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Yotuel Romero sobre los niños cubanos: “La infancia rota no se recupera”

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MIAMI, Estados Unidos.- En el evento “Voces por la libertad de religión en Cuba”, que sesionó este lunes en el hotel JW Marriott, en Los Ángeles, California, el cantante cubano Yotuel Romero pidió la libertad de los presos políticos cubanos y llamó la atención sobre los riesgos que corren los niños en la isla, los más afectados en una dictadura.

El músico explicó que las víctimas más grandes de la dictadura cubana son los niños, “la infancia rota que tiene que soportar a un presidente que públicamente de la orden de combate”. Esos niños, lamentó, tienen que observar y padecer que sus padres, hermanos, tíos… estén condenados a largos años de privación de libertad.

“Hoy me pongo en el pellejo de esos niños. La infancia rota no se recupera, no se vuelve a componer”, dijo, y mencionó el caso de la hija del rapero Maykel Osorbo, de siete años, quien en un video pide la libertad de su padre

Durante su intervención, en la que cantó el éxito musical devenido en himno por la libertad de Cuba: Patria y Vida, Romero se cuestionó si la infancia cubana merece tanto odio, tanto castigo y tanta injusticia.

“Hay que ponerse en la piel de los niños cubanos, hay que ponerse en los zapatos de esos padres y madres que salen y cruzan la frontera y dejan a sus hijos atrás, de esos doctores que no pueden ver a sus hijos por ocho años, o de los niños que ven a su madre prostituirse por un poco de leche”, dijo.

Voces por la libertad de religión en Cuba se celebró en paralelo a la IX Cumbre de las Américas, que comenzó este 6 de junio también en Los Ángeles.

Durante el encuentro, transmitido en vivo por CubaNet, líderes religiosos denunciaron la violación de la libertad religiosa en Cuba y se escucharon los testimonios de personas perseguidas por su fe en la Isla.

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Justicia social en Cuba: mito y realidad

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Niños cubanos jugando pelota en la calle (Foto archivo)

LA HABANA, Cuba.- Durante muchos años Cuba constituyó un referente mundial en lo concerniente a los derechos de la infancia, gracias a un amplio programa de igualdad que incluyó acceso a servicios básicos, gratuitos y universales como salud y educación; además de haber erradicado el trabajo infantil, el analfabetismo y potenciado campañas de vacunación para proteger a niños y niñas de enfermedades curables que los afectaban, sobre todo en las zonas rurales.

El sostenimiento de estos patrones que durante los primeros treinta años de la Revolución alcanzaron una calidad notable, hizo que Cuba, país subdesarrollado y marcado por una tensa relación con Estados Unidos, generara admiración en todo el mundo; a la par que sirvió al dictador Fidel Castro como pretexto para justificar el férreo control que mantenía sobre el pueblo y la implacable persecución contra todo lo que oliera a disidencia política, cuyo único objetivo, según él, era revertir los “logros de la Revolución” para hundir de nuevo a Cuba en la dependencia neocolonial.

Con la caída del bloque del Este y la profunda crisis económica que azotó al país, la salud y la educación sufrieron un dramático descenso en términos de calidad. Aunque continúan siendo gratuitos y universales de manera oficial, el acelerado aumento de las desigualdades sociales y económicas, la cantidad de población que ha quedado por debajo de la línea de la pobreza, y los parcos salarios que devengan los trabajadores sea cual sea su calificación, han abierto brechas enormes en la concepción igualitaria sobre la cual se basa el sistema político cubano.

Todo ello ha derivado, casi de forma espontánea, hacia un escenario socioeconómico en el cual las personas con ingresos por encima de la media pueden asegurar mejores escuelas para sus hijos y garantizar el rápido acceso a servicios médicos de calidad, que incluyen atención personalizada por parte de los especialistas. Tales diferencias impactan directamente sobre la infancia, y si bien Cuba se halla todavía lejos de la terrible situación de muchos países donde la explotación y el trabajo infantil son prácticas comunes, lo cierto es que cada día más niños y niñas nacen en el seno de hogares empobrecidos, donde priman los bajos ingresos, el hacinamiento, la insalubridad y el maltrato.

Las últimas estadísticas publicadas por la UNICEF sobre el estado de la infancia en Cuba datan de 2012 y presentan información incompleta. A ello habría que sumarle la manipulación del índice de pobreza por parte del régimen y su reluctancia a que organismos internacionales evalúen de forma presencial el verdadero alcance de la justicia social en la Isla.

Según varios especialistas, la mitad de la población cubana vive en la pobreza. En los últimos diez años ha crecido exponencialmente el número de afectados por el deterioro del fondo habitacional, el acceso irregular a agua potable, la constante disminución del poder adquisitivo frente al incremento de la inflación —multiplicada en la actualidad por la Tarea Ordenamiento—, y la imposibilidad de mejorar sus expectativas en un país donde todos los recursos están controlados por el Estado.

La gravedad de los problemas acumulados ha influido negativamente en el índice de natalidad, toda vez que las mujeres no desean tener hijos en un contexto marcado por limitaciones materiales crecientes y de todo tipo. El empecinamiento en un modelo político ineficiente ha terminado por afectar a quienes dedicaron su vida a la construcción del proyecto socialista, sembrando la desconfianza en los jóvenes que no encuentran inspiración en la experiencia de sus mayores. La crisis de los ancianos es la prueba más contundente del fracaso del sistema adoptado hace sesenta años; mientras que la infancia transcurre cada día más desprotegida ante el avance de un capitalismo tropical rudimentario, disfrazado de igualdad, que acentúa las diferencias por motivos de raza, poder económico y condición social.

El incremento de la miseria ha traído como consecuencia la proliferación de entornos que ofrecen escasas perspectivas a los niños. Dicha singularidad, añadida al adoctrinamiento que desde 1959 reemplazó a la educación integral, atenta contra la realización personal de las nuevas generaciones, que una vez alcanzada la etapa juvenil se plantean la emigración como solución permanente a sus problemas.

En el contexto signado por la pandemia de Covid-19 ha aumentado el número de adolescentes tempranos que realizan algún trabajo para contribuir a la economía familiar, particularmente el acarreo de productos agrícolas o materiales de construcción. Por otro lado, el confinamiento impuesto por el régimen ha dejado huellas psicológicas en infantes que permanecen todo el día encerrados, en espacios reducidos y sin recibir suficiente atención por parte de adultos demasiado ocupados en forrajear alimentos y productos de primera necesidad que garanticen la supervivencia familiar.

De acuerdo a los estándares de UNICEF, Cuba figura entre las naciones menos injustas en tanto garantiza el acceso gratuito a servicios imprescindibles para la vida y el desarrollo de los ciudadanos. Sin embargo, las políticas de protección se han revelado insuficientes debido a la improductividad de la economía y la miopía de los dirigentes.

La justicia social existe solo en la abundante propaganda pagada por el castrismo. Tras seis décadas de un sistema de partido único que desde el principio se arrogó arbitrariamente el derecho de determinar el destino de millones, Cuba no ha ido más allá de la repartición igualitaria de la pobreza. El voluntarismo político y la falta de objetividad en las decisiones económicas que impactan de manera directa en la población, han creado un país sin libertades civiles, muy rudo para los grupos vulnerables, donde miles de ancianos sucumben en la indigencia y otros tantos niños crecen en ambientes hostiles que trastornan su percepción de la vida y el futuro.

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Carnaval Infantil de La Habana: poca oferta y mucho calor

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Área de los quioscos, venta en moneda nacional en el Carnaval Infantil (foto del autor)

LA HABANA, Cuba. – En La Habana hay seis lugares costeables con el salario estatal donde llevar a los niños durante las vacaciones: el Acuario, el Zoológico, Expocuba, el Parque Lenin, el teatro para niños y las playas del Este. El proyecto “Rutas y Andares” de la Oficina del Historiador ocupa un día especial en la dilatada agenda vacacional de muchas familias; pero de manera general, en una o dos semanas los pequeños ven agotadas sus opciones de divertimento, razón por la cual muchos pasan la mayor parte de la etapa veraniega jugando en la calle con sus amiguitos.

Algunos padres logran planificarse y reservar en el Campismo Popular, otra de las opciones asequibles para el sector presupuestado. Los más afortunados ahorran con miras a pasarse una semana en un hotel “Todo Incluido” en Varadero; pero ninguna de las dos alternativas mitiga el curso lento de dos meses con muy poco que hacer.

Entre las actividades organizadas por el Estado para la etapa de verano, sobresale el Carnaval Infantil, que tuvo lugar el pasado martes 27, entre las 5 y 8 pm, en el malecón habanero. Según publicaron medios oficiales, esa única jornada dedicada a los niños vendría acompañada de ofertas gastronómicas, venta de confituras y el espectáculo de las carrozas con su alegre tripulación de payasos, colmeneros y congueros, que saldrían arrollando desde Línea y Malecón hasta las inmediaciones del hospital “Hermanos Ameijeiras”.

Pero el calor era tan avasallador que padres y niños comenzaron a desesperarse minutos después de haber llegado. Los asistentes -público, trabajadores, bailarines, figurantes de todas las edades- esperaban apretaditos en el área más alejada del sol. Otros, espoleados por la sed, se aventuraron hacia las colas para comprar refrescos o agua, calientes la mayoría porque al ser tanta la demanda, las neveras no alcanzaban a enfriarlos.

Expuestas a una temperatura de 33°C (sensación térmica de 38°C), las personas buscaban protegerse bajo la estrecha sombra de las carpas, mientras la impaciencia crecía ante los escasos puntos donde vendían confituras de producción nacional a precios módicos; algunas por la libre, otras normadas. El camión del Parque Lenin vendía bolas de helado y paleticas cubiertas de chocolate, además de los llamados “módulos” que, por 15 pesos moneda nacional, incluían un breve muestrario de confituras para el disfrute de los pequeños.

Las madres perseveraban en las filas para comprar bolsas de galletas de dulce, caramelos, sorbetos y chocolates, aprovechando la oportunidad de garantizar una parte de la merienda de sus hijos durante las primeras semanas del curso académico que iniciará el lunes próximo.

Aún no había comenzado el desfile y ya se iban a casa junto a sus niños, cargadas con las preciadas golosinas. Lejos de transparentar decepción por perderse la caravana de comparsas, los chicos parecían acostumbrados a que cualquier actividad puede convertirse en una buena ocasión para resolver las cosas que hacen falta. Dicha creencia, tan popular como “La Jardinera”, nada tiene que ver con el fin estratégico que según medios oficiales persigue el Carnaval Infantil: fomentar entre los pequeños el interés por las tradiciones culturales.

Al menos en esta edición, el tórrido calor conspiró contra el espíritu popular, la organización y el óptimo desarrollo del Carnaval. Sobre las carrozas, niños y adolescentes ataviados con pintorescos trajes anhelaban escuchar la música para comenzar, por fin, a desfilar. Los Muñecones aguardaban el momento exacto para ponerse en fila, evitando permanecer innecesariamente sobre el asfalto caliente.

El mayor reto no fue lidiar con la escasez de insumos, la pobreza estética de las carrozas o la inmundicia que dejan los adultos para que los niños sigan su ejemplo. Tampoco complacer a un público que cada año exige menos. El verdadero desafío fue lograr que cada bailarín y muñecón tomara su lugar bajo el sol que caía a plomo, derritiendo hasta las buenas intenciones.

Entonces cabe preguntarse por qué, si el Carnaval Infantil ocupa un solo día dentro del calendario vacacional, no se le garantiza una mejor y más cómoda infraestructura. A fin de cuentas se trata de un evento para el disfrute conjunto de padres e hijos; resulta menos problemático que el carnaval regular y prácticamente constituye la única fiesta a gran escala que se organiza para los niños a lo largo del verano.

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Triste es el país que hace política con sus niños

Centro de votación en Cuba, Elecciones, ONG

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Centro de votación en Cuba (escambray.cu)

LA HABANA, Cuba. – Este domingo, como desde hace días, intentaron que me sintiera arrepentido, que me creyera indigno. Muchos fueron los cubanos que opinaron frente a las cámaras de televisión sobre deber y decoro en el instante de votar. Nada resultaba más meritorio que dar apoyo a la “nueva constitución”. Este domingo se habló de dignidad, de decencia, de vergüenza. Durante toda la jornada, como desde hace meses, se hicieron múltiples los reclamos al Sí.

Y llegada la hora hice el camino hasta el colegio electoral que me correspondió, y que se levanta sobre la Calzada del Cerro, entre las calles Prensa y Colón. Caminé hasta la mesa electoral y firmé el registro electoral, y ya con la boleta en la mano, ante la mirada del pionero que me alcanzó el lápiz, me incliné sobre un cajón brevemente levantado del suelo. Así, sin el resguardo de cortinas, dejé en claro mi decisión por un No que terminé depositando en la urna cuidada por otros dos niños con uniforme y pañoleta.

No recuerdo que otras veces me mortificara tanto la presencia de los niños en farsas como esta. Me afligió mirarlos de pie y erguidos junto a una urna de cartón, levantando la mano para advertir entonces que yo, y cada uno de los que depositaba su boleta, había votado. Me resultó desconsiderado que esos muchachitos malgastaran toda una mañana de domingo en una tontería que nada tiene que ver con la ingenuidad de sus infancias. Lo mejor para un niño que ha pasado la semana en la escuela es levantarse tarde ese día y enredarse luego en sus juegos preferidos.

Injusto es el país que reclama el sacrificio de sus infantes en un día de descanso. Nunca me asistió la duda; muy bien reconocí el sitio en el que trazaría la cruz, pero mi negativa se hizo más fuerte cuando miré a esos chiquillos custodiando la urna, sirviendo a sus mayores cuando lo más justo es que sucediera lo contrario. Ese gobierno que los empleó como guardianes debió ocupar su tiempo en procurarles los mejores esparcimientos, juguetes, y una alimentación decorosa.

No merece reconocimiento el gobierno que hace política con sus niños y que es capaz de robarles sus sueños, que impide sus juegos. ¿Qué tiene que hacer un infante en una urna, un domingo? ¿Por qué un chiquillo tiene que pensar en parecerse al Che? Triste es el país que los enrola en sus delirios en lugar de procurarles un rotundo bienestar. Si no me bastaran todas esas razones que me llevaron a decidirme por el No, y que dejé bien claras en cubaNet en los días previos a la votación, esta desconsideración habría resultado más que suficiente.

Y este lunes se harán saber los “resultados”, y como cada vez llegará esa relatoría de sucesos, de historias de compromisos y agradecimientos, y yo volveré a recordar la imagen “dominguera” del “futuro de la patria”. Una y otra vez pensaré en los deseos frustrados de tantos infantes cubanos que sueñan con una tableta electrónica, con un peluche gigantesco o quizá tan pequeño que pueda llevarse en el bolsillo o ponerlo debajo de la almohada. Una Barbie será siempre una buena opción para el domingo de una niña, y un cubo de Rugby para cualquiera.

Los niños cubanos, más que urnas y constituciones, precisan de Power Rangers, aunque no se enteraran de que ya no están muy de moda. Los niños son felices con el PlayStation, con Spiderman, con una muñeca Elsa o un Nintendo. Los más chicos precisan de un domingo para retozar e ir a zoológico, para ser felices, no para jugar al comunismo y mucho menos para convertirse en sus custodios.

Muy pronto se harán visibles los “resultados”, los que sin dudas fueron predecibles desde siempre, y quizá muchos padres se arrepientan, se mortifiquen, al descubrir que sus hijos no tienen ganas de ir hoy a la escuela porque perdieron, inútilmente, todo el domingo, sin juguetear y levantándose muy temprano, en lugar de quedarse en la cama un poco más, para jugar luego. Puede suceder que muchos padres crean, cuándo miren a sus hijos caminando hacia la escuela, que eligieron mal, que decidieron lo peor para sus hijos y el país, que en lugar de votar debieron botar.




Niñas, niños y el sexo en Cuba

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Desde edades muy tempranas los adolescentes cubanos comienzan sus relaciones sexuales, indican expertos (foto del autor)

LA HABANA, Cuba. – Brian tiene apenas nueve años cumplidos y ya les cuenta a sus padres las cosas que quiere hacerles a sus “novias” de la escuela. En la casa hay una fiesta y el niño es como el payaso, narrando y haciendo gestos obscenos que a los mayores les resultan muy divertidos, incluso le gritan ideas y lo estimulan a que enseñe los genitales y a que toque a Yudisley, una vecinita cuyos padres también están muy entretenidos con las “ocurrencias” de Brian, tan “despierto” y “hombrecito”.

“Es que los cubanos somos así, no es como en Europa ni en la Yuma (Estados Unidos), aquí los niños desde que nacen salen a fajar“, se justifica Humberto, el padre del pequeño, cuando le pregunto si ve normal tal comportamiento del infante.

“Es solo un juego (…), a esa edad hacen cosas peores, hay que dejarlos para que no sean bobos cuando crezcan”, es la opinión de Dayana, la madre de Brian quien enseña el video de la fiesta a todas sus amistades como si se tratara de algo “normal”.

Y pareciera que los dos estuvieran en lo cierto. He podido comprobar que tal conducta no despierta asombro en muchos cubanos y cubanas que comparten la idea de que “mientras más temprano los menores se inicien en el sexo, mejor les irá en la vida como adultos”, según las palabras de otro sujeto, asombrosamente con un nivel de escolaridad elevado, a quien entrevisté en la calle al respecto del tema.

Hace apenas un par de semanas, mientras viajaba en un autobús, pude escuchar la conversación de tres adolescentes sobre las películas porno que coleccionaban.

Sin ningún tipo de cuidado las compartían entre ellos desde sus teléfonos y las miraban y comentaban como si de un video musical se tratara, incluso otros pasajeros, adultos los había entre ellos, les pedían que se las pasaran por Zapya o Bluetooth, de modo que, a los pocos minutos, más de diez personas hacían el viaje “disfrutando” de un “buen pellejo” (filme pornográfico) y muy pocos éramos los asombrados ante el espectáculo.

Las redes sociales pudieran ofrecer una idea de la magnitud de este fenómeno entre los jóvenes cubanos. Ya sea escuchando las conversaciones “publicas” de los adolescentes y niños en las zonas wifi, a donde acude la mayoría de los cubanos que no pueden darse el lujo de internet en los hogares, y donde no se cuenta con ningún tipo de privacidad, o ya intercambiando con esa amplísima red de “amistades virtuales” con que contamos todos y que trasciende nuestro círculo de amigos real, comúnmente muy limitado en número y poco variado.

He revisado los perfiles de más de una treintena de mis “amigos” adolescentes en Facebook y me percato que más del 90 por ciento de sus publicaciones están relacionadas con el sexo y que, dentro de ese mismo tema, sobresalen los memes, imágenes, chistes, selfies e historias que aluden al acto sexual, a los genitales, al cuerpo humano y en especial a la mujer como objeto de deseo, o simplemente como objeto a secas, incluso publicaciones que tienen por finalidad la búsqueda de sexo casual con o sin intereses económicos.

Los estudios realizados por equipos de expertos, señalan que, en Cuba, la edad para el inicio de las relaciones sexuales ha ido descendiendo con el paso de los años y si para las décadas de los 60 y 70 se establecían edades entre los 16 y 20, hoy en día la realidad indica que es entre los 11 y 14 años que las niñas y los niños inician los primeros intercambios, y no entre los 14 y 15, como pensaban algunos estudiosos hace apenas un lustro.

“Estamos hablando de contacto físico, de relaciones sexuales entre menores porque desde mucho antes ya han descubierto qué cosa es el sexo y las formas de practicarlo (…) estimulados por otros compañeros y hasta por sus propios padres”, afirma la doctora Johanna Nodarse, psicóloga e investigadora del tema.

“Encontramos, por estudios que hemos realizado en escuelas, que hay niñas y niños que han tenido su primera relación a los 10 u 11 años y que incluso hablan de su intimidad sin ningún problema (…), que incluso admiten tener más de una pareja sexual al mismo tiempo (…), hay quienes afirman que esto ha sucedido siempre y que antes, por las circunstancias sociales de la época, nadie se atrevía a hablar del tema pero yo creo que la realidad es otra, y si durante los años 60 y 70 existían casos, estos eran la excepción y no la regla (…), hoy nos movemos en otro escenario donde no solo existe la internet, y el sexo en las redes es más accesible sino que hay circunstancias económicas que han obligado a muchas personas a asumir las relaciones sexuales de modos muy diversos (…), daría para un compendio pero va desde la rebeldía, la carencia de valores, lo relativo de los sentimientos afectivos, los conflictos familiares, la evasión de ciertas realidades, la falta de programas educativos hasta un sinfín de causas”, opina la doctora Nodarse.

La edad de iniciación de relaciones sexuales cada vez desciende más en Cuba. (foto del autor)

Aunque a muchos pudieran asombrar los resultados que arrojan hoy los estudios para Cuba, lo cierto es que tal tendencia, igual de alarmante, ya fue reflejada en un artículo del año 2005, publicado en el número 70 de la Revista Chilena de Obstetricia y Ginecología, por los doctores José Ramón Cutié, Alfredo Laffitta y Marvelis Toledo, pertenecientes al Hospital América Arias, de La Habana.

Los resultados de aquella investigación descriptiva en poco más de 600 adolescentes de la Escuela Tecnológica Saúl Delgado, del Vedado, señalaba como problema “el hecho de las relaciones sexuales cada vez más precoces”, la realización de las mismas sin protección y en un ambiente de promiscuidad, señalándose como usual entre los jóvenes el tener entre 3 y 6 parejas sexuales al mismo tiempo, así como el comienzo de los intercambios a edades tan tempranas como los 10 y 11 años.

Una diferencia temporal de más de una década entre lo que estaba sucediendo a inicios del milenio con los más jóvenes y su sexualidad en Cuba, y un indicador de que hoy en día muy poco o nada se ha avanzado al respecto. Quizás un signo de inmovilismo general que atravesaría otras cuestiones más allá de la educación y el sexo.




“Este año no pude comprarle juguetes a mi hija”

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Bebé que llora en su cuna 65.95 CUC (foto del autor)

SANTIAGO DE CUBA. – Eiglen preparó con esmero una pequeña nota y la dejó bajo su almohada durante días, con el propósito de que en la visita de los Reyes Magos a su casa estos la leyeran y así pudiesen saber sus más preciados anhelos.

La pequeña niña, que apenas cumplió los seis años de edad y vive junto a su madre en el reparto Altamira de Santiago de Cuba, alistó además tres tazas con agua y un puñado de hierbas para los hambrientos camellos que cargan los juguetes de los niños.

Sin embargo, al amanecer del 6 de enero, la entusiasmada pequeña se levantó apresurada y tras mirar en sus zapatos, debajo de la cama y en toda la casa, descubrió que los reyes magos de los cuales había oído tantas historias, esta vez, no le habían traído nada. Desconcertada y con gran tristeza en sus ojos, le preguntó a su madre: “¿Me he portado mal?”, a lo que la madre respondió distraída y ajena: “no mi cielo, seguramente los magos no encontraron la dirección. No te preocupes, el año que viene seguro que sí te van a traer de todo”.

Miles de padres cubanos salen cada 5 de enero a las calles en busca de juguetes, dulces y regalos para sus hijos, que esperan con fervor el Día de los Reyes Magos. Es entonces cuando las jugueterías del país cobran vida con el rebullicio de padres, abuelos y tíos, que buscan entre los anaqueles de las tiendas algo que dejarle entre los zapatos o debajo de la cama a sus hijos cuando despierten el 6 de enero.

Sin embargo, las redes de Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) dejan un sabor amargo a esos que solo intentan complacer a los más pequeños de casa.

“Hoy he salido a comprar cosas para mi pequeño. Me dijo una vecina que habían sacado juguetes a 1 dólar, pero cuando llegué, la matazón de gente era demasiada. Los merolicos estaban cargando con todo, ahora busco aquí en la candonga, a ver si tan siquiera le compro un muñeco de trapo y un carrito, porque no hay más nada”, refiere Magalis mientras camina el Callejón del Carmen, lugar en donde confluyen la mayoría de los trabajadores por cuenta propia y revendedores de la urbe.

En Cuba, la tradición de los Reyes Magos se basa en que cada niño escriba una carta, pidiendo en ella lo que más desea, la ponga en la almohada o en el árbol de navidad y espere que su pedido llegue el 6 de enero. Además, los más pequeños dejan hierba y vasos con agua para los camellos que, según la leyenda, trasportan a los reyes por el mundo.

Pero a los verdaderos magos, esos que se esconden tras la puerta para ver cuando su hijo abre el obsequio, les toca la parte más dura: buscar el dinero y luego sortear las colas, los precios y muchas veces las pocas opciones de las tiendas.

Elena Mesa, madre de la niña que encabeza este reportaje, le confiesa a CubaNet que este último año sus ingresos económicos no fueron favorables y que lastimosamente no tuvo los recursos para comprar el juego de cocina y la barbie que pidió su hija.

“Me duele en el alma pero no pude comprárselos esta vez. El año pasado tuve dinero y le compré dos muñecas, pero ahora sí estoy en baja, solo le remendaré algunos juguetes que tiene rotos y así se sentirá más contenta”.

La madre, soltera de apenas 25 años de edad, trabaja como auxiliar de limpieza en una Escuela Primaria del reparto 30 de Noviembre. Cuenta que su salario, de alrededor de 350 pesos al mes (unos 14 CUC), no le alcanza para pagar ni la mitad de los gastos.

“¿Qué son 350 pesos en este país? En el champú y el acondicionador se va la mitad de mi sueldo. El precio de la comida cada vez sube más. Aquí hay que vivir inventando, para más o menos sobrevivir”, lamenta.

Santiago de Cuba recientemente inauguró una pequeña tienda de juguetes llamada “FerroCaribe”, muy cerca de la Alameda santiaguera. Este centro se adhiere a otro ya existente en el Parque de los Sueños. La tienda “Tren de los Sueños” fue instalada dentro de un vagón reciclado de la red ferroviaria. Ambas están abarrotadas de todo tipo de muñecos y juegos.

Sin embargo, para entrar, como refieren algunos, “hay que tener las pastillas de la presión a la mano”, ya que juguetes como un dinosaurio que camina y ruge los puedes encontrar en los 45.00 CUC, un pequeño bebé que llora en su cuna en los 66.00 CUC y muñecas barbie en los 35.50 CUC, siendo estos algunos de los más baratos de estas jugueterías en la urbe santiaguera. Precios que discriminan a la gran mayoría de cubanos que viven de sus paupérrimos salarios (el salario medio en la isla es de 30 CUC al mes).

“Tengo una vecina que tiene casi toda su familia en Estados Unidos. Para este tiempo le mandan cada paquete de juguetes que uno se queda con la boca abierta, por eso en esta fecha mi hijo no sale de la casa porque no quiero que se sienta menos. Yo no tengo tantas posibilidades y solo me alcanza para comprarle muñecos confeccionados que venden en las tiendas de moneda nacional y alguna que otra cosa que yo le invento”, reseña una madre santiaguera que se encontraba en la parada situada frente a la juguetería FerroCaribe.

El Día de los Reyes Magos, para muchos niños en Cuba, fue una jornada de tristeza, pues esta vez, como en muchas otras ocasiones, los reyes no pudieron llegar a sus casas.




Adoctrinados desde la cuna

LA HABANA, Cuba.- El juramento de los “Pioneros José Martí” que cada año se realiza en honor al aniversario por el natalicio de Ernesto “Che” Guevara, evidencia la extrema ideologización a que son sometidos los niños cubanos, un proceso obligatorio enmascarado tras la propaganda de la enseñanza gratuita. Bajo un sol calcinante, acosados por los gritos y amenazas de las maestras, alumnos de entre seis y once años repiten las frases en que se comprometen a ser “dignos relevos de la Unión de Jóvenes Comunistas”.

A pesar del obvio fracaso que ha sido el esquema socialista insular —durante y después del período sovietizante—, pervive una mentalidad enfocada hacia un pasado distópico, cuyas consecuencias resuenan hoy en cada aspecto de la vida social que los infantes no son capaces de comprender. Ellos nada saben del comunismo y sus implicaciones; por consiguiente, el juramento pioneril constituye una violación a su derecho de elegir libremente una afiliación política.

Los padres no pueden oponerse a este feroz adoctrinamiento que desde las aulas deforma la conciencia social y política de sus hijos. Apenas conocen el juramento y no se atreven a cuestionar su sesgo militante, porque el miedo es mayor que la preocupación por la calidad de la educación que están recibiendo los niños.

El trabajo ideológico sobre los educandos es más importante que la pedagogía, la ética y la cultura, rasgo que refrenda el esquema de perpetuidad diseñado por el gobierno para mantener un poder a todas luces fallido; pero contra el cual resulta muy difícil luchar debido a la progresiva anulación de la voluntad política ciudadana.

El anhelado cambio es muerto antes de nacer en la conciencia de esos niños que sudan de pie bajo el sol, tratados con un rigor propio del Servicio Militar. Su juramento es un discurso muerto que pronto será olvidado; porque esa perorata hueca no garantiza que se convertirán en jóvenes comunistas, ni siquiera en hombres y mujeres de provecho. Lo que sí asegura es que crezcan en el miedo, la confusión, la mentira y la hipocresía, llevando consigo la semilla de un inmovilismo crónico, razón primera por la cual Cuba continúa destruyéndose desde dentro.

La deliberada exclusión por parte del gobierno cubano de otras alternativas educacionales ha atentado contra la pluralidad de experiencias y criterios que eventualmente pudieran derivar hacia la creación de un modelo de sociedad basado en la democracia abierta y participativa. Por ello impulsar un cambio en la Isla es más complicado de lo que se cree.

Las secuelas del adoctrinamiento alcanzan tal magnitud que incluso quienes no están de acuerdo con el sistema llevan el germen del totalitarismo, víctimas de una inoculación sostenida que ha corrompido generaciones.

La captura del libre pensamiento inicia en edades tan tempranas que prácticamente obliga a considerar una “refundación” de la Patria; algo que solo podría lograrse con ciudadanos menores de cinco años, pues una vez que pisen las escuelas del régimen quedarán expuestos a la amenaza. Esos retoños incontaminados serían el último recurso para construir una sociedad inmune a la tara ideológica que ha sido la desaparecida y todavía mal llamada “revolución cubana”.




Comenzarán a impartir clases de inglés en círculos infantiles cubanos

Salón de un círculo infantil en Cuba (ACN)

MIAMI, Estados Unidos.- Autoridades de Educación en Cuba han dispuesto que la enseñanza del idioma inglés se realice desde los primeros años de vida, en los círculos infantiles.

“La incorporación del idioma inglés en los primeros años de vida junto a un mayor protagonismo de la familia y la comunidad resaltan entre los cambios más significativos que enfrenta desde este curso la Educación Preescolar en Cuba”, resalta un reportaje de la Agencia Cubana de Noticias (ACN).

Yaima Cruz, jefa de esta enseñanza en la Dirección Provincial de Educación en Holguín, explicó que el proceso se está experimentando ahora con “palabras sencillas”.

“Los primeros años sin lugar a dudas es la etapa ideal para que el niño se apropie de términos y frases que permitirán allanar el camino para el estudio de un idioma que es reconocido en el mundo como la lengua universal”, señaló citado por la agencia oficial de noticias un padre holguinero que impartirá las clases de inglés en el círculo infantil escogido para llevar a cabo el “experimento”.

En Cuba la enseñanza del inglés se vio sustituida en la década de 1970 por la del ruso, cuando Cuba estrechó las relaciones la Unión Soviética. Desde la década anterior, la música en inglés era censurada en la isla, y calificada como “diversionismo ideológico”.




Juegos entre el Estado y particulares

Parque Isla del Coco (Juventud Rebelde)

LA HABANA, Cuba.- Leticia vive en la ciudad oriental de Las Tunas. Pasó decenios soñando con visitar el parque de diversiones del municipio Playa en La Habana. Las veces que había venido a la capital el tiempo no le había alcanzado para visitar ese lugar ubicado en un extremo de la ciudad.

El último recuerdo que tenía era bastante vago. Databa de cuando aún se llamaba “Coney Island” e incluía la mayor montaña rusa de Cuba, otra más pequeña para los niños, juegos de bolos, la casa de los espejos, entre otros.

La semana pasada por fin pudo cumplir su sueño. Las cosas no le habrían salido mejor ni aunque las hubiera planificado: estando de visita en casa de su hermana, de la escuela de su sobrina en el municipio Diez de Octubre salió en excursión una guagua directo para el parque con 60 niños y 10 adultos dispuestos a divertirse. Leticia, entusiasmada, se sumó a aquella aventura.

Su hermana, que vive en La Habana desde hace tiempo, estuvo en el parque hace seis años. Ya había sido remodelado y rebautizado como La Isla del Coco. El lugar fue ambientado con personajes de dibujos animados cubanos como el Capitán Plin y también Elpidio Valdés, pues los caballos del carrusel se asemejan todos a Palmiche, el fiel rocín del coronel insurrecto de ficción.

Cuando llegaron a la Isla del Coco, para comprar las entradas, aguardaron 20 minutos hasta que fueran las diez, hora de apertura. “Hubiera sido preferible que empezaran a las ocho, cuando el sol está menos fuerte”, pensó Leticia. Cuando dieron las diez, tuvieron que seguir esperando otros 40 minutos a que llegara la cajera. Según les dijeron, la mujer “estaba reunida”.

Cuando lograron comprar los boletos, ya no tenían el mismo entusiasmo que a su llegada. En la entrada fueron informados que ese día —un sábado, que es cuando más público fluye al lugar—, sólo estaban trabajando cinco de los equipos. Los demás estaban rotos.

Los muchachos montaron la sillita voladora, el carrusel y unas ranitas que suben y bajan. Pero esos equipos no los entusiasmaron. Después todos fueron hasta los carritos locos, al parecer la oferta más interesante.

A un precio de tres pesos los niños y seis los adultos, se montaron en los carritos, las operadoras conectaron la corriente y manejaron por tres minutos. Como a los muchachos les gustó, volvieron a gastar nueve pesos para que ellos pudieran montar de nuevo. Ya no les quedaban tickets, de modo que el pago fue en efectivo. Los niños seguían encantados por manejar y chocar, por lo que desembolsaron nueve pesos más; después, la misma suma de nuevo; y, acto seguido, otra vez nueve pesos.

Segura estaba Leticia de que ese dinero no engrosaría la recaudación del parque, pues —como casi todos los demás visitantes— se lo estaba poniendo en la mano a la operadora de esta atracción sin recibir comprobante alguno. Pero decidió que ése no era su problema. Lo suyo era pagar lo establecido, ahorrarse la caminata hasta la caseta de venta de tickets y la subsiguiente colita, y que sus muchachos se divirtieran, aunque fuera montando 3 minutos solamente.

Al terminar con los carritos locos, fueron para las atracciones de los cuentapropistas. Allí todo era más caro. La cama elástica costaba 10 pesos. Una pequeña vuelta en un carrito de baterías, 10 pesos; navegar en un botecito loco, 25 pesos; montar una gran burbuja que flota en el agua, 20 pesos.

Leticia ahora sueña con volver al parque en diciembre. Se siente optimista y dice que volverá un día que haya un frente frío muy fuerte. Confía en que, para entonces, habrán arreglado los aparatos rotos. O tal vez ya no funcione ninguno. En este último caso, no tendría que gastar de nuevo 200 pesos, el equivalente de medio mes de trabajo de un cubano de a pie. Con cualquiera de las dos opciones saldría ganando.




Suicidio infantil y adolescente: la alarma se dispara en Holguín

HOLGUIN, Cuba.-  El incremento de los intentos de suicidio entre niños y adolescentes holguineros es alarmante, asegura Yisell Salazar Colón, psicóloga del hospital pediátrico de Holguín Octavio de la Concepción y de la Pedraja, en una grabación a la que CubaNet tuvo acceso.

“La gran mayoría de los niños que recibimos son por los intentos suicidas. Se ha visto un alza, donde es alarmante la cantidad y en las edades que se están presentando”, señala Salazar Colón.

La especialista reconoció que el número de menores que atentan contra su vida en el territorio aumenta de un año para otro, suma que ubica a Holguín por encima de la media nacional.

“Hay casos desde los siete hasta los 19 años, que es el rango de edad que se atiende aquí en el hospital pediátrico”, precisa la psicóloga.

La sobredosis con pastillas es el método de intento suicida más utilizado.

Aunque no se mencionaron cifras, se señalan como las principales causas del intento de suicidio entre niños y adolescentes en la provincia la falta de comunicación de los padres con sus hijos, el alto índice de divorcios y los patrones de crianza inadecuados donde predomina la rigidez, el autoritarismo y la censura, afirma en la grabación  la doctora Lilian María Fernández, jefa del servicio de psiquiatría infanto-juvenil del citado hospital.

El reconocimiento del aumento alarmante de los intentos de suicidio en el territorio ocurre a un mes del anuncio por las autoridades de  la crisis económica que enfrenta el país en el segundo semestre del año por problemas de liquidez e ineficiencia.

Según las estadísticas oficiales, Cuba posee una de las tasas de suicidio más altas del continente americano. Desde 1969, ha sido una de las 10 principales causas de muerte en la Isla. En 2015 se registraron 1 492 muertes de este tipo.