Para “Irene en La Habana” el director llamó al experimentado actor Carlos Cruz, que encarna a un tapicero de Miami, y al también cubano Ariel Teixidó, que es el joven que Irene conoce en Cuba y le habla de los fusilamientos.

Vilaplana enfatiza que su nueva película se estrena el 27 de noviembre como recordatorio de otro fusilamiento: el de ocho estudiantes de medicina a manos del ejército español en 1871 en La Habana, producto de una falsa delación.

(EFE)